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42 ARENAS: PASADO MUDÉJAR TRAS LOS ALMENDROS

martes, 26 de enero de 2010

Los almendros ya están en flor, tiñen de blanco y lila las laderas de las colinas, el rey puede verlos desde las alturas. Se aferra a las almenas de la fortaleza de Bentomiz esperando que lleguen las huestes cristianas con las que ha firmado un pacto. El rey escucha el eco de los muecines llamando a la oración desde el alminar de Daimalos y desde el de Arenas. Los almendros están en flor y algunas de estas flores se elevan al aire mecidas por la brisa. El rey mira el mar y ve la borrosa silueta de África, el camino por el que un día llegaron a estas tierras sus antepasados, su vista se pierde el horizonte. Esta fortaleza antes íbera y después fenicia y después griega y después romana y ahora árabe y en el futuro próximo cristiana permite otear la Axarquía, la tierra fértil de limones, naranjos, vides, almendros... El rey piensa en ello y mira, de nuevo, a Daimalos y a Arenas. Suspira y se retira a sus aposentos. Su tiempo ha pasado.

Aproximaciones

El camino que une el Mediterráneo con Arenas una vez dejado atrás Vélez Málaga parece arrancado a la ladera de la montaña. Se retrepa sobre los barrancos como un levadizo imaginario e insinúa el paisaje que muestra y esconde a partes iguales. Tan pronto observamos una recia montaña como la plateada lámina del mar. En su trazado, en varias de sus más pronunciadas curvas, se alojan varias balconadas equipadas con bancos de madera en los que reposar y contemplar las excelencias de este abrupto paisaje axárquico. Se observan almendros en las faldas de los cerros, algunos de ellos extrañamente floridos, como perdidos jirones de niebla blanca... Llegamos al centro urbano de Arenas, donde nos saludan el ayuntamiento y tres cónicas piedras de moler. Estacionamos algo más adelante, en una zona habilitada y al amparo de una pequeña plazuela con arcadas de piedra. Con la visita a Arenas completamos la Ruta Mudéjar de la Axarquía, compuesta, además de por el municipio arenero, por Canillas de Aceituno, Sedella, Salares y Árchez y que tienen en común junto con su trazado urbanístico y parte de su historia, la existencia de un elemento diferenciador que remite inmediatamente a esta cultura que pobló Andalucía, tales son los casos de minaretes, fuentes, adarves, etc... Pero que además todos ellos mantienen una esencia que ha permanecido prácticamente inalterable durante el paso de los siglos, perviviendo en sus entrañas, en sus rincones, como un poso de legado histórico que se destapa en cada nueva visita.

Inicios

Subimos, caminando, hacia el centro del pueblo y en seguida encontramos referencia en forma de panel de uno de los eventos más destacados de Arenas: la Feria de la Mula. A mediados del mes de octubre el municipio lleva a cabo esta celebración que tiene como principal objetivo rendir homenaje a tan tozudo animal que ha acompañado a los areneros desde tiempos inmemoriales en los trabajos del campo y dar a conocer sus virtudes a las nuevas generaciones y a los visitantes. Durante la feria se realizan diversas exhibiciones como herraje, trilla, arte de arriar, carga de cuarterones, carreras, etc., todo ello acompañado de música de verdiales y degustaciones gastronómicas, entre las que se incluyen las migas arrieras, un plato contundente que aliviaba a los agricultores de los rigores del campo. Nos adentramos hacia el corazón de Arenas por la calle Farola y por la calle Fuente. A nuestra izquierda y derecha se abren escalones que llevan a pequeñas plazas, paredes repletas de arriates floridos, tiestos y macetas... Nos dejamos guiar a ciegas por su entramado de callejas, recogido y retorcido sobre sí mismo, formando cortos y escarpados tramos rematados en plazuelas minúsculas. Caminamos despacio, sin prisa, así como el pueblo lo requiere, dejándonos llevar hasta desembocar en una hermosísima plaza presidida por la iglesia de Santa Catalina.

