Y se apareció un hada. Entre el paisaje fantasmagórico e irreal bosquejado por la niebla, el bramido del viento que ascendía con virulencia desde el Valle del Genal, los enhiestos pinsapos tocando con las yemas de los dedos el cielo blanco y pétreo, allí, sobre una roca, apareció. Señalaba el camino entre el muro de nubes, y sonreía.
Una aproximaciónUn penacho de nubes apretadas corona los Reales de Sierra Bermeja. Destaca el blanco puro, inmaculado con el intenso color rojizo de sus laderas, el verde de sus bosques primitivos y apretados, el azul que se pinta en el cielo. Asemeja a un paraíso ignoto, perdido, remoto, escondido entre las brumas. Un reino de hadas y duendes y elfos y quizá de los hobbits y orcos de Tolkien. Los pinsapos, endémicos, únicos, orgullosos, mecen sus ramas en la húmeda y escondida cara norte del macizo montañoso. La otra
vertiente, la sur, mira al mar de tú a tú, desafiante. Los días despejados, cuando la reina de la montaña se despoja de su corona de nubes, Sierra Bermeja ofrece al visitante un paisaje excepcional, el mapa tridimensional y colorista de la Costa del Sol Occidental. Los días cerrados, muta, troca el paisaje, cambia y ofrece un rostro íntimo, más oscuro, intensamente atractivo, secreto, poblado de seres imaginarios. Los Reales de Sierra Bermeja se encastillan sobre una montaña roja. Roja, bermeja, ocre. Y esconden la posibilidad de hallar un hada en el camino.
Paraje Natural de los Reales de Sierra BermejaTres municipios comparten el privilegio de contar en su término municipal Los Reales de Sierra Bermeja: Casares, Estepona y Genalguacil. Cada uno de ellos, además dispone de fragmento distinto, diferente, de este paraje natural. Si Estepona se atribuye los miradores, Genalguacil los Pinsapos, y Casares la densa masa forestal de pinar. Es este, sin duda, un espectacular espacio protegido, por la magnitud de sus cimas (el Pico de los Reales alcanza los 1.450 metros de altura), por la riqueza de sus bosques y por su variedad faunística. Es además Los Reales un doble hito en biología. Aquí se descubrieron dos especies nunca vistas. La primera de ellas, el pinsapo, un tipo de abeto endémico de esta zona mediterránea, y la segunda de ellas, el meloncillo, un roedor de la familia herpestiade, similar a la mangosta.
Destaca el color de Los Reales, rojizo, intenso bermejo. De ahí su nombre. El colorido de la montaña proviene de las perioditas, mineral del que está formado el macizo y que ocupa la mayor extensión de suelo del mundo. Característica a la que hay que unir a los pinsapos, ya que este es el único bosque de este particular tipo de árbol que crece sobre este particular tipo de mineral.
Son muchas las razones para visitar Sierra Bermeja y su excepcionalidad es también una de ellas.
Ocupa una extensión de 1.236 hectáreas, de las cuales 100ha están pobladas por pinsapos. Separa Ronda del mar a lo largo de 35 kilómetros de sierra. Su altura media es de 1.000 metros y su cota más alta se alcanza en el Pico de Los Reales con 1.450 metros de altura. En su espacio protegido se cuentan más de 250 especies forestales y 60 especies de mariposas. Su temperatura media anual se sitúa en torno a los 14º y 17º.
Los Reales de Sierra Bermeja está surcado por varias rutas senderistas, siendo la más emblemática de ellas el Paseo de Los Pinsapos, con 4,5 kilómetros de distancia y 2 horas de duración solo en la ida. Una oportunidad única para disfrutar de los pinsapos centenarios (pueden alcanzar los 400 años de edad) y de más de 30 metros de altura algunos de ellos.
Los Reales de Sierra Bermeja cuenta además con un refugio abierto los fines de semana donde tomar un buen café, una olla contundente de puchero, de callos (lo que toque en el día) o un bien abastecido plato de los montes.
En los días despejados no se puede obviar el mirador de Salvador Guerrero, una auténtica terraza sobre la Costa del Sol Occidental y que ofrece un paisaje inconmensurable.
