RSS

EN / 13 LOS REALES DE SIERRA BERMEJA: El reino del hada

martes, 4 de octubre de 2011

Y se apareció un hada. Entre el paisaje fantasmagórico e irreal bosquejado por la niebla, el bramido del viento que ascendía con virulencia desde el Valle del Genal, los enhiestos pinsapos tocando con las yemas de los dedos el cielo blanco y pétreo, allí, sobre una roca, apareció. Señalaba el camino entre el muro de nubes, y sonreía.

Una aproximación

Un penacho de nubes apretadas corona los Reales de Sierra Bermeja. Destaca el blanco puro, inmaculado con el intenso color rojizo de sus laderas, el verde de sus bosques primitivos y apretados, el azul que se pinta en el cielo. Asemeja a un paraíso ignoto, perdido, remoto, escondido entre las brumas. Un reino de hadas y duendes y elfos y quizá de los hobbits y orcos de Tolkien. Los pinsapos, endémicos, únicos, orgullosos, mecen sus ramas en la húmeda y escondida cara norte del macizo montañoso. La otra vertiente, la sur, mira al mar de tú a tú, desafiante. Los días despejados, cuando la reina de la montaña se despoja de su corona de nubes, Sierra Bermeja ofrece al visitante un paisaje excepcional, el mapa tridimensional y colorista de la Costa del Sol Occidental. Los días cerrados, muta, troca el paisaje, cambia y ofrece un rostro íntimo, más oscuro, intensamente atractivo, secreto, poblado de seres imaginarios. Los Reales de Sierra Bermeja se encastillan sobre una montaña roja. Roja, bermeja, ocre. Y esconden la posibilidad de hallar un hada en el camino.

Paraje Natural de los Reales de Sierra Bermeja

Tres municipios comparten el privilegio de contar en su término municipal Los Reales de Sierra Bermeja: Casares, Estepona y Genalguacil. Cada uno de ellos, además dispone de fragmento distinto, diferente, de este paraje natural. Si Estepona se atribuye los miradores, Genalguacil los Pinsapos, y Casares la densa masa forestal de pinar. Es este, sin duda, un espectacular espacio protegido, por la magnitud de sus cimas (el Pico de los Reales alcanza los 1.450 metros de altura), por la riqueza de sus bosques y por su variedad faunística. Es además Los Reales un doble hito en biología. Aquí se descubrieron dos especies nunca vistas. La primera de ellas, el pinsapo, un tipo de abeto endémico de esta zona mediterránea, y la segunda de ellas, el meloncillo, un roedor de la familia herpestiade, similar a la mangosta.
Destaca el color de Los Reales, rojizo, intenso bermejo. De ahí su nombre. El colorido de la montaña proviene de las perioditas, mineral del que está formado el macizo y que ocupa la mayor extensión de suelo del mundo. Característica a la que hay que unir a los pinsapos, ya que este es el único bosque de este particular tipo de árbol que crece sobre este particular tipo de mineral.
Son muchas las razones para visitar Sierra Bermeja y su excepcionalidad es también una de ellas.
Ocupa una extensión de 1.236 hectáreas, de las cuales 100ha están pobladas por pinsapos. Separa Ronda del mar a lo largo de 35 kilómetros de sierra. Su altura media es de 1.000 metros y su cota más alta se alcanza en el Pico de Los Reales con 1.450 metros de altura. En su espacio protegido se cuentan más de 250 especies forestales y 60 especies de mariposas. Su temperatura media anual se sitúa en torno a los 14º y 17º.
Los Reales de Sierra Bermeja está surcado por varias rutas senderistas, siendo la más emblemática de ellas el Paseo de Los Pinsapos, con 4,5 kilómetros de distancia y 2 horas de duración solo en la ida. Una oportunidad única para disfrutar de los pinsapos centenarios (pueden alcanzar los 400 años de edad) y de más de 30 metros de altura algunos de ellos.
Los Reales de Sierra Bermeja cuenta además con un refugio abierto los fines de semana donde tomar un buen café, una olla contundente de puchero, de callos (lo que toque en el día) o un bien abastecido plato de los montes.
En los días despejados no se puede obviar el mirador de Salvador Guerrero, una auténtica terraza sobre la Costa del Sol Occidental y que ofrece un paisaje inconmensurable.

