Barcos en el horizonte, espejeando sobre un mar de plata líquida. Mira aquel hombre las embarcaciones que van y vienen. Se ven diminutas en la distancia. Lleva su fajín puesto, sus abarcas. Las tareas del campo han sido hoy especialmente duras. Se siente cansado. Sobre una piedra reposa y deja que el sol del mediodía le atrape los huesos, le caliente la piel. El burro pace y manea las hierbas de alrededor. El hombre dirige la mirada hacia el camino que lleva a la costa y les ve llegar. Son una pareja joven, muy joven. Pelo largo ambos,
rubísimo, casi blanco. Lleva camisa abierta de flores él, gafas de sol oscuras y grandes. El pelo recogido en una coleta que se asemeja a una cascada sobre los hombros, sombrero de paja, una sonrisa resplandeciente, ella. Saludan en un idioma que el hombre no conoce. Sonríen. Ella se acerca al burro y lo acaricia despacio. Le pasa la mano por la testuz, por la quijada. Él explica por señas al hombre que a ella le gustaría montarse. El hombre comprende pero no entiende. ¿Quién se quiere montar en un burro por placer? Asiente. Ayuda. Ella se sube y el burro comienza a andar, remoloneando. Ella se ríe, él también. El hombre sonríe y mira. Un grupo de otros diez turistas rubios, de ojos azulísimos, jóvenes, de camisas floreadas se acercan por el camino. Todos señalan a la mujer montada a horcajadas en el burro. Palmotean. El hombre mira al burro y a la mujer, luego mira al grupo. El hombre comprende y entiende. Sonríe.
Mijas, una aproximación
Abalconada sobre la Costa del Sol, Mijas es un mirador privilegiado de casas apretadas y perfume andaluz. Se aloma sobre la sierra que lleva el mismo nombre y mira de tú a tú al espejo Mediterráneo. Quizá esa posición privilegiada sobre la costa y el mar hizo que Mijas viera llegar el flujo de turistas más pronto que otras localidades próximas y así se adaptó a los recién llegados de una manera práctica y radicalmente eficaz. Es la Mijas del burro-taxi, del museo de las miniaturas, del capricho de la plaza de toros… La cabeza de puente que mostrar al turista pasajero, al de la estancia corta, a los que llegan y se van. Pero Mijas va más allá de esa apariencia. Bajo los reclamos y oropeles se encuentra un pueblo blanco, de trazado milimétricamente árabe, de calles transversales largas que se combinan con otras cortas y duras de pendiente, quebradas y torcidas. Todas ellas de blanco inmaculado, blanco sobrio de detalles pero repleto de empuje, de solemnidad, de honestidad. Saludamos hoy en este viaje a la Mijas bella y superficial y a la hermosa Mijas, honda y auténtica.
LlegadaEn los meses de repunte turístico no es sencillo aparcar en Mijas, en sus calles. El centro histórico es prácticamente intransitable en coche. Las calles se estrechan y el trasiego de viajeros y turistas es siempre numeroso. La mejor opción es estacionar en el gran parking público que, perfectamente señalizado, y en el mismo centro del municipio cuenta con diez plantas de aparcamiento. Eso hacemos y pese a la larga visita que realizamos en Mijas las tarifas no resultaron especialmente caras. Tiene la ventaja, además, de que su boca principal de salida se encuentra junto
a la Oficina de Turismo, visita imprescindible y necesaria para conocer Mijas en la intimidad. Con un horario amplio e ininterrumpido, la oficina abre de 9:00 a 19:00 horas en invierno y de 9:00 a 20:00 horas en verano. Los sábados de 9:00 a 14:00 y los domingos permanece cerrada. El teléfono es 952.58.90.34 y el correo electrónico es turismo@mijas.es. Entramos. El personal nos atiende muy amablemente y nos facilita un plano completo y muy sencillo en el que aparece un callejero con dos rutas marcadas por delante (una de color rojo conocida como ruta comercial y que transcurre por el centro y otra, más amplia, de color amarillo conocida como ruta turística y que amplía horizontes un poco más allá) y una breve descripción de los monumentos a visitar por detrás. El plano es muy útil y vamos a seguir a pies juntillas el itinerario marcado. Salimos y nos dirigimos a la izquierda. En ese momento llegan dos autobuses repletos de jubilados. Son catalanes, de Mollet.
