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90 ARDALES: UN ENCUENTRO MILENARIO

martes, 28 de diciembre de 2010

15.000 A.C. Sopló la cánula repleta de tinte negro y su mano quedó impresa en la piedra. Los dedos índice y meñique doblados hacia dentro, hacia la palma; el pulgar, el anular y el corazón, estirados. Marco así la cavidad interna de la cueva con su firma primigenia, con el sentido primero de la propiedad, con el símbolo de su clan, de su familia.

990 D.C. El rebelde se halla en lo alto del castillo. Allí abajo, junto al río, observa cómo titilan los cientos de fuegos del campamento erigido por los califas cordobeses. Mira el cielo en la incipiente mañana y recompone en su memoria los últimos años. Cristiano en tierras de Al Ándalus, mozárabe, Omar Ben Hafsún ha liderado una revuelta contra el omnímodo poder del trono califal, ha construido iglesias talladas sobre la roca, ha protegido eremitas, ha instigado una rebelión en interés propio y ajeno y su destino aún está poder definir. Mira el cielo, una rapaz se eleva en el primer aire de la mañana. Llega la hora.

1921 D.C. El rey Alfonso XIII se sienta en un blanco trono de piedra. Firma el documento, constata con su rúbrica la inauguración de la presa del Guadalhorce. Una obra de ingeniería sin igual que cambiará de manera definitiva el paisaje de la comarca. El Rey se siente satisfecho. Pasea, acompañado de políticos, militares y edecanes por la parte superior de la presa. El agua ruge hacia el Desfiladero de los Gaitanes. Pregunta el nombre del ingeniero a sus ayudantes y considera firmemente concederle el título de Conde de Guadalhorce.

Nuestro viaje de hoy abarca 24.000 años, desde las primeras pinturas de la Cueva de Doña Trinidad Grund (conocida popularmente como Cueva de Ardales) hasta la actualidad. Un viaje que serpenteará entre el discurrir del tiempo, llevándonos a un buen puñado de importantes episodios de la historia y prehistoria malagueña. Si en muchos de los recorridos realizados hemos sentido el aliento del pasado sobre nosotros hoy, sin duda, nos sentiremos protagonistas de la historia. El municipio de Ardales conjuga en sus 110 kilómetros cuadrados una experiencia viajera única, y la comenzaremos bajando a las entrañas de la tierra.

La Cueva de Doña Trinidad Grund (Cueva de Ardales)

Todo es silencio. Sólo se escucha el repiqueteo de las gotas sobre el agua. Iluminamos con las linternas aquí y allá, descubriendo un mundo que pertenece a la oscuridad y al silencio de la historia. Estalactitas y estalagmitas, formaciones imposibles, algún pequeño lago y las grabaciones y pinturas. Ese conjunto esquemático de primeros artistas que se afanaban en plasmar el mundo que les rodeaba. El estilizado lomo y cornamenta de una cabra, el delgado y alargado cuerpo de una cierva, las marcas y símbolos de su clan sobre la pared, su mano de dedos recogidos. La Cueva de Ardales se sitúa aproximadamente a cuatro kilómetros del centro urbano, para poder visitarla es necesario