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30 JIMERA DE LÍBAR: CORAZÓN SERRANO

martes, 3 de noviembre de 2009

Late en el corazón de la Serranía de Ronda. Late. Late arriscada sobre un cerro. Late al cobijo de las montañas, como otero privilegiado sobre el valle del Guadiaro. Laten sus muros de piedra, sus tajos sobre los arroyos, las encinas, los alcornoques, los olivos de los que se sustentan. Late Jimera de Líbar con un latido rítmico, constante y apasionado. Y con su orgullo de pueblo a dos aguas, de altozano y de llanura, mira de tú a tú al Guadiaro.

Aproximación y llegada

Cualquiera de los caminos por los que se accede a Jimera, ya sea desde Cortes de la Frontera, desde Benaoján o desde Atajate son de una extraordinaria belleza. Entre ellos existe una línea invisible que los comunica y que destila esencia serrana. Pueblos de frío poderoso en invierno, de apretados colores ocres en otoño, de apabullante florecida en primavera y de veranos de altas calorías. Los tres primeros viven del agua del Guadiaro, al que se asoman sin complejos, así como a la vía férrea que comunica Bobadilla con Algeciras, que les atraviesa como una gran cicatriz de progreso y comunicación. Este hecho ferroviario les dota de cierto aire fronterizo y todos ellos tienen, además de su núcleo urbano, una pedanía o barriada que se denomina "Estación de Benaoján" o "Estación de Cortes de la Frontera". Jimera de Líbar también posee su barriada pegada a las vías del ferrocarril, pero también a una antigua Cañada Real y a la espléndida ribera del Guadiaro. Nuestra intención es visitar primero el centro urbano, situado al abrigo de un roquerío, para terminar a orillas de este río de pies gaditanos y corazón malagueño.

El centro urbano

Señorea el blanco en las paredes de Jimera, pero muchas construcciones también dejan la piedra a la vista, como queriendo mimetizarse con el entorno. Y es que el municipio está rodeado de montañas, sus calles empedradas con losas... Hemos aparcado en la Avda. de las Fuerzas Armadas, una de las calles principales, casi de circunvalación, que se emboca desde la izquierda. Comenzamos a caminar hacia arriba hasta encontrarnos con el Colegio Rural Valle del Guadiaro y tomamos a la derecha la que será calle más horizontal de Jimera, la calle Mártires de Igueriben. Esta calle en forma de río en la que confluyen el resto de callejas afluentes tiene su historia, la historia de Los Inocentes: "Los Mártires de Igueriben fueron notorios soldados jimeranos que murieron en la guerra de África allá por los años 20. El 28 de diciembre de cada año era costumbre en Jimera el que los jóvenes que ese año entraban en quintas celebraran una gran comilona a costa del vecindario. Para ello, el Alcalde les entregaba ese día la vara de mando y las llaves de la cárcel. Los quintos, disfrazados y con las caras pintadas, se lanzaban a la calle y a quien apresaban debía pagar un rescate o, de lo contrario, acababa con sus huesos en la cárcel". Así reza un mosaico situado en esta calle.
Son bajas, achaparradas las casas, de una o dos alturas y sobrias y recias en su construcción, de ventanas pequeñas y muros gruesos para combatir los calores del estío y los rigores del invierno. Caminamos. En la calle Fontana, a la izquierda, se sitúa el Ayuntamiento de la localidad, al que acudimos para recabar información acerca de los lugares a visitar en Jimera. Nos ofrecen un buen plano y nos dan el nombre de una par de sitios donde desayunar o almorzar. Descendemos, de nuevo, hasta la calle Mártires para continuar la visita. Nos asaltan perfumes intensos de ollas y pucheros, aromas a tocino de migas, a calderetas, a comidas serranas. Las calles, apretadas, parecen abrazarnos. Nos sorprenden algunas tonadas de flamenco cantadas en vivo un poco más allá. Llegamos al final de la calle y nos sorprende, a la derecha, la entrada que da paso a la plaza y a la iglesia, un curioso soportal que une dos viviendas. Es una construcción insólita y curiosa que soporta sobre sus tres columnas un balcón, terraza y vivienda en su parte superior. Accedemos a través de este paso a la plaza de la Virgen de la Salud, pequeña, rectangular, acogedora y de un sorprendente plano horizontal entre las cuestas de Jimera. Se vive este espacio como centro neurálgico, hoy atravesado por el bullanguerío del mercadillo semanal (miércoles). La iglesia es un monumento imponente en un pueblo de estas dimensiones, rectangular, sobria en sus laterales, más recargada en su frontal donde exhibe una figura de la virgen que le da nombre. Blanca, rematada de albero en sus dinteles y esquinas. Luce espadaña con dos campanas y un pequeño balcón sobre su puerta principal.
Paseamos por las calles de Jimera. Intrincadas y sinuosas sirven algunas de ellas como un hilo de Teseo que nos lleva a la calle Mártires de nuevo. Leemos algunas placas que dan nombre propio a los hogares como Casa Rita, Casa Cecilio, Casa de la Abuela, la Casa de Paquita.... Tiene un encanto particular este pueblo de gente afable y conversadora.
Nos adentramos en el hotel-restaurante Inz-Almaraz. Pedimos un mollete mixto (enorme, para dos) y dos cafés con leche. Se ha reinaugurado recientemente, hace escasamente un mes, y ofrece en su interior un aire tradicional y artesano, con buena chimenea y techos de madera. Qué pausado el vivir, qué sosiego cuando, en la vida cotidiana, el mayor de los sobresaltos es este mercadillo de los miércoles que nos hemos encontrado. Tras el desayuno, caminamos de nuevo por la calle Fontana hasta su confluencia con calle Alta, de donde parte el camino hasta la Cruz de Ventura, desde la que se nos han prometido unas vistas inmejorables. Es un camino de piedra, riguroso para corazones sensibles (por los grados de subida). Ascendemos, descansamos, tiramos un par de fotos, nos extasiamos ante la intensidad azul del cielo, disfrutamos de la vista del valle del Guadiaro y, una vez recuperados, descendemos por la calle Alta, cruzamos la plaza, tomamos calle Baja, nos detenemos en un pozo ornamental que hay al comienzo de la vía y caminamos hasta la fuente. Un paseo en el que las montañas están siempre presentes y donde, al cobijo de la sombra, se percibe cierto fresco. Pensamos en la calidez del interior de las casas en la época invernal y en que Jimera sería un buen lugar para ser visitado, bien abrigados, en esa época.
Bebemos agua, nos refrescamos y tomamos dirección al coche para visitar la estación.

