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70 JUBRIQUE: PURO GENAL

martes, 10 de agosto de 2010

Jubrique que antes de uno fue cuatro. Cuatro de nombres Jubrique, Rotillas, Monarda y Benameda. Jubrique rebelde y levantisco. Jubrique de castaños en forma de mares verdes. Jubrique de calles enredadas, de dédalos imposibles, de arquitecturas casi oníricas. Jubrique de campo y sendero. Jubrique de senderistas. Jubrique de otoños dorados, veranos frescos, inviernos severos y primaveras floridas. Jubrique de emparrados y de buganvillas. Jubrique de caminar despacioso. Jubrique de sosiegos.

Un caleidoscopio

Una tupida alfombra dorada cubre los bordes de la carretera. Las primeras castañas, verdes aún, espinosas, penden de los árboles como frutos de un edén por descubrir. Y es que, incluso en los rigores estivales que propicia agosto, el Valle del Genal nos ofrece su cara más luminosa, más frondosa, más verde, más fresca y umbría. Un paraíso natural forjado a base de alcornoques y castaños apretados, de colinas y montañas colmadas. De silencios. De sosiego. Sólo suenan los pájaros y alguna chicharra madrugadora. La luz del sol forma un caleidoscopio de verdes y de azules imposibles. Suena, tan solo, la banda sonora de los árboles, que rozan y frotan sus ramas unas contra otras. No es de extrañar que aquellos moriscos se rebelaran en el siglo XVI, que quisieran preservar su estilo de vida entre frutales, vides y aguas, que se mostraran belicosos cuando aquellos cristianos castellanos expulsaron a sus padres y hermanos para luego asfixiarles a ellos mismos con una leyes de severidad tal que hacía imposible su cumplimiento. Se rebelaron en el Genal, en Jubrique, como algunos de los más furibundos defensores de su tierra. Derrotados por las huestes cristianas les desterraron al norte de África y a Galicia, para luego regresar en forma de salteadores de caminos, semilla, origen y génesis del posterior bandolerismo romántico del siglo XIX. Así lo certifica un panel explicativo que reza: “Los moros que poblaban estas montañas fueron valientes, más belicosos y menos pacientes bajo el yugo de los castellanos que los de las demás regiones del reino. Poco después de su reducción por Fernando El Católico se rebelaron de nuevo siendo esta montaña de Sierra Bermeja a la que subió don Alonso Aguilar con su ejército y sufrió la terrible batalla (1494) en la que perdieron la vida él y casi todos sus hombres, incluidos quinientos jinetes a caballo, mientras su hijo, junto con el Conde Ureña y algunos más, lograron escapar a la ira de los moriscos serranos, que estaban enfurecidos y desesperados por los reiterados agravios y violaciones de los tratados”.

Jubrique, llegada

Estacionamos en la calle Algatocín, que es en realidad la carretera que comunica este pueblo con Estepona y que se integra de manera natural en el municipio jubriqueño, muy próximos a la parada de autobuses, frente al supermercado The Shop. Jubrique se asoma a una balconada natural en cuyo frente se encuentra una colina trufada de castaños, salpicada entre las sombras por la pincelada blanca de algunas casas de aperos, algunos cortijos, algunas villas de recreo... Nos adentramos en el municipio hasta toparnos con el llamado Quiosco de la Crítica, curioso nombre, para un pequeño soportal en el que se sitúa un banco y desde el que, eso sí, se comprueba el trajín de idas y venidas, salidas y llegadas hacia, por y en Jubrique.

El laberinto, la plaza y la iglesia

Pronto muestra sus cartas Jubrique, caserío apretado, de calles empinadas y retorcidas, estrechas, de callejones sucintos como un suspiro. Nos hemos descargado en pdf un callejero que facilita el ayuntamiento de Jubrique en su página web. Lo utilizamos como referencia, pero sabemos que lo mejor es perderse para volver a encontrarse, para volver a perderse... Recorremos los senderos que nos señala hasta llegar a la plaza de Andalucía, curioso lugar que parece concentrar en cien metros cuadrados todos los centros de poder jubriqueños: aquí está la iglesia, el ayuntamiento, el bar la plaza, una sucursal bancaria, la farmacia (muy próxima)... La iglesia de San Francisco de Asís parece empotrada contra el caserío, formar parte de la propia piel del laberinto, un templo que luce una torre campanario imponente al frente. Es pronto en la mañana y el claxon que anuncia la llegada del pescadero resuena entre las callejas, perfectamente intransitables para los desconocedores. Hermoso laberinto. La iglesia de San Francisco de Asís fue erigida en el siglo XVI sobre los restos de una antigua mezquita. Desde entonces hasta hoy son numerosas las reformas realizadas en su interior y exterior, hasta el punto de añadirse en el siglo XIX un crucero con capillas laterales y la propia torre campanario de dos cuerpos integrada en el siglo XVIII. El soportal previo a su entrada luce en un lateral una imponente imagen de la virgen.