Los burro-taxiIniciamos la visita con un el tópico más típico de Mijas, los burro taxi. Una idea sencilla y que ha reportado a Mijas fama internacional, ya que
este medio de transporte es conocido en el mundo entero. Los precios y tarifas se exponen en un panel informativo escrito en español, francés, inglés, alemán y japonés. El recorrido por el municipio cuesta 10 euros en burro y 15 euros en calesa tirada por burros. Cada uno de ellos tiene su número de identificación en forma de placa que pende sobre los ojos del animal. Por cierto, que están limpios y lustrosos, enjaezados con pertrechos de vivos colores. Esperan, mansamente a que alguien decide montarse sobre ellos. Los burro-taxi son un ejemplo único de transporte
público que tiene su origen en la década de los años sesenta del siglo XX. Muchos de los veraneantes que visitaban Mijas en aquella época solicitaban a los trabajadores que regresaban del campo montados en burros y mulas fotografiarse con ellos como un recuerdo típico de Andalucía, los más atrevidos incluso pedían al trabajador del campo dar una vuelta subidos a ellos. Los visitantes ofrecían a los campesinos cuantiosas propinas, en muchas ocasiones mayores que sus salarios, así que no dudaron en dedicar parte de su tiempo en profesionalizar lo que se había convertido en rito turístico. Los burros-taxi son una institución en Mijas, en la actualidad se conservan más de una cincuentena de ellos y tienen acondicionadas sus propias plazas de aparcamiento en la Avda. Virgen de la Peña s/n. Para más información, llamar al teléfono 627 026 958. Pese a que puedan parecer una anécdota, los burro-taxi despiertan muchísimo la atención. El gran grupo de turistas jubilados que nos pisará los talones durante toda la mañana se para y ríe, acarician a los animales bajo la atenta mirada del cuidador, festejan su engalanamiento y los más osados piden sacarse una foto montado en ellos. Un burro rebuzna y el eco resuena más allá de la próxima ermita de la Virgen de la Peña.
El Mirador del Compás y la ermita de la Virgen de la PeñaA la izquierda del burro-taxi se encuentran el Mirador del Compás y la ermita de la Virgen de la Peña. Forman ambos un conjunto espectacular. La ermita, rocosa, excavada en el interior de un roquedal luce perfectamente troglodita. Se recorta contra el cielo de invierno y la imagen parece extraída de una época inmemorial, como si de una iglesia rupestre mozárabe se tratara. Excavada en la roca, parece la ermita arrancada a la montaña, como si se hubiera vaciado una parte sustancial de la roca y sustituido por elementos de mayor
espiritualidad. Cuenta la leyenda
que la Virgen de la Peña permaneció oculta en ese mismo lugar durante cinco siglos hasta que fue descubierta en 1586 por un albañil, padre de dos niños pastores que fueron guiados hasta el lugar por una paloma. El interior, oscuro y silencioso se compone de dos cámaras. La primera, la de culto, presidido el altar por una imagen de la virgen, la segunda alberga un museo mínimo con elementos religiosos, mitras, casullas, etc… El silencio es absoluto. Las velas encendidas conceden a la estancia una vaga sensación de antigüedad remota. El interior está decorado en esta época con flores de pascua, de color rojo intenso que dan un
toque encarnado al interior. Una hilera formada por cuatro bancos dorados completa el interior de la ermita. Salimos. A la izquierda hay una pequeña tienda también troglodita donde se pueden obtener numerosos recuerdos de la ermita como escapularios, rosarios, postales, etc… La ermita es un bastión que despunta sobre el resto del Mirador del Compás, erigido sobre una atalaya natural y que se asoma, embarrancado a la Costa del Sol. El mirador es un balcón privilegiado, se abre hacia occidente como un baluarte. Hoy, esta mañana, las brumas han tomado el horizonte. El mar se esconde ralo, tras las nieblas, y los municipios próximos parecen absorbidos por las nubes marinas. Reposamos, nos acodamos sobre la balaustrada para mirar esta porción de la costa malagueña que esta mañana parece etérea, volátil, sutil.
El Carromato de MaxDesde el mirador, subimos por la avenida del Compás para comprobar algo a todas luces increíble. Lo que parece un antiguo vagón de tren se encuentra varado de manera transversal contra las casas blancas del centro urbano. Está pintado de amarillo y marrón. Sobre el tejado se asoma el nombre de: Carromato de
Max. Parece un hechizo, el juego de un prestidigitador, de un mago. Podría ser, quizá, una ilusión hipnótica. Nos frotamos los ojos en una pantomima, sabemos qué es el Carromato de Max y sabemos quién
fue el Profesor Max. Respondía al nombre real de Juan Elegido Millán y fue un hipnólogo e hipnotizador de notable éxito. Su nombre artístico era Profesor Max. En el año 1972 se instaló en Mijas y trajo con él una rareza, una auténtico museo de las cosas pequeñas, nada más y nada menos que un museo de miniaturas, lugar en el que se ensalza lo mínimo, la delicadeza de lo diminuto, la proeza de los artistas capaces de pintar un cuadro sobre una cabeza de alfiles, de tallar una bailarina en la cabeza de un fósforo. La
entrada al museo cuesta 3 euros por persona para los adultos y 0,90 euros para los niños. El Carromato de Max permanece abierto desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde. Pagamos, corremos una cortina y nos adentramos en el mundo de lo minúsculo. La exposición se encuentra protegida por una serie de bóvedas de cristal. En cada una de ellas se expone una miniatura, una pequeña rareza. Desde la efigie de Abraham Lincoln pintada en una cabeza de alfiler, una copia de la última cena de Leonardo da Vinci sobre un grano de arroz, una bailarina tallada con precisión en la cabeza de una cerilla o la inquietante, y reducida, cabeza humana de un indio jíbaro. El Carromato de Max es un divertimiento, una curiosidad. Dice el panel explicativo que es el resultado de múltiples viajes, de contactos entre seres humanos distintos, de tribus ancladas en el tiempo “es un canto a la aventura”. Nos ponemos de puntillas, pegamos la nariz a las vitrinas, observamos a través de las lupas de aumento y vemos el mundo dibujado en un botón.
