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49 COMARES: HORIZONTE PRIVILEGIADO

martes, 16 de marzo de 2010

Huele a hierba, a hierba húmeda, impregnada de perfumes terrenos. Hemos visto Comares hace tiempo, allá arriba, como una pincelada blanca sobre el horizonte. Y decimos arriba, porque arriba está. Es la corona perfecta de un cerro otero, casi aislado y esa caprichosa coronación se contempla casi desde Vélez Málaga, una cresta de blancos intensos y murallas naturales que caen a pico sobre los axárquicos valles frutales. Las colinas que rodean el otero de Comares son de todas formas y tamaños, más picudas, más redondeadas, más enhiestas y más apocadas, frondosas y secamente despobladas... De ellas se cuelgan los olivos y los aguacates y las chumberas y los limoneros... También observamos la carretera que serpentea hasta la cima comareña, parece abrazarla con rectitud y fortaleza, una apretada querencia que nos conducirá a uno de los paisajes más espectaculares de la provincia de Málaga.

El ascenso

Comienza el ascenso escarpado. Aparecen las primeras vistas según se gana altura a cada curva. Es una carretera muy sinuosa que conviene recorrer con cierta precaución. Tampoco conviene pensar en estacionar el vehículo en cualquiera de sus curvas para fotografiar el paisaje, ya que, desde lo alto del pueblo se podrán realizar todas las instantáneas que uno desee sin perjudicar a la circulación. A cada metro ascendido se gana una porción más de horizonte. Imaginamos los tiempos pretéritos cuando por aquí circulaban las reatas de mulas y de burros cargados con tinajas de vino, con pasas, con almendras. Imaginamos su andar lento y tenaz, testarudo, poniendo una pezuña y otra, en una subida que habría de hacerse interminable. Al llegar a una de las curvas a izquierdas, parece que el tajo se afina y nos permite ver la otra vertiente del paisaje situado tras el cerro de Comares. Salpican los caseríos aquí y allá, como jirones de niebla, los cerros abruptos, las colinas bajas... Todo pintado de verdes intensos... Y el telón de fondo de aquellas otras cimas que ya no son colinas, sino macizos graníticos, grises, de primer orden, que se elevan como una infranqueable muralla de piedra. Seguimos el ascenso, plagado de indicaciones de rutas senderistas que se escabullen del trazado de la carretera para buscar otros vericuetos. Ya en la cima contemplamos todo el roquedal sobre el que se asientan las casas con total naturalidad. El blanco sobre la piedra y el ocre. Llegados a un punto, la carretera se divide en dos. Una dirección que nos llevará a la iglesia y otra que nos llevará hacia el pueblo. Nos han aconsejado tomar la de la izquierda por dos razones. Una, por el aparcamiento, más fácil, puesto que la plaza del pueblo es una espacio reducido que suele estar repleta de coches y, dos, porque si tomamos la dirección de la iglesia anhelaremos contemplar el paisaje que hemos intuido durante todo el ascenso y que no veremos en su totalidad hasta algo más tarde del inicio de la visita.