El pinsapo y el meloncillo

Pinsapo y meloncillo. Nombres curiosos. Un árbol y un roedor. Ambos unidos por Sierra Bermeja. Fue en el año 1837 cuando el botánico suizo E. Boissier descubrió el pinsapo. Este hallazgo estuvo precedido de otro anterior que había realizado un farmacéutico malagueño, Félix Haenseler, un roedor al que se llamó meloncillo.
El meloncillo es conocido también como mangosta egipcia y se cree que fue introducido en la Península Ibérica pro los pobladores árabes. Este mamífero fue requerido como gran cazador de serpientes y muy apreciado como mascota. Curiosamente también se la llama serpiente peluda, por su forma alargada y vellosidad. También es conocido como el diablo de los matorrales.
El pinsapo, por su parte, tal y como apunta wikipedia es el “Abies pinsapo, el pinsapo o abeto español, es una especie arbórea del género Abies, perteneciente a la familia Pinaceae y de distribución restringida a la zona del sur mediterráneo de España. Está emparentado con otras especies de abetos de distribución mediterránea”. Con al siguiente descripción: 2Árbol de hasta 30 m, de porte elegante que, en algunos ejemplares viejos se torna retorcido o dividido en varios brazos. Corteza fina, gris claro, con grietas oscuras de poca profundidad. Hojas gruesas, de sección subcuadrangular, de color verde oscuro y con bandas estomáticas blancas apreciables en ambas caras. Conos masculinos en la periferia de la copa, de color rojo púrpura, excepcionalmente amarillos. Piñas grandes, erguidas, situadas en la parte superior de la copa, que cuando maduran se deshacen para liberar los piñones, dejando caer al suelo unas piezas con dos escamas pegadas (la tectriz, muy corta; y la seminifera)”.
El pinsapo es un árbol particular, mayestático, erguido en su juventud, enhiesto, desafiante. Tienen además sus ramas tribuladas un aspecto que lo hace característico. Su endemismo realza su valor botánico y ecológico. Hay que descubrirlo.

