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90 ARDALES: UN ENCUENTRO MILENARIO

martes, 28 de diciembre de 2010

15.000 A.C. Sopló la cánula repleta de tinte negro y su mano quedó impresa en la piedra. Los dedos índice y meñique doblados hacia dentro, hacia la palma; el pulgar, el anular y el corazón, estirados. Marco así la cavidad interna de la cueva con su firma primigenia, con el sentido primero de la propiedad, con el símbolo de su clan, de su familia.

990 D.C. El rebelde se halla en lo alto del castillo. Allí abajo, junto al río, observa cómo titilan los cientos de fuegos del campamento erigido por los califas cordobeses. Mira el cielo en la incipiente mañana y recompone en su memoria los últimos años. Cristiano en tierras de Al Ándalus, mozárabe, Omar Ben Hafsún ha liderado una revuelta contra el omnímodo poder del trono califal, ha construido iglesias talladas sobre la roca, ha protegido eremitas, ha instigado una rebelión en interés propio y ajeno y su destino aún está poder definir. Mira el cielo, una rapaz se eleva en el primer aire de la mañana. Llega la hora.

1921 D.C. El rey Alfonso XIII se sienta en un blanco trono de piedra. Firma el documento, constata con su rúbrica la inauguración de la presa del Guadalhorce. Una obra de ingeniería sin igual que cambiará de manera definitiva el paisaje de la comarca. El Rey se siente satisfecho. Pasea, acompañado de políticos, militares y edecanes por la parte superior de la presa. El agua ruge hacia el Desfiladero de los Gaitanes. Pregunta el nombre del ingeniero a sus ayudantes y considera firmemente concederle el título de Conde de Guadalhorce.

Nuestro viaje de hoy abarca 24.000 años, desde las primeras pinturas de la Cueva de Doña Trinidad Grund (conocida popularmente como Cueva de Ardales) hasta la actualidad. Un viaje que serpenteará entre el discurrir del tiempo, llevándonos a un buen puñado de importantes episodios de la historia y prehistoria malagueña. Si en muchos de los recorridos realizados hemos sentido el aliento del pasado sobre nosotros hoy, sin duda, nos sentiremos protagonistas de la historia. El municipio de Ardales conjuga en sus 110 kilómetros cuadrados una experiencia viajera única, y la comenzaremos bajando a las entrañas de la tierra.

La Cueva de Doña Trinidad Grund (Cueva de Ardales)

Todo es silencio. Sólo se escucha el repiqueteo de las gotas sobre el agua. Iluminamos con las linternas aquí y allá, descubriendo un mundo que pertenece a la oscuridad y al silencio de la historia. Estalactitas y estalagmitas, formaciones imposibles, algún pequeño lago y las grabaciones y pinturas. Ese conjunto esquemático de primeros artistas que se afanaban en plasmar el mundo que les rodeaba. El estilizado lomo y cornamenta de una cabra, el delgado y alargado cuerpo de una cierva, las marcas y símbolos de su clan sobre la pared, su mano de dedos recogidos. La Cueva de Ardales se sitúa aproximadamente a cuatro kilómetros del centro urbano, para poder visitarla es necesario concertar una cita previa en los teléfonos 952.713.455 o 952.458.046, ya que el sistema de pinturas es muy delicado y es necesario no superar los quince visitantes por sesión. En la página web www.redpatrimonioguadalteba.es se puede encontrar toda la información completa sobre horarios, precios, tours, etc. Nos hemos citado en el Centro de Interpretación de la Prehistoria del Guadalteba a las diez de la mañana con los guías. Lo que nos permite visitar primero las instalaciones antes de visitar la cueva. Como todos los museos de la Red de Patrimonio del Guadalteba, el de la prehistoria en Ardales es moderno, colorido y funcional. En sus vitrinas se exponen numerosas piezas, reproducciones de armas, osamentas, útiles de trabajo y aseo, una colección muy completa. En los paneles explicativos se detallan los periodos históricos a los que corresponden todas ellas y se plasma la evolución de los homínidos que poblaron estas tierras, desde los neandertales hasta los homo sapiens. Se nos pone en antecedentes para lo que vamos a visitar después, nos fabricamos así un material con el que no acudir ignorantes al interior de la tierra.Diez y media de la mañana, una expedición formada por media docena de coches se dirige por pistas de tierra hasta la bocana de la cueva. Descendemos una serie de escaleras y el guía, Gerardo, nos ofrece unos consejos y una linterna para cada miembro de la excursión. Entramos, y todo es silencio. Las formaciones de estalacticas y estalagmitas son impresionantes, los colores de la tierra húmeda, casi jabonosa, en blancos y negros y grises, se confabulan para dotar al interior de un espectáculo mágico. Brillan los cristales como una constelación de estrellas sobre las paredes. Gerardo explica, detalla, vive, cuenta. Doña Trinidad Grund, la potentada malagueña que hizo de Carratraca y Ardales sus cuarteles de verano explotó esta cueva de manera muy singular, ofreciendo para año nuevo y la Noche de San Juan fiestas en su interior. Se alumbraban con quinqués y velas sus interiores, se llevaba una pequeñas orquesta y la burguesía malagueña de finales del siglo XIX bailaba aquí en sociedad. Más adelante, las cueva perdió interés hasta que recayó en manos públicas, que la adecuaron para su conservación. Observamos la mano, símbolo de las pinturas que aquí encontramos y el guía nos hace una demostración de la técnica con la que se pintó, haciendo partícipes a los niños que nos acompañan en el grupo. Apagamos las linternas y se hace el silencio, la oscuridad absoluta. Ascendemos y descendemos, subimos y bajamos, escuchamos, atendemos, caminamos. Observamos aquí y allá y atendemos a als pertinentes explicaciones. Donde parecía no haber nada se perfila el lomo de una cierva, la cornamenta de una cabra. Casi dos horas sumergidos en las profundidades de la historia nos hacen estar más cerca del corazón de la provincia. Salimos al exterior ligeramente aturdidos, plenos y satisfechos, con la sensación de haber realizado un viaje muy muy largo.