El que fuera alminar quemado en un bautizo

La plaza responde al curioso nombre de Valle, donde una sorprendente fuente en forma de farola nos permite el refresco. Sosiego y tranquilidad en Arenas, sólo roto por los sonidos de la vida cotidiana. La parroquia de Santa Catalina ha sufrido, los paños que configuran sus muros han catado el amor excesivo del fuego. Y es que, según cuenta una placa informativa situada sobre una de sus paredes... El templo fue consagrado en 1505 y se construyó sobre la antigua base de una mezquita de la que destacaba el alto alminar. La noche del 13 al 14 de noviembre de 1926 una vela queda encendida tras la celebración de un bautizo. La llama prende el altar mayor y al altar le sigue la techumbre. La iglesia se consumió entre el fuego devorador. Entre los años 1941 y 1944 el templo se reconstruyó y lo único que había quedado en pie, la torre alminar, tuvo que ser desmochada por el peligro que suponía su posible desprendimiento. En el año 2005 la parroquia celebró su quinto centenario. Es una edificación sencilla, su entrada, situada a la izquierda de la plaza Valle es muy sobria, apenas dos imágenes, de San Sebastián y de Santa Catalina, guardan la entrada, y una recia puerta en la que se puede leer "Yo soy la luz del mundo".

El laberinto hacia el Barrio Alto

Desde la plaza Valle hacia la parte más alta del pueblo se sucede un laberinto de calles complejísimo conformado, en un principio, por cuestas y esquinas que desembocan en la entrada a varias casas, vestigio de los antiguos adarves. Optamos por perdernos y hallar el alma secreta de Arenas. En la calle Rinconcillo encontramos dos tramos de escaleras que nos llevan a una plazuela muy pequeña de la que deriva el nombre de la calle. Dos mujeres charlan sentadas en el banco de hierro que se encuentra frente a sus casas. Saludamos, comentamos, tiramos un par de fotos. - Espera un poco que me quite el mandil por los menos-, nos dice una de ellas. - Así se ha llamado, siempre, el Rinconcillo, y bien se ve por qué, ¿no?-, nos comenta la otra. Las dejamos allí, departiendo, y tomamos la dirección de la calle Iglesia que nos conduce hasta el Barrio Alto donde una hermosa casa restaurada en intenso blanco y azul preside el conjunto de una plaza a cuyos pies se sitúa una fuente. Arenas asciende hacia lo alto a tramos, a bancadas. Cada cierto tiempo se abre una insinuación de plaza que no llega a serlo, equipada con bancos de hierro forjado en los que algunas vecinas reposan la mañana. Desde el Barrio Alto observamos frente a frente las ruinas del castillo de Bentomiz sobre el cerro del mismo nombre. El rey zirí de Granada, Abd Allah, ya nombra el castillo en sus memorias escritas en el siglo XI. De aquella antigua fortaleza que rivalizó con la de Comares y Zalía quedan aún algunos restos, almenas, murallas y calabozos, pero lo que le otorga una especial relevancia son las vistas y su importancia geoestratégica, ya que desde su cima se observa una impresionante panorámica de la Axarquía y de la Costa del Sol Oriental. Preguntamos cómo acceder hasta el lugar. Tenemos que tomar la carretera de la pedanía de Daimalos y seguir las indicaciones que señalan "Castillo de Bentomiz" apenas a medio kilómetro del centro urbano de Arenas. Tomamos nota. Mientras, continuamos nuestro paseo por las calles areneras, descubriendo a cada instante nuevos secretos, plazas y casas de antiguo abolengo, vamos camino del descenso por la calle Risco hasta dirigirnos al lugar donde hemos estacionado el coche.

Daimalos su alminar y la fuente del amor

Seguimos por la calle Carretera hasta salir del casco urbano en dirección a la pedanía de Daimalos, donde vamos a descubrir un par de interesantes joyas. Como se nos había indicado encontramos a la derecha el primer acceso al castillo de Bentomiz, pero continuamos porque nos han señalado que es mejor acceder por la segunda indicación. Es una carretera de pista en buen estado en la que nos sumergimos sin dilación. Cien, doscientos, trescientos metros más tarde optamos por darnos la vuelta y es que las lluvias previas a las fechas navideñas y las de los últimos fines de semana han deteriorado bastante la pista y, conduciendo un utilitario, no queremos arriesgarnos a embarrancar. Lo intentamos un par de veces, pero regresamos, apuntando en nuestro calendario una de esas visitas imprescindibles a realizar en otro momento. Retomamos la carretera y continuamos en dirección a Daimalos. Todas las laderas están trufadas de almendros, algunos de ellos, diseminados aquí y allá, se encuentran en flor. Imaginamos el espectáculo que tienen que ofrecer estas laderas en primavera vistas desde la altura del castillo de Bentomiz. Estacionamos en la plaza San Antón y aunque la iglesia y el alminar se ven desde la misma, optamos por seguir las indicaciones que señalan "Alminar del siglo XVII". Subimos por la empinada calle Antonio Ruiz Urbano, tomamos a la izquierda la calle Coro y llegamos a la base del alminar, agregado a la parroquia de la Concepción. Es un alminar enhiesto cuyo campanario apunta al cielo y cuya figura se recorta a la perfección sobre los cerros y colinas. Según reza la placa explicativa "el alminar de Daimalos es uno de los más antiguos de España, construyéndose en el siglo XIII, anterior a los alminares de Árchez, Corumbela y Salares, y hermano gemelo del que existía en el pueblo de Arenas". La Junta de Andalucía lo declaró Bien de Interés Cultural en 2004. Daimalos es una pedanía de una tranquilidad absorbente y nos dejamos llevar por su tempo. Nos regala estampas de una belleza recia, sobria, con una esencia de rico pasado. Preguntamos a una vecina por la antigua fuente árabe. Nos acompaña un trecho y nos pone en el camino. La fuente responde al sugerente nombre de Fuente Perdida y en su placa informativa se puede leer la siguiente información: "Fuente árabe. Dinastía merinita. Siglo XII. Esta usted ante una fuente de origen árabe y que ya era citada en los libros de Apeos de Daimalos del año 1561 (...). Existe la leyenda entre los vecinos que el agua de esta fuente tiene propiedades milagrosas, así que quien bebe agua y está soltero se casa en breve, y quien está casado concibe un hijo. Igualmente las aguas aumentan el vigor sexual". Todo forma parte de la leyenda, pero quién sabe.