Ahora, el dédalo

En la misma plaza, a la que desembocan una, dos, tres, cuatro, hasta cinco calles se encuentra un bar en el que desayunar o tapear a gusto, con un amplio ventanal que mira hacia la montaña. Entre la taberna y un pequeño arco de piedra, una colorida fuente se declara a la mujer jubriqueña en los siguientes términos: "Esta fuente ha sido durante decenios testigo del quehacer del pueblo, de sus preocupaciones y de sus alegrías. Dedicada a la mujer jubriqueña que, con el trajín diario, dignificó su papel en la sociedad". La cita está datada un ocho de marzo de 2004. Ascendemos por la calle que se encuentra a la izquierda de la sucursal bancaria para adentrarnos en un trazado urbano con construcciones civiles insólitas, como dos casas comunicadas por un puente con base de madera o por otras dos, un poco más arriba, unidas por un arco de medio punto. Asciende Jubrique hasta los azules cielos gracias a sus empinadas cuestas, a sus callejas que se cruzan unas sobre otras. La calle Ánimas, la calle Palacios, la calle Picasso, la calle Altillo... Parece un dédalo que no fuera a acabar nunca, que se retroalimentara en sus curvas y revueltas. Nos asaltan perfumes de romero y de hierbabuena, de tomillos y matrantos. En nuestro caminar nos encontramos a la altura de los tejados- Qué hermosa la calle 28 de febrero con sus arriates de flores, con emparrados ante las puertas de algunas casas, con su suelo empedrado, con buganvillas que descuelgan sus morados explosivos hacia las calles inferiores. Y siempre, de nuevo, la montaña colmada de castaños. Tantas otras calles, cuidadas hasta el extremo. Aparecen vides aquí y allá, integradas en los patios, en los arriates públicos, en las macetas, haciendo gala y rememorando la importancia de la industria vitivinícola de la que Jubrique históricamente ha sido cabecera. Así lo apunta el Patronato de Turismo de la Costa del Sol: "Y fue a mediados del XIX cuando Jubrique alcanza su momento de mayor esplendor, consecuencia directa de la riqueza que generaban sus viñedos, las industrias derivadas de éstos y la explotación minera de las sierras. La tradición vitivinícola de Jubrique continuó hasta bien entrado el siglo XX, e incluso hoy día, las únicas destilerías que existen en la comarca, ubicadas en Ronda, pertenecen a una familia procedente de Jubrique". Los vecinos y vecinas encalan y repintan de blanco inmaculado las fachadas de sus casas en la calle Séneca. Descendemos por la calle Fuente hasta encontrar un pequeño calvario donde, gracias a una placa explicativa conocemos la historia de "El Melchi", un morisco sublevado, que según las crónicas era la maldad personificada, dice así: "Estaba entre los moros uno escandaloso y malo llamado El Melchi, imputado de herejía y suelto de las cárceles de la Inquisición, el cual, juntando al ignorante pueblo , que ya estaba resuelto a rendirse, les hizo mudar de propósito", dando lugar a las revueltas moriscas y a las sublevaciones del Valle del Genal. Y siguen los arcos y los puentes. Descendemos por la calle Cobertizo, a la espalda de la iglesia para regresar a la plaza de Andalucía y de ahí, de nuevo al coche.


Despedida

A la sombra de un emparrado, sentados para las primeras uvas, aún verdes y tiernas, con el estallido morado de las buganvillas y la brisa recia de la montaña. Contemplamos el mar de castaños y nos zambullimos en él, inspirando los perfumes de la tierra húmeda, de las flores tiernas, de las ramas trenzadas... Aspiramos las esencias del Valle del Genal que penetran en nuestro interior, invadiéndonos... Nos dejamos ir, nos dejamos llevar desde ese emparrado de la calle 28 de febrero de Jubrique, hasta el corazón mismo del Genal.

Enlaces y consejos de interés

Senderismo: Jubrique es la capital del senderismo, del turismo natural en el Valle del Genal. Desde aquí parten numerosos caminos y senderos que comunican, como un red natural y abierta a prácticamente todos los municipios del valle. La profusión de rutas permite que su variedad, en distancia y dificultad, sea muy variada, ofreciendo caminos para todos los gustos y preparaciones. Así en la página web municipal de Jubrique encontramos hasta nueve rutas oficiales que comunican el municipio con Benaluría, Charco "Picao", Faraján, Benajarón, Genalguacil, La Solana, Pujerra, Charco Azul y Charco Esteban. Todas las rutas se pueden descargas en fichas individuales, en formato pdf. En ellas aparece una descripción de la misma, el perfil, el grado de dificultad, etc.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la página web municipal de Jubrique. Además, para visionar vídeos de la feria, romerías, viajes y fiesta de las máscaras, la página personal Jubrique.net tiene un amplio catálogo.

Este blog queda abierto a los comentarios, anotaciones, opiniones que los navegantes deseen realizar. Nos vemos en El Color Azul del Cielo.

2 comentarios:

Begoña dijo...

Da gusto ver las parras con sus uvas, estar a la sombra de un emparrado contemplando los castaños, con la brisa....

El Deme dijo...

Maravilloso pueblo, en el Mesón La Pozuela te sirven unas castañas al brandy que están para chuparse los dedos.