El pinsapo y el meloncilloPinsapo y meloncillo. Nombres curiosos. Un árbol y un roedor. Ambos unidos por Sierra Bermeja. Fue en el año 1837 cuando el botánico suizo E. Boissier descubrió el pinsapo. Este hallazgo estuvo precedido de otro anterior que había realizado un farmacéutico malagueño, Félix Haenseler, un roedor al que se llamó meloncillo.
El meloncillo es conocido también como mangosta egipcia y se cree que fue introducido en la Península Ibérica pro los pobladores árabes. Este mamífero fue requerido como gran cazador de serpientes y muy apreciado como mascota. Curiosamente también se la llama serpiente peluda, por su forma alargada y vellosidad. También es conocido como el diablo de los matorrales.
El pinsapo, por su parte, tal y como apunta wikipedia es el “Abies pinsapo, el pinsapo o abeto español, es una especie arbórea del género Abies, perteneciente a la familia Pinaceae y de distribución restringida a la zona del sur mediterráneo de España. Está emparentado con otras especies de abetos de distribución mediterránea”. Con al siguiente descripción: 2Árbol de hasta 30 m, de porte elegante que, en algunos ejemplares viejos se torna retorcido o dividido en varios brazos. Corteza fina, gris claro, con grietas oscuras de poca profundidad. Hojas gruesas, de sección subcuadrangular, de color
verde oscuro y con bandas estomáticas blancas apreciables en ambas caras. Conos masculinos en la periferia de la copa, de color rojo púrpura, excepcionalmente amarillos. Piñas grandes, erguidas, situadas en la parte superior de la copa, que cuando maduran se deshacen para liberar los piñones, dejando caer al suelo unas piezas con dos escamas pegadas (la tectriz, muy corta; y la seminifera)”.
El pinsapo es un árbol particular, mayestático, erguido en su juventud, enhiesto, desafiante. Tienen además sus ramas tribuladas un aspecto que lo hace característico. Su endemismo realza su valor botánico y ecológico. Hay que descubrirlo.
El paseoAccedemos desd
e Estepona. La mañana es cálida y despejada, pero pronto observamos el penacho blanco que cubre la cima de Sierra Bermeja. La ascensión, en curvas pronunciadas, va dejando atrás un paisaje que crece con cada revuelta de la carretera. Costa del Sol,
Estepona, San Pedro Alcántara, Sierra Blanca y el pico de la Concha en Marbella, Sierra de las Nieves… 15 kilómetros de ascensión hasta llegar a un cruce de caminos. Derecha: Jubrique. Centro: Genalguacil (por carretera asfaltada hasta llegar a una pista forestal). Izquierda: Los Reales de Sierra Bermeja. Un grupo de turistas alemanes se asientan en la explanada protegidos en el interior de varios todoterrenos. Sobre el camino, estrecho, de montaña, que nos lleva a Los Reales se cierra la niebla. Nos
adentramos.
Conducimos despacio, con precaución. La carretera está asfaltada y un sinnúmero de agujas de pino al alfombran. En 2,5 kilómetros se encuentra el acceso al Paseo de los Pinsapos y en algo más de 4 kilómetros, el Refugio de Agustín Lozano y el Mirador de Salvador Guerrero. Hemos entrado en un mundo mágico. La niebla se mueve como un ser vivo a nuestro alrededor. Las curvas de la carretera se cierran y se abren sobre sí mismas. Creemos ver figuras entre los troncos de los árboles, figuras que aparecen y desaparecen. Y la intensa tierra roja. En una curva de izquierdas especialmente pronunciada comienza en Paseo de los Pinsapos. El espacio en la cuneta solo permite estacionar a dos o tres coches. Aparcamos. Salimos. La niebla nos envuelve igual que abraza al paisaje. Nos pertrechamos y comenzamos en camino. Es mágico. Sin duda, en un día despejado, las vistas que ha de ofrecernos del Valle del Genal tienen que ser espectaculares, pero hoy, envuelto en densa bruma, el paisaje tiene un aroma especial, de leyendas. Nuestro objetivo es llegar hasta la Plazoleta de los Pinsapos.
Relumbra el verde húmedo e intenso entre la niebla. Los pinsapos descienden hacia el valle a nuestros pies. Se ocultan. Se asoman. Y las nubes blancas les engullen y les expulsan. El camino, descendente, está perfectamente señalizado y no tiene pérdida. En algún tramo está poblado de rocas y es necesario aumentar la precaución.