Despedida

Regresamos por el camino andado, disfrutando de las vistas y del tiempo detenido. Observamos el alminar, las ruinas del castillo de Bentomiz allí arriba, las calles empedradas, los adelantados almendros en flor, los paseros sobre la tierra húmeda... Respiramos profundamente y nos dejamos llevar...

Consejos útiles y enlaces de interés

La Feria de la Mula: Es uno de los eventos más destacados dentro de los que se organizan en Arenas. Se celebra a mediados del mes de octubre y reúne en cada edición a más de tres mil visitantes. Es una feria única, que permite al viajero disfrutar de las artes antiguas en primera persona, observar al detalle el trabajo que se realizaba con las mulas en los tiempos de los arrieros y descubrir cómo se trabajaba el campo en un pasado no tan remoto.
Senderimo: Una buena opción, y perfectamente señalizada, para los visitantes más andariegos es ascender hasta el castillo de Bentomiz por la pista que lo une con el pueblo de Arenas. Es una ascensión constante y relativamente dura, pero con un trazado nada severo para los pies. Llevar agua y un buen bocadillo para disfrutar del panorama que se nos ofrece desde el cerro de la Axarquía y de la Costa del Sol Oriental es una opción muy saludable.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol en la que se ofrece información detallada acerca del municipio, datos de interés, visitas destacadas, gastronomía, historia y leyendas.

Este blog queda abierto a los comentarios, anotaciones, opiniones que los navegantes deseen realizar. Nos vemos en El Color Azul del Cielo.

34 CANILLAS DE ACEITUNO: GASTRONOMÍA TRADICIONAL A LA SOMBRA DE LA MAROMA

martes, 1 de diciembre de 2009

La Maroma, 2.065 metros de altitud. Una mole granítica que preside como un totem antiguo, contundente e inmemorial la vista de la Axarquía malagueña. Impresiona su visión etérea y sólida, con su cima pelada y desdentada, como una planicie que levitara mirando de tú a tú al Mediterráneo. Impacta su solidez, su peso recio, su altitud y presencia altivas. Y en sus faldas, arrebujado, apretado, y de un blanquísimo color inmaculado, el caserío de Canillas de Aceituno. Una franja blanca que más parece un jirón de niebla desprendido de las alturas que el pueblo profusamente colorido que luego descubriremos, repleto de flores y de arriates, de miradores, de gentes afables, de comidas contundentes (potajes canilleros, chivos asados al horno de leña, la celebérrima morcilla de cebolla...). Un lugar donde el viaje es poema y alimento para el espíritu inmortal y deliciosa tradición y pitanza para el cuerpo mortal. Nos acercamos.

El descubrimiento

La ascensión es lenta y la carretera, en buen estado, sinuosa. Vamos dejando con cada curva un poco más abajo la caldera de la Axarquía, rodeada por sierras y barrancos, y en cuyo fondo espejea el embalse de La Viñuela. Las cimas serranas se encuentran salpicadas de caseríos, de cortijos blancos, de promesas de descanso. Todo el trazado es un mirador natural imponente, con Sierra Tejeda como referente principal. La temperatura desciende un tanto, influencia innegable de los altos picos más próximos. Y tras una curva aparece, reposado sobre la cadera de la Maroma, Canillas de Aceituno. Contemplar el pico de 2.065 metros de altitud y la fragilidad del núcleo urbano es todo uno pese a que Canillas se encuentra "tan sólo" a 650 metros de altura. Paramos en uno de los espacios habilitados en la propia carretera para tirar un par de fotos y aspirar los primeros aromas de esta zona axárquica. No podemos dejar de contemplar La Maroma y, con ella, el vuelo inquieto de un helicóptero merodeando por su cima. Continuamos.