concertar una cita previa en los teléfonos 952.713.455 o 952.458.046, ya que el sistema de pinturas es muy delicado y es necesario no superar los quince visitantes por sesión. En la página web www.redpatrimonioguadalteba.es se puede encontrar toda la información completa sobre horarios, precios, tours, etc. Nos hemos citado en el Centro de Interpretación de la Prehistoria del Guadalteba a las diez de la mañana con los guías. Lo que nos permite visitar primero las instalaciones antes de visitar la cueva. Como todos los museos de la Red de Patrimonio del Guadalteba, el de la prehistoria en Ardales es moderno, colorido y funcional. En sus vitrinas se exponen numerosas piezas, reproducciones de armas, osamentas, útiles de trabajo y aseo, una colección muy completa. En los paneles explicativos se detallan los periodos históricos a los que corresponden todas ellas y se plasma la evolución de los homínidos que poblaron estas tierras, desde los neandertales hasta los homo sapiens. Se nos pone en antecedentes para lo que vamos a visitar después, nos fabricamos así un material con el que no acudir ignorantes al interior de la tierra.Diez y media de la mañana, una expedición formada por media docena de coches se dirige por pistas de tierra hasta la bocana de la cueva. Descendemos una serie de escaleras y el guía, Gerardo, nos ofrece unos consejos y una linterna para cada miembro de la excursión. Entramos, y todo es silencio. Las formaciones de estalacticas y estalagmitas son impresionantes, los colores de la tierra húmeda, casi jabonosa, en blancos y negros y grises, se confabulan para dotar al interior de un espectáculo mágico. Brillan los cristales como una constelación de estrellas sobre las paredes. Gerardo explica, detalla, vive, cuenta. Doña Trinidad Grund, la potentada malagueña que hizo de Carratraca y Ardales sus cuarteles de verano explotó esta cueva de manera muy singular, ofreciendo para año nuevo y la Noche de San Juan fiestas en su interior. Se alumbraban con quinqués y velas sus interiores, se llevaba una pequeñas orquesta y la burguesía malagueña de finales del siglo XIX bailaba aquí en sociedad. Más adelante, las cueva perdió interés hasta que recayó en manos públicas, que la adecuaron para su conservación. Observamos la mano, símbolo de las pinturas que aquí encontramos y el guía nos hace una demostración de la técnica con la que se pintó, haciendo partícipes a los niños que nos acompañan en el grupo. Apagamos las linternas y se hace el silencio, la oscuridad absoluta. Ascendemos y descendemos, subimos y bajamos, escuchamos, atendemos, caminamos. Observamos aquí y allá y atendemos a als pertinentes explicaciones. Donde parecía no haber nada se perfila el lomo de una cierva, la cornamenta de una cabra. Casi dos horas sumergidos en las profundidades de la historia nos hacen estar más cerca del corazón de la provincia. Salimos al exterior ligeramente aturdidos, plenos y satisfechos, con la sensación de haber realizado un viaje muy muy largo.

