Y no es un abismo, sino un abrazo lejano y frío. El viento recorre este falso llano que fuera en lo antiguo cuenca de glaciares, espumean las lágrimas en la comisura de los ojos y cortan la piel las ráfagas de aire matinal, refrescando el ambiente, deshelando el rocío, delicado. El cielo, despejado y azul y rotundo, acoge las evoluciones silenciosas de los buitres leonados que parecen circunnavegar alrededor de los picachos. Cimas grises y desgajadas, a punto de desmoronarse, cincelando figuras
imposibles. Combina el paisaje lo abrupto de sus picos informes con la suavidad dúctil de la cuenca glaciar, un llano que se extiende hasta el horizonte y que se combina con otro llano y con otro, salpicado de encinas retorcidas y centenarias, de ganado vacuno, ovino, porcino, pastoreando en semilibertad. Una senda atraviesa el corazón de los llanos como un enorme costurón, una cicatriz olvidada desde tiempo inmemorial y que modela un paisaje que parece imposible, pero que ahí, aquí, bajo nuestros pies, es perfectamente real. Tierra de grietas y hendiduras, de lapiaces y poljes, de simas y oquedades. Esto es el Parque Natural Sierra de Grazalema y estos son los enigmáticos Llanos de Líbar.
Una aproximaciónLos glaciares, lenguas gélidas de hielo en movimiento, modelaron el paisaje kárstico de Grazalema a su antojo, sin prisa, con la sabiduría que da tiempo y la fuerza indescriptible. El hielo se transformó en agua y sus filtraciones amasaron la tierra como levadura de rocas, partiendo la piedra, hundiéndola, resaltándola, desgajándola hasta crear un paisaje imposible plagado de abruptos barrancos, idílicos valles y tajos verticales. El agua, apenas un destello en superficie, se ha filtrado durante milenios, desgastando
la roca hasta producir inmensos hundimientos a los que se denomina poljes o miles de cicatrices en las cimas, a las que ha erosionado y roto formando lapiaces. Precisamente los Llanos de Líbar constituyen uno de los poljes más importantes del parque natural y uno de los más destacados de Europa. Recovecos entre los que se esconden los corderos, donde anidan los buitres leonados y las águilas. Agujeros en los que se abrigaron los guerrilleros de la Independencia, los bandoleros del XIX, los
maquis del XX. Pastan las vacas retintas sobre el paraje, ramonean las ramas bajas, brotes verdes de las encinas, engordan los oscuros guarros ibéricos a la sombra de la dehesa. Y la Grazalema malagueña va más allá de los Llanos de Líbar para discurrir a la vera del Guadiaro, recorriendo los términos municipales de Jimera, Benaoján y Cortes de la Frontera; o se sumerge en la tierra en el Hundidero montejaqueño para asomar cuatro kilómetros más allá en la Cueva del Gato de Benaoján, formando un complejo espeleológico de primer orden; o nos muestra un pez dentro de un pez o un hombre con alas en la Cueva de la Pileta. La Grazalema de Málaga es impresionante, grandiosa, diversa y diferente. Hoy nuestro caminar nos lleva a los Llanos de Líbar, un lugar de fuerte impresión telúrica, donde el ser humano parece ser no más que una mota de polvo.
Parque Natural Sierra de GrazalemaComo un pan de hogaza que se desmiga, vayan aquí los números del Parque Natural de Grazalema. De sus 51.695 hectáreas, 14.900 corresponden a la provincia de Málaga y de estas, 4.556ha a Montejaque, 4.531ha a Cortes de la Frontera, 2.9191ha a Ronda, 2.152ha a Benaoján y 742ha a Jimera de Líbar. Se distribuye la extensión como un puzle administrativo del que la naturaleza no entiende y brinca el parque natural de una municipalidad a otra, de una provincia a otra sin solución de continuidad, formando un todo
que va más allá de las particiones institucionales.
