Benadalid de moros y de cristianos viejos, de castillo y de romanos, de castaños y de alcornoques. Benadalid, de los bereberes hijos de Jalid. Benadalid de rosas y amores. Benadalid de sosiegos. Benadalid de caminos por recorrer, de tierras húmedas que respirar, de naturalezas frondosas, de aguas saludables de historias antiguas. Benadalid de otoños y de primaveras y de veranos y de inviernos rigurosos. Benadalid de chimeneas humeantes, de ollas y de pucheros. Benadalid de sonoro nombre, de pasado rico y tumultuoso, de historia viva. Benadalid.
ArribamosSe abre el valle del Genal al cielo como un oasis verde, frondoso, profundo y oscuro. Las laderas que descienden hasta el cauce mismo del río se encuentran trufadas de castaños, seña de identidad de estas tierras. Y es ahora, en otoño, cuando la visita al valle se hace imprescindible. Los castaños lucen penachos amarillos ocre y observamos cómo su fruto, defendiéndose del exterior, muestra su lado más erizado y agresivo. Ya hay algunos caídos por los caminos, por la carretera. Nos encontramos con Benadalid en la carretera que une Algeciras con Ronda. Conviene mantenerse atentos, porque pese a que se encuentra en el borde mismo de la carretera no hay indicación que nos muestre el descenso al centro del pueblo. Recomendamos tomar la desviación derecha que señala "Ayuntamiento" para bajar por una calle perfectamente empedrada hasta encontrarnos con uno de los primeros lugares a visitar: la Cruz del Humilladero. Estacionamos el coche por las inmediaciones.
La visita: uno
Ya observamos que Benadalid es un pueblo pequeño y blanco de calles apretadísimas y paredes cuajadas de flores y arriates y macetas, de buganvillas descendiendo desde las terrazas como un sortilegio de colores violetas y verdes. Pero este escenario idílico fue teatro de numerosas y cruentas luchas. Una vez caída Ronda, los moros benalizos decidieron pactar con los Reyes Católicos y ofrecerse como sus vasallos. "El rey, a cambio, prometió respetar su ley de mahoma, su propiedades y sus costumbres". Así reza un panel explicativo situado junto a la Cruz del Humilladero y en el que se añade "e consentir que fueran juzgados sus pleytos por juez e alfaqui, e a consejo de alcayde, e por la ley mora del Jaracuna". Las buenas intenciones en nada quedaron y las revueltas y rebeliones y permanentes enfrentamientos entre los unos y los otros dieron al traste con estos buenos propósitos. Precisamente de estas contiendas surgen las celebraciones de las fiestas de moros y cristianos que se llevan a cabo en el municipio en el mes de agosto, cuando las huestes moras roban la imagen del patrón San Isidoro y los ejércitos cristianos batallan por recuperarlo. Nuestra imaginación vuela y casi podemos imaginar la presencia del castillo de Benadalid envuelto en aquellas cruentas batallas. El recinto amurallado se encuentra
apenas veinte metros de la Cruz del Humilladero. Resulta sobrecogedor visitar el castillo en cuyo interior se aloja el cementerio municipal. Las murallas y sus cuatro torres desafían el horizonte del Genal y se transforman en una balconada sobre el mismo, otero y vigía de los caminos que comunicaban Ronda con Algeciras ya en tiempos romanos. Abrimos la puerta con respeto y con cuidado, mientras chirrían los goznes de sus hojas. Las paredes de piedra oscura contrastan con la blancura de los nichos. El silencio es demoledor, sólo roto por el repiqueteo de la lluvia que hoy nos acompaña. Las murallas del castillo se recortan contra el cielo plomizo de la serranía, dotándole de una majestuosidad oscura, como aquellos palacios de los cuentos. Descendemos por la calle Calvario que se sitúa a la derecha del castillo, y se abre ante nosotros un paisaje deslumbrante con la serranía de Ronda a nuestra izquierda, el Alto Genal, el valle con el cauce del río, algunos
pueblos vecinos sobresaliendo sus caseríos blancos en la distancia y envueltos por una ligera niebla que ha comenzado a levantar. La calle nos lleva hasta el mirador del mismo nombre, hasta la que podría ser una antigua era, hoy acondicionada con dos bancadas de madera en las que sentarse. Ante nuestra vista, salvando una casa, se divisa una panorama del más auténtico sabor. Los castaños que todo lo ocupan, el humo de una chimenea allá abajo, los ladridos lejanos de un perro. Todo es silencio y tranquilidad. La tierra húmeda despide un aroma tierno y delicado, un ligero vaho surge de los campos, como si una brasa se consumiera en su interior. Resulta imprescindible llevar la cámara de fotos, mil rincones llevan a disparar aquí y allá. También son aconsejables unos prismáticos, ya que el lugar donde se sitúa la localidad muestra un paisaje inigualable y no resulta raro observar distintas aves rapaces.