La llegada

Tras adentrarnos en el casco urbano, encontramos un parking público gratuito. Es recomendable estacionar aquí, ya que a partir de este momento las calles del municipio se estrechan hasta lo imposible y pese a que en el corazón del centro hay otras posibilidades de aparcamiento, es mejor reservarlas para los canilleros. Pese a ser un pueblo relativamente grande (tiene más de 2.300 habitantes) se puede recorrer perfectamente andando y, además, esta es la mejor y más jugosa de las opciones. Caminamos por la avenida de Andalucía hasta llegar a la plaza Maestro Fco. Gallero Badino, donde se nos abren dos posibilidades: continuar de frente por la calle Iglesia o a la derecha por la calle Castillo. Vamos a optar por la derecha, no sin antes mirar hacia lo alto, porque esta pequeña plaza nos ofrece una imagen de lo que es Canillas de Aceituno, un entresijo de calles que se elevan hasta el mirador de Blas Infante desde el que contemplaremos, más tarde, una panorámica excepcional de la Axarquía.

Caminamos, observamos, olemos, disfrutamos...

En la plaza del Castillo un panel indicativo nos explica que en la antigüedad este era el emplazamiento de la fortaleza defensiva de la ciudad. Sin duda, un lugar privilegiado, ya que se asienta en unas rocas sólidas sobre las que se construyeron las murallas. Si caminamos por la calle de enfrente, accederemos a un pequeño mirador y podremos pasear por entre los restos de esas antiguas murallas, que albergan en su interior una imagen de la Virgen. A partir de aquí, descubriremos las calles empedradas y estrechísimas de Canillas, con un entramado imposible que se requiebra a cada paso. Es un pueblo importante, pero que mantiene casi intacta su esencia netamente morisca, gracias a este trazado que induce al viajero a trasladarse a otra época sin hacer excesivas concesiones a la imaginación. Los descensos de sus calles son abruptos, cortados casi a pico en ocasiones, venciendo el desnivel entre los diferentes bancales sobre los que se asienta el municipio. Cada apertura hacia el exterior es un mirador que se asoma a la Axarquía, sabiéndose la espalda resguardada siempre por la mole de la Maroma. Son sus paredes blanquísimas, inmaculadas. Conviene descubrir los secretos de Canillas caminando con despacio, encontrar por uno mismo los rincones, las escaleras íntimas, los santuarios ocultos, las plazuelas inusitadas. Es un rompecabezas, un puzzle de arquitectura imposible conformado por casas estrechas, unidas unas a otras por una razón que se escapa al común de los mortales actuales. Y así llegamos, más por azar que por acierto, hasta la plaza de la Constitución.

La Casa de los Diezmos, el barrio alto, la iglesia, la morcilla de cebolla...