Desde 1977, Grazalema está contemplado por la UNESCO como Reserva de la Biosfera y desde 1984 como Parque Nacional. Son trece los municipios que la configuran además de los malagueños Benaoján, Montejaque, Cortes de la frontera, Ronda y Jimera de Líbar ya citados, se incluyen los gaditanos Grazalema, Zahara de la Sierra, Villaluenga del Rosario, Benaocaz, Ubrique, El Bosque, Prado del Rey y El Gastor.Y más números. La altitud máxima del parque se localiza en El Torreón con 1.654 metros de altitud y la más baja, 289 metros, localizada en el municipio de El Bosque. Entre ambas solo distan 10 kilómetros, con lo que se puede trazar un perfil abrupto, con un desnivel impresionante en el que las sendas y carreteras se retuercen de manera permanente sobre sí mismas.
El ser humano ha poblado estas tierras desde antaño, en la Cueva de la Pileta se han encontrado restos del Paleolítico Superior, pero es en la historia moderna donde el asentamiento se hace definitivo con los romanos, árabes, cristianos… Estos riscos y valles fueron testigo y escenario de cruentas batallas en la Guerra de la Independencia contra Francia, posterior abrigo de bandoleros en el siglo XIX y escondrijo de maquis durante la dictadura franquista. Pero si algo ha permanecido ha sido la labranza y el pastoreo. Siempre el ser humano ha logrado el punto de equilibrio entre producción y sostenibilidad, alimentándose
de los frutos del parque y alimentando a su vez a la ganadería que pastoreaba. Esa esencia de respeto ha modelado también el paisaje como lo ha hecho el agua. Mimando los bosques, construyendo praderas, manteniendo dehesas.
Así el hábitat de flora y fauna se ha mantenido prácticamente inalterable desde allende los tiempos. El visitante podrá contemplar cerca de 1.300 especies de plantas superiores entre las que se encuentran el algarrobo, encina, quejigos, acebuches, alcornoques y un resto mínimo de pinsapo, además de malvas, candiles, aulaga, cardo, amapola, tomillo, sabinas y en la vera de los ríos álamos, sauces y olmos. Del mismo modo, la fauna no se queda atrás en la catalogación y reinando la cabra montés y el buitre leonado, se encuentran el zorro, nutria, corzo, ciervo, águilas reales, perdiceras y pescadoras, búho real, milanos negros, alimoches e incluso el halcón peregrino.
Y llueve, llueve mucho, en abundancia, como un torrente, situando el índice pluviométrico por encima de los 2.000 litros anuales por metro cuadrado. Uno de los lugares más húmedos de España, por encima, incluso de muchas zonas más septentrionales.
Con todos estos elementos se ha configurado un paisaje insólito, densamente poblado por flora y fauna, en el que el ser humano ha incidido con respeto y en el que la naturaleza muestra su dignidad y su carácter más indómito, aún sin domesticar. Los Llanos de Líbar son un ejemplo de todo ello, de esta combinación aparentemente imposible que enriquece el viaje y el paisaje.
Los Llanos de LíbarUna senda serpea en el corazón del polje. Se asemeja al trazo que un niño hubiera dibujado en la arena. Suave y sinuosa, escoltada por castillos de arena, por lapiaces. Modelada por el agua como si una lengua de mar se tratara. El ser humano empequeñece, se desdibuja
ante la magnitud del
fenómeno geológico, resulta imposible siquiera imaginar la contundencia de las fuerzas que han sido necesarias para crear este paisaje cuasi lunar. Desde la “montaña perdida”, Montejaque, nombre que le dieron a este pueblo los árabes, parte un humilde camino
de tradicional paso de ganado. Comunica el municipio del Hundidero con el vecino de Cortes de la Frontera a través de Los Llanos de Líbar que 10,5 kilómetros más allá, en la profundidad de la Sierra de Grazalema se transformarán, junto a una fuente, en los Llanos del Republicano. Sendas y caminos que
discurren por un valle tallado en la piedra, un valle que abre sus entrañas al cielo azul, un valle de llanura imposible al que los geólogos denominan polje y que las palabras mundanas se quedan cortas para describir.