La visita: hasta la plaza de los Verdiales

El concepto de aprovechamiento del espacio cobra en Comares una nueva dimensión. Las casas apretadas unas contras otras, las calles estrechas, incluso alguna pequeña huerta en forma de bancal. Estacionamos. Tomamos la calle Fco. Romero Díaz y nos adentramos, sin solución de continuidad en un laberinto empedrado y cuidado hasta el detalle, intrincadísimo, donde las calles y callejas se retuercen unas sobre otras. Vemos una de las señas de identidad de Comares, una distintivo turístico curioso y efectivo que no rompe la estética del empedrado. Son unas huellas que dirigirán el camino del visitante. Están realizadas en un azulejo de cerámica con inscripciones que nos recuerdan la escritura árabe y que señalarán la dirección a tomar al viajero para recorrer los lugares más emblemáticos del municipio. No hay pérdida con las huellas, llegamos hasta la plaza de los Verdiales. Es uno de los lugares de Comares donde la horizontalidad gana a la verticalidad. Recibe este nombre porque en Comares con muy típicas las pandas de verdiales, un estilo musical popular malagueño que viene de antiguo y que hace a hombres y mujeres vestir de vivos colores. Son pequeñas pandas, casi orquestadas y que se caracterizan por la música alegre. Si buscamos una explicación más extensa y musicalmente pedagógica se puede pinchar en el siguiente enlace donde incluso se podrán escuchar algunas de estas tonadas populares: PANDA DE VERDIALES. Comares posee además un estilo de verdiales propio que hace que este tipo musical se viva aún con más pasión. Es ésta una plaza coqueta, empedrada, con una gran mosaico sobre una pared donde se representa la actuación de una de estas pandas de verdiales. Además, su parte abierta hacia la otra colina del pueblo (donde se ubican las antiguas ruinas del castillo) está coronada por la escultura de un hombre ataviado con los avíos de este estilo musical. Es el monumento al fiestero.

La visita: a contracorriente, hasta la iglesia

Desde la plaza de los Verdiales tomamos la primera calle a la derecha, la calle Iglesia, para ascender hasta el templo. El camino está también empedrado y vemos algunas sillas de enea situadas junto a las puertas de las casas y que las mujeres y hombres utilizan para pegar la hebra en las noches cálida de la primavera y verano, para tomar un tentempié o para realizar algunos trabajos manuales... Llegamos así hasta la iglesia de La Encarnación. El templo se construyó en el año 1505 sobre la planta de una antigua mezquita, siguiendo los dictados de las edificaciones mudéjares. Es de una recio blanco, sobria y sin demasiada altura, con una torre octogonal rematada por un tejado y una pequeña cruz. Seguimos nuestra visita hacia adelante y nos percatamos de que estamos haciéndola siguiendo la dirección opuesta a los pasos. No nos amilanamos y continuamos. Veremos, muy pronto, la recompensa. En el camino una mujer mayor, enfundada en una bata azul y la mirada sonriente nos invita a degustar los productos que ofrece la tierra como pasas, almendras, el famosos vino de Comares. Sucumbimos, como siempre, a la tentación y adquirimos medio kilo de pasas, medio kilo de almendras y dos litros de vino dulce casero (que antes hemos degustado y que antiguos escritos dicen era exportado en la época del Califato de Córdoba a la Corte de Bagdad) por 10 euros. Con los ojos azules, vivarachos, nos percatamos de cierto pique con una vecina de al lado por atraer la atención de los turistas y sacar así unos euros con la venta de los productos comareños. Se llama Ana y ella misma nos indica cómo seguir la ruta. - ¿Ven aquel silo de allí? Pues llegan hasta él y luego tuercen a la izquierda, así llegarán hasta el mirador. Nos ponemos en marcha con la mochila algo más cargada.

