Continuamos por la carretera hasta llegar a un cruce de caminos, una trifurcación. A la derecha Jubrique-Genalguacil. A la izquierda Genalguacil y un desvío con una advertencia "carretera asfaltada hasta el Kilómetro 9,300". Junto a la carretera un cartelón nos indica el camino para una de nuestras visitas "Los Reales de Sierra Bermeja", una reserva declarada en 1989 como Paraje Natural por la Junta de Andalucía y que es una de las más impactantes visitas que hemos realizado.
El Paraje Natural de Sierra Bermeja pertenece a los municipios de Casares, Estepona y Genalguacil. Separa la serranía de Ronda del mar Mediterráneo. Tiene un color pardo, ocre, rojizo que hace llevar a gala su nombre, Sierra Bermeja. Posee una intrincada red de senderos en los que perderse. En sus laderas, al norte, se pueden contemplar pinsapos, especie endémica de Sierra de las Nieves y Serranía de Ronda y es que fue aquí donde el botánico Edmund Boissier describió para el mundo científico al "Abies Pinsapo". Luce múltiples balconadas desde las que contemplar la inmensidad del mar y el arco perfecto que forma la Costa del Sol Occidental desde el Peñón de Gibraltar hasta Marbella. Tiene una presencia telúrica, totémica, que te hace sentir pegado a la tierra de manera inimaginable, casi magnética. El conjunto que forman los árboles, la montaña y el mar es de una hermosura sobrecogedora.
La carretera de montaña que asciende durante cuatro kilómetros hasta Los Reales es estrecha, los pinos, de uno y otro lado, casi llegan a tocarse por encima de ella formando una bóveda. A la derecha dejamos el paseo de pinsapos a los que acudiremos de regreso. Aparcamos un tanto más arriba, pasada el área recreativa y el refugio de Agustín Lozano. Caminamos hacia el Mirador de Salvador Guerrero. Dentro de toda la oferta que extiende Los Reales ante nosotros hemos optado por esta. Un paseo corto, de unos quince minutos por la cara sur de la sierra y con la presencia, siempre permanente del mar ante nosotros. El espectáculo es impresionante, no hay palabras. El horizonte del Mediterráneo y el cielo se conjugan para ofrecer, con el perfil de la costa, un espectáculo natural incomparable. Caminamos por un sendero rojizo entre matas bajas y jaras. Hemos dejado atrás los árboles y sólo hay trocha despejada ante nosotros. La brisa trae perfumes de mar, como un recordatorio de la mole azul que tenemos ante nosotros. Entendemos aquí porqué estas montañas reciben el nombre de Sierra Bermeja, tal es el color de la tierra, de un rojizo vivo. La causa es la presencia de peridotita, el mineral que le da este aspecto. Es un horizonte abrumador, azotado por el viento y de una belleza sobrecogedora. Imprescindible su visita. En silencio, contemplamos la panorámica que tenemos ante nosotros. No decimos nada, sólo nos dejamos llevar. Regresamos al parking con esa sensación de querer más, de el imperioso regreso para descubrir todos los recovecos de este paraje del que sólo hemos disfrutado una mínima parte. Montamos en el coche e iniciamos el descenso hasta el camino que nos lleva hacia los pinsapos. Aparcamos y nos asomamos. Ideal para hacer senderismo armados con la cámara de fotografías. El pinsapo es un árbol excepcional y de una rara y compleja morfología, sus ramas parecen acabar en tres dedos y sus agujas son gruesas. Todo silencio, apenas se mecen los árboles con la brisa. Leemos el panel explicativo. El sendero se prolonga por 4 kilómetros y medio con una duración aproximada de ida y vuelta de 4 horas y está calificado como de modalidad media. Sólo en su entrada ya se observa la profusión de pinsapos. Es esta, sin duda, una oferta natural de primer orden. Tomamos la carretera y nos dirigimos a Genalguacil por Jubrique, una ruta más larga (a Genalguacil también se puede ir por Gaucín) pero que nos ha facilitado el acceso a Los Reales. Son 28, 5 kilómetros los que nos faltan para llegar hasta el centro urbano.
Camino de Genalguacil y avituallamiento antes de la visita
Es un camino largo, repleto de curvas. Un camino que hay que tomarse con tranquilidad. La recompensa merece la pena. A la espalda de Los Reales se encuentra un bosque inmenso que combina a la perfección los pinos mediterráneos con otras especies arborícoras. En el camino, casi sin solución de continuidad y en un paraje casi umbrío, los pinos dejan a la vuelta de una curva, a las encinas, los cerezos y los castaños de copa dorada. Una carretera sin apenas compañía que atraviesa un auténtico vergel. Con las ventanillas bajadas, el aroma penetra en el interior del coche, es embriagador. La mañana se nos ha echado encima, así que, una vez dejado el desvío hacia Algatocín a la derecha e inmersos las primeras estribaciones del llamado pueblo-museo, decidimos parar en la primera fonda que encontremos. La Venta de las Cruces, situada en la entrada a Genalguacil y apenas a 200 metros del centro. Ya sentados, nos llevamos las manos a la cabeza. Vaya aquí el primer consejo del viaje. Hay que llevar dinero en efectivo, en el municipio no hay cajeros automáticos, y la venta, no admite tarjetas de crédito. Lo que prometía ser una buena comida se transforma en un delicioso tapeo. 2 cervezas, 1 tapa de carne con tomate, 1 tapa de carrillada y 1 helado... 5,70 euros. Todo es casero, y bajo, un techado de paja, a la sombra, parece que sabe mejor. Tomamos nota de la venta para regresar, con efectivo, en otra ocasión.
Todo Genalguacil: centro urbano, arte y calle