La visita: dosCaminamos por la calle Calvario hacia el corazón de Benadalid. Mientras, nos dejamos llevar por la explosión de flores de sus calles, por la decoración de sus fachadas, por los colores que salpican los muros blancos. Seguimos el sonido de las campanas que marcan la hora como si de un brújula sonora se trataran. Vemos la fachada lateral de la iglesia de San Isidoro, la plaza nueva la precede, un rincón coqueto, casi romántico, acogedor, que se acompaña de unas bancadas de piedra y unos parterres de flores. Junto a los muros del templo leemos una hermosa historia de la
que quizá algunos capítulos pudieran haberse vivido en este jardín si los tiempos hubieran coincidido. Es la leyenda de la rosa: "Sabido es que estaba prohibido y castigado con la muerte el que moros y cristianos mantuvieran algún tipo de relación amorosa. Cuenta la leyenda que aquí, en Benadalid, una bella muchacha cristiana se enamoró de un joven musulmán. Resultó esta relación del todo imposible y puesto que su amor era tan grande decidieron fundir sus vidas huyendo de noche en busca de la rosa silvestre. Esta planta, hoy desconocida, tenía la propiedad de que su pinchazo producía efluvios tan pasionales que quien se pinchaba y no reaccionaba pronto, moría desangrado por sus narcóticos efectos. Así es como decidió acabar con sus vidas esta pareja, víctimas de la intransigencia social y de su amor". Aún
contagiados por esta historia y pensando en los mitos universales del amor y la muerte, Romeo y Julieta, etc, etc, etc., llegamos hasta al plaza del ayuntamiento, frente por frente con la iglesia. Es una plaza rectangular, de un tamaño destacado e imaginamos centro de las grandes actividades del pueblo. Hoy permanece prácticamente vacía, llueve, y los benalizos encuentran más acogedor el calor de su hogar que la intemperie del exterior. Como curiosidad cabe destacar que el edificio del ayuntamiento tiene soportales bajo los que guarecerse, una construcción habitual en
otras latitudes pero que aún no habíamos comprobado en nuestras visitas. Sólo para estrenar esta sensación, nos situamos bajo ellos al resguardo de la lluvia y aprovechamos para degustar el pan y embutido de la tierra que hemos adquirido en una de las tiendas de la localidad, ¿puede ser la tienda de Rosa Mari? Dejamos que el tiempo transcurra y las campanas de la iglesia marquen nuestro devenir con parsimonia, es éste buen refugio, acogedor y tranquilo. Las casas que bordean la plaza son construcciones sólidas, algunas de ellas bellamente restauradas y adaptadas a los gustos de la actualidad sin perder un ápice de autenticidad. Sabemos del buen nombre que goza el turismo rural en el valle del Genal y en Benadalid y sólo por algunas de estas fachadas podemos certificarlo. Pasa ante nosotros un hombre mayor, camina con cierta premura y pone pies
dirección a la iglesia, extrae de su bolsillo un manojo de llaves y abre la puerta lateral del templo. Esta es la nuestra. Con educación, accedemos al interior y preguntamos si se puede pasar. - Por supuesto-, se nos contesta desde el interior. Entramos. El hombre nos explica que ha venido corriendo porque creía haber dejado abiertas algunas ventanas. - Y, menos mal que he venido, porque me las había dejado abiertas. Esperen, esperen un momento que les enciendo las luces-. Se ilumina ante nosotros un interior solemne. La sobriedad exterior contrasta con la gran decoración de su altar, de su artesonado recién reconstruido, con la magnitud de sus decoraciones y de la bóveda que se sitúa sobre el altar, pintada como si de un cielo se tratara. Encendemos, como en la mayoría de los te
mplos que visitamos, las preceptivas velas al santo, en este caso San Isidoro. - Tienen una iglesia preciosa-, comentamos. -La verdad es que sí-, contesta el hombre. -Se han realizado reconstrucciones hace poco y ha quedado preciosa. Sólo está a falta de una nueva imagen de la Virgen del Rosario, pero ya se sabe, la crisis, la crisis... Habrá que esperar-. Nos despedimos y regresamos al exterior, caminamos por la calle Isidoro y la calle Fuente. No pueden faltar los arriates, las flores. El paseo por las callejas de Benadalid es un espectáculo en sí mismo, sin duda, tal es el amor que los benalizos muestran por su localidad. Nos asaltan
