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19 MACHARAVIAYA: ENTRE LA HISTORIA Y LA POESÍA

martes, 18 de agosto de 2009

Se debate nuestra alma viajera entre los versos y el arte de la guerra, entre las estrofas y la épica de las batallas, entre los poemas y los virreinatos, entre la oda y los disparos de arcabuz. Se debate nuestra alma viajera en el pálpito de Macharaviaya que tanto bebe de las letras del poeta Salvador Rueda como de las conquistas de la Familia Gálvez. Uno nació en casa pobre y humilde, otros fueron enterrados en mausoleos poderosos. Uno trajo las musas, otros el agua corriente. Uno acuñó el recodo del verso, otros el pan de cada día. Y así Macharaviaya bebe de estas fuentes: la del portento literario y la del portento económico. Ambas indisolubles para la vida secreta y la vida pública del municipio. Y hoy, los viajeros, caminaremos por las calles del que se dio en llamar "pequeño Madrid", portando un libro de poemas en la mano.

La llegada, el templete y Los Gálvez

Avanzamos por una carretera serpenteante y estrecha, donde resulta habitual cruzarse con esos pequeños ciclomotores que los hombres utilizan para ir al campo, renqueantes, algo asmáticos y con la ineludible caja de verduras sujeta en el portador trasero con un atajo de pulpos. El paisaje que rodea Macharaviaya tiene la impronta axárquica característica: lomas que ascienden y descienden, la tierra parda, los olivos salpicando el horizonte, algunas vides, barrancos y cauces secos de ríos que fueron. Un paisaje esquivo y de una belleza particular, donde los pueblos parecen esconderse tras una loma, protegidos de la vista del visitante indiscreto. Tras la carretera llegamos a una bifurcación que separa nuestros dos próximos destinos: hacia la izquierda, Benaque, patria chica del poeta Salvador Rueda, caserío, pedanía; a la derecha, Macharaviaya, patria chica de Los Gálvez, potentados indianos. En este cruce nos encontramos con un templete que nos recuerda que los virreinatos tuvieron más peso que los versos, así que terciamos en visitar primero Macharaviaya y después su pedanía. Los honores que Macharaviaya rinde a la familia Gálvez tienen su fundamento sustentado en la historia de Las Américas. El primero de la dinastía, José de Gálvez (Macharaviaya 1720-1791), tras obtener una prerrogativa de Carlos III se trasladó hasta América donde ejerció las más altas instancias diplomáticas entre ellas fue Marqués de la Sonora y Ministro de Indias. Según explica la página web del CEIP Salvador Rueda: "Algunas de sus incontables obras fueron: reformas en administración, economía, milicia y hacienda; creación también del virreinato de Nueva Plata y Sistemas de Intendencias y también funda el cargo de Regente de las Audiencias. Asimismo promulgó el Reglamento del Libre Comercio entre América y España, organizó la Compañía de Filipinas y también el Real Tribunal y Comercio de Minería de México, etc". Su hermano y sobrino continuaron la estela del primogénito llegando a ser Virreyes de México. Macharaviaya se benefició directamente de la suerte de sus paisanos, que no olvidaron sus orígenes malagueños, de esta manera en Macharaviaya "se construyó una fábrica de naipes en 1766 (que aún se conserva) que abasteció a casi toda América. Ello permitió elevar el nivel de vida de sus paisanos, que vieron cómo su pueblo empedró sus calles, tuvo un corral de comedias y gozó de alto nivel de vida en general, llegándose a llamar al pueblo como “el pequeño Madrid”. Tampoco faltó un lavadero público y mejoró sus caminos con Málaga y otros pueblos cercanos. Además también fundó un montepío de cosecheros e incluso impulsó una escuela pública que nació nada menos que bajo patrocinio real en 1783". Con este somero y sucinto repaso a la familia Gálvez, nos podemos hacer una idea de lo que supuso su influencia para este municipio. En 2009 Macharaviaya les rindió homenaje con la celebración de su figura el 4 de julio, día de la independencia de Estados Unidos. El templete situado en la entrada misma del municipio nos recuerda su importancia, en el recorrido por las calles veremos continuas referencias a la familia y sus hechos.