Partimos desde la parte norte de
Montejaque, detrás del Hostal La Cabaña, donde encontramos el panel informativo de la ruta con una somera descripción que nos pone sobre aviso sobre el espacio tan especial que vamos a recorrer. Tras una primera subida, por la sierra de Juan Diego llegaremos al Llano de los
Almendros, de ahí, a través de un lapiaz impresionante, hasta el llano y dehesa del Pozuelo, de ahí a travesaremos un encinar centenario, para parir en el Llano de Líbar, tras el cortijo del mismo nombre, desde el que caminaremos por una llanura que parece no terminar hasta llegar
a la Fuente de Líbar, donde se cambia el nombre por el del Llano del Republicano. El camino discurre por pista en su totalidad, mejor o peor conservado para acceder con automóvil, pero siempre adecuado para hacerlo a pie. Es costumbre cruzar la primera parte, algo más
dura, hasta el encinar, estacionar el coche allí y caminar hasta el final del sendero. Es una opción, pero ir descubriendo gradualmente el paisaje es uno de los mayores atractivos de esta ruta.
Es un sendero que se disfruta quitándole capas, observando su interior siempre cambiante, perfilando con la yemas de los dedos las formaciones imposibles (y que tanto recuerdan al Torcal) que el lapiaz recorta contra el cielo; oteando el vuelo majestuoso, casi estático de la gran colonia de buitres leonados; caminar junto al ganado retinto que pasta libre, que ramonea los brotes verdes de las encinas; escuchar el balido de un cordero minúsculo, de anuncio, que camina junto a su madre, asustadizo; contemplar la aparente agresividad de las piaras de cerdo ibérico que se alimentan tras las vallas protectoras; querer ver mil figuras en las encinas retorcidas que saludan en la dehesa, internarse en sus troncos huecos,
centenarios; ver como el sol se refleja en las rocas lisas de las cimas, como un espejo pétreo imposible; intentar contabilizar los matices de grises que pintan el paisaje que nos rodea; asemejar el tractor que labra la tierra oscura a un inmenso caballo mecánico del far west; sentir el
viento frío que corta la piel del rostro cuando abandonamos el abrigo de la dehesa arbolada; quedar atónitos al descubrir el último llano, como la promesa de una llegada a término, un circo abierto al cielo, pespunteado por el filo de las rocas picudas que lo rodean, salpicado de motas ocres en
forma de ganado, pisar su hierba mullida y suave, aspirar el aroma de la naturaleza con súbita intensidad; y el regreso, silencioso y mágico, que nos permite sentir la fuerza telúrica que desprende este lugar, la conexión que nos une a la tierra, la sensación de formar parte de un todo, siendo tan solo una partícula minúscula; y por su puesto lo más prosaico y trivial, un rito obligado de caminantes, el almuerzo bajo una encina, sobre un bancal de madera, parapetados tras un muro natural de piedra, el perfume de la tortilla de patata, la contundencia del embutido, de los dulces marroquíes, de la buena compañía, de la charla desenfada y profunda, de la sensación de sentirse libre y uno con el entorno.
Con los sentidos afinados regresamos, sintiendo la tibieza del sol que cae, que se mece sobre el horizonte, como una compañía amigable que nos echara un brazo sobre los hombros.
Dejamos los Llanos de Líbar con una promesa a flor de labios. Volveremos.
DespedidaAbrazar las montañas, un sueño inabarcable, solo imaginar las figuras que el lapiaz, que el karst dibuja sobre el horizonte, permitir que los llanos nos lleven más allá de las fronteras de los municipios, que formen sus propios hitos a base de bosques apretados, campos imposibles, cimas inconcebibles. La Grazalema malagueña es insólita y provocadora, llama al descubrimiento, al disfrute, al paseo, al sendero y a la aventura, a vivirla con intensidad.