Los pinsapos, altos, erguidos, abren sus ramas en horizontal, parecen seres de alargados brazos. El musgo, verde, tiñe los roquedales que marcan partes del camino. Algunos matorrales nos acarician las piernas mientras andamos. El ambiente fantasmal nos rodea y espolea la imaginación, creyendo ver gnomos y elfos bajo las primeras setas, taimados orcos acechando tras un tronco especialmente grueso, los hobbits tolkienanos saltando de roca en roca… Lo que no imaginábamos era encontrar un hada en el camino. Sobre un saliente, con una corona de flores enmarcándole el pelo, los ojos azules, y un vestido blanco y amarillo flameando al viento. En su mano derecha lleva un tambor al que parece azuzar. Una sonrisa ladeada se pinta sobre su
rostro. Es sorprendente, sobrecogedor. Un hada. Hemos visto un hada que nos señala el camino a seguir con una sonrisa. Nos despedimos de ella, aún sin aliento, y continuamos. Se abre el paisaje y se cierra. Laderas pobladas de matorrales verdes, cercadas por los altos pinsapos, por algún quejigo escondido. El sendero, siempre rojizo, nos guía.
Los árboles se cierran sobre nosotros. Sorteamos algunos obstáculos. Observamos las torrenteras sembradas de rocas que caen hacia el valle. Las salvamos a trancos, sin mayor problema. Es un bosque repleto, vivo, mágico. Se escuchan los sonidos de la naturaleza, vivos, próximos. El bramido del viento que empuja la niebla desde el valle. Las gotas de rocío que caen sobre el camino resuenan en las hojas a nuestro paso. Todo es fantasmagórico y mágico. Apreciamos las particularidades de los pinsapos, sus agujas.
Seguimos camino hasta llegar a un puente que salva una importante torrentera, lo cruzamos, miramos hacia abajo y comprobamos la impresionante fuerza de la naturaleza. Continuamos el sendero que asciende hasta llegar a la plazoleta de los pinsapos.
Lorca canta a las majestades de los árboles desde una placa: “Árboles / ¿Habeis sido flechas / Caidas desde el azul? / ¿Qué terribles guerreros os lanzaron? / ¿Han sido las estrellas? / Vuestras músicas vienen / del alma de los pájaros / de los ojos de dios / de la pasión perfecta / ¡Árboles! / ¿Conocerán vuestras raíces toscas / mi corazón en tierra? “. La plazoleta de los Pinsapos es un cruce de caminos que nos pueden llevar al Pico de los Reales en 2,2 kilómetros o al Puerto de Peñas Blancas en 3,5 kilómetros. En la plazoleta, unas bancadas de piedra circundan hasta cuatro enormes ejemplares de pinsapo para facilitar el reposo del caminante. Alguien, no hace mucho tiempo, también se dedicó a levantar un minúsculo refugio, apto para refugiarse una sola persona de una cambio súbito y brusco de tiempo. Más una escuálida guarida que un buen parapeto.
Nos sentamos un tanto, reposamos, tomamos algo de agua, un ligero tentempié. En silencio. Escuchamos el lenguaje del bosque, repleto de quejidos, de sonidos que escapan, de murmullos de agua, de trinos fugaces, de movimientos untuosos. La niebla va y viene, como un
prestidigitador oculta y muestra el paisaje ante nuestros ojos. Si las condiciones meteorológicas no nos hablaran de cerrazón habríamos ascendido hasta el Pico de los Reales o hasta el Puerto de Peñas Blancas. Hoy, optamos por la prudente retirada que siempre ha de acompañar al senderista. Además aún tenemos que ir hasta el Área Recreativa de los Reales y hasta el mirador de Salvador Guerrero.
En el regreso, como en la ida, no nos hemos cruzado con nadie. Caminamos ensimismados, en silencio, mirando la naturaleza indómita que nos engulle. Cruzamos el puente, cruzamos la torrentera, nos dejamos acariciar por los pinsapos. Llegamos al saliente. El hada no está. Ha desaparecido.
