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12 GENALGUACIL: MUSEO HABITADO

martes, 30 de junio de 2009

Villa Museo, pueblo museo, arte en la calle, la calle del arte, escultura viva. Esto es Genna-Alwacir, jardines del visir en su pasado, Genalguacil en su presente inquieto. Genalguacil, sorpresivo y mágico. Telúrico en su naturaleza, delicado en su concepción del arte. Genalguacil que vive entre el pasado y la vanguardia, que crea un embrujo único, personal, mágico. Genalguacil para recorrer. "Una experiencia única de creatividad, convivencia y naturaleza". Genalguacil, museo habitado. Genalguacil para perderse, para no regresar.

Primero, la naturaleza
La carretera que une Estepona con Genalguacil, sinuosa, encaramada a la falda de la montaña que asciende y asciende y asciende, nos adentra sin quererlo en un cada vez más frondoso bosque de pino mediterráneo. Es una trufada alfombra verde, compacta, que no deja resquicio por el que vislumbrar la tierra rojiza, bermeja, que lo sustenta. Pero, sin duda, el mejor regalo que ofrece el trazado es una impresionante panorámica de la Costa del Sol Occidental. Los días en los que sople viento de poniente, intuimos se podrá contemplar las montañas del Atlas africano, el perfil perfecto de El Peñón, Manilva, Casares, Estepona, Marbella... Paramos tras una curva sólo por el capricho de disfrutar del intenso paisaje. Huele a pino y a jara. Verde intenso, recortado sobre el color azul del cielo, recortado sobre la brumosa presencia del mar. Sobrecogidos, no podemos imaginar lo que nos espera apenas diez kilómetros más adelante.
Continuamos por la carretera hasta llegar a un cruce de caminos, una trifurcación. A la derecha Jubrique-Genalguacil. A la izquierda Genalguacil y un desvío con una advertencia "carretera asfaltada hasta el Kilómetro 9,300". Junto a la carretera un cartelón nos indica el camino para una de nuestras visitas "Los Reales de Sierra Bermeja", una reserva declarada en 1989 como Paraje Natural por la Junta de Andalucía y que es una de las más impactantes visitas que hemos realizado.

Los Reales de Sierra Bermeja


El Paraje Natural de Sierra Bermeja pertenece a los municipios de Casares, Estepona y Genalguacil. Separa la serranía de Ronda del mar Mediterráneo. Tiene un color pardo, ocre, rojizo que hace llevar a gala su nombre, Sierra Bermeja. Posee una intrincada red de senderos en los que perderse. En sus laderas, al norte, se pueden contemplar pinsapos, especie endémica de Sierra de las Nieves y Serranía de Ronda y es que fue aquí donde el botánico Edmund Boissier describió para el mundo científico al "Abies Pinsapo". Luce múltiples balconadas desde las que contemplar la inmensidad del mar y el arco perfecto que forma la Costa del Sol Occidental desde el Peñón de Gibraltar hasta Marbella. Tiene una presencia telúrica, totémica, que te hace sentir pegado a la tierra de manera inimaginable, casi magnética. El conjunto que forman los árboles, la montaña y el mar es de una hermosura sobrecogedora.
La carretera de montaña que asciende durante cuatro kilómetros hasta Los Reales es estrecha, los pinos, de uno y otro lado, casi llegan a tocarse por encima de ella formando una bóveda. A la derecha dejamos el paseo de pinsapos a los que acudiremos de regreso. Aparcamos un tanto más arriba, pasada el área recreativa y el refugio de Agustín Lozano. Caminamos hacia el Mirador de Salvador Guerrero. Dentro de toda la oferta que extiende Los Reales ante nosotros hemos optado por esta. Un paseo corto, de unos quince minutos por la cara sur de la sierra y con la presencia, siempre permanente del mar ante nosotros. El espectáculo es impresionante, no hay palabras. El horizonte del Mediterráneo y el cielo se conjugan para ofrecer, con el perfil de la costa, un espectáculo natural incomparable. Caminamos por un sendero rojizo entre matas bajas y jaras. Hemos dejado atrás los árboles y sólo hay trocha despejada ante nosotros. La brisa trae perfumes de mar, como un recordatorio de la mole azul que tenemos ante nosotros. Entendemos aquí porqué estas montañas reciben el nombre de Sierra Bermeja, tal es el color de la tierra, de un rojizo vivo. La causa es la presencia de peridotita, el mineral que le da este aspecto. Es un horizonte abrumador, azotado por el viento y de una belleza sobrecogedora. Imprescindible su visita. En silencio, contemplamos la panorámica que tenemos ante nosotros. No decimos nada, sólo nos dejamos llevar. Regresamos al parking con esa sensación de querer más, de el imperioso regreso para descubrir todos los recovecos de este paraje del que sólo hemos disfrutado una mínima parte. Montamos en el coche e iniciamos el descenso hasta el camino que nos lleva hacia los pinsapos. Aparcamos y nos asomamos. Ideal para hacer senderismo armados con la cámara de fotografías. El pinsapo es un árbol excepcional y de una rara y compleja morfología, sus ramas parecen acabar en tres dedos y sus agujas son gruesas. Todo silencio, apenas se mecen los árboles con la brisa. Leemos el panel explicativo. El sendero se prolonga por 4 kilómetros y medio con una duración aproximada de ida y vuelta de 4 horas y está calificado como de modalidad media. Sólo en su entrada ya se observa la profusión de pinsapos. Es esta, sin duda, una oferta natural de primer orden. Tomamos la carretera y nos dirigimos a Genalguacil por Jubrique, una ruta más larga (a Genalguacil también se puede ir por Gaucín) pero que nos ha facilitado el acceso a Los Reales. Son 28, 5 kilómetros los que nos faltan para llegar hasta el centro urbano.