La Plaza de TorosDesde el Carromato de Max nos adentramos en el centro urbano del municipio. Mijas es un pueblo fuertemente turístico, que tiene en este elemento su principal baza económica. Pese a todo, no fagotiza la esencia andaluza como ocurre en otros lugares. Mijas no ha perdido su encanto de tipismo andaluz con sus casas blancas, paredes encaladas, calles estrechas… Eso sí, en su trazado se mezclan en delicioso cóctel los acentos de diversísimas procedencias con el cantarín acento malagueño. Comprobamos la presencia de un nutrido grupo de turistas orientales que fotografían con fruición cada rincón y ahora entendemos por qué el cartel de los burro-taxi está escrito también en japonés. Mijas está aseadísima, limpia a rabiar, perfectamente cuidada, como si las calles se hubieran lustrado antes de abrirse un telón
Los caminos a seguir en nuestra ruta están perfectamente señalizados. Cruzamos la plaza de la Constitución y ascendemos por la calle de la derecha hasta llegar a la Plaza de Toros. Entramos, y es un templo. Es una loa al toreo, recuerdos y efemérides, nombres de matadores y cuadrillas, de corridas memorables, un toro disecado que aparenta estar vivo. Aquellos y aquellas que deseen ser toreros por un instante pueden fotografiarse ante una gran imagen a la que le falta el rostro en el que el visitante puede introducir su cabeza y clic-clic-clic ser un matador
efímero y eterno. No podemos
resistir. Nos bautizamos como “Oliverita de Ojén” y “Antonia Marbellera”. Se puede acceder al albero, pisar la arena y el impacto que eso produce se ve reflejado en la cara de algunos turistas. Es una plaza de toros antigua, edificada en el año 1900 y tiene como mayor curiosidad su forma, es ovalada. Subimos a los escalones después de haber atravesado la puerta de chiqueros, el desolladero, los corrales. Nos sentamos en la presidencia y sacamos un pañuelo blanco que agitamos al aire. Desde la plaza se ve la sierra mijeña, siempre presente, y la iglesia de la Inmaculada Concepción. Después de un molinete, una chicuelina y una verónica al natural rematada por un limpio pase de pecho salimos.
La muralla, los jardines, el mirador, la iglesia…Antes de dirigir nuestros pasos hacia la iglesia, caminamos por las murallas y el mirador. Las vistas, pese a la bruma sutil que ya va despejando, son espectaculares. La Costa del Sol occidental se abre ante nosotros, el centro urbano de Fuengirola y hacia el este las montañas primeras, el mar, las urbanizaciones… Los jardines, abalconados sobre el tajo, están muy cuidados. A cada tanto un banco que mira al mar. Nos sorprende el corte que parte en dos el paseo y que se ha domesticado, aterrazado sobre una serie de balcones por los que cae el agua. Las vistas son abrumadoras y el paseo calmo y
deleitoso, exuberante gracias a la cantidad de plantas, árboles y flores que lo decoran y lo configuran. Nos prodigamos en el caminar lento. Disfrutamos. Desde el paseo accedemos a la iglesia de la Inmaculada Concepción que preside la explanada entre la plaza de toros y el tajo del barranco sobre el que se asienta el mirador. Se calcula que el templo fue construido entre 1541 y 1565 sobre las ruinas de una antigua mezquita y castillo, aunque vivió una profunda restauración en 1992, época en la que se descubrieron una serie de frescos datados en 1632. Salimos de la iglesia y tomamos la calle Murillo, pasamos bajo las arcadas y portalones de la Universidad Popular hasta conectar con la calle Coín que tomamos para dirigirnos hacia el barrio de Santana.