El paseo

Accedemos desde Estepona. La mañana es cálida y despejada, pero pronto observamos el penacho blanco que cubre la cima de Sierra Bermeja. La ascensión, en curvas pronunciadas, va dejando atrás un paisaje que crece con cada revuelta de la carretera. Costa del Sol, Estepona, San Pedro Alcántara, Sierra Blanca y el pico de la Concha en Marbella, Sierra de las Nieves… 15 kilómetros de ascensión hasta llegar a un cruce de caminos. Derecha: Jubrique. Centro: Genalguacil (por carretera asfaltada hasta llegar a una pista forestal). Izquierda: Los Reales de Sierra Bermeja. Un grupo de turistas alemanes se asientan en la explanada protegidos en el interior de varios todoterrenos. Sobre el camino, estrecho, de montaña, que nos lleva a Los Reales se cierra la niebla. Nos adentramos.
Conducimos despacio, con precaución. La carretera está asfaltada y un sinnúmero de agujas de pino al alfombran. En 2,5 kilómetros se encuentra el acceso al Paseo de los Pinsapos y en algo más de 4 kilómetros, el Refugio de Agustín Lozano y el Mirador de Salvador Guerrero. Hemos entrado en un mundo mágico. La niebla se mueve como un ser vivo a nuestro alrededor. Las curvas de la carretera se cierran y se abren sobre sí mismas. Creemos ver figuras entre los troncos de los árboles, figuras que aparecen y desaparecen. Y la intensa tierra roja. En una curva de izquierdas especialmente pronunciada comienza en Paseo de los Pinsapos. El espacio en la cuneta solo permite estacionar a dos o tres coches. Aparcamos. Salimos. La niebla nos envuelve igual que abraza al paisaje. Nos pertrechamos y comenzamos en camino. Es mágico. Sin duda, en un día despejado, las vistas que ha de ofrecernos del Valle del Genal tienen que ser espectaculares, pero hoy, envuelto en densa bruma, el paisaje tiene un aroma especial, de leyendas. Nuestro objetivo es llegar hasta la Plazoleta de los Pinsapos.
Relumbra el verde húmedo e intenso entre la niebla. Los pinsapos descienden hacia el valle a nuestros pies. Se ocultan. Se asoman. Y las nubes blancas les engullen y les expulsan. El camino, descendente, está perfectamente señalizado y no tiene pérdida. En algún tramo está poblado de rocas y es necesario aumentar la precaución.
Los pinsapos, altos, erguidos, abren sus ramas en horizontal, parecen seres de alargados brazos. El musgo, verde, tiñe los roquedales que marcan partes del camino. Algunos matorrales nos acarician las piernas mientras andamos. El ambiente fantasmal nos rodea y espolea la imaginación, creyendo ver gnomos y elfos bajo las primeras setas, taimados orcos acechando tras un tronco especialmente grueso, los hobbits tolkienanos saltando de roca en roca… Lo que no imaginábamos era encontrar un hada en el camino. Sobre un saliente, con una corona de flores enmarcándole el pelo, los ojos azules, y un vestido blanco y amarillo flameando al viento. En su mano derecha lleva un tambor al que parece azuzar. Una sonrisa ladeada se pinta sobre su rostro. Es sorprendente, sobrecogedor. Un hada. Hemos visto un hada que nos señala el camino a seguir con una sonrisa. Nos despedimos de ella, aún sin aliento, y continuamos. Se abre el paisaje y se cierra. Laderas pobladas de matorrales verdes, cercadas por los altos pinsapos, por algún quejigo escondido. El sendero, siempre rojizo, nos guía.
Los árboles se cierran sobre nosotros. Sorteamos algunos obstáculos. Observamos las torrenteras sembradas de rocas que caen hacia el valle. Las salvamos a trancos, sin mayor problema. Es un bosque repleto, vivo, mágico. Se escuchan los sonidos de la naturaleza, vivos, próximos. El bramido del viento que empuja la niebla desde el valle. Las gotas de rocío que caen sobre el camino resuenan en las hojas a nuestro paso. Todo es fantasmagórico y mágico. Apreciamos las particularidades de los pinsapos, sus agujas.
Seguimos camino hasta llegar a un puente que salva una importante torrentera, lo cruzamos, miramos hacia abajo y comprobamos la impresionante fuerza de la naturaleza. Continuamos el sendero que asciende hasta llegar a la plazoleta de los pinsapos.
Lorca canta a las majestades de los árboles desde una placa: “Árboles / ¿Habeis sido flechas / Caidas desde el azul? / ¿Qué terribles guerreros os lanzaron? / ¿Han sido las estrellas? / Vuestras músicas vienen / del alma de los pájaros / de los ojos de dios / de la pasión perfecta / ¡Árboles! / ¿Conocerán vuestras raíces toscas / mi corazón en tierra? “. La plazoleta de los Pinsapos es un cruce de caminos que nos pueden llevar al Pico de los Reales en 2,2 kilómetros o al Puerto de Peñas Blancas en 3,5 kilómetros. En la plazoleta, unas bancadas de piedra circundan hasta cuatro enormes ejemplares de pinsapo para facilitar el reposo del caminante. Alguien, no hace mucho tiempo, también se dedicó a levantar un minúsculo refugio, apto para refugiarse una sola persona de una cambio súbito y brusco de tiempo. Más una escuálida guarida que un buen parapeto.
Nos sentamos un tanto, reposamos, tomamos algo de agua, un ligero tentempié. En silencio. Escuchamos el lenguaje del bosque, repleto de quejidos, de sonidos que escapan, de murmullos de agua, de trinos fugaces, de movimientos untuosos. La niebla va y viene, como un prestidigitador oculta y muestra el paisaje ante nuestros ojos. Si las condiciones meteorológicas no nos hablaran de cerrazón habríamos ascendido hasta el Pico de los Reales o hasta el Puerto de Peñas Blancas. Hoy, optamos por la prudente retirada que siempre ha de acompañar al senderista. Además aún tenemos que ir hasta el Área Recreativa de los Reales y hasta el mirador de Salvador Guerrero.
En el regreso, como en la ida, no nos hemos cruzado con nadie. Caminamos ensimismados, en silencio, mirando la naturaleza indómita que nos engulle. Cruzamos el puente, cruzamos la torrentera, nos dejamos acariciar por los pinsapos. Llegamos al saliente. El hada no está. Ha desaparecido.
Qué se puede esperar de la gracia sutil y volátil, delicada, de un hada del bosque… quizá que siempre forme parte de nuestra imaginación.