Aparcamiento e inicio

Algo más abajo del templete, a unos diez metros, encontramos un pequeño parque equipado con una fuente y cinco bancos donde intuimos que tras un paseo, los caminantes gustarán de reposar. Está situado en la parte más alta del pueblo y desde el mismo se puede contemplar el mar. Presidiendo esta pequeña plaza hay un milenario, una piedra con forma de obelisco en el que se data la fecha de su asentamiento, siglo XVIII. Podemos estacionar el coche aquí y dar un paseo descendiendo hacia el pueblo o bajar con el vehículo hasta la plaza del ayuntamiento, plaza Matías de Gálvez, donde se podrá aparcar sin mayor dificultad. No merece la pena internarse más allá, las calles se estrechan, están empedradas y muchas de ellas son casi exclusivamente peatonales. Un buen paseo nos ayudará a conocer mejor las esencias de Macharaviaya, así que optamos por estacionar el coche en la plaza Matías de Gálvez. En el mismo consistorio podremos obtener alguna información turística de utilidad como planos, folletos, horarios de visita, teléfonos de interés, etc... En la misma plaza, un poste nos indica las dos direcciones a tomar. Optamos por la izquierda que nos llevará hasta la iglesia de San Jacinto y el mausoleo, la fábrica de naipes, para luego ascender y llegar hasta el Museo de Los Gálvez. Así, descendemos por la calle Real de Málaga. Nos encontramos con las primeras referencias a la familia Gálvez en forma de placas, nombre de calles, plazas, etc.

Paseo

Macharaviaya es un pueblo delicado y antiguo, de serenidad placentera. Las casas se adornan de árboles y emparrados. Muchos de sus patios traseros se revelan como auténticos jardines. Destila una esencia netamente mediterránea y el hecho de que esté abierta al mar próximo trae perfumes salados. Se escuchan los pájaros trinar. Las macetas son todo luz y color. Paseamos. Continuado por la calle Real de Málaga llegamos hasta la plaza Bernardo de Gálvez, luchador infatigable que tras la batalla de Pensacola en 1781 recuperó la península de Florida para la causa de la independencia norteamericana. En la misma plaza encontramos una placa con la efigie de Don Bernardo hablando de sus victorias históricas y justo enfrente otra placa con la sentencia de otra victoria histórica, pero para el municipio: la llegada del agua corriente. Así el Archivo Municipal de 1815 y su Libro de las Aguas de la Villa de Macharaviaya dice "conociendo los Sres. de Gálvez la escasez de aguas que había en su patria y lo trabajoso que era a sus vecinos el bajar por ella a las fuentes que llaman de la Albaraday del Horno, situadas fuera del Pueblo, dispusieron traer las que resultaban en dichas cañadas por acueductos que las dirigiesen a las tres fuentes públicas...".

Iglesia de San Jacinto y la fábrica de naipes

La Iglesia de San Jacinto, cuya pared forma parte de la plaza Bernardo de Gálvez tiene una peculiar estructura. Es casi cuadrangular y perfectamente blanca, blanca, sobria, casi severa. Para compensar esta rigidez posee una portada profusamente decorada y una de las más peculiarmente historiadas que hemos visto hasta el momento. El escudo de Los Gálvez la preside, se sostiene sobre cuatro columnas de color grana, mientras que los dinteles, la basamento y el propio escudo son de tono casi albero. El contraste que hace este colorido con la pared blanca resulta impresionante. Tras la iglesia se encuentra el cementerio de Macharaviaya y bajo el templo, el mausoleo de la familia Gálvez.
Continuamos el camino por la calle Real de Málaga y en apenas 10 metros nos encontramos con la que fuera Real Fábrica de Naipes. Tras una cédula concedida por el el rey Carlos III en 1766, la fábrica gozó con la exclusividad del comercio de este producto en América que fabricó los que fueron mazos "más caros de España", pero la falta de recursos como agua y madera en la localidad hizo que la fábrica cerrara en 1791. La Real Fábrica de Naipes aún se mantiene en pie, aunque tiene un uso privado como vivienda. Conserva cierto esplendor y aunque es muy sencilla está decorada con cierto arte.
Tiene Macharaviaya cierto aire de inmovilidad en el tiempo, si no fuera por las antenas de televisión parecería no haber sufrido demasiadas transformaciones desde siglos pasados. Delicadas, limpias, bien cuidadas, sus calles son una revuelta de idas y venidas. Siguiendo por la misma calle Real de Málaga llegamos al fondo y torcemos a la derecha para enfilar la Avda. de Los Gálvez. Caminamos ascendiendo hasta la Casa Museo de los Gálvez (Tfo. de información: 952.400.042) donde encontraremos un recorrido por la presencia de la familia en el municipio, su importancia histórica, además de un centro de interpretación y la exposición de pintura permanente del artista Robert Harvey. Continuamos hacia arriba y... desayuno.

