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EN/ 01 DUNAS DE ARTOLA-CABOPINO: El laberinto de arena

martes, 19 de abril de 2011

Era de antiguo. De antiguo cuando esta franja de arena móvil, dúctil, caprichosa abarcaba el horizonte desde Punta Ladrones en Cabopino hasta San Pedro Alcántara. Silenciosa en apariencia, ser vivo, natural, que lamía el borde del mar y se retrepaba hacia la montaña. Cincelada por las querencias del viento, modelada por efecto de la suave erosión del empuje mediterráneo, formada y reformada y vuelta a formar en las brisas marinas. Las sabinas engullidas por la arena que renacían aquí y allá, los pinos piñoneros que bajaban sus ramas hasta rozar con sus agujas el suelo. Era de antiguo. Cuando los piratas berberiscos aún diezmaban las costas y los habitantes mediterráneos se escondían tras el parapeto de las montañas. Como vestigio de las razzias y las rapiñas, la Torre de los Ladrones, la más alta del litoral malagueño, imponente. Más tarde vendría la marejada turística que exigió otros placeres, con otras necesidades, y esa enorme duna, larga y extensa, fue menguando hasta ocupar el terreno actual de 192.715 metros cuadrados. Punta Ladrones y Río Real, esas son sus referencias actuales, los hitos entre los que se mueve, sedosa y viva. Está declarado Espacio Natural Protegido por la Junta de Andalucía como Monumento Natural desde septiembre de 2003. Aún conserva cierto aspecto asilvestrado, indomable. Caminamos. Hundimos los pies en este pedazo de esencia mediterránea, la arena tibia, templada por el primer sol, la banda sonora compuesta por el batir de las olas, el graznido de un pájaro, el despertar de la chicharra. Caminamos y nos adentramos en el laberinto de las Dunas de Artola.

Torre Ladrones

Aquí se inicia nuestro paseo, bajo la sombra de la torre proyectada hacia el oeste. Sombra que parece indicarnos el camino a seguir, la dirección a tomar. No tiene las Dunas de Artola un itinerario fijo que seguir. Un dédalo de caminos abiertos entre la espesura más o menos contundente recorren todo su trazado. Caminos abiertos que cambian de un verano a otro, de una primavera a otra y que se descubren o destapan dependiendo de la acción del viento. Algunos de estos senderos recorren el complejo dunar de levante a poniente y otros de norte a sur, desde los pinos que esconden el camino de terrizo principal hasta desembocar en el mar. No es extraño durante la época estival contemplar los bamboleos de los turistas mientras pisan esta arena milenaria cargados de sombrillas y gorros y balones de playa y neveras, como aves raras en un paraíso que parece no ubicarles. Miramos hacia arriba, Torre Ladrones, es imponente. 15 metros de altura nos contemplan. Es la más alta del litoral malagueño y formaba parte de un complejo de defensa marítimo ideado por los Reyes Católicos tras la conquista del Reino de Granada con el fin de proteger la costa de los envites de los piratas, en especial de la armada turca y de la piratería berberisca. El nombre de la torre corresponde a la deriva del vocablo ladronera, un recurso defensivo consistente en la existencia de un matacán o un voladizo superior parapetado por el que se podía observar y hostigar a los atacantes. Se estima que Torre Ladrones fue construida en 1497. El nombre de torre almenara proviene de la voz árabe almanara que se puede traducir como faro, debido al sistema de señales que utilizaban las torres entre sí para comunicarse y que consistía en el prendimiento de fuegos en lo alto de las mismas.