aromas a olla, a puchero a hierbabuena y buena carne para la pringá. Llegamos al conjunto fluvial de Benadalid, donde se dan cita el lavadero, el Museo del Agua y una fuente romana. Observamos el interior del lavadero y pensamos en el murmullo de voces que debieron acompañar al murmullo del agua, qué cosas, cuántas, se contarían aquí las mujeres mientras trajinaban, qué historias, qué cotilleos... mientras María o Antonia o Paca o Felisa llenaban sus tinajas y cántaros de agua en la fuente adyacente. Sobre el caño de agua enrejado que configura la fuente romana se lee "Salus per aqua". No dudamos un instante, y nos dejamos llevar por lo imperativo de esta máxima, ahuecamos las manos y bebemos un trago largo, frío, resplandeciente de buena agua. Ascendemos por unas escaleras que se encuentran situadas muy próximas a este conjunto fluvial y nos ofrecen una perspectiva distinta de Benadalid. Observamos algunos de sus tejados, algunas de sus chimeneas. Apoyamos los codos sobre la barandilla y sólo pensamos en cuándo regresar.
Despedida
Recogido el coche junto a la Cruz del Humilladero, paseadas sus calles una, dos, tres veces, tomadas algunas notas, disfrutado cada rincón, cada nuevo descubrimiento dejamos atrás Benadalid. Tomamos dirección Algeciras y a poco menos de un kilómetro nos encontramos con el Mirador de Los Castaños. Paramos. Descendemos y dejamos que la vista se pierda entre la inmensidad de las montañas, entre la frondosidad de los castaños, entre el horizonte que parece no acabar nunca. Y allí, arriscado sobre una ladera, el caserío blanco de Benadalid, como una aparición blanca, sutil, delicada, apretada... Suspiramos, y dejamos que los perfumes de la tierra húmeda nos inunden.
Enlaces e información útil
Épocas: El otoño en el valle del Genal es espectacular, si ya lo recomendábamos hace dos semanas con Benalauría, volvemos a hacerlo esta con Benadalid. El valle está en estado de gracia. Consejos: La cámara de fotos es imprescindible, cada rincón de Benadalid merece la pena ser retratado.
Enlaces útiles: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, además de la página web municipal, donde se pueden consultar diferentes alojamientos rurales, y el blog personal "Benadalid" con detalles, historia y etimologías.
Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.
27 BENADALID: MOROS, CRISTIANOS, ROSAS Y AMORES EN EL GENAL
martes, 13 de octubre de 2009
Publicado por Israel Olivera en 0:01 4 comentarios
Etiquetas: Benadalid, castaños, castillo, leyenda, moros y cristianos, San Isidoro, Valle del Genal
24 BENAHAVÍS: EL SABOR DE LA NATURALEZA
martes, 22 de septiembre de 2009
Benahavís de angosturas y ríos. Benahavís que se mece acunada en el corazón de la sierra. Benahavís de nombre rotundo, sonoro, inequívocamente árabe. Benahavís de aromas dulces y simples y complejos. Benahavís de restaurantes y cultura gastronómica. Benahavís de aventuras y charcas con nombre de moza. Benahavís, la historia te contempla, el castillo de Montemayor te vigila.
Las angosturas y el Charco de las MozasEl camino que nos conduce a Benahavís se va cerrando sobre nosotros, como un guiño a las angosturas que llevan su nombre, como queriendo borrar nuestro rastro en un deseo de mantener intacto el caserío blanco. La carretera serpentea sobre la ladera de la montaña sin que, en ningún momento, se pueda vislumbrar siquiera el destino último de nuestro camino. Nos engulle entre sus fauces de verde intenso con aquellos riscos de piedra como auténticas mandíbulas prestas a engullirnos. Paramos en uno de los miradores que se erigen antes de llegar al centro urbano. El silencio es arrebatador hasta que la brisa del primer otoño se adentra sin contemplaciones por el encajonado cauce del río y produce un susurro de melodías imposibles y antiguas a las que acompañan el crujir cadencioso de las ramas de los árboles. Algunos farallones de piedra se yerguen sobre el tajo del río y escuchamos esa melodía como una suerte de tonada de Hamellin que nos condujera hasta el corazón de la sierra.