Camino de Genalguacil y avituallamiento antes de la visita

Es un camino largo, repleto de curvas. Un camino que hay que tomarse con tranquilidad. La recompensa merece la pena. A la espalda de Los Reales se encuentra un bosque inmenso que combina a la perfección los pinos mediterráneos con otras especies arborícoras. En el camino, casi sin solución de continuidad y en un paraje casi umbrío, los pinos dejan a la vuelta de una curva, a las encinas, los cerezos y los castaños de copa dorada. Una carretera sin apenas compañía que atraviesa un auténtico vergel. Con las ventanillas bajadas, el aroma penetra en el interior del coche, es embriagador. La mañana se nos ha echado encima, así que, una vez dejado el desvío hacia Algatocín a la derecha e inmersos las primeras estribaciones del llamado pueblo-museo, decidimos parar en la primera fonda que encontremos. La Venta de las Cruces, situada en la entrada a Genalguacil y apenas a 200 metros del centro. Ya sentados, nos llevamos las manos a la cabeza. Vaya aquí el primer consejo del viaje. Hay que llevar dinero en efectivo, en el municipio no hay cajeros automáticos, y la venta, no admite tarjetas de crédito. Lo que prometía ser una buena comida se transforma en un delicioso tapeo. 2 cervezas, 1 tapa de carne con tomate, 1 tapa de carrillada y 1 helado... 5,70 euros. Todo es casero, y bajo, un techado de paja, a la sombra, parece que sabe mejor. Tomamos nota de la venta para regresar, con efectivo, en otra ocasión.

Todo Genalguacil: centro urbano, arte y calle

Caminamos y a la vuelta de la esquina nos encontramos con la mayor particularidad de este municipio. Es, literalmente, un museo al aire libre. En el año 1994 se celebró el Primer Encuentro de Arte. Sólo había una norma. El ayuntamiento ponía los materiales para crear las esculturas a condición de que éstas se quedaran en el municipio. El trato entre artistas, munícipes y vecinos resultó fructífero para todas las partes y, desde entonces, cada dos años (pares) Genalguacil acoge estos Encuentros de Arte. De esta manera, el paseo por el pueblo es algo más que una intensa experiencia de la Andalucía interior auténtica, es además un paseo por el arte, una sorpresa continua que deja boquiabierto y entusiasmado al visitante. Pinturas y esculturas de madera, hierro, corcho, barro.... toman las esquinas por sorpresa. Hemos estacionado el coche en la propia venta y el camino hasta el centro es ya un espectáculo, nos topamos con un asaeteado elefante de madera, un tótem indio, una colorida veleta... Las calles de genalguacil son, muchas de ellas, estrechísimas y plagadas de recodos con sorpresa, esculturas, obras de arte en cada rincón. Es sorprendente y chocante y dota a este pueblo encalado y de calles perfectamente empedradas de un encanto dispar, auténtico y tradicional y vanguardista y moderno y actual. Posee un encanto sutil y delicado. sus calles están cuidadas hasta el máximo detalle y no exagera su sobrenombre de Villa Museo. Caminamos por entre las callejas con los ojos abiertos de par en par, dejando que vuele la imaginación, que nos lleve el propio pueblo por sus calles allá donde quiera. Las modernas esculturas contrastan con la explosión de color de las buganvillas. Todo parece tener cierta cualidad mágica, una pátina de irrealidad, de escenario vivo. Recorremos la Calle Real, apretada y blanca, que al final de su trazado irrumpe en el mirador de la Lomilla que se abre, abrupto hacia los montes. Resulta irresistible no sentarse en el banco que se encuentra al lado y contemplar el paisaje compartido con una nueva escultura. Al final de la calle Real, a la izquierda nos encontramos con otra de las joyas del municipio.
La Iglesia de San Pedro Martir de Verona. Blanca con los tirantes granates y el penacho de su campanario rojo intenso, su torre octogonal mira al cielo. Vemos cómo una mujer entra en el templo por su puerta lateral, la seguimos y preguntamos si se puede pasar. Sin objeciones y con una sonrisa, nos invita. Es una pequeña iglesia de tres naves, de interior vivo. Columnas de ladrillo visto sostienen los arcos de medio punto que separan cada una de las naves. El altar, con su frontal de piedra, alberga una sola imagen, la de San Pedro Martir de Verona. La Plaza de la Constitución, donde desemboca la puerta principal de la iglesia forma un balcón perfecto desde el que se contemplan las sierras de Csares y Manilva e intuimos el pueblo de Gaucín tras ellas. Optamos, de nuevo, por perdernos entre las callejas del pueblo. Existe un mapa que indica la posición exacta de cada uno de los tesoros de Genalguacil, donde se ubica cada escultura, quién es su autor, en qué año fue creada, pero creemos que lo mejor es sorprenderse, dejarse llevar por el ritmo que imprime el pueblo a la visita. Y es que en cada esquina hay una sorpresa. Es una delicia perderse entre sus calles quebradas. Un viaje atemporal entre los arriates, tiestos y buganvilla. La armonía entre su intrincado pasado árabe y las modernas esculturas es tal que parece que hayan convivido desde siempre con total naturalidad. Se complementan y potencian las unas con las otras, lo moderno, más moderno, lo tradicional, más tradicional, sin rupturas. Perderse entre el dédalo de sus calles es un regalo que no se puede dejar pasar. Es una visita imprescindible en la que todo está en las paredes, en las callejas, en los rincones. Sólo pasear, contemplar y dejarse llevar. Parece que aún estamos allí. No hemos regresado aún.
Algunas fotografías