La visita: los miradores y hasta la plaza

Es sobrecogedor, impactante, impresionante. El horizonte que se extiende ante nosotros nos muestra la baja Axarquía en todo su esplendor, el próximo pueblo de Cútar, la carretera que leva hasta Benamargosa, el manchón blanco de Vélez Málaga, el espejo brillante del Mediterráneo... Las vistas son espectaculares, quitan el aliento, más aún al ver los tajos rocosos sobre los que están construidas las casas. El mirador circunda prácticamente toda la parte sur del pueblo y caminamos sin prisa, sin urgencias, fotografiando, dejándonos mecer con la brisa fresca. Hasta ahora sólo habíamos intuido el paisaje entrevisto entre las callejas y las plazas, ahora los disfrutamos en todo su esplendor, como un anhelo largamente esperado que al fin culmina. Si llegamos a tomar la ruta más corriente, nos habríamos encontrado con este paisaje desde primera instancia, de esta manera lo hemos estado esperando y, al final, lo hemos encontrado. Seguimos caminando para llegar a una pequeña plaza donde reposar un tanto en unos bancos de piedra. Continuamos y llegamos hasta una de las dos torres de comunicaciones del pueblo y allí descubrimos con la mirada el paisaje de la zona este y los vestigios de la antigua fortaleza árabe. Desde allí descendemos, siguiendo, ahora sí, el camino trazado por las huellas de adoquín, bajando hacia la plaza que nos conducirá a la otra colina de Comares. Las calles se cruzan y entrecruzan una y otra vez. Todo está en perfecto estado de conservación. La rehabilitación de las viviendas se realizado con mimo y con detalle. Caminamos por la calle del Perdón, que recibe ese nombre gracias a la historia. "Tras la rendición de Comares, fueron bautizadas las Treinta Familias Moras que permanecían entonces en la villa. Este bautizo masivo tuvo lugar en esta calle que, desde entonces se conoció como la calle del Perdón", así reza un placa explicativa. Llegamos así hasta la plaza de Comares y encontramos que la visita, realizada de la manera en la que la estamos haciendo, es menos práctica, pero más sorpresiva y gratificante, ya que si el viajero llega hasta este punto en primer lugar, lo primero que encontrará será una gran balconada que mira hacia el horizonte, restándole, quizá, intensidad a las vistas. En una de las tiendas de la plaza compramos sellos, postales y un botellín de agua. El tendero, Miguel Cabello, nos explica que el agua corriente llegó a Comares hace cincuenta años que antes había que bajar, andando, en coche o en burro hasta una fuente situada un tanto más abajo y que se había utilizado desde siempre en el pueblo. Dada la orografía, complicada, de Comares y la altura que tiene el otero sobre el que se asiente intuimos que la historia es auténtica. Sentados en uno de los bancos de la plaza redactamos dos misivas que irán a parar a más de mil kilómetros de distancia...

La visita: la otra colina y hasta el antiguo Castillo de Comares

Hemos venido del oeste y ahora caminaremos, ascendiendo de nuevo, hacia el este. Los caminos están perfectamente indicados y no hay posibilidad de pérdida. Descendemos por la calle Alcúa hasta el mirador de la Puerta de Vélez Málaga, donde se observan los restos de una antigua calzada romana. Seguimos las huellas y, con cada paso, nos acercamos más a la ubicación del antiguo castillo. Llegamos, y resulta hermoso en su decadencia. El entorno está muy cuidado y forma un pequeño jardín con árboles y chumberas. Subimos por una escalinata blanca que bordea las nubes y así llegamos hasta la parte más alta del pueblo, al cementerio, donde antes su ubicaba un aljibe árabe que se puede ver pero no visitar en el interior del camposanto. Las vistas son impresionantes, se observa la baja Axarquía y el perfecto perfil de Comares recortado contra el cielo. Una plaza de considerables dimensiones preside el lugar, con tres bancos desde los que observar las calles de la villa. Nos sentamos, descansamos, nos dejamos templar por el sol maduro de la primavera, respiramos el aire limpio y puro y nos dejamos llevar por las historias que rodean la historia comareña y que hablan de Omar ben Hafsún y su rebelión contra el califato de Córdoba, del castillo de Bobastro, de las 15.000 almas que podía albergar Comares en la época morisca, de las huestes cristianas repelidas una y otra vez, del emplazamiento de sus murallas, del camino recorrido por las mulas cargadas con agua, de... Y así hasta percatarnos de que se nos ha despertado el hambre. Antes de descender hasta el coche, realizamos una visita al cementerio, punto más alto hacia el este en Comares y con unas vistas también espectaculares. Desandamos el camino andado, tomamos atajos y nos perdemos entre callejas, descubriendo otros rincones y arcos y muros y rocas...