La Taberna del Candil

Bar típico, espacioso, con aperos de labranza sobre las paredes, una suerte de museo etnográfico encajado entre las paredes de una taberna. Por haber, hay incluso un antiguo arado, hoces, horcas, una yunta de bueyes. Tomamos acomodo sobre la barra y en ese momento entran tres ciclistas, vienen desde Málaga (25 kilómetros, aproximadamente, de carreteras sinuosas). Es común por estas escarpadas carreteras de la Axarquía encontrar amantes de este deporte, sobre todo en las primeras horas de la mañana. Para recuperarse toman sus correspondientes barritas energéticas acompañadas de una café endulzado con una generosa ración de leche condensada. Se sientan en una de las dos mesitas que hay fuera. Por nuestra parte, optamos por dos cafés con leche y dos pitufos de lomo. 4 euros. Por cierto que los pitufos estaban deliciosos. Tras el refrigerio nos dirigimos hacia el coche. Queremos visitar la casa natal del poeta Salvador Rueda y la iglesia mozárabe de Benaque, pedanía perteneciente a Macharavieya y del que dista 2 kilómetros. En marcha.

Benaque y Salvador Rueda

Ya desde la carretera divisamos el perfil de la Iglesia de La Virgen del Rosario, un edificio construido con ladrillo visto, típico de algunas construcciones mozárabes. Estacionamos en la entrada de Benaque y caminamos, según nos indican las señales, hacia la casa natal de Salvador Rueda y la iglesia. Apenas a 20 metros encontramos el primero de nuestros objetivos. De esta casa humilde, "pobre", como la definió el poeta, nació el ingenio capaz de desgranar versos como estos, unos apegados a la tierra, otros al movimiento revolucionario del modernismo:

"Horas de fuego
Quietud, pereza, languidez, sosiego...
un sol desencajado el suelo dora,
y a su valiente luz deslumbradora
que le ha dejado fascinado y ciego.

El mar latino, y andaluz, y griego,
suspira dejos de cadencia mora,
y la jarra gentil que perlas llora
se columpia en la siesta de oro y fuego.

Al rojo blanco la ciudad llamea;
ni una brisa los árboles cimbrea,
arrancándoles lentas melodías.

sobre el tono de ascuas del ambiente,
frescas cubren su carmín riente
en sus rasgadas bocas las sandías".

Dicen de Salvador Rueda que "Es innegable la importancia y el interés que representa la obra de Rueda, no sólo como clave para comprender a las generaciones que le han sucedido, sino por el valor lírico que significó en su momento una aventura tan original y atrevida como la del primer poeta modernista de nuestro país" (Francisco Arias Solís para Analítica). El poeta nació en Benaque el 3 de diciembre de 1857 y allí pasó gran parte de su infancia y adolescencia y continuó visitando su pueblo natal incluso ya encumbrado. En su poesía se advierte el tono localista, de esencia andaluza que nunca abandonó y los horizontes de Málaga, Benaque y Macharaviaya le sirvieron de clara inspiración. Fue autodidacta, hijo de jornaleros, trabajador y obrero y en esta vida dura se forjó el ingenio de su pluma. Para conocer más sobre Salvador Rueda se puede pinchar AQUÍ, página donde se realiza un exhaustivo análisis de su vida y obra. Si se quiere visitar la casa natal del poeta hay que pedir cita previa en el teléfono 952.400.042, pero más recomendable aún es leer su obra, cargada de lirismo y potentísimas imágenes.
Continuamos nuestro camino por la misma calle hasta posicionarnos bajo la iglesia, hermosa, sencilla, simple, delicada. Está construida en ladrillo visto y posee un campanario que antes fue alminar, torre de mezquita para la llamada a la oración. Parece Benaque una prolongación de Macharaviaya en modos, formas y estilos. El mismo empedrado, el mismo sosiego inmutable, la misma tranquilidad, similar trazado. A espaldas de la iglesia, las lomas circundantes presentan esplendores de antaño. Tras la plaga de filoxera que arrasó las vides en el siglo XIX lucen ahora esas colinas profusas plantaciones de este cultivo. Intuimos que producirán buena uva moscatel que llevarse a la boca.