Barrio de SantanaParece retirarse el turismo masivo de esta zona de Mijas, dando paso a una vida mijeña más auténtica, quizá sin tanta alharaca pero igualmente hermoso. Parece este un barrio etéreo gracias a las blanquísimas paredes que conforman sus calles. Aseado, sin aparentes florituras que hay que descubrir adentrándose en las callejas que cruzan la vía principal. Caminamos, saludamos a los vecinos y vecinas que nos corresponden con amabilidad. Al final de la calle vemos la ermita de Nuestra Señora de los Remedios presidiendo la plaza de los Siete Caños. Popularmente el templo es conocido como la ermita de Santana y fue construido en el siglo XVIII. Es sencilla, pero con carácter. Dos hombres se encuentran
sentados junto a ella, dando la espalda a la fuente de los Siete Caños de la que hoy no brota agua. Se respira en el barrio un aroma de pura autenticidad. Las callejas que parten de la vía principal recuperan los quebrados clásicos del trazado árabe. Explotan las paredes con las macetas trufadas de flores, tiestos coloridos, azules, rojos, verdes… Muchas plantas. Tramos cortos de escaleras que dan lugar a escondidos patios exiguos, calles cortadas o rincones floreados. Suena el rumor de la vida cotidiana que serpea entre las calles del Agua, Sierra, Larga del Palmar, Nuñez
Sedeño, Alegre, Olivo, del Pilar, Cruz… Desde esta última podemos acceder a un mirador situada en la parte superior del centro urbano, en la carretera de Coín y que ofrece una panorámica excelente del conjunto de Mijas en primer término, la costa en segundo y el mar hasta el horizonte. Hoy las brumas le otorgan un carácter mágico, casi simbólico a esta costa que se apellida durante la mayor parte del año “del Sol”. Regresamos a las calles y anotamos el nombre de las casas como Falhala, Casa Vistas, Margarita, de Mi Abuelo, Cueva, Romanos….
El Museo Etnográfico o la reconstrucción de la vida cotidianaDescendemos por la calle San Sebastián hasta la plaza de la Libertad, donde se encuentran la iglesia de San Sebastián y el Museo Etnográfico. La iglesia, esquinera y alejada del mundanal ruido gracias a un biombo situado en la entrada esconde en su interior una edificación sencilla, simple, de una sola nave, frecuentada por los mijeños y mijeñas gracias a su ubicación estratégica en el centro del municipio. En el lateral de la iglesia, ocupando el que fuera durante años el ayuntamiento de Mijas, se encuentra el Museo Etnográfico., la Casa Museo, porque se trata, en realidad, de la recreación de una casa de un pasado reciente que a menudo olvidamos y en la que se reconstruye
con todo detalle la
vida de principios del siglo XX con sus aperos, herramientas y útiles cotidianos. Resulta una visita estupenda. Las diferentes habitaciones están divididas en actividades, así podemos visitar un antiguo horno, una habitación completa con bacinilla incluida, un molino harinero y la recreación de algunos trabajos del campo. Se acompañan, en muchos casos de maquetas en las que se explica cómo se llevaban a cabo las labores. Es una vuelta al pasado, un vistazo atrás a cómo eran las cosas hace apenas unas décadas, una vida que nuestros abuelos y abuelas han vivido de pleno y nuestros padres de refilón, un pasado que forma parte del presente actual. El grupo de jubilados de Mollet entran y disfrutan, muchos de ellos reconocen los aperos y explican a otros,
más jóvenes, para qué servían, cómo se utilizaban. Sonríen al recordar que esa cama era igual que la que había en el cuarto de la abuela y esa jofaina idéntica a la que el abuelo utilizaba todas las mañanas para asearse. Nos deleitamos con la visita. Salimos del Museo y nos encontramos en el corazón mismo de la ruta comercial, donde una serie de tiendas con souvenirs y artesanías de todo tipo, gusto, color y condición reclaman nuestra atención. El ayuntamiento de Mijas, como nos explica un conocido mijeño al que encontramos callejeando, ha puesto cuidado en dotar a las tiendas de un mismo
sentido estético para que no se rompa la armonía de pueblo blanco. Así, por ejemplo, todos los toldos que cubren la entrada a los comercios son iguales y de color crema. Recorremos las callejas y entramos en algunas tiendas, vemos, comprobamos. Esto también forma parte de la visita a Mijas, curiosear, ver, comprar alguna artesanía, algún souvenir. Y a tan deleitoso fin nos abandonamos.
Despedida
Paseamos por el tajo aterrazado de los miradores y contemplamos el Mediterráneo ante nosotros, como una presencia magnética. Una inmensa lámina de agua en calma, un espejo magnífico y rotundo por donde quizá llegara Ptolomeo, geógrafo de la Escuela de Alejandría, que nombró en sus escritos a esta ciudad de Tamisa por primera vez en el siglo II d.C. Tamisa que fuera romana y que gracias a su proximidad a la Via Apia, que comunicaba Cádiz y Málaga, tuvo una actividad más que notable. Mixa que fue árabe prontamente tras la llegada de los ejércitos del Magreb y que en el año 714 d.C. ya se exhibía como una ciudad destacada. Y luego Mijas, la que vio pasar al general Torrijos el 2 de diciembre de 1831 en pos de las libertades del pueblo y que terminó con la sangre de sus soldados derramada sobre la arena. Esas calles son las que pisamos, las calles de la historia y el pasado, las calles del presente y del futuro. Vive Mijas desde su otero, viendo cómo pasan las civilizaciones y cómo ella permanece, sin que el devenir del tiempo cambie en exceso su fisonomía y su carácter, añadiendo un renglón más a su historia viva.