Enlaces de interés e información útil
Otras rutas senderistas en la Grazalema malagueña: Además de la ya mencionada aquí de Los Llanos de Líbar, la Sierra de Grazalema ofrece otras rutas en la provincia de Málaga como: La Cueva del Gato, Río Guadiaro, Camino de Huertas Nuevas, Camino de la Dehesa, Camino de la Fuente, Camino Viejo de Ronda, Cañada del Olivar, El Pimpollar, Hundidero.Complejo Hundidero-Gato: “A principios del siglo XX, se gestó la idea de construir una presa en el río Gaduares, justo antes de su desaparición por la sima del Hundidero con la intención de crear una fuente permanente de energía electrica. Tras diversos estudios y acondicionamientos de carreteras la presa se construyó aprovechando las estribaciones del tajo del Hundidero, una auténtica herida abierta en el campo que desciende hasta la apertura del sistema de Hundidero-Gato. Pero el aliviadero de la presa nunca llegó a funcionar. La presa nunca se llenó. Las dos llenadas más grandes registradas fueron las de 1941
y 1947. ¿Cuál era la causa? Los ingenieros que construyeron la presa no tuvieron en cuenta las filtraciones. El agua acumulada en el embalse se filtraba gracias a la porosidad de las rocas y hacía que el río siguiera alimentándose más abajo. Un fallo de previsión que dejó como testigo inmutable e impresionante el sistema de muros de contención de una presa vacía. Aún con todo, los ingenieros no cejaron en su empeño y pusieron otro ingenuo plan en marcha: impermeabilizar la entrada al sistema hídrico del
Hundidero Gato, es decir, intentar impermeabilizar una sima de 5 kilómetros de largo. Así, en 1929 se dispusieron dos cuadrillas de 10 hombres cada una que entrarían a la vez por El Hundidero y su desembocadura en la Cueva del Gato para inspeccionar la cavidad hasta entonces nunca atravesada. Las dos cuadrillas, armadas con lámparas de carburo, escalas de cuerda y barcazas construidas con bidones vacíos tardaron 30 días en recorrerla. Se encontraron en el centro de la cueva, localizándose a base de voces. Relataron, tras encontrarse y salir de aquel sistema de cuevas, las bellezas que
encontraron en su interi
or. Era una sima de extrañas formas, elaboradas por el paso del agua a través de los siglos, una maravilla geológica que se ha convertido con el paso de los años en uno de los atractivos más destacados para los amantes de la espeleología. En septiembre de 1929 quedó concluida la obra del camino interior de la cueva. Pero el agua, pese al intento de taponamiento de las grietas siempre buscaba nuevos recorridos para escapar. La Guerra Civil terminó con la idea de continuar con este proyecto faraónico y hoy día es paraíso de aventureros y espeleólogos. Las personas que han transitado esta enorme cañería natural cuentan cómo aún se observan indicios de aquellos trabajos infructuosos. Escaleras de madera derruidas, algunos puentes y diversos restos de actividad humana. El fracaso fue evidente, y ahora sólo queda ese monumento de la petulancia del ser humano y de la victoria de la naturaleza”. Fragmento extraído de este mismo blog y correspondiente a la entrada 14 MONTEJAQUE: Asomada al abismo del Hundidero.
Enlaces de interés: Toda la información aparece en la página web del Patronato de Turismo de Málaga - Costa del Sol y en la web especializada de la Junta de Andalucía, la Ventana del Visitante. Los ayuntamientos de Jimera de Líbar, Ronda, Cortes de la Frontera, Montejaque y Benaoján lo incluyen en sus webs. En las entradas correspondientes a los cinco municipios en este mismo blog también se puede encontrar información útil para su visita, gastronomía, patrimonio histórico y cultural, actividades, rutas senderistas, etc. Se pueden encontrar en el buscador que aparece a la derecha
Fotografías: Se muestran en este apartado la colección completa de fotografías correspondientes al post.