Qué se puede esperar de la gracia sutil y volátil, delicada, de un hada del bosque… quizá que siempre forme parte de nuestra imaginación.
El mirador y el refugioNos despojamos del barro adherido a las suelas. Bebemos un trago de agua. Nos montamos en el coche y conducimos con precaución hacia arriba. Llegamos a na explanada, nuevo cruce de caminos que nos señala a la derecha la dirección hacia el Pico de los Reales, el Área
Recreativa de los Reales a 120 metros, el paseo y mirador de Salvador Guerrero a 1 kilómetros. Dejamos el coche estacionado e iniciamos un nuevo camino, esta vez por una tramo de carretera de montaña. Apenas en 5 minutos aparece ante nosotros, fantasmal, el Refugio de Agustín Lozano, construido en 1899. Un caserón blanco, con una gran puerta de madera. Todo el ambiente continúa siendo fantasmal hasta que, de improviso… Dos niños salen corriendo desde el interior del refugio… les saludamos, así como a
otros viajeros valientes que se asientan en el interior. El refugio es también una sucinta taberna. Regresaremos en veinte minutos. Caminamos hacia delante. La niebla se cierra más y más. El espolón, el saliente hacia el mar que es el mirador de Salvador Guerrero está ocupado por la niebla. Un mirador ciego, oculto. Sabemos que el mar está ahí, que la efigio de la Costa del Sol está ahí, pero es imposible verlo. El viento azota. Recordamos. En nuestro viaje a Genalguacil, el 30 de junio de 2009, estuvimos en este mismo lugar. Lucía un sol espléndido. Creo que podremos
utilizar las fotografías de aquella jornada para ilustrar este escrito. Con esa idea regresamos por un camino casi invisible, borrado por la bruma espesa. Caminamos hasta el refugio, entramos, saludamos con esa camaradería propia de los montañeros, de los senderistas. Huele a puchero. Intensamente. Aún
no es hora. Casi escuchamos el bullir de la olla en el fuego. Nos informa uno de los responsables del refugio que abren sábados, domingos y festivos y que de comer ofrecen lo que haya ese día, véase puchero, callos, coles, platos de los montes (lomo, huevo, chorizo, papas, pimientos). Lo que tercie. Es un plan excelente para una mañana de fiesta. Pedimos dos sucintos cafés y nos sentamos en una de las cuatro mesas alargadas de madera que hay en el gran salón. El refugio es humilde y huele a chimenea, hoy apagado. Tomamos nota. Este invierno, uno de esos días crudos, probaremos la olla y saboreamos os un café recio al amor de la chimenea. Sin falta. Los niños siguen jugando.
Despedida
El hada vuela, despega sus pies gráciles de la roca contundente. Ve como esos dos viajeros, caminantes, silenciosos, dejan atrás los pinsapos y se adentran en la niebla. Les sigue aún con su mirada y sabe que caminan por la senda correcta. El hada vuela, rápido, desaparece entre las copas de los árboles, como un súbito destello de luz.
Enlaces de interés y consejos útiles
Senderismo: Sin duda es un lugar excelente para caminar. Las sendas son agrestes, pero están bien equipadas. Hay itinerarios para todos los gustos, de mayor y menor dureza. Es fácil encontrar webs donde los detallan. En la Ventana del Visitante encontramos tres de ellos.
Enlaces de interés: Toda la información aparece en la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol Occidental y en la web especializada de la Junta de Andalucía, la Ventana del Visitante. Los ayuntamientos de Casares, Estepona y Genalguacil también la incluyen en sus webs.
Fotografías: Se muestran en este apartado la colección completa de fotografías correspondientes al post.
Ubicación: En este mapa de Google se puede referenciar el lugar de este Paraje Natural.
