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27 BENADALID: MOROS, CRISTIANOS, ROSAS Y AMORES EN EL GENAL

martes, 13 de octubre de 2009

Benadalid de moros y de cristianos viejos, de castillo y de romanos, de castaños y de alcornoques. Benadalid, de los bereberes hijos de Jalid. Benadalid de rosas y amores. Benadalid de sosiegos. Benadalid de caminos por recorrer, de tierras húmedas que respirar, de naturalezas frondosas, de aguas saludables de historias antiguas. Benadalid de otoños y de primaveras y de veranos y de inviernos rigurosos. Benadalid de chimeneas humeantes, de ollas y de pucheros. Benadalid de sonoro nombre, de pasado rico y tumultuoso, de historia viva. Benadalid.

Arribamos

Se abre el valle del Genal al cielo como un oasis verde, frondoso, profundo y oscuro. Las laderas que descienden hasta el cauce mismo del río se encuentran trufadas de castaños, seña de identidad de estas tierras. Y es ahora, en otoño, cuando la visita al valle se hace imprescindible. Los castaños lucen penachos amarillos ocre y observamos cómo su fruto, defendiéndose del exterior, muestra su lado más erizado y agresivo. Ya hay algunos caídos por los caminos, por la carretera. Nos encontramos con Benadalid en la carretera que une Algeciras con Ronda. Conviene mantenerse atentos, porque pese a que se encuentra en el borde mismo de la carretera no hay indicación que nos muestre el descenso al centro del pueblo. Recomendamos tomar la desviación derecha que señala "Ayuntamiento" para bajar por una calle perfectamente empedrada hasta encontrarnos con uno de los primeros lugares a visitar: la Cruz del Humilladero. Estacionamos el coche por las inmediaciones.

La visita: uno

Ya observamos que Benadalid es un pueblo pequeño y blanco de calles apretadísimas y paredes cuajadas de flores y arriates y macetas, de buganvillas descendiendo desde las terrazas como un sortilegio de colores violetas y verdes. Pero este escenario idílico fue teatro de numerosas y cruentas luchas. Una vez caída Ronda, los moros benalizos decidieron pactar con los Reyes Católicos y ofrecerse como sus vasallos. "El rey, a cambio, prometió respetar su ley de mahoma, su propiedades y sus costumbres". Así reza un panel explicativo situado junto a la Cruz del Humilladero y en el que se añade "e consentir que fueran juzgados sus pleytos por juez e alfaqui, e a consejo de alcayde, e por la ley mora del Jaracuna". Las buenas intenciones en nada quedaron y las revueltas y rebeliones y permanentes enfrentamientos entre los unos y los otros dieron al traste con estos buenos propósitos. Precisamente de estas contiendas surgen las celebraciones de las fiestas de moros y cristianos que se llevan a cabo en el municipio en el mes de agosto, cuando las huestes moras roban la imagen del patrón San Isidoro y los ejércitos cristianos batallan por recuperarlo. Nuestra imaginación vuela y casi podemos imaginar la presencia del castillo de Benadalid envuelto en aquellas cruentas batallas. El recinto amurallado se encuentra apenas veinte metros de la Cruz del Humilladero. Resulta sobrecogedor visitar el castillo en cuyo interior se aloja el cementerio municipal. Las murallas y sus cuatro torres desafían el horizonte del Genal y se transforman en una balconada sobre el mismo, otero y vigía de los caminos que comunicaban Ronda con Algeciras ya en tiempos romanos. Abrimos la puerta con respeto y con cuidado, mientras chirrían los goznes de sus hojas. Las paredes de piedra oscura contrastan con la blancura de los nichos. El silencio es demoledor, sólo roto por el repiqueteo de la lluvia que hoy nos acompaña. Las murallas del castillo se recortan contra el cielo plomizo de la serranía, dotándole de una majestuosidad oscura, como aquellos palacios de los cuentos. Descendemos por la calle Calvario que se sitúa a la derecha del castillo, y se abre ante nosotros un paisaje deslumbrante con la serranía de Ronda a nuestra izquierda, el Alto Genal, el valle con el cauce del río, algunos pueblos vecinos sobresaliendo sus caseríos blancos en la distancia y envueltos por una ligera niebla que ha comenzado a levantar. La calle nos lleva hasta el mirador del mismo nombre, hasta la que podría ser una antigua era, hoy acondicionada con dos bancadas de madera en las que sentarse. Ante nuestra vista, salvando una casa, se divisa una panorama del más auténtico sabor. Los castaños que todo lo ocupan, el humo de una chimenea allá abajo, los ladridos lejanos de un perro. Todo es silencio y tranquilidad. La tierra húmeda despide un aroma tierno y delicado, un ligero vaho surge de los campos, como si una brasa se consumiera en su interior. Resulta imprescindible llevar la cámara de fotos, mil rincones llevan a disparar aquí y allá. También son aconsejables unos prismáticos, ya que el lugar donde se sitúa la localidad muestra un paisaje inigualable y no resulta raro observar distintas aves rapaces.