Ubicación: En este mapa de Google se puede referenciar el lugar de este Paraje Natural Protegido.
Ver El Color Azul del Cielo "Espacios Naturales de Málaga" en un mapa más grande
Gracias a Paco y a Sara por la compañía, la siempre animosa charla y por el avituallamiento.
EN / 18 GRAZALEMA: La cicatriz del agua
martes, 13 de diciembre de 2011
Publicado por Israel Olivera en 0:01 2 comentarios
Etiquetas: Benoján, Costa del Sol, grazalema, Montejaque, Parque Natural, Ronda, rutas senderistas, senderismo, Serranía de Ronda, Sierra de Grazalema, turismo activo, turismo rural
EN / 15 ACANTILADOS DE MARO - CERRO GORDO: Mascarón de proa
martes, 1 de noviembre de 2011
Hunde su proa en el mar la Sierra de Tejeda Almijara, como un mascarón de barco pirata espumeando sobre las olas. La verticalidad de sus paredes y la elasticidad del mar se funden en un instante único, en una foto fija, donde parece que el barco vaya a remontar de nuevo y cabecear sobre las olas, cabalgar sobre ellas, como si la sierra quisiera escapar a su destino. En esa lucha titánica del Mediterráneo con la feroz montaña hay un claro vencedor, el Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo. Ese espacio ambiguo y brutal que se mece entre el poder erosivo del mar y la
contundencia de la montaña que se sumerge en él. Mientras, el paisaje muta según los caprichos del Mediterráneo y cambia, muta, se mueve, se transforma, se reinventa ofreciendo al visitante un panorama distinto sujeto a sus veleidades. Si el mar está calmo, nos mostrará un rostro amable. Si el mar, enfurece, nos enseñará su rostro fiero. Abandonamos tierra firme para someternos al antojo del Gran Azul.
Una aproximaciónSe forjan en esta franja costera un ecosistema y paisajes excepcionales. Abandona el paisaje la suavidad a la que la Costa del Sol nos tiene acostumbrados para crear un lugar único, en la que la comunión entre el mar y la sierra se hace más que singular, radical, combinando los barrancos cortados a pico y de formas caprichosas con el paisaje marino más vital. Entre los vericuetos que dejan las rocas, se encuentran playas de piedra fina, de aguas límpidas y transparentes, de difícil acceso. Estas características las dotan de una exclusividad solo
disfrutada por conocedores y por algunos de los últimos hippies costasoleños, que hacen de sus juncos y carrizos hogar incluso en los breves inviernos de Málaga. Hay al menos dos rutas senderistas que permiten disfrutar de los acantilados desde la orilla, desde la montaña, desde la costa, pero donde se exprime todo el potencial del paraje es cuando se vive y se contempla desde el mar. Roque
ar en kayak por entre sus cortados, palear por estrechos pasadizos, nadar en sus remansos, hacer snorkel al bies de sus calas, sentir el poder del mar bajo la embarcación, percibir las vibraciones del mar, convierten la experiencia en única. Para realizar este reportaje nos pusimos en contacto con la empresa Educare Aventura, radicada en la
Playa de Burriana, en Nerja, y que realizan todo tipo de actividades durante todo el año, las rutas en kayak por los acantilados incluidas. Si se visita la página web www.educare-aventura.com se puede encontrar toda la información. Pero antes, los datos del Paraje Natural de Los Acantilados de Maro – Cerro Gordo.
Paraje Natural de Los Acantilados de Maro – Cerro GordoPisamos territorio ZEPIM, es decir una Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo, pues así catalogaron al Paraje Natural de Maro – Cerro Gordo las Naciones Unidas. Tal es la importancia de este ecosistema particular. Tiene un recorrido de que abarca una estrecha franja de 12 kilómetros y penetra una milla
en el mar de Alborán, con 395 hectáreas terrestres y 1.415 marítimas. Incluye, además, 2 provincias, porque sus límites se sitúan en la malagueña Nerja y en la granadina Almuñécar. Cuenta con un microclima semiárido que favorece la aparición de especies poco usuales en las proximidades del mar, de hecho es el único lugar en el mundo en el que se encuentran juntas la olivilla y el boj.