La plaza de la Constitución es el centro neurálgico de Canillas de Aceituno: a la sombra del ayuntamiento, junto a la Casa de los Diezmos, un grupo de mayores departe amistosamente; dos turistas, cámara en ristre, se sientan en la mesa de un bar; tres niños circulan con sus bicicletas de aquí allá... La vida cotidiana se abre paso. Contar que la Casa de los Diezmos, también conocida como la Casa de la Reina Mora, era el lugar donde se controlaba la producción y venta de la hoja de morera y de gusanos de seda de todo el área de influencia. Posee una torre blanca, culminada con arcos germinados ciegos y forma parte de la riquísima arquitectura mudéjar predominante en la comarca axárquica. No en vano, Canillas forma parte de la Ruta Mudéjar de la Axarquía junto con Arenas, Árchez, Salares y Sedella. Desde la plaza de la Constitución hacia arriba, el dédalo de calles se transforma en inverosímil laberinto. Ascendemos. Las casas ceden el paso a los muros de piedra, fragmentos de montaña que se integran con las viviendas, que se incrustan en ellas. Nos sorprende la estrechísima calle Calleja, mirando frontalmente a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario. En el camino hacia lo más alto del pueblo nos cruzamos con dos senderistas que descienden desde las alturas, y es que, uno de los caminos para ascender hasta la Maroma cruza, literalmente, el pueblo y no resulta extraño contemplar excursionistas yendo y viniendo. En este caso son un chico y una chica jóvenes, ataviados con botas de trekking, mochila de agua y bastones de senderismo. Descienden rápido, concentrados en su tarea. Nuestra subida es algo más lenta. Llegamos hasta la calle Sierrecilla y este es uno de los éxtasis de nuestra visita. Se abre el pueblo a nuestros pies, todo el caserío blanco pintado con sus terrazas naranjas, con sus tejados ocres. Se asoma el mar allá, al sureste, como una promesa de viajes futuros. Espejea el próximo embalse de La Viñuela. Al fondo, a lo lejos, trasmontes, se perfilan los que creemos picos más altos de la Sierra de las Nieves. Desde aquí arriba se percibe el rumor de la vida canillera, las voces de las gentes, el canto de unas niñas, los pájaros que trinan, el inconfundible sonido de una olla exprés. Y así nos asaltan también los perfumes serios y profundos de las comidas de antaño. Caminando, llegamos al mirador de Blas Infante. Nos sentamos, contemplamos el paisaje que se extiende hasta el horizonte. Y en el reposo, charlamos un tanto con un canillero. Nos habla de los rincones del pueblo, de las calles situadas detrás de la iglesia, del pasado, del presente, del futuro de Canillas. Nos despedimos y atravesamos el mirador hasta comenzar el descenso por la calle Cuesta. Se visten sus laterales de macetas repletas de flores, de coloridos arriates, nos saludan las damas de noche y bajamos y bajamos por sus estrechísimas y empinadas calles. De nuevo en la plaza, más concretamente en una de sus calles laterales entramos en la Carnicería Esperanza. La morcilla de cebolla que se elabora de manera artesanal en Canillas tiene fama, de hecho desde 1987 se celebra en el último domingo del mes de abril el Día de la Morcilla, fiesta declarada de Singularidad Turística Provincial y en la que este embutido es protagonista absoluto junto con el llamado "vino del terreno". Compramos cinco morcillas: 4,33€. Horas más tarde, en una cena con amigos, degustamos en compañía tan preciado producto. Delicioso, delicado, exquisito, fueron los elogios con los que se mentó a la morcilla canillera. Pertrechados de buena vianda nos dirigimos a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario. La puerta está entreabierta, así que pasamos al interior para descubrir un templo sencillo y recargado a un tiempo, con un destacable artesonado de madera en el techo, compuesto por tres naves, con columnas blancas ribeteadas de amarillo y pequeñas hornacinas sobre las que se reposan diversas imágenes. Mencionar que en Canillas se rinde culto a la Virgen de la Cabeza, muy querida en estas tierras y que posee una bella escultura en el interior del templo. Salimos de la parroquia y visitamos las calles que se encuentran tras ella, disfrutando de las flores, las macetas y los perfumes casi primaverales que se respiran... Desde allí tomamos la calle Hortezuelo para visitar el aljibe árabe medieval. Su acceso, a través de una finca privada, no es el más aconsejable y la importancia que tiene responde más a un interés histórico-arqueológico que turístico. En la misma calle (aunque llamada en este tramo calle Placeta) se sitúa el Bodegón de Juan María, que ya nos había sido recomendado por Encarnación "la Mora", y que no nos va a defraudar.

La comida: chivo al horno de leña

Es una venta típica, aseadísima, con suelo de barro cocido, con una imprimación de barniz que lo hace brillar, y techo de madera. Es un lugar concurrido y muy conocido en la zona, por lo que es preferible reservar (Tfn.: 952.51.80.41). Cuando llegamos, pronto, aún no hay nadie. Un enorme horno de leña preside el restaurante. Una mujer trajina alrededor del mismo. Nos sentamos y contemplamos el menú, conformado en su mayoría por platos tradicionales y caseros. Pedimos unas croquetas de morcilla, 7€; un potaje canillero (espinacas, hinojos, garbanzo, morcilla, chorizo...); chivo asado al horno de leña (un cuarto hermoso, nos indica el camarero), 30€; una cerveza y una botella de agua; y de postre una natilla con turrón, 4€, acompañada de una copa de vino dulce "del terreno", 2€. Total: 51,30€. El potaje canillero se asemeja mucho al bolo de hinojos que se realiza en otras zonas de Málaga, como Sierra de las Nieves, pero eso no le resta sabor potente y contundencia, un aroma denso y exquisito, perfumadísimo. Antes hemos degustado las croquetas de morcilla como aperitivo, una delicia suave y poderosa de sabor. Pero, sin duda, el plato estrella es el chivo asado al horno de leña. Blanquísimo, de sabor delicado y suave, especiado lo justo, fresquísimo. Un sabor recio y tradicional que parece existir en el paladar del ser humano desde siempre. Al chivo le acompañan como aperitivo sus propias asaduras encebolladas, también deliciosas. Mientras comíamos el restaurante se ha llenado y una mesa compuesta por cuatro viajeros extranjeros contemplan el asado con los ojos abiertos como platos. Después de comer, paseamos para disfrutar de una buena digestión.