Las Dunas

Nos adentramos. Una bandera tricolor se pinta en el horizonte con los colores del agua, del mar y de la vegetación dunar. Verde, azul y gris acero. La banda sonora del oleaje batiendo suave sobre la arena, los trinos de los pájaros, el serpenteo de los reptiles entre el matorral acompasa el ritmo lento de la duna que parece tener vida propia. El perfume agostado del litoral, donde el calor que desprende la arena tamiza el salitre del mar. Hemos preparado antes del viaje un cuaderno natural con las especies florales y faunísticas más destacadas de este entorno. No tardamos en distinguir la silene littorea que salpica con su color lila aquí y allá, en grupos más o menos grandes, en individuos aislados sobre el verde como náufragos. En el suelo, fragmentados, rotos, desparejados, restos de conchas vacías, nacaradas, grandes y pequeñas que recorren el tortuoso camino hasta transformarse en parte de la arena, un tesoro de infancias que los niños hemos recopilado con fruición. Forman las plantas combinaciones multicolores, donde estallan las azucenas de playa, blancas y en contraste. Según nos alejamos de la línea de mar y extraviamos nuestros pasos por los senderos más alejados, la vegetación se hace más sólida y contundente, protegidos por la barra de arena. Es ahí donde los lentiscos y los pinos se abrazan y constituyen una tupida red vegetal que se protege de los embates del viento marino. Los pinos piñoneros, bajos, rozando el suelo con sus ramas, protegiendo el tronco con su envoltorio de las arenas móviles. Hunden sus raíces en el suelo, que se extienden como nervios en el terreno volátil, y afloran a la superficie aquí y allá como una rama solitaria y nervuda, retorcida. Se esconden de nuevo. Forman los pinos auténticas grutas vegetales a las que se accede por cerrados pasadizos. Esconden en su interior refugios naturales en los que la duna respira y la vegetación reposa. Cerrados como covachas que aprovechan algunas aves para anidar. Los caminos más transitados, ausentes de vegetación, conducen directamente al mar, a las playas, desembocan sobre el mediterráneo como buscando una ruta de escape hacia el azul. Y es que el ambiente dunar es denso e intenso, de andar pesado, de fragancias exuberantes y recias, perfumes antiguos. Es así que oprimen un tanto sus colores de puro camuflaje natural y entre ellos, el brochazo luminoso del mar. Contemplamos también las sabinas retorcidas, que se ven dibujadas, perfiladas, esculpidas por los caprichos del viento. Y de él se protegen, adoptando formas imposibles, con sus copas arrastrando por el suelo. Es este un paisaje mestizo y cambiante. Aúnan sus fuerzas como uno solo los pinos, los lentiscos, las sabinas hasta el punto de no saber dónde empiezan unos y donde terminan otros. Juegan las Dunas de Artola a ser un caleidoscopio de colores y contrastes. Miramos hacia el suelo y descubrimos los rastros de las aves, esquivas. Las escuchamos, su piar, su trino, su graznido, pero no lo gramos verlas más que elevando el vuelo, realizando trapecios en el aire. Vemos cómo sus patas forman delicadas huellas sobre la arena. Parecen diseños antinaturales, geométricos, perfectos. Dos o tres formas triangulares, una fina línea serpenteante. Gaviotas argénteas, mirlos, abubillas, mochuelos, cernícalos, chorlitejos patinegros… Todos esquivos al objetivo de la cámara. Escuchamos sus movimientos, sus voces estridentes, sus cantos ligeros, su aleteo tras un matorral, como una presencia fantasmal que se esconde de nuestro aparente sigilo. Sólo los rastros son dato comprobable de su existencia. Cambian las dunas de Artola. Se mueven. Mutan. Se transforman. Se regeneran. Se desplazan. Cubre la vegetación con sus penachos verdes, el hercúleo cuerpo amarillo, arenoso y frágil poderoso y sutil que palpita en su interior. La brisa salinosa del mar bate su superficie. Se asolean las lagartijas al sol. Merodean los escarabajos como un diamante negro y móvil. El barrón se mece al compás marcado por la brisa, parece sostener con sus cuerpo finos, filamentoso el peso de las arenas móviles, igual que el agropyron junceum, una gramínea que parece trigo de playa. El perfume de las dunas es tan intensamente mediterráneo que forma parte de la esencia de esta tierra, pegado a la piel se lo levan los bañistas, los visitantes aterrazados en los chiringuitos, los turistas que buscan una playa diferente… Para facilitar su conservación y mejorar su visita, el Ministerio de medio Ambiente prepara un proyecto que contempla el cierre perimetral del paraje natural y la colocación de pasarelas de madera para el tránsito de personas, así como la desaparición del carril central que permite la entrada a las dunas o la reubicación del único chiringuito que aún se encuentra dentro del monumento.

Despedida

Aspiramos la fragancia de los pinos, de la arena tibia, de las flores. Escuchamos el gorjeo de los pájaros, el ladrido de un perro al fondo. Percibimos los cálidos rayos de sol sobre la piel. Contemplamos el mar azul ante nosotros, los paseantes matinales en la orilla mojándose los pies. Una gaviota se lanza sobre el agua. Nos sentamos entre el matorral, sobre una ondulación algo mayor e inevitablemente nos pinchamos el trasero con el eryngium maritimum, un cardo de afiladas espinas. Sólo este nos faltaba por ver.

Enlaces de interés y consejos útiles

Enlaces de Interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la página web de la Junta de Andalucía, Ventana del Visitante. Para conocer más acerca del municipio en el que se ubica, se puede visitar el enlace de el Color Azul del Cielo correspondiente a Marbella.

Fotografías: Se muestran en este apartado la colección completa de fotografías correspondientes al post.




Ubicación: En este mapa de Google se puede referencias el lugar exacto de este paraje natural, situado entre Río Real y la urbanización de Cabopino y que pertenece enteramente al municipio de Marbella.


Ver El Color Azul del Cielo "Espacios Naturales de Málaga" en un mapa más grande

NUEVA ANDADURA EN EL COLOR AZUL DEL CIELO

martes, 12 de abril de 2011

El Color Azul del Cielo inicia el próximo martes 19 de abril una nueva andadura.
Tras la magnífica experiencia habiendo recorrido los 101 municipios de la provincia de Málaga, ahora el blog mirará a otro de los grandes patrimonios malagueños, sus espacios naturales.
En total son 30 divididos en parques naturales, reservas de la biosfera, parajes naturales, reservas naturales, parques periurbanos y monumentos naturales...
Y van desde lagunas y acantilados sobre el mar hasta grandes extensiones de picos serranos, desde dunas areneras, hasta bosques primitivos, desde alturas imposibles hasta espejismos en la llanura...
Toda la riqueza natural de Málaga la plasmaremos en esta página cada quince días. Su flora y fauna, el turismo activo, las rutas senderistas y los paseos rurales, el turismo sostenible, las grandes masas forestales, los arenales despejados.
El próximo martes 19 de abril comienza un nuevo viaje en la misma provincia. Los tesoros naturales que nos pertenecen a todos y que entre todos debemos cuidar, mimar, poner en valor. Desde las suaves arenas hasta los rudos picos. Allí se trasladará El Color Azul del Cielo. La fotografía que aparece en este post es una pista del primero de todos ellos que vamos a visitar.

LAS IMÁGENES DE "EL COLOR AZUL DEL CIELO"

martes, 5 de abril de 2011

Y las imágenes.
Todas aquellas que nos hemos llevado impresas en la retina.
Las que hemos trasladado a las páginas del blog.
Las que nos hemos reservado.
En todas ellas, Málaga. Con sus colores y texturas. Aquí están las publicadas.