Ver El Color Azul del Cielo "Espacios Naturales de Málaga" en un mapa más grande
EN / 13 LOS REALES DE SIERRA BERMEJA: El reino del hada
martes, 4 de octubre de 2011
Publicado por Israel Olivera en 0:01 2 comentarios
Etiquetas: Casares, coles, Estepona, Genalguacil, hadas, Los Reales de Sierra Bermeja, meloncillos, pinos, pinsapo, plato de los montes, refugio, Sierra Bermeja
21 ESTEPONA: EL REFLEJO DEL MAR EN LA HISTORIA
martes, 1 de septiembre de 2009
Parece Estepona siempre iluminada por el fulgor azul del Mediterráneo. Ese resplandor índigo entra en brutal contraste con el rojo parduzco de Sierra Bermeja. Así se encuentra Estepona, atrapada entre el mar y la montaña, emboscada sabiamente en una cinta de tierra que se deja mojar la punta de los pies con el frescor del mar y airear su cabellera con la serranía. Convive con ambas desde tiempo inmemorial, así lo atestiguan sus vestigios prehistóricos y fenicios y romanos y siempre árabes. Estepona de arenales extensos, Estepona que antes de "Estebunna" y "Alextebuna" fue otra, la que conocieron los marineros de Fenicia, los comerciantes de Roma por otro nombre... Estepona que conserva aún el particular sabor de la Málaga auténtica en sus calles más antiguas. Así luce Estepona, entre un pasado excelso y un presente vivificante. No resistiremos la tentación de mojar nuestros pies en sus aguas colmadas de historia.
OrganizaciónOptamos por visitar en primer término la Oficina de Turismo donde nos proveerán de información más detallada y un plano completo y actualizado de la ciudad. La oficina principal se encuentra en el centro, frente al paseo marítimo y es rápidamente identificable. Vayan aquí los datos completos para que no haya equivocación posible: Tel.952 80 20 02 - Fax 952 79 21 81 - Avda. San Lorenzo nº1, 29680 Estepona y mail turismo@estepona.es. Estacionamos el coche muy próximo a la misma oficina tras dar una o dos vueltas. Si no se encuentra aquí aparcamiento, hay un parking público en las inmediaciones. Tras charlar amigablemente con la responsable del centro optamos por el siguiente plan. Caminaremos dirección oeste por el paseo marítimo hasta llegar a la plaza de toros donde se ubican cuatro de los museos municipales. Se encuentra a unos 800 metros y 20 minutos andando pausadamente. Regresaremos por el mismo camino para realizar una ruta por el casco urbano que nos han propuesto desde la oficina de turismo. Otro de los lugares a visitar en Estepona es el Centro de Corominas, un centro de interpretación prehistórica que se puede visitar con cita previa, para ello hay que llamar y preguntar por Victoria Infante: 654.711.715. o escribir al mail info@acudeestepona.com.
ComenzamosSe extienden larga y morosamente las playas de Estepona abrazando todo el litoral. 21 kilómetros de arenales que dan lugar a 17 playas. La Rada, El Padrón, Bahía Dorada, Punta de la Plata, Guadalobón... Los esteponeros y visitantes se solazan tumbados sobre la arena parda mientras el sol refulge sobre el espejo del mar. Los perfiles de algunas sombrillas, las palabras del juego infantil, la mirada de la mujer al horizonte... conforman un refugio de sol templado y mar cálido en el que zambullirse... Una suave brisa nos acompaña en el caminar por el Paseo Marítimo. Numerosos chiringuitos salpican la arena ofertando sus menús a base de pescaíto frito. Huelen ya las maderas de brasa preparadas para los primeros espetos de sardinas, aroma de estío y tan propio, único y personal de la costa malagueña.
Los "volaores"Caminando llegamos hasta el Puerto de Estepona y a su faro que bordeamos para acceder hasta la Avda. del Carmen y llegar así hasta la plaza de toros. Antes, en el puerto, hemos paseado por la cara que da a la playa, allí, colgados a secar encontramos numerosos peces. "Se venden volaores" rezan algunos carteles. Algunos hombres, sentados en el interior de las lonjas esperan la llegada del comprador o del visitante. Esperan, conversan, una mujer hace encaje de bolillos. En la primera de las lonjas conocemos a Francisco Parrado, un hombre mayor, curtido, de rostro afable y manos rudas. Pegamos la hebra un rato y en la charla nos cuenta que estos son peces de temporada, que son peces de paso y que sólo se capturan durante el mes de agosto. Cada pieza se vende a dos euros y dice Parrado que son un bocado exquisito, nada que ver con el atún, mucho mejor que éste. Allí, sobre unas cuerdas y sobre unos carritos los "volaores" dejan que el sol los seque, que los transforme en mojama tierna, en manjar, extienden sus aletas en forma de ala, como desplegando toda su aerodinámica... Nos despedimos así de Parrado que tras la primera desconfianza descubrió una sonrisa y de ahí a una buena explicación. Anotado en la agenda. En agosto, en Estepona, en el puerto: "volaores".