Adiós a la Maroma

Serpenteamos por el camino de vuelta y paramos de nuevo en el mirador para contemplar Canillas de Aceituno en todo su esplendor. El sol ha salido y las calles refulgen con un tono de intenso blanco. La Maroma parece haber fruncido el ceño y asoma en su cima un oscuro nubarrón gris. Hemos visto algunas fotografías de los tejados y calles canilleras nevadas y creemos que será un buen lugar para regresar en invierno. Aunque, en la imaginación, también vemos el esplendor de las flores de sus arriates en primavera...

Enlaces de interés y consejos útiles

Senderismo: Canillas de Aceituno es un lugar privilegiado para la práctica de este deporte. La presencia del pico de la Maroma, Sierra Tejeda y sus faldas y laderas así lo confirman. Desde la página web canillasdeaceituno.org se proponen tres completas rutas que unen el núcleo urbano con la Maroma "Ruta de los Neveros", con el Saltillo y con el Castillejo o Mirador de los Tajos Lisos.
Día de la morcilla: la morcilla canillera o morcilla de cebolla es única de esta localidad. En el año 1987 se instauró el Día de la Morcilla como una fiesta de carácter popular que ha llegado hasta 2009 transformada en Fiesta de Singularidad Turística Provincial. La morcilla canillera tiene la particularidad de estar realizada con cebolla en lugar de con arroz, lo que la dota de un sabor muy especial. La degustación popular de este embutido es la estrella de la celebración que se acompaña de actuaciones musicales.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del sol y las páginas municipales de canillasdeaceituno.es y canillasdeaceituno.org.

Este blog queda abierto a todas las opiniones y sugerencias de sus lectores. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.

05 ÁRCHEZ: ENTRE SIERRAS, RÍOS Y FRUTALES

martes, 12 de mayo de 2009

Árchez entre frutales, sobre la hondura perfumada de un valle. Tímido Árchez bajo el cielo azul y entre el verde. Suenan en sus calles las melodías del río Turvilla. Árchez con esa torre alminar que todo lo vigila desde la altura. Árchez traspasado por su historia mudéjar y por sus leyendas. Árchez, con sus apenas 400 almas rezuma esencia andaluza. Árchez, Joya Merinita del Siglo XII. Fresco y delicado Árchez en su valle de naranjos, entre acequias y molinos. Árchez por descubrir. Ahí está, con su eterno alminar contemplando las laderas de la sierra. Árchez para recogerse.


Árchez, entre frutales

Parece el caserío de Árchez con su blancura entre verdes ser un fruto más de las vides, olivos y nísperos que le rodean. Se encuentra protegido en el fondo de un valle, a la sombra de Cómpeta y acariciado por el frescor de los árboles que le rodean. No resulta de extrañar que la población árabe escogiera este lugar para establecerse. Bebe de su río Turvilla, se refresca de sus frutales, se alimenta de sus cosechas. Se encuentra Árchez en ese trazado histórico que en la Axarquía se ha dado en llamar Ruta Mudéjar, desde la costa, pasado Algarrobo y Sayalonga, poblaciones de mayor presencia poblacional. Parece que será umbrío bajos los soles de justicia estival, fresco y apretado en los calores del verano. Un parking mínimo frente al ayuntamiento nos da la bienvenida y, de manera inmediata, podemos perdernos entre sus calles, laberinto blanco. En el comienzo de ese dédalo nos encontramos con un panel explicativo donde se indican los lugares de interés para ser visitados. Tomamos nota y nos prestamos a ello, con la intención primera de disfrutar de las callejas frescas y tranquilas, acompañadas por numeroso trinar de pájaros y arrullo de palomas. Pronto nos encontramos con una joya arquitectónica.