El centro urbano de Ardales y su peña

Comenzamos nuestra visita en el Jardín de los Poetas, donde nos asaltan versos de Machado y de Alberti, para subir hacia el corazón del municipio, caserío sobrio que desciende bajo la sombra de la Peña de Ardales y las murallas de su antiguo castillo. Se requiebran las calles, parecen deslizarse ladera abajo. El cielo en esta mañana de otoño es límpido y claro y la torre campanario de la iglesia se recorta sobre los tejados. Llegamos, a paso tranquilo, hasta la plaza del ayuntamiento, donde antes de continuar camino hacia la peña visitamos el Convento de San Sebastián, un edificio fundado en el año 1635 por los monjes capuchinos y de estructura muy sencilla, cuya iglesia se encuentra bajo una bóveda de medio cañón. Regresamos hasta la plaza del ayuntamiento y desde allí iniciamos el ascenso hacia la Peña de Ardales. Las calles se estrechan, las paredes blancas muestras sus pechos henchidos de flores, de macetas coloreadas. Se escalonan las callejas y se retuercen, siempre sobresaliendo el pináculo de la torre campanario de la iglesia. Miramos hacia atrás, y los tejados y azoteas se recortan contra los campos ocres y amarillos de los campos. Aromas de brasa y picón nos dan la bienvenida y trasladamos nuestra imaginación al interior de esas casas templadas, cálidas chimeneas, braseros al rojo… Huele también a olla contundente a potaje bueno y antiguo. Dirigimos nuestros pasos hacia el conjunto de la Peña de Ardales, una mole contundente que domina gran parte del paisaje del Guadalteba. Su posición geoestratégica muy próxima al rio Turón provocó que fuera ocupada desde hace cuatro milenios por asentamientos humanos en el neolítico para transformarse en un “opidum” íbero. Se encuentra además en el paso natural que une la Bahía de Málaga con el Valle de Guadalquivir, lo que la situaba, y sitúa, en un lugar de paso preferente. Tras los íberos llegaron los romanos, cuyo vestigio más sobresaliente se encuentra en el puente situado en la parte baja del pueblo, sobre el río Turón. Después la ocupación árabe, las revueltas provocadas por Omar Ben Hafsún, la llegada de las tropas cristianas a mediados del siglo XV y así hasta la modernidad. Corona la Peña el caserío blanco ardaleño… Caminamos, ascendemos, por las pendientes calles hasta llegar a la plaza superior del pueblo, presidida por la iglesia. El conjunto resulta imponente. El templo de Nuestra Señora de los Remedios se recorta contra la Peña. Sobresale la fábrica de ladrillo del campanario, rematado a su vez por azulejos blancos y azules…. La importante portada de la iglesia, blanquísima, con la entrada rematada en colores crema. En el interior se celebra un bautizo. Destaca el artesonado de madera labradísimo, historiado, de vigas entrelazadas. La iglesia, pese a que fue reconstruida en 1720 se cree pudiera haber sido templo romano, cristiano en la época hispano-visigoda, transformarse en mezquita medieval y, por fin, en gran templo mudéjar. Aparejado a la iglesia se sitúa un centro de interpretación con horario único de verano. Aún con todo, como nos han informado en el Museo de la Prehistoria y dos hombres en la iglesia, se puede llamar al portal número uno de la plaza y preguntar por Ascensión, una mujer mayor, de 92 años, muy amable, muy atenta y simpática que servirá de cicerone para los visitantes despistados. Bordeando el conjunto de la Peña se abre el camino que sube hasta la ermita del Calvario. Se puede acceder también en coche y la visita merece la pena. El edificio no es significativo, pero las vistas son impresionantes. Desde aquí se divisan las ruinas del castillo del río Turón, los embalses del Guadalteba, el monte sobre el que se erigía el famoso castillo de Bobastro en las Mesas de Villaverde, prácticamente toda la comarca del Gudalteba y, en primer plano, la Peña y el caserío de Ardales. Sopla el viento, hace frío ante el cielo azulísimo. Nos sentamos un instante para disfrutar del paisaje en toda su solemnidad. Se escuchan los ecos de la vida cotidiana… Y nos percatamos de que se nos ha abierto el apetito.