La visita: dos

Caminamos por la calle Calvario hacia el corazón de Benadalid. Mientras, nos dejamos llevar por la explosión de flores de sus calles, por la decoración de sus fachadas, por los colores que salpican los muros blancos. Seguimos el sonido de las campanas que marcan la hora como si de un brújula sonora se trataran. Vemos la fachada lateral de la iglesia de San Isidoro, la plaza nueva la precede, un rincón coqueto, casi romántico, acogedor, que se acompaña de unas bancadas de piedra y unos parterres de flores. Junto a los muros del templo leemos una hermosa historia de la que quizá algunos capítulos pudieran haberse vivido en este jardín si los tiempos hubieran coincidido. Es la leyenda de la rosa: "Sabido es que estaba prohibido y castigado con la muerte el que moros y cristianos mantuvieran algún tipo de relación amorosa. Cuenta la leyenda que aquí, en Benadalid, una bella muchacha cristiana se enamoró de un joven musulmán. Resultó esta relación del todo imposible y puesto que su amor era tan grande decidieron fundir sus vidas huyendo de noche en busca de la rosa silvestre. Esta planta, hoy desconocida, tenía la propiedad de que su pinchazo producía efluvios tan pasionales que quien se pinchaba y no reaccionaba pronto, moría desangrado por sus narcóticos efectos. Así es como decidió acabar con sus vidas esta pareja, víctimas de la intransigencia social y de su amor". Aún contagiados por esta historia y pensando en los mitos universales del amor y la muerte, Romeo y Julieta, etc, etc, etc., llegamos hasta al plaza del ayuntamiento, frente por frente con la iglesia. Es una plaza rectangular, de un tamaño destacado e imaginamos centro de las grandes actividades del pueblo. Hoy permanece prácticamente vacía, llueve, y los benalizos encuentran más acogedor el calor de su hogar que la intemperie del exterior. Como curiosidad cabe destacar que el edificio del ayuntamiento tiene soportales bajo los que guarecerse, una construcción habitual en otras latitudes pero que aún no habíamos comprobado en nuestras visitas. Sólo para estrenar esta sensación, nos situamos bajo ellos al resguardo de la lluvia y aprovechamos para degustar el pan y embutido de la tierra que hemos adquirido en una de las tiendas de la localidad, ¿puede ser la tienda de Rosa Mari? Dejamos que el tiempo transcurra y las campanas de la iglesia marquen nuestro devenir con parsimonia, es éste buen refugio, acogedor y tranquilo. Las casas que bordean la plaza son construcciones sólidas, algunas de ellas bellamente restauradas y adaptadas a los gustos de la actualidad sin perder un ápice de autenticidad. Sabemos del buen nombre que goza el turismo rural en el valle del Genal y en Benadalid y sólo por algunas de estas fachadas podemos certificarlo. Pasa ante nosotros un hombre mayor, camina con cierta premura y pone pies dirección a la iglesia, extrae de su bolsillo un manojo de llaves y abre la puerta lateral del templo. Esta es la nuestra. Con educación, accedemos al interior y preguntamos si se puede pasar. - Por supuesto-, se nos contesta desde el interior. Entramos. El hombre nos explica que ha venido corriendo porque creía haber dejado abiertas algunas ventanas. - Y, menos mal que he venido, porque me las había dejado abiertas. Esperen, esperen un momento que les enciendo las luces-. Se ilumina ante nosotros un interior solemne. La sobriedad exterior contrasta con la gran decoración de su altar, de su artesonado recién reconstruido, con la magnitud de sus decoraciones y de la bóveda que se sitúa sobre el altar, pintada como si de un cielo se tratara. Encendemos, como en la mayoría de los templos que visitamos, las preceptivas velas al santo, en este caso San Isidoro. - Tienen una iglesia preciosa-, comentamos. -La verdad es que sí-, contesta el hombre. -Se han realizado reconstrucciones hace poco y ha quedado preciosa. Sólo está a falta de una nueva imagen de la Virgen del Rosario, pero ya se sabe, la crisis, la crisis... Habrá que esperar-. Nos despedimos y regresamos al exterior, caminamos por la calle Isidoro y la calle Fuente. No pueden faltar los arriates, las flores. El paseo por las callejas de Benadalid es un espectáculo en sí mismo, sin duda, tal es el amor que los benalizos muestran por su localidad. Nos asaltan aromas a olla, a puchero a hierbabuena y buena carne para la pringá. Llegamos al conjunto fluvial de Benadalid, donde se dan cita el lavadero, el Museo del Agua y una fuente romana. Observamos el interior del lavadero y pensamos en el murmullo de voces que debieron acompañar al murmullo del agua, qué cosas, cuántas, se contarían aquí las mujeres mientras trajinaban, qué historias, qué cotilleos... mientras María o Antonia o Paca o Felisa llenaban sus tinajas y cántaros de agua en la fuente adyacente. Sobre el caño de agua enrejado que configura la fuente romana se lee "Salus per aqua". No dudamos un instante, y nos dejamos llevar por lo imperativo de esta máxima, ahuecamos las manos y bebemos un trago largo, frío, resplandeciente de buena agua. Ascendemos por unas escaleras que se encuentran situadas muy próximas a este conjunto fluvial y nos ofrecen una perspectiva distinta de Benadalid. Observamos algunos de sus tejados, algunas de sus chimeneas. Apoyamos los codos sobre la barandilla y sólo pensamos en cuándo regresar.