La Plaza de Toros de Estepona y sus cuatro museosTiene la plaza de toros esteponera una particularidad, singularidad de coso taurino asimétrico en el que prima lo elíptico sobre la redondez. Acostumbrado como está el ojo a ver plazas de toros perfectamente redondas en sus gradas, la de Estepona sorprende por la desigualdad de sus gradas, por asimetría que las hace ascender y descender. El arquitecto Juan Mora Urbano la ideó en 1972 y así fu construida. Paredes encaladas al sol, blanco purísimo recortado contra el azul del cielo. Rotunda y redonda y desigual, así surge ante nosotros la Plaza de Toros de Estepona, como un círculo imperfecto junto al mar. Y dentro, un tesoro en forma de museos. Para entrar en los museos municipales nos situamos de espaldas al mar, a la carretera y tomamos la dirección de la izquierda, es la fórmula más rápida. Si se quiere visitar el exterior de la plaza, podemos tomar el camino de la derecha, con algo más de vuelta, pero con más arte. Los horarios de los museos municipales son de 10:00 a 14:00 horas y de 17:00 a 18:30 horas. El teléfono de contacto es 952.807.148.
El personal de los museos nos atiende con agrado, nos explica, nos cuenta, nos detalla y acompaña un trecho. Comenzamos por el Museo Taurino, una suerte de panteón fotográfico dedicado a las más grandes figuras del toreo. Es una magnífica colección fotográfica con instantáneas de Manolete, Paquirri, Joselito, José Tomás, El Cordobés o Enrique Ponce. Además en sus salas también se exhiben algunos trajes de luces de otros maestros. Sorprende la presencia de algunos trofeos, orejas y rabos, entregados a los matadores en su encuentro con los astados como por ejemplo el rabo del toro "Ofendido" concedido a Antonio Bienvenida en 1949. El interior de la plaza también se puede visitar, incluso pisar el albero para sentir un pinchazo de cierto temor en las entrañas. Lo abandonamos rápido para continuar nuestra visita. Accedemos al Museo Paleontológico y allí nos saludo un morlaco mayor, desde luego, que un toro, es la réplica a escala 1:1 del esqueleto de un dinosaurio que nos mira desde sus cuencas vacías. Numerosas vitrinas nos muestran una gran cantidad de fósiles y es que este museo tiene la particularidad de que sus piezas han sido extraídas en su mayoría en Estepona. Está especializado en el periodo del plioceno, hasta tal punto que algunos expertos europeos llegan hasta la ciudad esteponera para documentar sus trabajos sobre el mismo. Dentro, otras dos réplicas de enormes esqueleto nos hacen pesar en la inevitable Jurassic Park. Se nos llama la atención sobre un colmillo, de muy considerable tamaño, perteneciente a un carchodon, un tatarabuelo del tiburón que le sobrepasaría en envergadura en más de diez veces. Continuamos en el pasado, algo más reciente
que nos ofrece el Museo Etnográfico. Perfectamente conservado, organizado con esmero y distribuido por actividades. Se pueden observar los instrumentos necesarios para el trabajo tanto en tierra como en mar. Así se pude contemplar una barca de pesca tradicional, una decena de maquetas de diferentes barcos, redes, nasas, áncoras, remos, bicheros... Un completo surtido de artes marinas. El campo está representado por las diferentes estaciones de la cosecha como la trilla o la recolección con un incontable catálogo de herramientas. Un arado, un pequeño tractor, una carreta... También hay útiles de la vida cotidiana como vasijas, balanzas romanas, tinajas, capazos de esparto e incluso la reconstrucción de una antigua cocina. Por último pasamos
al Museo de Imagen y Sonido Luis García Berlanga. Pesa más en este el valor de las curiosidades en forma de afiches, carteles, firmas y autógrafos, reproducciones de caretas y trajes, cintas de casete y un enorme proyector antiguo que nos recuerda a aquella fantástica Cinema Paradiso. Hay un catálogo de cámaras de vídeo antiguas con algunos ejemplos de súper 8, cámaras de fotografías, etc... Otro de los valores de este museo son algunos instrumentos musicales firmados por artistas como Scorpions o Bonnie Tyler... Ahítos y satisfechos de cultura museística, optamos, dada la hora que es por ocuparnos de la cultura gastronómica. Preguntamos al personal. Sin duda, La Escollera. Allá vamos.