A estas dos especies hay que sumar el pino carrasco, los cultivos agrícolas en las terrazas de los acantilados que casi cuelgan sobre el mar, el lentisco, el enebro y algarrobo, el acebuche y el palmito, el cambrón y el arto. Como curiosidad, también se pueden avistar romeros marinos, siemprevivas de los acantilados o hinojo marino.
Todo ello en lo que se refiere a la flora terrestre ya que uno de los grandes tesoros de este espacio natural se encuentra en el mar, en sus grandes praderas de posidonias, de fenerógamas marinas, que alfombran de manera endémica en Mediterráneo. Estas posidonias que conviven con estrecheces en la compañía del ser humano, que tanta pesca irresponsable ha arrancado de los fondos marinos como un manojo de malas hierbas. Una pena, porque al rebufo de las posidonias, el mar de Alborán y el
paraje de los acantilados de Maro ofrecen cobijo para centenares de especies marinas amenazadas como esponjas marinas, corales y anémonas; moluscos como la lapa, la nacra y el coral naranja estrellado.
Más aún, estos cortados de la Sierra Almijara hundiéndose en el mar, albergan gaviotas y lagartos ocelados, cernícalos, halcones, camaleones y la sorpresiva, por estos lares, cabra montés. Si nos sumergimos en el mar, nuestros ojos pueden contemplar congrios y meros, lubinas, peces luna, morenas, delfines y tortugas.
La variedad inigualable que ofrece este ecosistema a caballo entre el mar y la tierra es única en la provincia de Málaga. Para disfrutar de ella plenitud se pueden hacer diferentes recorridos por tierra, cresteando sobre los acantilados en senderos marcados, descendiendo a las calas, a las playas de piedra casi vírgenes, el bosque del Cañuelo, el arenal de Cantarriján, el Molino de Papel… Pero merece la pena también acercarse a los acantilados desde el nivel del mar, percibir su altura, su poder granítico, la maleabilidad del mar, la untuosa forma con la que el Mediterráneo abraza los pies del gigante serrano hasta parecer dominarlo, domeñar su poder. Nuestro viaje hoy nos traslada al mar, al gran azul, para descubrir la majestuosa presencia de los Acantilados de Maro Cerro Gordo.
En el marEl cielo límpido, solo veteado por un jirón de nubes grises que descienden desde la montaña. El mar, azul, intenso. Con un oleaje suave. El agua, cristalina, transparente. Para realizar esta travesía hemos contactado con una empresa especializada radicada en Nerja, en la playa de Burriana: Educare Aventura. Por 15€ se facilita a los asistentes el kayak de mar, unas nociones mínimas de su
uso, gafas de buceo para practicar snorkel, monitores especializados y casi tres horas de recorrido sorteando los roquedales hundidos en el mar. Tienen dos salidas diarias en los fines de semana de otoño e invierno (siempre que la mar lo permita), una a las 11:00 horas y otra a las 16:00. En esta última, al regreso y desde el mar se pue
den contemplar unas puestas de sol grandiosas. Toda la información y contacto se puede encontrar en su página web www.educare-aventura.com.
Hoy es sábado y hemos optado por disfrutar del paseo en kayak matinal en este otoño incipiente. Inscripciones realizadas, presentaciones hechas. José y Alberto son los dos monitores que nos van a acompañar en esta travesía. Como compañeros tendremos una familia alemana compuesta por cuatro miembros (2 de ellos niño y niña no mayores de 10 años), una silenciosa chica europea, el autor de este blog de viajes y un noveno acompañante. En tierra se nos muestra cómo palear hacia adelante, cómo palear hacia atrás, cómo hacer giros. Lo básico para
poder disfrutar de la jornada. La compañía de profesionales y la sencillez del manejo del kayak hace de esta experiencia apta también para los no iniciados.