El centro urbano de Ardales y su peña

Comenzamos nuestra visita en el Jardín de los Poetas, donde nos asaltan versos de Machado y de Alberti, para subir hacia el corazón del municipio, caserío sobrio que desciende bajo la sombra de la Peña de Ardales y las murallas de su antiguo castillo. Se requiebran las calles, parecen deslizarse ladera abajo. El cielo en esta mañana de otoño es límpido y claro y la torre campanario de la iglesia se recorta sobre los tejados. Llegamos, a paso tranquilo, hasta la plaza del ayuntamiento, donde antes de continuar camino hacia la peña visitamos el Convento de San Sebastián, un edificio fundado en el año 1635 por los monjes capuchinos y de estructura muy sencilla, cuya iglesia se encuentra bajo una bóveda de medio cañón. Regresamos hasta la plaza del ayuntamiento y desde allí iniciamos el ascenso hacia la Peña de Ardales. Las calles se estrechan, las paredes blancas muestras sus pechos henchidos de flores, de macetas coloreadas. Se escalonan las callejas y se retuercen, siempre sobresaliendo el pináculo de la torre campanario de la iglesia. Miramos hacia atrás, y los tejados y azoteas se recortan contra los campos ocres y amarillos de los campos. Aromas de brasa y picón nos dan la bienvenida y trasladamos nuestra imaginación al interior de esas casas templadas, cálidas chimeneas, braseros al rojo… Huele también a olla contundente a potaje bueno y antiguo. Dirigimos nuestros pasos hacia el conjunto de la Peña de Ardales, una mole contundente que domina gran parte del paisaje del Guadalteba. Su posición geoestratégica muy próxima al rio Turón provocó que fuera ocupada desde hace cuatro milenios por asentamientos humanos en el neolítico para transformarse en un “opidum” íbero. Se encuentra además en el paso natural que une la Bahía de Málaga con el Valle de Guadalquivir, lo que la situaba, y sitúa, en un lugar de paso preferente. Tras los íberos llegaron los romanos, cuyo vestigio más sobresaliente se encuentra en el puente situado en la parte baja del pueblo, sobre el río Turón. Después la ocupación árabe, las revueltas provocadas por Omar Ben Hafsún, la llegada de las tropas cristianas a mediados del siglo XV y así hasta la modernidad. Corona la Peña el caserío blanco ardaleño… Caminamos, ascendemos, por las pendientes calles hasta llegar a la plaza superior del pueblo, presidida por la iglesia. El conjunto resulta imponente. El templo de Nuestra Señora de los Remedios se recorta contra la Peña. Sobresale la fábrica de ladrillo del campanario, rematado a su vez por azulejos blancos y azules…. La importante portada de la iglesia, blanquísima, con la entrada rematada en colores crema. En el interior se celebra un bautizo. Destaca el artesonado de madera labradísimo, historiado, de vigas entrelazadas. La iglesia, pese a que fue reconstruida en 1720 se cree pudiera haber sido templo romano, cristiano en la época hispano-visigoda, transformarse en mezquita medieval y, por fin, en gran templo mudéjar. Aparejado a la iglesia se sitúa un centro de interpretación con horario único de verano. Aún con todo, como nos han informado en el Museo de la Prehistoria y dos hombres en la iglesia, se puede llamar al portal número uno de la plaza y preguntar por Ascensión, una mujer mayor, de 92 años, muy amable, muy atenta y simpática que servirá de cicerone para los visitantes despistados. Bordeando el conjunto de la Peña se abre el camino que sube hasta la ermita del Calvario. Se puede acceder también en coche y la visita merece la pena. El edificio no es significativo, pero las vistas son impresionantes. Desde aquí se divisan las ruinas del castillo del río Turón, los embalses del Guadalteba, el monte sobre el que se erigía el famoso castillo de Bobastro en las Mesas de Villaverde, prácticamente toda la comarca del Gudalteba y, en primer plano, la Peña y el caserío de Ardales. Sopla el viento, hace frío ante el cielo azulísimo. Nos sentamos un instante para disfrutar del paisaje en toda su solemnidad. Se escuchan los ecos de la vida cotidiana… Y nos percatamos de que se nos ha abierto el apetito.