Comida en La EscolleraAl venir hacia la plaza de toros ya lo habíamos visto, pasado frente al restaurante que ya había llamado nuestra atención. Se sitúa en el puerto pesquero (que no en el deportivo) y, preguntando, no faltará alguien que lo indique. Se accede al local a través del bar, dedicado a las tapas y al picoteo o, directamente, desde la playa. El comedor es una terraza lonja literalmente, a pie de playa. Nos ofrecen un surtido infinito de mariscos y pescados. es un restaurante familiar frecuentado por algunos extranjeros conocedores y por esteponeros habituales que ya saben el nombre de la troupe de camareros. Bullicio, lío, voces altas, no es un restaurante tranquilo, pero sí profundamente auténtico en el que se entremezclan propios y extraños. Nos atienden y sueltan la retahíla del menú.... Boquerones, chopitos, concha fina, calamares, salmonetes, bogavantes, cigalas plancha, ensalada, ensalada de pulpo, dorada... Optamos por: una jarra de cerveza con gaseosa, 6 €; dos botellas de agua pequeñas, 2,20 €; gambas plancha, 13 €; calamares, 10 €; sardinas en adobo, 8 €; dos cafés con hielo, 2, 40 € y dos cubiertos. Total 43 €. Las raciones son generosas, abundantes, el pescaíto está recién hecho y ¡¡quema!! así, cuidado. Las sardinas fritas en adobo son todo un prodigio culinario. Satisfechos y algo somnolientos decidimos caminar un trecho de vuelta para bajar la comida, ir al centro e iniciar la ruta propuesta por la oficina de turismo.
Ruta turísticaLa brisa del paseo marítimo nos anima, vencemos la pereza sestera postcomida y caminamos con garbo. En las playas disfrutan los bañistas, vuelan las cometas en el aire prístino, rompen las olas contra la arena, dos jóvenes juegan a las palas, un nadador se pierde en el horizonte... Llegamos a la Avda. de España y en el primer cruce importante, tomamos el acceso de la izquierda hasta llegar a la calle Carmen Sevilla, entrada privilegiada a la Plaza de las Flores. Arropadas por una fuente, las flores que dan nombre a la plaza tiñen de color los arriates, rojos y violetas sobre las paredes blancas. Las fragancias, frescas, recorren todos los rincones y puede ser éste un buen lugar donde sentarse a reposar. Desde la misma plaza parte la calle Raphael, que luego será calle Castillo y que debemos seguir
para visitar las ruinas del que fuera Castillo de San Luis, una fortaleza mandada construir por los Reyes Católicos a finales del siglo XVI y que tuvo como fin reforzar las defensas de la ciudad. Por una estrecha calle, el pasaje Francisco Delmo, se accede a la parte trasera del edificio, del que, gracias a unas escaleras de caracol, se puede tener una mejor visión del mismo. El pasaje Francisco Delmo comparte el castillo de san Luis con el Mercado Municipal de Abastos. Se mezclan en esta estrecha calle los olores del pescado, de las frutas y verduras, de la carne.... Salimos a la luz del sol hasta la plaza Casa Cañada que nos ofrece el murmullo delicado de una fuente. Un hombre se sienta en un banco al cobijo de la sombra. Subimos por la calle Viento hasta el ayuntamiento, después y, tras él, tomamos la calle Caravaca. Nos sumergimos en la parte más antigua de Estepona que aún conserva la esencia de sus raíces agrícolas y pesqueras. En el conjunto de sus calles estrechas se pueden observar algunas casas de cierto abolengo. Visitamos la plaza del Reloj, donde se erige la torre del mismo nombre. La Torre del Reloj, inhiesta de beige y salmón sobre el cielo azul. Es esta una plaza tranquila,
reposada, con un quiosco de música y un gran conífera
enfrentados. Hoy permanece silenciosa, pero podemos imaginar perfectamente el bullicio de los días lectivos cuando comience el curso escolar. Y es que ahora, siglo XXI, la Torre del Reloj, alminar de reminiscencia árabe, suntuosa torre de aviso a la oración, forma parte del Colegio de Educación Infantil y Primaria Simón Fernández. Desde aquí partimos camino a la iglesia por la calle Santa Ana y la calle Blas Ortega. Llegamos hasta la plaza de San Francisco, donde el campanario de la Iglesia Virgen de los Remedios impone su altura, su prestancia, su presencia. La portada del templo es delicada, sutil, casi volátil, alargada, parece querer elevarse y estirarse para tocar el cielo. Por contra, el interior es contundente, recargado en imágenes y en altares con una curiosa balconada que se asoma a la nave central, los dinteles de las columnas, dorados, una gran lámpara de pedrería, mármoles de color grana... Se está fresco.