La Estación

Para acceder a la estación, dejamos a la izquierda el camino que nos lleva hasta Cortes de la Frontera, cruzamos las vías del tren, conducimos entre diez y veinte metros entre callejas y estacionamos el coche. Casas apretadas en torno a la estación de tren, algunas de ellas antiguas, fronterizas, pasajeras... Otras, por contra, más modernas, más señoriales. Parece el barrio de la Estación destinado a recibir a gente el fin de semana, en época vacacional. El frescor que proporciona el río es, desde luego, tentador.
En este instante nos encontramos en la Cañada Real de Algeciras, un paso tradicional de ganado que histórica y legalmente ha de estar abierto siempre al público. Es un lugar fantástico que discurre entre el río Guadiaro y las vías del tren Bobadilla - Algeciras. Fresco, umbrío y perfecto para realizar senderismo, apenas tiene ascensiones y transcurre siempre amenizado por el murmullo del Guadiaro. Sauces llorones, plantaciones frutales... Si caminamos hacia la izquierda podríamos llegar hasta Cortes de la Frontera en tres horas y cuarenta minutos. Si caminamos hacia el lado contrario llegaríamos a Benaoján en tres horas y diez minutos. Si decidimos regresar hasta el centro urbano de Jimera serían 20 minutos. Caminamos dirección Cortes de la Frontera. Apenas a un kilómetro se encuentra el centro de La Llana, equipado con algunas bancadas de madera y mesas. En los años ochenta y noventa este lugar cobró mucho auge gracias a la presencia de una campamento scout que llenaba las riberas del Guadiaro de niños y de niñas. En la actualidad, los scouts se han sustituido por campistas que disfrutan de la zona pernoctando en alguno de los dos campings que hay en las inmediaciones. Nos cuentan que el Guadiaro es un río navegable en hasta ochocientos metros en este tramo y que se oferta la posibilidad de recorrerlo en canoa. Dejamos volar la imaginación.

Despedida

Y continuamos caminando. No sabemos si llegaremos hasta Cortes de la Frontera, pero sólo el espectáculo que ofrece el valle del Guadiaro merece el esfuerzo. Así que continuamos y caminamos y caminamos y caminamos con la esperanza de ver el tren de Bobadilla-Algeciras sacudiendo las malezas a nuestro paso.

Información y enlaces de interés

Turismo rural y campings: En la página web del Ayuntamiento de Jimera aparece una numerosa oferta de turismo rural que incluye varias casas, hoteles y alojamientos rurales, así como el contacto de dos de los campings existentes en el municipio.
Senderismo: La existencia de la Cañada Real de Algeciras permite que el recorrido que conecta Jimera con Cortes de la Frontera y Benaoján sea relativamente sencillo y muy gratificante de realizar dada su proximidad al Guadiaro y su frescura.
Enlaces: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la web municipal de Jimera de Líbar.

Este blog queda abierto a todas las sugerencias de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta a todas las opciones. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.

2 comentarios:

Nekane dijo...

Aquí si que me dan ganas de perderme caminando entre sus paisajes.La cañada areal,la disposición de sus calles(que,por cierto encuentro curioso que no haya plantas).Bueno,y ya lo del tren Bobadilla,Algeciras...
Entro en compromiso con mis propias elecciones anteriores.Me ha encantado.
Un abrazo.

Elba dijo...

Isra:me ha encantado.En este momento me gustaría perderme por ahí.
Agur.