La comida

Recomendados, localizamos la Casa de Juan Vera. Un local clásico en Ardales, donde se puede tomar comida tradicional casera, de precio razonable y raciones abundantes. Se encuentra junto al ayuntamiento, en la misma plaza. Dentro de la carta de potajes, salmorejos, callos y gazpachuelos, pedimos porra, picadillos de tomate, un churrasco y un entrecot, un refresco de cola, una botella de agua y dos cafés. Total, 35 euros. El restaurante se llena en seguida y cuando salimos se encuentra repleto.

Las ruinas de Bobastro y la iglesia rupestre mozárabe

Regresamos al coche. Antes de dirigir nuestros pasos hacia las ruinas de Bobastro queremos visitar el puente romano sobre y el castillo del río Turón. Para ello descendemos hasta la parte baja del pueblo, atravesamos un pequeño túnel y llegamos hasta la ribera del río. Del puente romano, aún en uso, pueden observarse tres ojos, pero los historiadores apuntan que pudo llegar a tener cinco. Es una construcción sólida, robusta, recia. Tuvo su importancia, ya que por él transcurría la ruta que comunicaba Malaca con las Acinipo, Singlia Barba-Anticaria y Corduba romanas. Seguimos conduciendo por un sendero asfaltado, que luego se transformará en una pista entre olivos. Las colinas ondulantes como olas marinas ascienden y descienden. Los colores verdes y ocres se combinan y conjuntan como si de un trabajo de taracea se tratase. Tras una curva y sobre una elevación vemos las ruinas del castillo. Es imponente al verse recortado contra el cielo. Se mantienen en pie al menos siete torres. Le envuelve cierto aire onírico y fantasmal. El castillo se construyó durante la guerra de fronteras entre los reinos de Granada y Sevilla. La fortaleza, construida en un promontorio cortado a pico sobre la margen izquierda del río Turón, sirvió como primera e importante defensa de la Peña de Ardales ante el empuje de las tropas castellanas provenientes del castillo de Teba. La fortaleza de Turón tuvo dos puertas, un alcázar, más de diez torreones, una segunda muralla o barbacana y una torre del homenaje desde la que se controlaban los accesos al valle. Gómez de Ribera “El Adelantado” la tomó definitivamente para los castellanos en 1433. Desde finales del siglo XV forma parte del escudo del municipio. Y allí permanece, después del paso de los siglos. Lo observamos con deleite. Un cabrero nos saluda con su mano al pasar. Regresamos al coche y ponemos rumbo hacia las ruinas de Bobastro. Para ello debemos dirigirnos hacia la Presa Conde del Guadalhorce, antes de llegar tomar una desviación a la derecha que nos llevará hasta la barriada de El Chorro de Álora. En el camino, apenas a cinco kilómetros encontraremos una indicación del Castillo de Bobastro. Ascendemos por una carretera retorcida en dirección a la cima, pero antes de llegar a la cima tenemos que hacer una parada obligada, la visita a la iglesia rupestre mozárabe. En realidad el complejo incluye la iglesia, pero también restos del que fuera poblado mozárabe más importante de la provincia, láminas de las murallas defensivas de la fortaleza, e incluso una necrópolis musulmana. Las visitas son guiadas y de número limitado para grupos. En la página web de la Red de Patrimonio del Guadalteba se indican los horarios, días de apertura y precios, además de la posibilidad de contactar directamente con los guías. Hoy nos acompaña Cristóbal. Iniciamos el recorrido y gracias a las explicaciones a viva voz y los paneles indicativos organizamos en nuestra mente la distribución de este poblado que resistió los envites de las tropas de Abderramán III de Córdoba. Era una sociedad muy desarrollada, perfectamente estructurada, de ritos religiosos y funerarios complejos y eso se refleja en la arquitectura y el planteamiento del trazado. Después de la aproximación y las introducciones llegamos hasta el lugar donde se ubica la joya de la corona, una iglesia cincelada sobre la pared, que aprovecha las cavidades naturales para albergar altares y camarines, que extrae la piedra para formar sillares y basamentos. Como curiosidad, y sabiendo que esta era una iglesia cristiana en época de dominación musulmana, señalar que los elementos arquitectónicos se mezclan, apareciendo una serie de arcos de herradura. Visitamos las canteras de donde se extraía la roca y damos un paso atrás en el tiempo. Bobastro, la ciudad, el castillo, sus murallas. Bobastro, creada por el rebelde Omar Ben Hafsún que tuvo en jaque a los califas omeyas, que ideó un sistema defensivo que incluía Ardales, Teba, Cañete la Real, Álora, dominando las actuales comarcas del Guadalteba y del Guadalhorce gracias a un complejo sistema de señales y anillos defensivos. Terminamos aquí la visita y continuamos ascendiendo hacia la cima, hacia las Mesas de Villaverde. Quita el aliento. Del primigenio castillo apenas quedan unos sillares que marcan el lugar donde antes hubo murallas, pero el valor del lugar se encuentra en el enclave. Un altísimo promontorio inexpugnable desde el que se otean muchos kilómetros en el horizonte, una auténtico nido de águila desde el que se observa las ondulaciones verdes del valle del Guadalhorce y las ocres del valle del Guadalteba. Impresiona ver a las rapaces trazando círculos de caza bajo nuestros pies, sentir la brisa recia del invierno asoleado en lugar tan alto. Recorremos las ruinas con mimo y reconstruimos en nuestra imaginación las palabras con las que el guía, Cristobal, nos ha introducido en la vida y milagros de Omar Ben Hafsún, su rebelión interesada, su conversión al cristianismo, su abrazo al islam, sus conquistas y sus traiciones. Nos sentamos en un banco del mirador, cerramos los ojos y nos dejamos llevar.