La comida

Recomendados, localizamos la Casa de Juan Vera. Un local clásico en Ardales, donde se puede tomar comida tradicional casera, de precio razonable y raciones abundantes. Se encuentra junto al ayuntamiento, en la misma plaza. Dentro de la carta de potajes, salmorejos, callos y gazpachuelos, pedimos porra, picadillos de tomate, un churrasco y un entrecot, un refresco de cola, una botella de agua y dos cafés. Total, 35 euros. El restaurante se llena en seguida y cuando salimos se encuentra repleto.

Las ruinas de Bobastro y la iglesia rupestre mozárabe

Regresamos al coche. Antes de dirigir nuestros pasos hacia las ruinas de Bobastro queremos visitar el puente romano sobre y el castillo del río Turón. Para ello descendemos hasta la parte baja del pueblo, atravesamos un pequeño túnel y llegamos hasta la ribera del río. Del puente romano, aún en uso, pueden observarse tres ojos, pero los historiadores apuntan que pudo llegar a tener cinco. Es una construcción sólida, robusta, recia. Tuvo su importancia, ya que por él transcurría la ruta que comunicaba Malaca con las Acinipo, Singlia Barba-Anticaria y Corduba romanas. Seguimos conduciendo por un sendero asfaltado, que luego se transformará en una pista entre olivos. Las colinas ondulantes como olas marinas ascienden y descienden. Los colores verdes y ocres se combinan y conjuntan como si de un trabajo de taracea se tratase. Tras una curva y sobre una elevación vemos las ruinas del castillo. Es imponente al verse recortado contra el cielo. Se mantienen en pie al menos siete torres. Le envuelve cierto aire onírico y fantasmal. El castillo se construyó durante la guerra de fronteras entre los reinos de Granada y Sevilla. La fortaleza, construida en un promontorio cortado a pico sobre la margen izquierda del río Turón, sirvió como primera e importante defensa de la Peña de Ardales ante el empuje de las tropas castellanas provenientes del castillo de Teba. La fortaleza de Turón tuvo dos puertas, un alcázar, más de diez torreones, una segunda muralla o barbacana y una torre del homenaje desde la que se controlaban los accesos al valle. Gómez de Ribera “El Adelantado” la tomó definitivamente para los castellanos en 1433. Desde finales del siglo XV forma parte del escudo del municipio. Y allí permanece, después del paso de los siglos. Lo observamos con deleite. Un cabrero nos saluda con su mano al pasar. Regresamos al coche y ponemos rumbo hacia las ruinas de Bobastro. Para ello debemos dirigirnos hacia la Presa Conde del Guadalhorce, antes de llegar tomar una desviación a la derecha que nos llevará hasta la barriada de El Chorro de Álora. En el camino, apenas a cinco kilómetros encontraremos una indicación del Castillo de Bobastro. Ascendemos por una carretera retorcida en dirección a la cima, pero antes de llegar a la cima tenemos que hacer una parada obligada, la visita a la iglesia rupestre mozárabe. En realidad el complejo incluye la iglesia, pero también restos del que fuera poblado mozárabe más importante de la provincia, láminas de las murallas defensivas de la fortaleza, e incluso una necrópolis musulmana. Las visitas son guiadas y de número limitado para grupos. En la página web de la Red de Patrimonio del Guadalteba se indican los horarios, días de apertura y precios, además de la posibilidad de contactar directamente con los guías. Hoy nos acompaña Cristóbal. Iniciamos el recorrido y gracias a las explicaciones a viva voz y los paneles indicativos organizamos en nuestra mente la distribución de este poblado que resistió los envites de las tropas de Abderramán III de Córdoba. Era una sociedad muy desarrollada, perfectamente estructurada, de ritos religiosos y funerarios complejos y eso se refleja en la arquitectura y el planteamiento del trazado. Después de la aproximación y las introducciones llegamos hasta el lugar donde se ubica la joya de la corona, una iglesia cincelada sobre la pared, que aprovecha las cavidades naturales para albergar altares y camarines, que extrae la piedra para formar sillares y basamentos. Como curiosidad, y sabiendo que esta era una iglesia cristiana en época de dominación musulmana, señalar que los elementos arquitectónicos se mezclan, apareciendo una serie de arcos de herradura. Visitamos las canteras de donde se extraía la roca y damos un paso atrás en el tiempo. Bobastro, la ciudad, el castillo, sus murallas. Bobastro, creada por el rebelde Omar Ben Hafsún que tuvo en jaque a los califas omeyas, que ideó un sistema defensivo que incluía Ardales, Teba, Cañete la Real, Álora, dominando las actuales comarcas del Guadalteba y del Guadalhorce gracias a un complejo sistema de señales y anillos defensivos. Terminamos aquí la visita y continuamos ascendiendo hacia la cima, hacia las Mesas de Villaverde. Quita el aliento. Del primigenio castillo apenas quedan unos sillares que marcan el lugar donde antes hubo murallas, pero el valor del lugar se encuentra en el enclave. Un altísimo promontorio inexpugnable desde el que se otean muchos kilómetros en el horizonte, una auténtico nido de águila desde el que se observa las ondulaciones verdes del valle del Guadalhorce y las ocres del valle del Guadalteba. Impresiona ver a las rapaces trazando círculos de caza bajo nuestros pies, sentir la brisa recia del invierno asoleado en lugar tan alto. Recorremos las ruinas con mimo y reconstruimos en nuestra imaginación las palabras con las que el guía, Cristobal, nos ha introducido en la vida y milagros de Omar Ben Hafsún, su rebelión interesada, su conversión al cristianismo, su abrazo al islam, sus conquistas y sus traiciones. Nos sentamos en un banco del mirador, cerramos los ojos y nos dejamos llevar.