La visita: comida

Hemos decidido comer en un lugar recomendado por un amigo, está a la entrada del pueblo, antes de la bifurcación que hemos tomado para ir a la iglesia y a la entrada del campo de fútbol. Se llama Atalaya y responde muy bien al nombre. Es un hostal restaurante con vistas al horizonte donde se anuncia comidas caseras como migas, chorizo artesano, jarras de vino terreno, vino mosto, chivo en salsa, cordero o migas, estrella de la casa. Nos decantamos por unas migas completas para dos, un chuletón de ternera, un solomillo salpimentado, una botella de agua, un tercio de cerveza y una copa de vino del terreo. Total: 40, 05 euros. Nuestra intención era pedir chivo, pero hoy no había, lástima. Aún con todo, las migas son espectaculares, de ración generosa y válidas como plato único para una persona. Están acompañadas de costillas, chorizo, pimientos verdes y huevo frito y son muy muy reconstituyentes. Es un lugar cálido, con chimenea, de trato amable y comida casera de calidad. El precio, para comer a la carta es más que razonable y las vistas, amplias y espaciosas.

La visita: despedida

Dejamos atrás Comares y sentimos su cálido aliento sobre nosotros cuando lo vamos dejando cada vez más arriba. Refulge el blanco sobre el ocre del roquedal, entre el verde de las chumberas, de los olivos... Parece, ahora visto desde aquí abajo, un espejismo, un viaje irreal, un bastión cuyo perfil se pierde en cada curva descendida. Una vez pisado el terrero de los frutales axárquicos miramos hacia arriba y Comares parece haberse difuminado en el paisaje, como un sueño.

Enlaces de interés y consejos útiles

Turismo Rural: Comares tiene multitud de casas para alquilar y disfrutar del turismo rural en auténticas viviendas moriscas. Sólo con introducir en google las palabras Comares + turismo aparece un gran abanico de posibilidades con precios para todos los bolsillos y alojamientos para todos los gustos.
Senderismo: Existen cinco rutas que parten de la villa y que tiene como destino distintas localizaciones naturales e históricas. Son la Ruta de la Fuente Gorda, de dificultad baja, una hora de duración y algo más de dos kilómetros de recorrido; la Ruta del Lavadero, de dificultad media-baja, dos horas y media de duración y cuatro kilómetros de recorrido; la Ruta de la Teja, de dificultad media-alta, seis horas de duración y doce kilómetros de recorrido; la Ruta de Mesa, de dificultad media-alta, de cinco horas de duración y diez kilómetros de recorrido; y la Ruta de la Buena Vista, de dificultad media alta, de diez horas de duración y veintidós kilómetros de recorrido.
Fiesta de los verdiales: El 22 de junio se celebra en la villa la Fiesta de los Verdiales, donde además de las actuaciones en las calles se realiza uno de los mayores encuentros de la provincia de Málaga, al que acuden visitantes de todos los puntos. Es una jornada amena, alegre y repleta de actividades donde priman la música y la gastronomía.
Ruta de la pasa: Comares forma junto con los municipios de Totalán, Cútar, El Borge, Almáchar, y Moclinejo la Ruta de la Pasa de la Axarquía que distingue a los municipios que han hecho del cultivo de este producto razón de vida económica, social y cultural.
Enlaces de Interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, la página web del Ayuntamiento de Comares y la web Axarquía Costa del Sol.

Este blog queda abierto a los comentarios, anotaciones, opiniones que los navegantes deseen realizar. Nos vemos en El Color Azul del Cielo.

3 comentarios:

Nekane dijo...

Sencillamente maravilloso.
Y tanto que horizonte privilegiado...
En auténtica primavera tiene que ser una delicia.Me gusta.
Que detalle tan simple y tan original lo de las huellas para el visitante.
Un abrazo,Israel.
Gracias por despertarme los martes con tan buenas vibraciones.

Begoña dijo...

Todas las casas juntitas y las nubes tan cerca.

reimonalbert dijo...

qué buena pinta todo!