La presa Conde del Guadalhorce

Desde esta atalaya, bajamos hasta la ruta que nos llevará a los embalses. Una lámina de agua opalina y verde y azul y gris, se extiende ante nosotros, forma playas y bahías y cabos. La conquista de un territorio por parte del ser humano. Todo se inició con la construcción de la presa del Chorro. A principios del siglo XX se iniciaron las obras de domesticación de los ríos Turón, Guadalhorce y Guadalteba. El arquitecto Rafael Benjumea Burín inició en otoño de 1914 una ciclópea empresa que tomó forma con 75 metros de alto, 50 metros de ancho en su base y con un arco de 130 metros. Por primera ocasión se utilizaron herramientas eléctricas y técnicas constructivas modernas. El rey Alfonso XIII visitó las obras en el año 1921, firmando el certificado de su término. Quedó tan impresionado por la magnitud de la construcción que decidió nombrar al arquitecto Benjumea como el primer Conde de Guadalhorce, cambiando el originario nombre de la presa por el de, precisamente, Presa del Guadalhorce. Más tarde se encauzaron otros dos ríos, formándose así el complejo hídrico de las tres presas, constituyendo la mayor reserva de agua potable de la provincia de Málaga. Caminar por la presa original, contemplar la lámina de agua domesticada, pasear por el entorno, observar los escarpes y barrancos, las cimas de las montañas próximas es un gusto para los sentidos. Se escuchan el trino de los pájaros y el aleteo de los peces sobre la superficie fluvial. En este tiempo de fríos y soles de invierno, la visita de turistas no es excesiva, pero en primavera y verano se duplica o triplica, ya que a la vera del pantano se han creado diversos negocios de hostelería, además de una amplia oferta de turismo acuático activo con la posibilidad de realizar travesías en kayak, alquiler de barcas, etc. Destacar que desde aquí también parte el camino hacia el Desfiladero de los Gaitanes y el Caminito del Rey que llegará hasta la barriada aloreña de El Chorro, por lo que también es punto de encuentro de senderistas y excursionistas. Merece la pena la visita y, sobre todo, el paseo sosegado, no solo por los alrededores propios de la presa, si no por los miradores de los montes próximos que ofrecen una vista espectacular. Como curiosos que somos y tras un prolongado paseo, antes de que caiga la noche nos acercamos en nuestro vehículo hasta el mirador de los tres embalses. La indicación es sólo parcialmente visible, así que conviene estar ojo avizor. El mirador se sitúa en un altozano desde el que se contemplan perfectamente los tres embalses y nos dan ciencia cierta de la obra hídrica que supone este complejo. Agua azul y verde, verde campo, grises peñas, terreno ocre. Dejamos vagar la mirada por el amplio paisaje, permitimos que caiga aquí y allá. Es un espectáculo inigualable.

Despedida

Los sentidos aturdidos ante tanta intensa experiencia. Sumidos en las profundidades de la tierra con los antepasados de la humanidad, subidos a lo alto de un castillo acompañados del fantasma de Omar Ben Hafsún, en el interior de una iglesia rupestre forjando una rebelión, calculando los niveles de presión con el arquitecto Benjumea, surcando las aguas mansas del pantano a bordo de un kayak, oyendo los ecos de la batalla en el castillo del río Turón, paseando, caminando, realizando un bosquejo de la historia malagueña en nuestra imaginación, desde 24.000 años antes de Cristo, hasta el siglo XV con las guerras fraticidas entre musulmanes y cristianos, hasta 1921 con la inauguración del embalse del Guadalhorce… Todo llega hasta 2010 cuando hoy, nosotros, pisamos estas mismas piedras.

Información útil y enlaces de interés

Red de Patrimonio del Guadalteba: Resulta imprescindible visitar la página web de la Red de Patrimonio de Guadalteba para configurar y planear el viaje. La cueva de Ardales sólo puede visitarse con cita previa, el paseo por la iglesia rupestre mozárabe de Bobastro está sujeta también a horarios, así que es necesario ver los horarios, precios, etc. y contactar con los guías si fuera necesario. Además en la web se encontrará información histórica de obligada lectura para disfrutar al 100% de la visita.
Feria de la Matanza: El tercer domingo de febrero se celebra en Ardales la Feria de la Matanza en la que se exponen y reparten de manera gratuita cerca de 1.000 kilogramos de productos derivados del cerdo. Medio centenar de personas distribuyen entre los visitantes chorizo, callos, morcilla, morcón y diferentes guisos. A partir de las cinco de la tarde la jornada se ameniza a base de música y actuaciones.
Festival Flamenco: Más de treinta años de historia contemplan al Festival de Flamenco de Ardales, uno de los más longevos de la provincia y que mantiene intacta su calidad. Se celebra en el mes de septiembre, y cada año sirve de antesala al inicio de las fiestas de la Virgen de Villaverde.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol Occidental, la página web del ayuntamiento de Ardales y la página web de la Red de Patrimonio del Guadalteba.

3 comentarios:

Nekane dijo...

Estoy verdaderamente asombrada con Ardales.TENGO QUE VERLO.Tiene todo lo que puede motivar para visitar un lugar.Me ha encantado.
Un abrazo,Israel.
Hace un rato a cero Km y ahora a mil Km.

Anónimo dijo...

URTE BERRI ON.

Juan dijo...

Ese es mi pueblo!! Ardales!!!!