La presa Conde del Guadalhorce

Desde esta atalaya, bajamos hasta la ruta que nos llevará a los embalses. Una lámina de agua opalina y verde y azul y gris, se extiende ante nosotros, forma playas y bahías y cabos. La conquista de un territorio por parte del ser humano. Todo se inició con la construcción de la presa del Chorro. A principios del siglo XX se iniciaron las obras de domesticación de los ríos Turón, Guadalhorce y Guadalteba. El arquitecto Rafael Benjumea Burín inició en otoño de 1914 una ciclópea empresa que tomó forma con 75 metros de alto, 50 metros de ancho en su base y con un arco de 130 metros. Por primera ocasión se utilizaron herramientas eléctricas y técnicas constructivas modernas. El rey Alfonso XIII visitó las obras en el año 1921, firmando el certificado de su término. Quedó tan impresionado por la magnitud de la construcción que decidió nombrar al arquitecto Benjumea como el primer Conde de Guadalhorce, cambiando el originario nombre de la presa por el de, precisamente, Presa del Guadalhorce. Más tarde se encauzaron otros dos ríos, formándose así el complejo hídrico de las tres presas, constituyendo la mayor reserva de agua potable de la provincia de Málaga. Caminar por la presa original, contemplar la lámina de agua domesticada, pasear por el entorno, observar los escarpes y barrancos, las cimas de las montañas próximas es un gusto para los sentidos. Se escuchan el trino de los pájaros y el aleteo de los peces sobre la superficie fluvial. En este tiempo de fríos y soles de invierno, la visita de turistas no es excesiva, pero en primavera y verano se duplica o triplica, ya que a la vera del pantano se han creado diversos negocios de hostelería, además de una amplia oferta de turismo acuático activo con la posibilidad de realizar travesías en kayak, alquiler de barcas, etc. Destacar que desde aquí también parte el camino hacia el Desfiladero de los Gaitanes y el Caminito del Rey que llegará hasta la barriada aloreña de El Chorro, por lo que también es punto de encuentro de senderistas y excursionistas. Merece la pena la visita y, sobre todo, el paseo sosegado, no solo por los alrededores propios de la presa, si no por los miradores de los montes próximos que ofrecen una vista espectacular. Como curiosos que somos y tras un prolongado paseo, antes de que caiga la noche nos acercamos en nuestro vehículo hasta el mirador de los tres embalses. La indicación es sólo parcialmente visible, así que conviene estar ojo avizor. El mirador se sitúa en un altozano desde el que se contemplan perfectamente los tres embalses y nos dan ciencia cierta de la obra hídrica que supone este complejo. Agua azul y verde, verde campo, grises peñas, terreno ocre. Dejamos vagar la mirada por el amplio paisaje, permitimos que caiga aquí y allá. Es un espectáculo inigualable.