Otras informaciones y enlaces de interés
La Cala de Mijas y Las Lagunas: El término municipal de Mijas desciende desde la sierra hasta el mar y comprende tres núcleos poblacionales entre los que se encuentran, además de Mijas pueblo, la Cala de Mijas y Las Lagunas. Dos centros urbanos destinados al turismo residencial y vacacional con apego a las playas y al sol. Precisamente en la Cala de Mijas se ubica el Centro de Interpretación de las Torres Vigía, sede además de la Oficina de Turismo de este núcleo poblacional. El centro de interpretación tiene como objetivo dar vida al Torreón de la Cala que tras una cuidadosa restauración alberga en su interior este museo que analiza la importancia, funcionalidad e historia de las torres vigía que jalonan el litoral mijeño. Está compuesto por la Sala de las Torres, la sala Torrijos y la Sala de la Pesca Tradicional. El Centro de Interpretación de las Torres Vigía se encuentra en la calle Torreón s/n, en la Cala de Mijas. Durante el invierno su horario es: sábados, domingos y festivos de 10:00 a 14:00 horas y de 16:00 a 19:00 horas. En verano el horario pasa a: de martes a domingo de 10:00 a 13:00 horas y de 20:00 a 23:00 horas. La entrada es libre. Para más información se puede llamar al teléfono (+34) 952 59 03 80. (Fotografías extraída de la página web municipal de Mijas)
Otras actividades de ocio: El Hipódromo de Mijas (http://www.hipodromocostadelsol.es/) está considerado como uno de los mejores y más completos de España. Además de las clásicas carreras de caballos, el recinto también acoge actuaciones musicales y posee varios restaurantes. Las carreras se celebran los domingos por la mañana en la época invernal y los sábados por la noche en la estival. Mijas cuenta en su término municipal con un Parque Acuático (http://www.aquamijas.com/) perfectamente equipado y que posee los clásicos toboganes de diferentes alturas y velocidades, además de un completo servicio de restauración y hostelería.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, la página web municipal de Nerja y el resto de direcciones aparecidas en este reportaje, muy útiles a la hora de preparar la visita.
Este blog queda abierto a los comentarios, anotaciones, opiniones que los navegantes deseen realizar. Nos vemos en El Color Azul del Cielo.
94 MIJAS: O LA TRADICIÓN MILENARIA DEL TURISMO
martes, 25 de enero de 2011
Publicado por Israel Olivera en 0:01 3 comentarios
Etiquetas: Andalucía, burro taxi, carromato de max, Costa del Sol, Málaga, Mijas, plaza de toros
21 ESTEPONA: EL REFLEJO DEL MAR EN LA HISTORIA
martes, 1 de septiembre de 2009
Parece Estepona siempre iluminada por el fulgor azul del Mediterráneo. Ese resplandor índigo entra en brutal contraste con el rojo parduzco de Sierra Bermeja. Así se encuentra Estepona, atrapada entre el mar y la montaña, emboscada sabiamente en una cinta de tierra que se deja mojar la punta de los pies con el frescor del mar y airear su cabellera con la serranía. Convive con ambas desde tiempo inmemorial, así lo atestiguan sus vestigios prehistóricos y fenicios y romanos y siempre árabes. Estepona de arenales extensos, Estepona que antes de "Estebunna" y "Alextebuna" fue otra, la que conocieron los marineros de Fenicia, los comerciantes de Roma por otro nombre... Estepona que conserva aún el particular sabor de la Málaga auténtica en sus calles más antiguas. Así luce Estepona, entre un pasado excelso y un presente vivificante. No resistiremos la tentación de mojar nuestros pies en sus aguas colmadas de historia.
OrganizaciónOptamos por visitar en primer término la Oficina de Turismo donde nos proveerán de información más detallada y un plano completo y actualizado de la ciudad. La oficina principal se encuentra en el centro, frente al paseo marítimo y es rápidamente identificable. Vayan aquí los datos completos para que no haya equivocación posible: Tel.952 80 20 02 - Fax 952 79 21 81 - Avda. San Lorenzo nº1, 29680 Estepona y mail turismo@estepona.es. Estacionamos el coche muy próximo a la misma oficina tras dar una o dos vueltas. Si no se encuentra aquí aparcamiento, hay un parking público en las inmediaciones. Tras charlar amigablemente con la responsable del centro optamos por el siguiente plan. Caminaremos dirección oeste por el paseo marítimo hasta llegar a la plaza de toros donde se ubican cuatro de los museos municipales. Se encuentra a unos 800 metros y 20 minutos andando pausadamente. Regresaremos por el mismo camino para realizar una ruta por el casco urbano que nos han propuesto desde la oficina de turismo. Otro de los lugares a visitar en Estepona es el Centro de Corominas, un centro de interpretación prehistórica que se puede visitar con cita previa, para ello hay que llamar y preguntar por Victoria Infante: 654.711.715. o escribir al mail info@acudeestepona.com.