El mirador y el refugio

Nos despojamos del barro adherido a las suelas. Bebemos un trago de agua. Nos montamos en el coche y conducimos con precaución hacia arriba. Llegamos a na explanada, nuevo cruce de caminos que nos señala a la derecha la dirección hacia el Pico de los Reales, el Área Recreativa de los Reales a 120 metros, el paseo y mirador de Salvador Guerrero a 1 kilómetros. Dejamos el coche estacionado e iniciamos un nuevo camino, esta vez por una tramo de carretera de montaña. Apenas en 5 minutos aparece ante nosotros, fantasmal, el Refugio de Agustín Lozano, construido en 1899. Un caserón blanco, con una gran puerta de madera. Todo el ambiente continúa siendo fantasmal hasta que, de improviso… Dos niños salen corriendo desde el interior del refugio… les saludamos, así como a otros viajeros valientes que se asientan en el interior. El refugio es también una sucinta taberna. Regresaremos en veinte minutos. Caminamos hacia delante. La niebla se cierra más y más. El espolón, el saliente hacia el mar que es el mirador de Salvador Guerrero está ocupado por la niebla. Un mirador ciego, oculto. Sabemos que el mar está ahí, que la efigio de la Costa del Sol está ahí, pero es imposible verlo. El viento azota. Recordamos. En nuestro viaje a Genalguacil, el 30 de junio de 2009, estuvimos en este mismo lugar. Lucía un sol espléndido. Creo que podremos utilizar las fotografías de aquella jornada para ilustrar este escrito. Con esa idea regresamos por un camino casi invisible, borrado por la bruma espesa. Caminamos hasta el refugio, entramos, saludamos con esa camaradería propia de los montañeros, de los senderistas. Huele a puchero. Intensamente. Aún no es hora. Casi escuchamos el bullir de la olla en el fuego. Nos informa uno de los responsables del refugio que abren sábados, domingos y festivos y que de comer ofrecen lo que haya ese día, véase puchero, callos, coles, platos de los montes (lomo, huevo, chorizo, papas, pimientos). Lo que tercie. Es un plan excelente para una mañana de fiesta. Pedimos dos sucintos cafés y nos sentamos en una de las cuatro mesas alargadas de madera que hay en el gran salón. El refugio es humilde y huele a chimenea, hoy apagado. Tomamos nota. Este invierno, uno de esos días crudos, probaremos la olla y saboreamos os un café recio al amor de la chimenea. Sin falta. Los niños siguen jugando.

Despedida

El hada vuela, despega sus pies gráciles de la roca contundente. Ve como esos dos viajeros, caminantes, silenciosos, dejan atrás los pinsapos y se adentran en la niebla. Les sigue aún con su mirada y sabe que caminan por la senda correcta. El hada vuela, rápido, desaparece entre las copas de los árboles, como un súbito destello de luz.

Enlaces de interés y consejos útiles

Senderismo: Sin duda es un lugar excelente para caminar. Las sendas son agrestes, pero están bien equipadas. Hay itinerarios para todos los gustos, de mayor y menor dureza. Es fácil encontrar webs donde los detallan. En la Ventana del Visitante encontramos tres de ellos.

Enlaces de interés: Toda la información aparece en la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol Occidental y en la web especializada de la Junta de Andalucía, la Ventana del Visitante. Los ayuntamientos de Casares, Estepona y Genalguacil también la incluyen en sus webs.

Fotografías: Se muestran en este apartado la colección completa de fotografías correspondientes al post.



Ubicación: En este mapa de Google se puede referenciar el lugar de este Paraje Natural.


Ver El Color Azul del Cielo "Espacios Naturales de Málaga" en un mapa más grande

2 comentarios:

Nekane dijo...

Estoy autenticamente fascinada con Sierra Bermeja.El tema del pinsapo que desde que lo conocí me tiene enganchada.La magia que confiere la niebla inundando un paisaje hermosísimo y...el hada.TENGO QUE IR.
Te felicito,Israel,por tu forma tan sugerente,como siempre,de contarlo y por esas pedazo de fotos.
Buen regalito para un lunes.

Anónimo dijo...

Ah,bueno:Y el poema Árboles.Hermoso poema y feliz ocurrencia integrada en el paisaje.