Despedida

Recogido el coche junto a la Cruz del Humilladero, paseadas sus calles una, dos, tres veces, tomadas algunas notas, disfrutado cada rincón, cada nuevo descubrimiento dejamos atrás Benadalid. Tomamos dirección Algeciras y a poco menos de un kilómetro nos encontramos con el Mirador de Los Castaños. Paramos. Descendemos y dejamos que la vista se pierda entre la inmensidad de las montañas, entre la frondosidad de los castaños, entre el horizonte que parece no acabar nunca. Y allí, arriscado sobre una ladera, el caserío blanco de Benadalid, como una aparición blanca, sutil, delicada, apretada... Suspiramos, y dejamos que los perfumes de la tierra húmeda nos inunden.

Enlaces e información útil

Épocas: El otoño en el valle del Genal es espectacular, si ya lo recomendábamos hace dos semanas con Benalauría, volvemos a hacerlo esta con Benadalid. El valle está en estado de gracia. Consejos: La cámara de fotos es imprescindible, cada rincón de Benadalid merece la pena ser retratado.
Enlaces útiles: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, además de la página web municipal, donde se pueden consultar diferentes alojamientos rurales, y el blog personal "Benadalid" con detalles, historia y etimologías.

Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.

4 comentarios:

Nekane dijo...

Benadalid:nombre que tengo que repetir en alto para interiorizarlo.
Otro precioso pueblo lleno de leyendas y belleza.
Qué precioso lo cuentas,Israel.
Un abrazo.

MONTE AVENTURA, tu guía más natural dijo...

Benalalid. Un esbozo vivo del paraiso perdido, un modelo a escala de una alqueria morisca.

Benadalid, del nectar de los dioses. De joven mosto y de añejos lagares. del contrabando de orujo. La esencia de aguardiente que aún se destila en los alambiques de la serrania.

Y de mas ambrosias, cagarrias o colmenillas en sartená de setas tras el paseo por ocultas umbrías.

De azufaifos, servales y nisperos de invierno de una cultura antigua arraigada a la sierra honda de Ronda.

Anónimo dijo...

BENADALID:Quiero conocerlo,conocerlo.

Bego dijo...

Mientras lo leo me dá la impresión de estar haciendo el recorrido, curioso castillo-cementerio,en cuanto al lavadero ¡ que divertidos eran los lavaderos ! gracias a ello se hacia llevadero lavar la ropa.