Despedida

Los sentidos aturdidos ante tanta intensa experiencia. Sumidos en las profundidades de la tierra con los antepasados de la humanidad, subidos a lo alto de un castillo acompañados del fantasma de Omar Ben Hafsún, en el interior de una iglesia rupestre forjando una rebelión, calculando los niveles de presión con el arquitecto Benjumea, surcando las aguas mansas del pantano a bordo de un kayak, oyendo los ecos de la batalla en el castillo del río Turón, paseando, caminando, realizando un bosquejo de la historia malagueña en nuestra imaginación, desde 24.000 años antes de Cristo, hasta el siglo XV con las guerras fraticidas entre musulmanes y cristianos, hasta 1921 con la inauguración del embalse del Guadalhorce… Todo llega hasta 2010 cuando hoy, nosotros, pisamos estas mismas piedras.

Información útil y enlaces de interés

Red de Patrimonio del Guadalteba: Resulta imprescindible visitar la página web de la Red de Patrimonio de Guadalteba para configurar y planear el viaje. La cueva de Ardales sólo puede visitarse con cita previa, el paseo por la iglesia rupestre mozárabe de Bobastro está sujeta también a horarios, así que es necesario ver los horarios, precios, etc. y contactar con los guías si fuera necesario. Además en la web se encontrará información histórica de obligada lectura para disfrutar al 100% de la visita.
Feria de la Matanza: El tercer domingo de febrero se celebra en Ardales la Feria de la Matanza en la que se exponen y reparten de manera gratuita cerca de 1.000 kilogramos de productos derivados del cerdo. Medio centenar de personas distribuyen entre los visitantes chorizo, callos, morcilla, morcón y diferentes guisos. A partir de las cinco de la tarde la jornada se ameniza a base de música y actuaciones.
Festival Flamenco: Más de treinta años de historia contemplan al Festival de Flamenco de Ardales, uno de los más longevos de la provincia y que mantiene intacta su calidad. Se celebra en el mes de septiembre, y cada año sirve de antesala al inicio de las fiestas de la Virgen de Villaverde.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol Occidental, la página web del ayuntamiento de Ardales y la página web de la Red de Patrimonio del Guadalteba.

89 ALORA: LA BIEN CERCADA Y SU CAMINITO DEL REY

martes, 21 de diciembre de 2010

Ulula, sopla, silba el viento entre los farallones de piedra. Dos rapaces vuelan en círculos bajo los pies de un rey. Se agita el cuerpo enjuto de Alfonso XIII al compás que marcan los vientos. Se encuentra a más de setenta metros de altura, en un pasillo de madera, hierro y cemento adosado a una pared vertical que discurre por la cara interior de la estrechísima garganta conocida como el Desfiladero de los Gaitanes. Impone. El pasillo apenas tiene un metro de anchura y forma parte del complejo hídrico del pantano del Guadalhorce. Se estremece el cuerpo del rey. Corre el año 1921 y la visita del rey va a crear una leyenda. La Leyenda del Caminito del Rey.

Álora, “La Bien Cercada”

Reposa Álora acunado entre tres promontorios. En uno de ellos el abigarrado, apretadísimo, casco urbano; en otro de ellos, que contempla de tú a tú al Valle del Guadalhorce, el mirador de Alí Ben Falcum Al Baezi; en el tercero al ermita del Calvario. Entre ellos descansa muellemente el corazón blanco del municipio perote, tensado sobre una red que tiene como vértice estos tres puntos. Respira el pueblo de Álora, coge aire al inicio de sus cuestas, exhala tradición antigua en sus rincones. Pese a tener cerca de 14.000 habitantes, conserva aún las esencias de municipio antiguo, con un trazado morisco de pasado innegable, irregular, roto, reconstruido. Turdetanos, fenicios, romanos, musulmanes, cristianos… Las civilizaciones antiguas habitaron sus calles, defendieron su castillo con férrea convicción, fueron sus murallas inexpugnables, su emplazamiento geoestratégico codiciado por todos. No en vano, Álora tiene a gala su romance de “La Bien Cercada” que cuenta en forma de poema épico la historia de la batalla entre musulmanes y cristianos que dio lugar a la muerte del Adelantado de Andalucía, D. Diego Gómez de Rivera en el año 1434.