ComenzamosSe extienden larga y morosamente las playas de Estepona abrazando todo el litoral. 21 kilómetros de arenales que dan lugar a 17 playas. La Rada, El Padrón, Bahía Dorada, Punta de la Plata, Guadalobón... Los esteponeros y visitantes se solazan tumbados sobre la arena parda mientras el sol refulge sobre el espejo del mar. Los perfiles de algunas sombrillas, las palabras del juego infantil, la mirada de la mujer al horizonte... conforman un refugio de sol templado y mar cálido en el que zambullirse... Una suave brisa nos acompaña en el caminar por el Paseo Marítimo. Numerosos chiringuitos salpican la arena ofertando sus menús a base de pescaíto frito. Huelen ya las maderas de brasa preparadas para los primeros espetos de sardinas, aroma de estío y tan propio, único y personal de la costa malagueña.
Los "volaores"Caminando llegamos hasta el Puerto de Estepona y a su faro que bordeamos para acceder hasta la Avda. del Carmen y llegar así hasta la plaza de toros. Antes, en el puerto, hemos paseado por la cara que da a la playa, allí, colgados a secar encontramos numerosos peces. "Se venden volaores" rezan algunos carteles. Algunos hombres, sentados en el interior de las lonjas esperan la llegada del comprador o del visitante. Esperan, conversan, una mujer hace encaje de bolillos. En la primera de las lonjas conocemos a Francisco Parrado, un hombre mayor, curtido, de rostro afable y manos rudas. Pegamos la hebra un rato y en la charla nos cuenta que estos son peces de temporada, que son peces de paso y que sólo se capturan durante el mes de agosto. Cada pieza se vende a dos euros y dice Parrado que son un bocado exquisito, nada que ver con el atún, mucho mejor que éste. Allí, sobre unas cuerdas y sobre unos carritos los "volaores" dejan que el sol los seque, que los transforme en mojama tierna, en manjar, extienden sus aletas en forma de ala, como desplegando toda su aerodinámica... Nos despedimos así de Parrado que tras la primera desconfianza descubrió una sonrisa y de ahí a una buena explicación. Anotado en la agenda. En agosto, en Estepona, en el puerto: "volaores".
La Plaza de Toros de Estepona y sus cuatro museosTiene la plaza de toros esteponera una particularidad, singularidad de coso taurino asimétrico en el que prima lo elíptico sobre la redondez. Acostumbrado como está el ojo a ver plazas de toros perfectamente redondas en sus gradas, la de Estepona sorprende por la desigualdad de sus gradas, por asimetría que las hace ascender y descender. El arquitecto Juan Mora Urbano la ideó en 1972 y así fu construida. Paredes encaladas al sol, blanco purísimo recortado contra el azul del cielo. Rotunda y redonda y desigual, así surge ante nosotros la Plaza de Toros de Estepona, como un círculo imperfecto junto al mar. Y dentro, un tesoro en forma de museos. Para entrar en los museos municipales nos situamos de espaldas al mar, a la carretera y tomamos la dirección de la izquierda, es la fórmula más rápida. Si se quiere visitar el exterior de la plaza, podemos tomar el camino de la derecha, con algo más de vuelta, pero con más arte. Los horarios de los museos municipales son de 10:00 a 14:00 horas y de 17:00 a 18:30 horas. El teléfono de contacto es 952.807.148.