El alminar de Árchez

Sito en la Plaza Mudéjar y visible casi desde cualquier calle del municipio, el Alminar muestra el delicado poderío de la arquitectura árabe. Se eleva y recorta contra el cielo azul con sus fachadas de ladrillo rojo, su parte superior de albero y su cinta de azulejos blancos y azules. Una pareja de bancos, próximos a la base del alminar, invita a sentarse. Apacible rincón en el que ya resuena el bullanguerío del río cercano. Nos sorprende el repicar de campanas, insistente y agudo en su llamada a misa. El alminar, antigua torre de llamada del muecín a la oración se encuentra adosada a la Iglesia de la Encarnación. Precisamente en uno de sus muros y gracias a uno de los múltiples paneles explicativos que hay en el municipio conocemos que las campanas tienen nombre propio, una de ellas responde a Nuestra Señora del Pilar y otra a María de la Encarnación. Del mismo modo otro de los paneles explica cómo se desarrolló la construcción de este monumento sobresaliente y la trascendencia que tiene como monumento arquitectónico "Elemento vertical en la horizontalidad de la mezquita, el alminar evoca la gravedad vencida por el esfuerzo del hombre, estableciendo la comunicación entre dos espacios, el interior y el exterior". Para los amantes de la anécdota, no podemos dejar de reseñar la historia de una leyenda.
La leyenda de la lagartija y las tentaciones del vino dulce

La leyenda de la lagartija dice lo siguiente: "Cuenta la tradición que en el proceso de fabricación de la campana de la iglesia cayó una lagartija y quedó incrustada e ella. A raíz de ésto, cualquier persona en edad de merecer y soltero podría subir a la torre y tocar la lagartija, en el plazo de un año, encontraría el amor...". Mientras releemos la recreación de esta historia popular, se nos acerca una mujer, nos invita a pasara a los bajos de su casa en lo que intuimos será una pequeña tienda en diario. Allí, en una alacena mínima nos ofrece todo un surtido de productos típicos archeros. Vino dulce, que nos da a probar, higos de Árchez, pasas, torta con almendras, un amplio surtido de dulces... En todos los envoltorios aparece el símbolo del municipio, su torre alminar. La mujer que nos atiende y que nos reclama la compra se llama María y, ante tanta tentación, caemos. Una botella de vino dulce de dos litros - Dura hasta dos años embotellada.- Nos señala María, 6 euros. Y un pan de higos selectos, 6 euros. Caprichos y tentaciones. Será más tarde cuando veamos a María de nuevo en acción, esta vez con dos turistas extranjeros a los que también lleva a su tienda. Sí parecen los archeros y archeras gentes afable y con ganas de entablar conversación. Continuamos el paseo.

La Iglesia y su plaza

Los naranjos, mecidos por la brisa, impregnan de dulce aroma todas las calles. La puerta de la Iglesia de la Encarnación nos muestra una pequeña plaza rectangular en la que se puede leer un panel explicativo en el que se detallan y explican las particularidades de la comida mudéjar, combinación exacta de dulce y salado "La cocina medieval andaluza se caracterizó por el uso de las fermentaciones, de lo agridulce, de las especias, de las hierbas aromáticas y de los dulces. El alcuzcuz, a base de harina de trigo, carne, legumbre, verduras y frutos secos era el plato completo más corriente, como el alhale, carnero curado en sal, o los cocidos de bovino, palomos, perdices y francolines... sin olvidar los panes de pasas y almendras, los buñuelos de queso con miel y los célebres higos de la Axarquía, tan elogiados por Al'Umari e Ibn Al Jabib, con los que se preparaba pan y arrope"... Tendremos la oportunidad, más tarde, de comprobar algunas de estas afirmaciones. Entramos en el templo. Una sola nave ofrece en su frente un altar penachado de nubes blancas y azules. A la izquierda nos llama la atención una imagen de la Virgen de Monserrat, conocida popularmente como La Moreneta. Preguntamos acerca de su presencia en la iglesia y tras dos contestaciones contradictorias optamos por quedarnos con la intriga. Salimos de iglesia. Al final de la plaza, a la derecha y de espaldas al templo hay una buena fuente de dos caños en los que sumergir la cabeza, refrescarse y paliar la sed. A la vuelta de la plaza nos encontramos con una de las muchas sorpresas que ofrece Árchez.... ¡¡Una casa de inspiración gaudiesca!! Como si un fragmento de la Casa Batlló de Barcelona se hubiera trasladado hasta este valle. Sumamos la Virgen de Monserrat y esta casa y deducimos a vuela pluma y sin mucho fundamento que la presencia de algún reducto catalán en estas tierras ha de ser factible. Observando el alminar desde cualquiera de los puntos del municipio, casi se puede imaginar la voz del muecín llamado a la oración. Se respira en Árchez cierta brisa de pasado de relumbrón. Avanzamos por sus calles y accedemos a la Puerta del Río.