El descensoIrrumpen en esta quietud los ecos sordos del bullanguerío de un grupo de aguerridos excursionistas que descienden el río de roca en roca, como un paciente parque acuático de antigüedad imposible, como si el ser humano conjugara un sortilegio para vencer a la naturaleza a base de adrenalina. Son jóvenes, una decena, y al salto les animan un par de adultos. Vemos como encaramados a una roca de zambullen en una poza de agua verde y oscura y fría que responde al nombre de Charco de las Mozas. Saltan desde lo alto del roquerío mientras jalean y aplauden y vitorean los que ya han probado el sabor de ese primer miedo. Nos miran y saludan y saltan de nuevo. Y es que una de las características que tiene Benahavís es esta, la posibilidad de practicar deportes de aventura entre los que se incluye el descenso del río Guadalmina. Apuntan los expertos a este respecto que es un río ideal para la iniciación en este tipo de deporte gracias al recorrido por el que discurre. Hay algunas empresas como Exploramas o Aljibe que realizan la ruta guiada por este tramo de río. Pese a su aparente sencillez es aconsejable ir convenientemente preparados y con una persona que conozca el lugar para que sirva de guía. Dejamos atrás las estrecheces con las que nos ha obsequiado la naturaleza y continuamos.
Entrada y aparcamiento
Tras la última curva, el caserío de Benahavís nos recibe alojado sobre la ladera que asciende desde el río Guadalmina hasta Montemayor, donde vislumbramos las ruinas del que fuera castillo, fortaleza y otero. Una fuente situada en una rotonda y que posee forma de torre vigía recoge la carretera y la dirige hacia la derecha o de frente, centro urbano. Continuamos adelante y nos adentramos en la localidad. Hay numerosos lugares de aparcamiento libres en el primer tramo, pero forzamos un poco la marcha hasta llegar al centro mismo. Dejamos a la derecha el edificio de la Escuela Hispano Árabe de la Cocina Mediterránea . La calle nos obliga a girar a la derecha en un tramo bastante estrecho, después de nuevo a la izquierda y descendemos. Hemos optado por aparcar en esta parte del pueblo porque el recorrido ascendente que vamos a realizar nos lleva desde un moderno jardín de aguas cantarinas hasta la plaza principal para adentranos después en sus intrincadas calles. Estacionamos. El día es de un otoño radiante. Y, probablemente sugestionados por saber el sobrenombre con el que se le conoce a Benahavís (El comedor de la Costa del Sol o el restaurante de la Costa del Sol), llegan hasta nuestra pituitaria aromas profundos de buena cocina. Por ahora es sólo sugestión, más tarde comprobaremos que es pura realidad.
La visitaComenzamos la visita desde el parque-jardín que comunica la parte baja con la parte alta del pueblo. Es un parque empedrado, con caminos de tarima de madera en el que predomina el agua y su murmullo por encima de los elementos florales. Algunos bancos, una fuente y un ambiente de placentero sosiego nos envuelve. Todo es frescor. Tomamos la calle Pilar, en cuesta ascendente, y apenas a veinte metros nos topamos a la izquierda con un palacio del siglo XVI. Es una construcción curiosa con muros de piedra muy oscuros en contraste con la blancura
de los marcos que rodean a las ventanas. Es un edificio sencillo, en el que sobresale una torre cuadrada a la que se adosa un cuerpo rectangular construido de la misma manera. Los textos dicen que se construyó al estilo nazarí y conociendo este dato es cierto que nos remite a esa época. El interior está ocupado en la actualidad por las dependencias del ayuntamiento benahavileño. Continuamos adelante y llegamos a la plaza de España. Ya comenzamos a comprobar una de las características ineludibles de Benahavís: la enorme profusión de restaurantes y recintos hosteleros que ofrecen sus menús a los visitantes entre un amplísimo surtido de exquisiteces. Muchos de estos visitantes ya toman el aperitivo en algunas de las mesas, protegidos del sol bajo sombrillas coloristas. Subimos, por una calle a la derecha, hasta la vía principal, donde se encuentra la parroquia de la
Virgen del Rosario. En la
calle principal hay un estanco y una oficina de correos donde adquirir la preceptiva postal y el franqueo necesario para realizar el envío. Junto a la oficina de correos se encuentran una de las dos escaleras de acceso a la plazuela de entrada a la iglesia de la Virgen del Rosario. Sorprende su interior por la sencillez inmaculada, por su blancura sin parangón. Preside el altar mayor un gran mosaico realizado en piedra, a los laterales, unos paneles confeccionados con azulejo relatan la historia de la Pasión. Es una iglesia de formas muy definidas, muy simples y que la dotan de cierta
trascendencia, de un misticismo puro que no se deja distraer. Salimos.