Llegada y aparcamiento

Por ser un municipio de trazado árabe y estrechas y empinadas cuestas es recomendable dejar el coche en las proximidades del centro urbano y pasear por el interior del municipio con tranquilidad y buenas piernas. Provenimos de la carretera que comunica Málaga con Campillos y al llegar al término municipal aloreño nos desviamos en la primera indicación que nos señala centro urbano. Al final de una prolongada cuesta encontramos un amplio estacionamiento donde se celebra el mercado semanal. Desde aquí iniciamos la visita ascendiendo por una calle flanqueda de naranjos para llegar a la confluencia de la calle Cantarranas con la calle Algarrobo a la derecha. Donde encontramos el monumento a la faenera.

Hasta la iglesia de la Encarnación

Dédalo de calles, laberinto de callejas y plazuelas. Sorprende esta estructura de trazado árabe en un municipio tan populoso. La extensión del casco urbano es amplia, y la compleja red de calles de extiende sobre las colinas, adaptándose a la morfología geográfica del terreno con resuelta imaginación arquitectónica. Llegamos a la plaza del ayuntamiento, edificio notable, como otras casonas solariegas que veremos en nuestro recorrido. Y es que Álora, además de ser codiciada por las grandes civilizaciones, también tuvo un notable pasado en los siglos XVI y XVII gracias a su potencial económico y agrícola, lo que ha provocado la existencia de esas amplias casonas. Huele a otoño tardío, a puchero y a olla, a perfumes de comida recia, a sopas perotas (excelencia culinaria local confeccionada a base de pan y de hortalizas que luego probaremos), a hierbabuena. Y quizá siguiendo ese perfume descendemos por las calles camino de la plaza Baja o de la “Despedía”. En el camino observamos las casonas de amplio zaguán, de secretos patios interiores, de puertas historiadas, de portalones con dintel de columnas clásicas, de ventanas enrejadas con forja negra, con llamadores de bronce bruñidos con forma de puño, de garra o de paloma… Pasear por aquí es recorrer un pedazo de historia. No en vano descubriremos que frente a la iglesia hay una casa en la que una placa reza lo siguiente: “S.M. Felipe IV, Rey de las Españas, acompañado de su valido, D. Gaspar de Guzmán y Pimentel, Conde Duque de Olivares, y de otros cortesanos, visitaron este lugar de Álora el día 2 de abril de 1624, aposentándose en esta casa”, dicho queda. Preguntando llegamos hasta la plaza de la Despedía, la plaza Baja, donde los aloreños festejan algunas de sus populares tradiciones, pero aquí lo que se impone es el cuerpo de la iglesia, Un templo grande, de piedra vista y altísima torre campanario que se sitúa por tamaño y majestuosidad como el segundo de la provincia malagueña después de la catedral. Casi cien años, noventa y nueve para ser exactos, entre 1600 y 1699, se tardó en construir el edificio. Accedemos a su interior por una puerta lateral y lo primero que sorprende es su oscuridad. Es un templo oscuro, porque contrariamente todos los que hemos visitado hasta ahora, sus paredes no están encaladas y pintadas de blanco, si no que mantiene la piedra vista original, dotando al templo de una singularidad única. Un grupo de niños corretea entre las bancadas de madera, entonan villancicos y revolotean entre los camarines… El altar es portentoso y destaca por su recargado estilo frente a la sobriedad de la piedra desnuda que presentan las paredes. Conviene mirar hacia el techo del templo, ya que posee un artesonado impresionante, con tirantes de madera que se cruzan y se descruzan. Salimos.

El castillo, la antigua iglesia y el mirador

Desde la plaza Baja parte la calle Ancha, hacia arriba en importante cuesta. Junto al arranque de la calle se encuentra el mirador de Cervantes que recuerda la presencia del autor del Cervantes por estas tierras malagueñas cuando trabajara para la administración real. Asumimos el paseo hasta el elevado promontorio con tranquilidad y cierta parsimonia. El trazado se retuerce aún más. El camino merece la pena. Llegar hasta aquí supone tener una de las vistas más completas e impresionantes del valle del Guadalhorce. Se observan también algunas de las otras barriadas que configuran el término municipal aloreño. La Sierra de Mijas enfrente, la Sierra de las Nieves a la derecha. Tras de nosotros un complejo sistema defensivo y religioso conformado por la primitiva parroquia de la Encarnación que se edificó sobre la mezquita mayor musulmana del municipio en el año 1484, tras la definitiva conquista de Álora por parte de los Reyes Católicos; el mirador de Alí Ben Falcum Al Baezi; y la fortaleza de origen fenicio levantada en el siglo X y construida y reconstruida por los romanos de la antigua Iluro, los árabes que dieron nombre a Álora y las definitivas tropas cristianas. Es en este escenario donde se desarrolla el romance de “Álora la Bien Cercada” y que cuenta la historia de la muerte de Diego Gómez de Rivera, el Adelantado de Andalucía, en 1434. Y que dice así: “Álora, la bien cercada,/ tú que estás a par del río,/ cercote el adelantado / una mañana en domingo, / con peones y hombres de armas / hecho la había un portillo. / Viérades moros y moras / que iban huyendo al castillo; / las moras llevaban ropa, / los moros, harina y trigo. / Por encima del adarve / su pendón llevan tendido. / Allá detras de una almena / quedádose ha un morillo / con una ballesta armada / y en ella puesta un cuadrillo. / Y en altas voces decía / que la gente lo ha oído: / -¡Treguas, tregua, adelantado, / que tuyo se da el castillo! / Alzó la visera arriba, / para ver quié lo había dicho, / apuntáralo a la frente, / salídole ha el colodrillo. / Tómale Pablo de rienda, / de la mano Jacobico, / que eran dos esclavos suyos / que había criado de chicos. / Llévanle a los maestros, / por ver si le dan guarido. / A las primeras palabras / por testamento les dijo / que él a dios se encomendaba / y el alma se le ha salido”. Recorremos sus muros sin poder acceder al interior y entendemos la magnitud de su importancia geoestratégica, las dificultades que tuvieron que plantear para su conquista los amplios muros, la inexpugnabilidad de sus enhiestas torres. Paseamos y recorremos y paseamos y observamos como Álora se mece entre sus colinas.