Despedida

Así, esta jornada la pasamos entre la guerra, los virreyes, los naipes y la poesía. Macharaviaya vive un nuevo esplendor bajo el auspicio de la familia Gálvez que ahora, en el siglo XXI celebra todos los 4 de julio la fiesta de sus mayores y mejores indianos. Mientras los ecos de la historia resuenan entre sus calles, a lo lejos se ve la silueta de un poeta andariego que levantó el polvo de los caminos a golpe de verso y estrofa. Sean así embajadores de Macharaviaya los poemas y la Historia, Los Gálvez y Salvador Rueda, los indianos y el poeta.

Consejos y enlaces de interés

Consejos turísticos: Antes de visitar tanto la Casa Natal de Salvador Rueda como la Casa Museo de Los Gálvez conviene llamar al siguiente teléfono para informarse de los horarios o concertar las citas pertinentes: 952.400.042. Como recomendación general diremos que este es un pueblo que merece la pena visistar bien documentado previamente para disfrutar al cien por cien con la historia de Los Gálvez y de Salvador Rueda. Leída la poesía de este último podremos reconocer muchas de las cosas que cuenta en muchos rincones de los rincones del muncipio. Es un pequeño esfuerzo del que se obtiene una gran recompensa.
Enlaces de interés: Como referencia general, la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol. La página web muncipal de Macharaviaya es muy completa. Para la biografía de Salvador Rueda, el siguiente enlace de la página Analítica, para sus poemas, A Media Voz. y para una breve historia del Los Gálvez, la web del CEIP Salvador Rueda.

Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.

3 comentarios:

nekane dijo...

Aires indianos.Un pequeño Madrid en medio de Andalucía,poesía,belleza.Que lo tenemos todo.ME GUSTA.

UN ABRAZO,ISRAEL.

Anónimo dijo...

Que agradable sorpresa encontrarse con este blog sobre Macharaviaya. Llevo 5 años viviendo allí y es un paraíso detenido en el tiempo. Su aire, sus gentes, sus campos, su historia, su respirar... son otros. Cerca de todo, pero a la vez detenido en su pasado, es un pueblo que mantiene su pureza, su sencillez y autenticidad. Gracias a todos los que luchan día a día por preservar esos valores que lo hacen único en nuestra provincia.
Un enamorado de Macharaviaya, Antonio Téllez

Israel Olivera dijo...

Antonio:
Si a la autenticidad del pueblo le sumamos un puñado de versos de Salvador Rueda obtenemos la cuadratura del círculo. Me puedo imaginar, de nuevo, sentado en la mesa exterior de la la Taberna del Candil, con un libro en las manos y un poema que dijera algo así como...
"Ya acudes a tu cita misteriosa
con el inquieto mar, luna constante,
y asoma las playas de Levante,
hostia de luz, tu cara milagrosa.

En la onda azul, cual nacarada rosa,
se abre tu seno con pasión de amante
y dibuja un reguero rutilante
tu pie sobre la espuma en que se posa.

El agua, como un tálamo amoroso,
te ofrece sus cristales movedizos
donde tiendes tu cuerpo luminoso.

Y al ostentar desnuda tus hechizos,
el mar, con un abrazo tembloroso,
te envuelve en haz de onduladores rizos..."
Salvador Rueda, "Las Bodas del Mar"