Hundimos la proa de la caravana de piraguas en el mar de Alborán. Fresco y estimulante en la mañana y bogamos rumbo levante, hacia los imponentes acantilados. En la distancia observamos cómo se recortan en el cielo, como se sumergen en el mar. Los caprichos de sus formas, que se sumergen y aparecen en forma de islotes oscuros. Las gaviotas reidoras que planean hasta posarse en vericuetos imposibles.
Con cada palada nos acercamos más. Y su monumental presencia se hace más impactante. Suena el oleaje más próximo contra las rocas. Comprobamos cómo el mar ha horadado la base de las paredes, cómo ha socavado con paciencia y constancia la granítica.
Llegamos a los primeros parajes míticos, a la Cascada de la Doncella, una cortina de agua fina, suave, que desciende desde las alturas como una película conformada de gotas. Imaginamos allí a esa doncella sirénida, reposado el lomo de
escamas sobre la roca, recibiendo el consabido baño de agua dulce. Nos hemos acercado a las paredes verticales, sentimos el poder del bajo el kayak, tocamos con prudencia los salientes rocosas que cortan como cuchillas. Las olas se han revuelto un tanto y el mar golpea con algo más de ímpetu que al inicio de la travesía. Muestran, asoman recovecos imposibles que se llena de agua
para después vaciarse con cierto estruendo. No queremos imaginar encontrarnos aquí en los
momentos en los que el Mediterráneo abandone su somnolencia para despertar con la furia de sus embates. Qué frágiles nos sentimos ante este espectáculo natural de roqueríos y oleajes.
Cruzamos el Pasaje del Silencio que se transforma en un oasis de mutismo entre la sonoridad reinante. Despacio, paleando delicadamente, apoyando los remos en las rocas para desplazarnos. Salimos de nuevo a mar abierto, siempre próximos a los acantilados que se elevan hacia el cielo. Están coronados de penachos verdes de vegetación, de las vallas de los campos sembrados que cuelgan, de colores ocres y marrones las paredes, de oscuro
granito las rocas inferiores. Se pintan algunas calas minúsculas, donde algunos supervivientes hippies costasoleños han establecido su residencia en casas hechas de juncos, hundidas en la maleza. Se les ve ventear sus ropajes, reposar mirando el gran azul desde lo alto de una roca.
Las formas caprichosas de las rocas ofrecen elementos como el Gran Genital, como el Camaleón. Roquedales esculpidos por el mar, por el viento. Dos hombres observan nuestras evoluciones desde lo alto de uno de los acantilados. Vemos a las gaviotas planear sobre nosotros, graznar. Vuelan y se posan sobre los roquedales, sobre los islotes.
El mar retumba a tramos, las escolleras naturales rompen las olas, las parten, salpican espuma. Aproximarse a los precipicios es una experiencia más que gratificante, saberse en un lugar inaccesible por otro medio que no sea este, el mar casi translúcido bajo el kayak, los fondos rocosos que juegan al escondite, el sol y el salitre.
Llegamos hasta la Caletilla, donde descansamos y reponemos fuerzas. Otras tantas casas de hippies supervivientes se alinean junto a la playa, algunos de ellos toman el sol. Sorprende, al fondo de la playa el manchón blanco de una vela armada sobre una balsa de construcción artesanal. Charlamos sobre las excelencias del paraje natural, sobre el turismo activo, sobre Nerja y sus posibilidades como centro de piragüismo en Málaga y Andalucía. Nos cuentan que aquí fue donde se rodó la famosa escena de la famosa serie “Verano Azul” en la que Pancho anunciaba a voz en cuello: “¡¡Chanquete ha muerto, Chanquete ha muerto!!”.