Desde la ermita de la Veracruz al convento de Nuestra Señora de las Flores

Descendemos desde la fortaleza y callejeamos por el dédalo aloreño. Caminamos con tranquilidad empapándonos del sabor del municipio, contemplando sus entramados callejeros, descubriendo un antiguo aljibe, alguna plazuela oculta a ojos de visitantes. De esta manera llegamos hasta la plaza de Arriba, la plaza del ayuntamiento, donde preguntamos por la ermita de la Veracruz. Se nos indica el camino con una mano y un “-No tiene pérdida”. Serpentemos y llegamos hasta un edificio sencillo en apariencia, esquinado entre una serie de casas y marcando el antiguo camino hacia Málaga y la Estación de Álora. La ermita es un edificio blanco, rematado en colores crema y cuyo principal valor arquitectónico reside en su espadaña. Regresamos hasta donde hemos estacionado el coche. Nuestro objetivo próximo se encuentra a dos kilómetros del centro urbano, es el Convento de Nuestra Señora de las Flores. Salimos del centro hasta llegar a una rotonda que nos llevará por la antigua carretera de Carratraca hasta el centro religioso. Este camino resulta muy frecuentado por grupos de paseantes que se ejercitan en el arte andariego de “hasta el convento y volver”. Pequeños grupos de mujeres caminan con decisión, una pareja de hombres talluditos acompañados de un perro, dos adolescentes con gorra de raperos… Llegamos hasta el convento dejando atrás la Cruz del Humilladero. Situado en un altozano, desde aquí se dominan unas vistas muy destacadas, donde se intuye el altísimo sifón del Desfiladero de los Gaitanes y las cumbres que cercan el río hasta encajonarlo en uno de los parajes más destacados d ela provincia. El templo del convento, construido en el siglo XVII y sometido a distintas reformas en el siglo XVIII y XX destaca por su sobriedad y sencillez. El patio que precede a la entrada es un remanso de paz. Nos sentamos. Dejamos que el frescor de las huertas aloreñas llegue hasta nosotros. En el corazón nos envuelve la impaciencia por llegar, después de comer, a vislumbrar el Caminito del Rey, la boca del desfiladero, el corte profundo hecho en la tierra.

La comida

Hoy no comeremos solos. Una aloreña y su insigne acompañante nos han citado en un restaurante muy conocido en el municipio y que se sitúa apenas a dos kilómetros del convento. El lugar en cuestión responde al nombre de “Los Conejitos” y es toda una institución. Además es uno de esos lugares en los que se pueden degustar las “sopas perotas” plato de antigua tradición aloreña que tiene su propia festividad. Saludos y abrazos entre todos, conversación amena, charla distendida, juegos varios con columpios, pájaros y tortugas y buena comida. Pedimos, para cuatro personas, una ensalada tropical, una sopa perota, un filete de pollo para nuestro ilustre acompañante, una brocheta, un chivo al estilo mozárabe, refrescos, agua, algún postre y café. La sopa perota es otro de esos platos de subsistencia que ha trascendido el paso del tiempo convirtiéndose en una institución propia. Sopa realizada a base de pan un sofrito de pan viejo, con un añadido de agua y que se acompaña de cebolla, pepinos y algunas frutas como la uva , naranja e higo chumbo. Buena comida, buena compañía.