La parte más moderna de Benahavís ha sabido adaptarse al fondo y forma de la parte más antigua, así, la mayoría de las construcciones aledañas al centro histórico son también casas blancas bajas con rejas de forja en las ventanas y umbríos patios con fuentes. Callejear por Benahavís es necesario antes de escoger un lugar donde comer, tapear o cenar. Es tal la oferta que mientras paseamos anotamos mentalmente aquellos platos, menús y precios que nos gustaría probar en otra ocasión. Pero la decisión ya la hemos tomado de antemano.
La comida: un homenaje en Los AbanicosOptamos por el restaurante Los Abanicos, situado en la calle Málaga. Nos decidimos por él por ya conocido y por saber de su calidad. No es barato, pero merece la pena con creces. Un servicio excelente, una carta completísima y una especialidad en carnes a la brasa y grill de primer orden. Antes de pedir, un aviso... Todos los platos de carne llevan guarnición de patatas fritas caseras, verduras al vapor y arroz basmati con perejil y ajo o pasas, además en el acompañamiento se sirve paté y pan de ajo, así que ¡¡cuidado con las cantidades que se piden!! A esto hay que sumar que las
raciones son generosas. Para dos personas, un plato para cada uno y un entrante para compartir es más que de sobra. Los precios oscilan entre los 8 euros de unos boquerones en vinagre hasta los 28 euros de un chuletón de ternera roja. Pedimos una ensalada caprese (tomate, queso, aguacate, albahaca y lechuga rizada con una emulsión de vinagre de módena), 9 euros; cochinillo (una de las especialidades y recomendaciones de la casa), 22 euros; entrecot a la brasa, 14 euros; 2 botellas de agua, y tres tercios de cerveza; total, al que se suman los cubiertos: 69,55 euros. La ensalada caprese está deliciosa, delicada y fresca, el cochinillo jugoso y con la piel crujiente, el entrecot en su punto. La reflexión del pago la hacemos a tripa llena, ¿ha merecido la pena? Rotundamente sí. Un homenaje tampoco se realiza todos los días.
Un paseo hasta el parque de Torre LeoneraPara bajar la comida optamos dar un buen paseo que nos llevará por el jardín que hemos visto al principio, hasta la circunvalación del pueblo, hasta el parque de Torre Leonera, un hermoso espacio de hierba mullida, bancos a al sombra, olivos centenarios y aparatos de gimnasia para los más pequeños y para los mayores. Consta además de un pequeño anfiteatro y un pequeño lago que ayudan a refrescar el ambiente. Presidiendo el parque, la torre que le da nombre, Torre Leonera, una de las tantas que conformaban el cinturón de seguridad que rodeaba Benahavís en los tiempos de lucha entre musulmanes, entre cristianos y moriscos, entre tropas napoleónicas y ejércitos regulares españoles. Ahora, esos tiempos paracen olvidados, y Torre Leonera nos ofrece la mejor de sus caras, apacible, silenciosa, lejana y tranquila.
Despedida
Regresamos hasta donde se encuentra estacionado el coche. El paseo nos ha despejado y despedimos Benahavís con la sensación de dejar atrás un buen lugar. La carretera serpenteante nos atrae de nuevo y escuchamos la cadencia del viento internarse desde las angosturas hacia el nacimiento del Río Guadalmina. Nos invade cierta sensación de júbilo y comunión con la naturaleza. Escuchamos la melodía de ese Hamellin que nos pide regresar. Y regresaremos.
Consejos y enlaces de interés
Deporte de aventura: Benahavís tiene en el río Guadalmina uno de los focos de interés más destacados para realizar turismo activo. El descenso del río, apto para principiantes, lo convierte en destino muy atractivo. Empresas como Exploramas o Aljibe ofrecen a las personas interesadas el material y los guías necesarios para realizar esta excursión atrevida.
Los restaurantes: La oferta gastronómica de Benahavís es muy muy extensa y con presupuestos ajustados para todos los bolsillos. La mejor recomendación es dar un paseo por las calles del municipio y echar un vistazo a las cartas y menús que nos ofrecen. La gran mayoría de locales ofrece al visitante calidad.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la complementamos con la página web municipal de Benahavís.
Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.
Publicado por Israel Olivera en 0:01 8 comentarios
Etiquetas: angosturas, Benahavís, castillo, cochinillo, Costa del Sol, descenso, gastronomía, Málaga, Montemayor, río Guadalmina
23 CAÑETE LA REAL: HINS QANNIT, LA MIRADA DEL VIGÍA
martes, 15 de septiembre de 2009
Hins Qannit se llamaba con su otero almenado como testigo y vigía del paso del tiempo. Hins Qannit de moros y cristianos, de guerras y fronteras. Hins Qannit de pasado convulso y presente adictivo. Hins Qannit que hoy se llama Cañete la Real. Hins Qannit con la imagen de la campiña a sus pies. Hins Qannit a la que se rindieron los árabes a la que se rindieron los castellanos, a la que se rinde hoy el viajero. Hins Qannit que conjuga el pasado y el presente en una fusión deliciosa. Cañete la Real para descubrirse, para disfrutarse. Cañete la Real que fue Hins Qannit.
Aproximación y primeras impresionesDenso y profundo amarillo, cereal y olivo que nos acompaña en el camino a Cañete la Real. Los modernos y quijotescos molinos mecen sus aspas al compás que les marca el viento. Las lomas, ondulaciones breves que ascienden y descienden con suavidad, transmiten una sensación de profunda serenidad en este paisaje que fue terreno fronterizo repleto de batallas y sangre, de guerras inacabadas, de posesiones moras y árabes y castellanas y cristianas y vuelta a empezar. Cerros que vieron crecer a la romana ciudad de Flavia Sabora entre el perfume del trigo aventado. Así, se asoma Cañete la Real acunada entre dos montañas como un manchón blanco sobre su falda. Destaca entre el caserío la torre cuadrangular, sólida, seria, enhiesta e imaginamos allí arriba, encaramado la pose estatuaria de un vigía, quizá del propio Omar Ben Hafsun oteando el horizonte. Según nos acercamos al casco urbano el horizonte se torna apabullante, ante nosotros se extiende la campiña que precede a la comarca antequerana.
El espectáculo de la arquitecturaSeguimos las direcciones que nos llevan hasta el centro del casco urbano y a la vera de la iglesia de San Sebastián estacionamos el coche. Un tramo más adelante se encuentra la plaza del ayuntamiento y en la misma calle también se pueden encontrar algunas plazas libres donde aparcar. Salir del coche y quedar gratamente sorprendidos es todo uno. A izquierda y derecha se erigen diversas casas de fachada señorial, casas del siglo XVIII majestuosas y cuidadas al detalle que impresionan por su estado de conservación y su poderío. En esa misma calle, la esquina
izquierda está ocupada por una de las paredes laterales del convento del Santísimo Sacramento. A nuestra espalda, despegando hacia el cielo se encuentra la iglesia de San Sebastián un edificio casi etéreo que destaca por los colores grana y albero intenso de la portada y la torre y los ribetes de azul que marcan un fuerte contraste con el resto de los pigmentos. La entrada a la parroquia preside la calle y la transforma en una suerte de antesala de la misma. Su interior, de profusa decoración, está repleto de frangancias florales. El altar mayor decorado con la delicadeza previa a las fiestas de la Santa Patrona la Virgen del Cañosanto que se celebran el tercer fin de semana de septiembre y que han traido hasta la iglesia ramos y ramos de flores. El templo, con sus camerines decorados al detalle, no resulta exagerado ni artificioso. Y ésta es quizá una de las cualidades que presiden Cañete la Real, todo resulta afable y natural, desde su posición estratégica y arquitectura destacada hasta las ganas de agradar de sus gentes. Charlamos con una feligresa que nos explica que esta misma noche, a las diez, se rezará una novena, que la iglesia se llena y que entonces, iluminada, cobra realmente todo su esplendor. Después de sacar
varias fotografías, salimos al exterior, de nuevo a esa calle señorial que resulta casi apabullante. Nos llama poderosamente la atención una casa de fachada azul, algo desvencijada, pero que con su balconada de cristales emplomados asomada a la calle y su aire indiano nos subyuga. Su color, su estructura, el patio que podríamos adivinar en su interior atrae como un imán. Destaca entre todas ellas, todas blanco puro, precisamente por su color azul que nos remite al cielo y al mar y que, pese a su estilo, completamente castellano nos hace recordar algo del mundo andalusí. Continuamos caminando por la calle y, accedemos a la plaza de Andalucía, rodeando el convento del Santísimo
Sacramento y Sta. Teresa de Jesús de las monjas carmelitas, fundado en el año 1662. La puerta al convento permanece entornada y sabemos que se pueden adquirir dulces. El torno permanece abierto de 09:30 a 13:00 horas y de 16:45 a 18:30 horas. En una placa situada en el hall de acceso y sobre la entrada al torno donde se depositan las compras realizadas se solicita que las peticiones se realicen dentro del horario de torno y a ser posible los domingos, así que optamos por no molestar la calma de las carmelitas y continuar nuestro recorrido por Cañete la Real.