Los molinos

El olor dulce, penetrante, permanente nos acompaña. Accedemos al paseo del Río Turvilla, fresco, arbolado. Un puente nos da acceso a los restos de una casa que pudo haber sido molino, y creemos encontrar una comuna hippy. Mujeres de vestidos floreados y pelo larguísimo nos saludan cuando cruzamos. Llegamos hasta el que fue Molino de Doña Fidela, que también lleva una leyenda "comprado el molino por un archero a la propietaria original y haciendo éste obras de restauración en el edificio ha que hallare un cofre repleto de monedas de oro...." Ahora, centro neurálgico de la comuna hippie, se llama Molino Winkler. Buscamos el siguiente Molino, el de Don Matías. Preguntamos a Rafael, un archero que nos indica con exactitud el camino a seguir. Se le ve dibujado en los ojos una pregunta -¿A dónde irán estos? - pero nos atiende con muchísima amabilidad. Pasada la fuente de El Pilar, cogemos el camino del cementerio, por su flanco derecho enseguida veremos una acequia. Hay que continuar por ella hasta el final, allí, nos esperará el Molino de Don Matías. Es un camino trufado de amapolas, nísperos, olivos, chumberas... y sobre ellas bancales de vides que ascienden hacia la sierra. Como permanente banda sonora el sonido del río Turvilla, invisible a nuestra izquierda, y a la derecha el de la acequia por cuyos bordes caminamos. No es un camino apto para todos los públicos, la acequia se rompe en un par de tramos y hay que bordearla, pasar bajo un par de troncos, sortear unas matas y ortigas. Sólo recomendado para personas con cierto espíritu aventurero. Caminamos cerca de veinte minutos entre huertas hasta que entre lo umbrío de varios matorrales altos divisamos nuestro objetivo: el Molino Matías, del que sólo se intuye su esplendor, ahora completamente abandonado. Regresamos. La dificultad del camino nos ha abierto el apetito.

La Posada Mesón Mudéjar

Un amigo nos ha recomendado en Árchez la Posada Mesón Mudéjar, situada en el centro del pueblo, frente a la portada de la Iglesia de la Encarnación, sin posibilidad de pérdida. Llevados por los aromas del pasado y sabiendo que estamos en uno de los pueblos incluidos en la ruta mudéjar de la Axarquía, no podemos menos que hacerle honor a la historia archera. La Posada Mesón Mudéjar es un establecimiento cuidado al detalle. Todos sus elementos, en armonía, hacen de él un lugar cálido, confortable. Velas sobre las mesas, arcos de madera, color albero en las paredes... Además del restaurante posee cinco habitaciones decoradas con delicadeza. Nos sentamos en una pequeña mesa en el patio. Saludamos a Serafín, el propietario, y dejamos que el menú circule ante nosotros: chipirones salteados con ajillo, guindilla y cilantro, revuelto de ortigas del río de Árchez, merluza mudéjar, ajoblanco, pollo mudéjar...
Pedimos 4 cervezas, 2 botellas de agua, 1 ensalada mudéjar, 1 cordero a la miel, 1 pollo mudéjar,1 helado de chumbo = 41 euros. Recomendamos fervientemente sus helados artesanos tal como de higo y pasas, algarrobas o el propio helado de chumbo. Deliciosos. Los precios son razonables y las raciones son generosas. La carta, muy especial, y el toque último, muy bueno. Tras el deleite gastronómico, un paseo.

Despedida

Nos despedimos de Árchez caminando por el paseo del Río Turvilla, el fresco de las sombras y de los frutales aplaca el calor y la inmediatez del río calma la impenitencia del sol. Caminamos despacio, sin poder evitar echar un vistazo al alminar que todo lo preside y dejando volar la imaginación, ideamos aquellos tiempos del S. XVI, cuando la población morisca trasegaba por estos pagos. Casi podemos ver una chilaba a la vuelta de una esquina, pero esto ya no sabemos si es realidad o producto del embrujo mudéjar.

Recomendaciones y enlaces de interés

Recomendaciones: Charlar con los archeros, se sacarán un buen puñado de historias agradables de escuchar y de decir. Dejarse llevar por el pausado ritmo que destila Árchez.
Enlaces de interés: Tres páginas web indispensables para conocer más acerca de este pueblo de la Ruta Mudéjar. La primera de ellas, la del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, la segunda, la página web municipal de Árchez. Y tercera, la página web personal de un vecino archero.
Dónde comer: Árchez, además de la Posada Mesón Mudéjar tiene otras opciones gastronómicas. Recomendamos ésta por tener la versión más completa del arte culinario mudéjar.

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