Nos hacemos de nuevo al mar. Nos aproximamos a los acantilados, a las rocas que parecen a punto de desmoronarse, accedemos a lugares impensables que se inundan con cada nueva embestida de las olas. Penden sobre nuestras cabezas las siemprevivas de los acantilados. Caen torrenteras hacia el mar, volcando sus aguas dulces sobre el salado Mediterráneo.
Tras un farallón, contemplamos uno de los grandes atractivos de la ruta en kayak, la Cascada Grande de Maro, una caída de agua de 15 metros de altura que se vierte al mar con toda su fuerza. La comitiva de kayaks nos aproximamos y Alberto, uno de los monitores, anima a cruzar bajo el torrente de agua. Salpica y sorprende la fuerza de la caída. Por la abertura del caño desde el que se desprende el cauce se ve a dos
montañeros dispuestos a rapelar. José me comenta que en primavera, con el agua más fuerte, resulta imposible cruzar bajo la cascada, tal es la fuerza del agua cayendo. Contemplamos. Escuchamos el sonido casi atronador. Miramos hacia arriba. Son muchos metros. Impone.
Este es uno de los tantos secretos que esconde el Paraje Natural de los Acantilados de Maro – Cerro Gordo. La combinación única entre el mar y la sierra viste a este lugar de un aire mítico, legendario, abierto a la imaginación.
De regreso, aquellos que deseen darse un chapuzón con gafas de buceo, disfrutar de los fondos marinos, de la fauna, de las posidonias, podrán hacerlo. Los más osados incluso podrán adentrarse en la Cueva del Lobo.
Paleamos con despacio, disfrutando del momento, dejando que el mediodía nos lleve. Observamos las cercas de los cultivos, a un grupo de cabras haciendo equilibrios imposibles mirando al mar. La cima de la Maroma esconde sus 2.068 metros de altura tras las nubes. Nerja se acerca a nosotros o nosotros nos acercamos a Nerja, tal es la sensación. El Balcón de Europa nos mira a lo lejos, casi se puede perfilar la efigie egregia del Rey Alfonso XII.
La playa de Burriana se agranda, paleamos a fondo, cogemos fuerza e impulso, nos adentramos en el arenal con la proa del kayak. Un sonido grrrssss-grrrssss nos indica que ya hemos abordado la playa. Descendemos. Comentamos. Nos sacamos la fotografía de rigor. Clic – Clic. El mar sonríe tras de nosotros.
DespedidaEl viento ulula entre el roquedal, rompen las olas con fuerza contra los acantilados. Una vela blanca flamea en el horizonte más próximo. Débil estructura para tan bravío Mediterráneo. Sobre ellas navega un hombre de pelo largo, de barba poblada y recia. Ataviado apenas con dos harapos. Sortea la embarcación un promontorio y se hace al mar abierto, libre. Se asemeja a un Robinson Crusoe moderno. Atrás dejaba la Caletilla, la incólume presencia de los farallones de piedra, las aguas cristalinas de Maro. Regresará. Como lo haremos nostros.
Enlaces de interés y consejos útiles
Enlaces de interés: Toda la información aparece en la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol Occidental y en la web especializada de la Junta de Andalucía, la Ventana del Visitante. Si se quiere visitar Nerja se puede recurrir a la web municipal o a la entrada de este mismo blog en el enlace: 93 NERJA: Azul e intensa. La página web de la empresa Educare Aventura nos ha servido para entrar en contacto con la misma.
Fotografías: Se muestran en este apartado la colección completa de fotografías correspondientes al post.
Ubicación: En este mapa de Google se puede referenciar el lugar de este Paraje Natural.
Ver El Color Azul del Cielo "Espacios Naturales de Málaga" en un mapa más grande
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Etiquetas: Costa del Sol, kayak, Málaga, Maro, Maro-cerro Gordo, Nerja, piragüismo, snorkel, turismo activo, turismo de aventura