Despedida, al marCaminamos hacia el mar, cruzamos la calle Real, una de las arterias principales de Estepona, donde se juntan bares, restaurantes, comercios... Nos acercamos a un pequeño quiosco para comprar la postal preceptiva que enviamos a 1.000 kilómetros de distancia, a un hombre de 89 años que sabemos la espera con anhelo. Sentados en un banco la escribimos y la echamos a un buzón. Cruzamos la Avda. España, cruzamos el paseo marítimo, saltamos a la arena, nos desprendemos de la mochila, de las gafas de sol, de la gorra, de la camiseta, del pantalón, de las deportivas, de los calcetines... y corremos hacia el mar. El agua está fresca. Y deliciosa.
Consejos turísticos y enlaces de interés y otras visitas
Consejos útiles: Para visitar el complejo arqueológico de Corominas conviene llamar con suficiente antelación. En los museos municipales nos han comentado que merece la pena, que ha sido reconstruido de maravilla y que es uno de los lugares a visitar en Estepona. El teléfono al que hay que llamar es 654.711.715 y hay que preguntar por Victoria Infante, como se nos indica en un comentario, también se puede solicitar información a través del siguiente mail info@acudeestepona.com. La entrada cuesta 3 € para grupos menores de 10 personas y 2 € para grupos mayores de diez personas. Tomamos nota.
Otras visitas: Si se quiere complementar la visita a Estepona con la naturaleza y la fauna, el lugar es el parque Selwo Aventura. Un centro natural con una década de existencia que se ha convertido en uno de los parques de animales en semilibertad más importantes de Europa. Elefantes, tigres, jirafas, leones, osos, exhibición de aves rapaces... etc. Si el visitante lo desea también se puede pernoctar en el interior. Teléfono de información y reservas: 902 19.04.82. Otro de los lugares a visitar es el Parque de San Isidro o de Los Pedregales, un centro de esparcimiento totalmente equipado ideal para pasar el día con la familia en contacto con la naturaleza. El parque cuenta con diversas infraestructuras como zona de acampada, servicios, bar-restaurante, barbacoas, fuentes, parque infantil, un lago artificial, etc... Pero sin duda la estrella natural de Estepona son Los Reales de Sierra Bermeja, un balcón sobre el Mediterráneo, único por su flora (precisamente aquí se descubrió la endémica especie de pinsapo) y con unas características geológicas muy especiales. Estepona comparte Los Reales de Sierra Bermeja con los municipios de Casares y Genalguacil. Para ver información más detallada se puede visitar el siguiente link de este mismo blog: 12. Genalguacil: Museo Habitado. Por último, Estepona, mirando al mar, tiene en su término municipal hasta siete torres almenaras. Torres que servían de vigía y aviso en el caso de ataques de piratas norteafricanos o turcos. En distinto estado de conservación, las torres almenaras de Estepona son del siglo XV.
Enlaces de interés: tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol. También acudimos a la web muncipal de Estepona que ofrece información turísitica muy detallada. Valga como referencia ilustrativa la página de Estepona Imágenes, donde se ofrece al internauta muchísima información gráfica del municipio.
Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.
Publicado por Israel Olivera en 0:01 7 comentarios
Etiquetas: Corominas, Costa del Sol, escollera, Estepona, gambas, iglesia, Málaga, museo, paseo marítimo, plaza de toros, Selwo