Camino del CastilloDesde la plaza de Andalucía, donde a la derecha se sitúa el ayuntamiento de Cañete se puede acceder al castillo por tres direcciones. La que está indicada y que es aconsejable si se quiere subir en coche u otras dos. La primera de ellas es atravesando un arco que precede a una calle ascendente y empedrada, situada tras una estatua con la Virgen del Cañosanto, patrona del municipio. Se cruza el arco y tras caminar de veinte a treinta metros se llega a una bifuracación con una curva que hace un giro de casi 180º o que continúa hacia adelante. Debemos tomar la curva, adentrarnos en la calle Porras, donde a la izquierda veremos la verja de entrada al castillo. No tiene perdida porque vamos a caminar continuamente a su sombra. La segunda de las opciones es continuar caminando por la calle del ayuntamiento hacia adelante y tomar la primera a la derecha, la calle Porras que dobla, nuevamente a la derecha, de esta manera, también encontraremos la verja de entrada. Tanto por un camino como por otro no se tardan más de diez minutos en ascender hasta el que fuera probable origen de Cañete la Real, el castillo de Hins Qannit.
Hins QannitLas vistas desde esta atalaya que es el castillo imponen. Imponen por su majestuosidad y por lo inabarcable que parece el horizonte. La vista que cuando nos aproximábamos a Cañete la Real teníamos del municipio, la captamos ahora a la inversa. Somos nosotros, desde lo más alto los que estamos encajonados entre dos montañas, somos nosotros los vigías, casi los hijos y herederos del rebelde Omar Ben Hafsún. Se extiende ante nuestra mirada parte de la llanura cerealista que precede a la comarca antequerana, cerrando la línea del horizonte, una imponente hilera de montañas. Hemos visto algunas fotografías desde el mismo lugar que ahora ocupamos. Es invierno, los tejados de Cañete, cargados de nieves, el color grana de la iglesia refulge como una brasa, la llanura que se extiende ante nuestra vista, como un enorme colchón blanco. Debe ser espectacular. Ahora nos muestra el paisaje del último retazo del verano y los amarillos y ocres priman por encima del resto. Estamos enrocados sobre las almenas y las murallas del castillo
restaurado y reconstruido. Leemos los paneles explicativos que detallan las funciones de cada parte del recinto y, poco a poco, llegamos hasta el lugar que ocupa la Torre del Homenaje. Un imponente torreón cuadrangular de ventanas muy pequeñas y que se convierte en otero principal del pueblo. En su interior nos espera el Centro de Interpretación "Los Vigías del Territorio", un completo e intenso recorrido por el patrimonio histórico de Cañete y de la comarca del Guadalteba. En el centro nos acoge Gerardo, uno de los guías del centro y nos ofrece la posibilidad de acompañarnos. Aceptamos. En la primera planta realizamos un completo recorrido por la prehistoria y por la ciudad romana de Flavia Sabora, que fue por un tiempo la prolongación de Hins Qannit en la vega. Más próxima al agua, más próxima a los cultivos. Con las revueltas y las luchas fronterizas, los habitantes regresan a las alturas donde permanecen mejor y más guarecidos. Aquí podemos observar diversas monedas y utensilios de la época. En el segundo piso nos acercamos al mundo de Al-Ándalus a través de los objetos de uso cotidianos expuestos. Monedas, agujas, dedales, vasijas y ánforas. Gerardo nos explica todo con paciencia y detalle hasta la llegada de una veintena de moteros talluditos que reclaman su presencia para realizar la visita. Continuamos en la tercera
planta por nuestra cuenta y vemos las réplicas de algunas armas de asedio, auténticas obras de ingeniería al servicio de la guerra. En las paredes se hace un recorrido por los diferentes castillos de la comarca y la historia de revueltas permanentes que protagonizaron durante años. Vemos un documental de diez minutos que nos relata la historia de Cañete la Real y sus diferentes enclaves y épocas. A la salida nos cruzamos con los moteros y nos despedimos de Gerardo que ya nos había pertrechado con abundante documentación a la entrada. Este castillo es un ejemplo de recuperación y rehabilitación de un espacio y de su aprovechamiento para el visitante y el vecino como un recurso cultural y turístico más. Los horarios son: de martes a sábados de 11:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00 horas; los domingos de 10:30 a 14:30 horas; y los lunes permanece cerrado excepto festivos. El teléfono para consultas es el 952.71.34.75.