El personal de los museos nos atiende con agrado, nos explica, nos cuenta, nos detalla y acompaña un trecho. Comenzamos por el Museo Taurino, una suerte de panteón fotográfico dedicado a las más grandes figuras del toreo. Es una magnífica colección fotográfica con instantáneas de Manolete, Paquirri, Joselito, José Tomás, El Cordobés o Enrique Ponce. Además en sus salas también se exhiben algunos trajes de luces de otros maestros. Sorprende la presencia de algunos trofeos, orejas y rabos, entregados a los matadores en su encuentro con los astados como por ejemplo el rabo del toro "Ofendido" concedido a Antonio Bienvenida en 1949. El interior de la plaza también se puede visitar, incluso pisar el albero para sentir un pinchazo de cierto temor en las entrañas. Lo abandonamos rápido para continuar nuestra visita. Accedemos al Museo Paleontológico y allí nos saludo un morlaco mayor, desde luego, que un toro, es la réplica a escala 1:1 del esqueleto de un dinosaurio que nos mira desde sus cuencas vacías. Numerosas vitrinas nos muestran una gran cantidad de fósiles y es que este museo tiene la particularidad de que sus piezas han sido extraídas en su mayoría en Estepona. Está especializado en el periodo del plioceno, hasta tal punto que algunos expertos europeos llegan hasta la ciudad esteponera para documentar sus trabajos sobre el mismo. Dentro, otras dos réplicas de enormes esqueleto nos hacen pesar en la inevitable Jurassic Park. Se nos llama la atención sobre un colmillo, de muy considerable tamaño, perteneciente a un carchodon, un tatarabuelo del tiburón que le sobrepasaría en envergadura en más de diez veces. Continuamos en el pasado, algo más reciente
que nos ofrece el Museo Etnográfico. Perfectamente conservado, organizado con esmero y distribuido por actividades. Se pueden observar los instrumentos necesarios para el trabajo tanto en tierra como en mar. Así se pude contemplar una barca de pesca tradicional, una decena de maquetas de diferentes barcos, redes, nasas, áncoras, remos, bicheros... Un completo surtido de artes marinas. El campo está representado por las diferentes estaciones de la cosecha como la trilla o la recolección con un incontable catálogo de herramientas. Un arado, un pequeño tractor, una carreta... También hay útiles de la vida cotidiana como vasijas, balanzas romanas, tinajas, capazos de esparto e incluso la reconstrucción de una antigua cocina. Por último pasamos
al Museo de Imagen y Sonido Luis García Berlanga. Pesa más en este el valor de las curiosidades en forma de afiches, carteles, firmas y autógrafos, reproducciones de caretas y trajes, cintas de casete y un enorme proyector antiguo que nos recuerda a aquella fantástica Cinema Paradiso. Hay un catálogo de cámaras de vídeo antiguas con algunos ejemplos de súper 8, cámaras de fotografías, etc... Otro de los valores de este museo son algunos instrumentos musicales firmados por artistas como Scorpions o Bonnie Tyler... Ahítos y satisfechos de cultura museística, optamos, dada la hora que es por ocuparnos de la cultura gastronómica. Preguntamos al personal. Sin duda, La Escollera. Allá vamos.
Comida en La EscolleraAl venir hacia la plaza de toros ya lo habíamos visto, pasado frente al restaurante que ya había llamado nuestra atención. Se sitúa en el puerto pesquero (que no en el deportivo) y, preguntando, no faltará alguien que lo indique. Se accede al local a través del bar, dedicado a las tapas y al picoteo o, directamente, desde la playa. El comedor es una terraza lonja literalmente, a pie de playa. Nos ofrecen un surtido infinito de mariscos y pescados. es un restaurante familiar frecuentado por algunos extranjeros conocedores y por esteponeros habituales que ya saben el nombre de la troupe de camareros. Bullicio, lío, voces altas, no es un restaurante tranquilo, pero sí profundamente auténtico en el que se entremezclan propios y extraños. Nos atienden y sueltan la retahíla del menú.... Boquerones, chopitos, concha fina, calamares, salmonetes, bogavantes, cigalas plancha, ensalada, ensalada de pulpo, dorada... Optamos por: una jarra de cerveza con gaseosa, 6 €; dos botellas de agua pequeñas, 2,20 €; gambas plancha, 13 €; calamares, 10 €; sardinas en adobo, 8 €; dos cafés con hielo, 2, 40 € y dos cubiertos. Total 43 €. Las raciones son generosas, abundantes, el pescaíto está recién hecho y ¡¡quema!! así, cuidado. Las sardinas fritas en adobo son todo un prodigio culinario. Satisfechos y algo somnolientos decidimos caminar un trecho de vuelta para bajar la comida, ir al centro e iniciar la ruta propuesta por la oficina de turismo.
Ruta turísticaLa brisa del paseo marítimo nos anima, vencemos la pereza sestera postcomida y caminamos con garbo. En las playas disfrutan los bañistas, vuelan las cometas en el aire prístino, rompen las olas contra la arena, dos jóvenes juegan a las palas, un nadador se pierde en el horizonte... Llegamos a la Avda. de España y en el primer cruce importante, tomamos el acceso de la izquierda hasta llegar a la calle Carmen Sevilla, entrada privilegiada a la Plaza de las Flores. Arropadas por una fuente, las flores que dan nombre a la plaza tiñen de color los arriates, rojos y violetas sobre las paredes blancas. Las fragancias, frescas, recorren todos los rincones y puede ser éste un buen lugar donde sentarse a reposar. Desde la misma plaza parte la calle Raphael, que luego será calle Castillo y que debemos seguir