El Desfiladero de los Gaitanes y el Caminito del Rey

Tras la comida nos dirigimos hacia la barrida de El Chorro, un camino de carretera serpenteante que transcurre entre casonas, cortijos, barriadas, huertos y bancales para desembocar en la presa de El Chorro, alimentada por el río que parece huir de las estrecheces que conforman el desfiladero, escapar. Es impresionante, un paisaje de farallones de piedra cortados a pico, de requiebros del terreno, de arquitectura natural imposible y entre ellos, tres construcciones: las humanas, un enorme sifón que se sitúa junto a las antiguas ruinas de Bobastro en forma de altísima columna de cemento y que sirve para desaguar la caída de la presión de agua de la presa desde sus más de veinte metros de altura sobre la montaña y el Caminito del Rey, una línea perfilada contra un precipicio que se adentra en una garganta horadada en la roca; y la natural, un estrechísimo desfiladero (en algunos punto no alcanza los más de diez metros de anchura) de columnas verticales con una altitud aproximada de entre 70 y 100 metros y de tres kilómetros de recorrido que se adentra en una oscura garganta. Corta el aliento. Nos acercamos, más sorprendidos aún. Contemplamos la magnitud de este paraje natural imposible, parece cincelado, tallado en la materia primigenia de los montes, una abrupta rotura de la montaña, una partición violenta por cuyos oscuros bajíos se conduce un río sutil y bravío. El paraje natural del Desfiladero de los Gaitanes comienza en el vecino municipio de Ardales, partiendo desde la presa Conde del Guadalhorce y se interna en las montañas durante algo más de tres kilómetros hasta llegar a esta inmensa y profunda gargante. Es aquí desde donde parte el llamado Caminito del Rey, un pasillo estrecho adosado gracias al hierro y al hormigón a las enormes paredes, suspendido en el aire y que ha hecho las delicias de aventureros, escaladores, osados y temerarios durante años. Recibe este nombre porque el caminos e construyó para que el rey Alfonso XIII pudiera recorrer las obras consecuencia del levantamiento de la presa y el discurrir del río entre las montañas. Esto aconteció en el año 1921. Las mañas lenguas subrayan que el rey se asomó ante aquel abismo y rechazó cortésmente la posibilidad de un paseo. La estructura montada ha servido desde entonces para que cientos de personas recorran este camino único en la provincia de Málaga. El paso del tiempo ha deteriorado las instalaciones y lo que era una aventura se ha convertido en auténtica peligrosidad. El Caminito del Rey se ha cerrado. Pero para alegría de futuros y pasado visitantes, hay un proyecto de rehabilitación integral que comenzará en la primavera del año 2011 y que se detalla en el siguiente artículo del diario SUR. Somos muchos, nos incluimos, los que esperamos con ansiedad el momento de su reinauguración, poder recorrer las paredes verticales de este enclave espectacular. Para todas aquellas personas que no conozcan el Caminito del Rey exponemos aquí dos ejemplos en formato de vídeo extraídos del portal YouTube. Si algún lector tiene curiosidad, sólo hay que teclear Caminito del Rey en la mencionada web y le aparecerán multitud de referencias.







Despedida

El viento no llegó a agitar el enjuto cuerpo de Alfonso XIII, pero sí espoleó nuestra imaginación y ahora nos pintamos sobre ese altísimo pasillo, oteando el fondo del cauce fluvial ahí abajo, muy abajo. Vemos una bandada de palomas volar bajo nuestros pies y dos aves rapaces. Llega hasta nuestros oídos el trueno del río, como una promesa de peligros infalibles. Suspiramos y esperamos. Esperamos la llegada de su reapertura. La reapertura del Caminito del Rey.

Información útil y enlaces de interés

Sopas Perotas: Tal y como apunta la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol La fama de la ‘sopa perota’ ha eclipsado en cierto modo la gran variedad gastronómica de esta zona, basada fundamentalmente en los excelentes productos de su fértil vega. La receta de la sopa perota es, en principio, aparentemente sencilla, pues los ingredientes no van más allá de un sofrito mezclado con agua y trozos de pan, y que se suele acompañar de frutas del tiempo (uvas, chumbos, naranjas e incluso pepinos y cebollas crudas). Lo complicado es conseguir la medida justa y el sabor tan especial de este plato. De este modo, el primer sábado de octubre se celebra cada año el “Día de las Sopas Perotas” jornada gastronómica dedicada a este plato durante la cual el Ayuntamiento reparte más de 7.000 raciones además de gran cantidad de degustaciones de productos típicos, así como gran número de actividades que se organizan durante esta jornada.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la página web municipal de Álora a la que habría que añadir la multitud de referencias que aparecen en YouTube y los buscadores web sobre el Desfiladero de los Gaitanes, el Chorro y el Caminito del Rey.

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