Descenso, el convento de San Francisco y la discotecaPara bajar al centro del pueblo, optamos por tomar la calle Porras y acceder así a la calle del ayuntamiento. Perderse por este dédalo intrincado es una delicia. La gran mayoría de las casas se encuentran en perfecto estado, cuidadas, mimadas, se dejan entrever algunos patios interiores a través de las puertas abiertas, umbríos, frescos, repletos de flores y macetas. Los vecinos y vecinas nos saludan amablemente al paso. Las calles empedradas acentúan este aspecto un tanto señorial que posee Cañete y algunas guirnaldas que preceden a la
fiesta del próximo sábado ponen el toque desenfadado. Llegamos hasta el ayuntamiento y dejamos a la derecha los pósitos municipales que están en fase de rehabilitación. Descendemos por la calle Conde de las Infantas hasta llegar a la plazuela que precede a la entrada del convento de San Francisco. Un edificio robusto y serio, sin concesiones ni alharacas. Con una espadaña sin campana y una puerta con un dintel sencillo. Hay una placa junto a ella. Leemos que el convento tuvo adosado un claustro que se utilizó durante varios años como discoteca hasta que el ayuntamiento de Cañete lo compró para destinarlo a usos culturales. El paseo nos ha abierto el apetito, así que ascendemos la pequeña cuesta que nos ha llevado hasta el convento y entramos en un bar: Bar Andaluz.
El almuerzo y la charla en el Bar Andaluz
Antes de comenzar el relato de los hechos, pedimos disculpas por no publicar fotografías del almuerzo. Las consumiciones fueron saliendo una tras otra y la charla con el dueño del bar, Juanma, nos hizo olvidar la cámara fotográfica. El Bar Andaluz es una tasca típica y popular, varios cañeteros y visitantes se dan cita en la misma y piden cervezas a tercios y quintos acompañadas de tapas variadas. Es un establecimiento bullicioso, alegre, de ambiente distendido, de hablar alto y desenfadado. Pedimos dos cervezas, quintos, y una tapa de morcilla y una de caballa. - No tenemos morcilla, pero tengo una longaniza ibérica que quita el sentido, - nos informa Juanma. - Pues sea longaniza entonces, por cierto ¿qué son mogollones? (aparece en la pizarra de pedidos y no logramos identificar qué tipo de producto es). - Pimientos morrones, a mogollones para acompañar la tapa- contesta ufano el encargado. Entablamos conversación con Juanma y nos comenta que Cañete es un pueblo que merece la pena ser visitado, que el próximo sábado es la feria y que el municipio se pone impresionante de ambiente, de gentío. Mientras conversamos se deja caer una tapa de anchoas, otra de queso de Navarra, dos cervezas más, esta vez tercios. Se nota que Juanma ama su pueblo. Atiende a unos y a otros y regresa de nuevo con nosotros a seguir la charla. Le contamos en qué consiste el proyecto de El Color Azul del Cielo y nos dice que dejemos bien alto el nombre de su pueblo. Insiste y le aseguramos que recomendaremos la visita a Cañete la Real de todo corazón, además, como diría el propio Juanma - A un amigo, lo que haga falta. Seguimos charlando y seguimos y seguimos y pensamos que este próximo sábado, tercero del mes de septiembre, quizá sea una buena idea acercarse a la feria de Cañete la Real.
Recomendaciones y enlaces de interés
Más visitas: En Cañete la Real también se puede visitar la pedanía de Ortegical donde se ubican una torre vigía y un puente romano en las inmediaciones de lo que antiguamente fuera Flavia Sabora.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, a la que sumamos la página web municipal de Cañete la Real y la de la Red de Patrimonio del Guadalteba.
Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.
Publicado por Israel Olivera en 0:01 8 comentarios
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