para visitar las ruinas del que fuera Castillo de San Luis, una fortaleza mandada construir por los Reyes Católicos a finales del siglo XVI y que tuvo como fin reforzar las defensas de la ciudad. Por una estrecha calle, el pasaje Francisco Delmo, se accede a la parte trasera del edificio, del que, gracias a unas escaleras de caracol, se puede tener una mejor visión del mismo. El pasaje Francisco Delmo comparte el castillo de san Luis con el Mercado Municipal de Abastos. Se mezclan en esta estrecha calle los olores del pescado, de las frutas y verduras, de la carne.... Salimos a la luz del sol hasta la plaza Casa Cañada que nos ofrece el murmullo delicado de una fuente. Un hombre se sienta en un banco al cobijo de la sombra. Subimos por la calle Viento hasta el ayuntamiento, después y, tras él, tomamos la calle Caravaca. Nos sumergimos en la parte más antigua de Estepona que aún conserva la esencia de sus raíces agrícolas y pesqueras. En el conjunto de sus calles estrechas se pueden observar algunas casas de cierto abolengo. Visitamos la plaza del Reloj, donde se erige la torre del mismo nombre. La Torre del Reloj, inhiesta de beige y salmón sobre el cielo azul. Es esta una plaza tranquila,
reposada, con un quiosco de música y un gran conífera
enfrentados. Hoy permanece silenciosa, pero podemos imaginar perfectamente el bullicio de los días lectivos cuando comience el curso escolar. Y es que ahora, siglo XXI, la Torre del Reloj, alminar de reminiscencia árabe, suntuosa torre de aviso a la oración, forma parte del Colegio de Educación Infantil y Primaria Simón Fernández. Desde aquí partimos camino a la iglesia por la calle Santa Ana y la calle Blas Ortega. Llegamos hasta la plaza de San Francisco, donde el campanario de la Iglesia Virgen de los Remedios impone su altura, su prestancia, su presencia. La portada del templo es delicada, sutil, casi volátil, alargada, parece querer elevarse y estirarse para tocar el cielo. Por contra, el interior es contundente, recargado en imágenes y en altares con una curiosa balconada que se asoma a la nave central, los dinteles de las columnas, dorados, una gran lámpara de pedrería, mármoles de color grana... Se está fresco.
Despedida, al marCaminamos hacia el mar, cruzamos la calle Real, una de las arterias principales de Estepona, donde se juntan bares, restaurantes, comercios... Nos acercamos a un pequeño quiosco para comprar la postal preceptiva que enviamos a 1.000 kilómetros de distancia, a un hombre de 89 años que sabemos la espera con anhelo. Sentados en un banco la escribimos y la echamos a un buzón. Cruzamos la Avda. España, cruzamos el paseo marítimo, saltamos a la arena, nos desprendemos de la mochila, de las gafas de sol, de la gorra, de la camiseta, del pantalón, de las deportivas, de los calcetines... y corremos hacia el mar. El agua está fresca. Y deliciosa.
Consejos turísticos y enlaces de interés y otras visitas
Consejos útiles: Para visitar el complejo arqueológico de Corominas conviene llamar con suficiente antelación. En los museos municipales nos han comentado que merece la pena, que ha sido reconstruido de maravilla y que es uno de los lugares a visitar en Estepona. El teléfono al que hay que llamar es 654.711.715 y hay que preguntar por Victoria Infante, como se nos indica en un comentario, también se puede solicitar información a través del siguiente mail info@acudeestepona.com. La entrada cuesta 3 € para grupos menores de 10 personas y 2 € para grupos mayores de diez personas. Tomamos nota.
Otras visitas: Si se quiere complementar la visita a Estepona con la naturaleza y la fauna, el lugar es el parque Selwo Aventura. Un centro natural con una década de existencia que se ha convertido en uno de los parques de animales en semilibertad más importantes de Europa. Elefantes, tigres, jirafas, leones, osos, exhibición de aves rapaces... etc. Si el visitante lo desea también se puede pernoctar en el interior. Teléfono de información y reservas: 902 19.04.82. Otro de los lugares a visitar es el Parque de San Isidro o de Los Pedregales, un centro de esparcimiento totalmente equipado ideal para pasar el día con la familia en contacto con la naturaleza. El parque cuenta con diversas infraestructuras como zona de acampada, servicios, bar-restaurante, barbacoas, fuentes, parque infantil, un lago artificial, etc... Pero sin duda la estrella natural de Estepona son Los Reales de Sierra Bermeja, un balcón sobre el Mediterráneo, único por su flora (precisamente aquí se descubrió la endémica especie de pinsapo) y con unas características geológicas muy especiales. Estepona comparte Los Reales de Sierra Bermeja con los municipios de Casares y Genalguacil. Para ver información más detallada se puede visitar el siguiente link de este mismo blog: 12. Genalguacil: Museo Habitado. Por último, Estepona, mirando al mar, tiene en su término municipal hasta siete torres almenaras. Torres que servían de vigía y aviso en el caso de ataques de piratas norteafricanos o turcos. En distinto estado de conservación, las torres almenaras de Estepona son del siglo XV.
Enlaces de interés: tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol. También acudimos a la web muncipal de Estepona que ofrece información turísitica muy detallada. Valga como referencia ilustrativa la página de Estepona Imágenes, donde se ofrece al internauta muchísima información gráfica del municipio.
Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.
Publicado por Israel Olivera en 0:01 7 comentarios
Etiquetas: Corominas, Costa del Sol, escollera, Estepona, gambas, iglesia, Málaga, museo, paseo marítimo, plaza de toros, Selwo