Enlaces de interés e información útil
Consejos: Armase con una cámara de fotos con batería a pleno rendimiento, las imágenes que se pueden tomar del municipio son impactantes. Caminar y dejarse llevar por el ritmo interno del pueblo, sin prisas. Perderse y disfrutar de la pérdida. Cuidado con la gasolina, los desplazamientos no son cortos y tener el tanque lleno nos ahorrará algún susto. Llevar dinero en efectivo, no hay cajeros en el municipio y tampoco se puede pagar con tarjeta de crédito.
Enlaces de interés: Partimos con la referencia del Patronato de Turismo de la Costa del Sol que nos ofrece los datos básicos que completamos con la página web municipal de Genalguacil, la página personal Genalguacil.info y la web palimpalem.com, donde encontrar el mapa del tesoro. Museo: Se puede visitar el museo municipal, en el que se encuentran algunas de las esculturas que, por diferentes razones, no están instaladas en el exterior. Los datos del museo son: C/ Lomilla, 9 - 29492 Genalguacil y teléfono: 952.15.21.30. Conviene llamar antes de acudir, ya que los horarios pueden ser un tanto flexibles.
Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.

11 MOCLINEJO: OLIVAR Y OTERO

martes, 23 de junio de 2009

Y hasta aquí llegó Alonso de Aguilar el 19 de marzo de 1483 con 2.700 hombres a caballo y otros 1.000 a pie que viendo el caserío de Moclinejo despoblado decidió incendiarlo hasta los cimientos. Los musulmanes, apostados en el castillo, veían como ardían sus hogares consumidos por las llamas. Como represalia y venganza, no tuvieron piedad. Una lluvia de rocas y flechas cayó a plomo sobre el ejército cristiano desde las alturas. Allí perecieron cientos de soldados. Es desde aquellos infaustos días de 1483 que las montañas situados en la zona norte de Moclinejo recibieron el nombre de Hoya de los Muertos y la loma que desciende desde ellas hasta el centro urbano... La Cuesta de la Matanza...

Arribamos

Contemplamos las lomas erizadas de olivos y vides que rodean Moclinejo no resulta de extrañar que el municipio se encuentre dentro de la llamada Ruta de la Pasa. Una ruta que discurre por seis pueblos de la Axarquía y que tiene como denominador común la producción de vinos dulces con la pasa como ingrediente fundamental. Todas las montañas y cerros, de aridez sobresaliente, se ven salpicadas de olivos, fincas, cortijos, casas de apero y paseros, unas curiosas plantaciones en forma de rectángulos unidos unos con otros y en pendiente, cercados por unos muretes blancos y que recogen las pasas para su secado. Cruzamos el significativo portalón de entrada a Moclinejo, una muralla de piedra con una torre a su izquierda y bajo la que hay que pasar obligatoriamente para acceder a la parte central y sur del municipio. Apenas a cien metros hay un parque infantil y un parking público gratuito donde estacionar el coche. Moclinejo se sitúa en las estribaciones del monte Piedras Blancas, de 673 metros de altura, así que intuimos nuestro paseo será "costoso".


Hacia el centro y entre sus calles



Desde el parking descendemos por la Rambla de Las Flores en dirección a la iglesia, cuya torre hemos divisado y cuyas campanas escuchamos tañer a lo lejos. Hay arriates y macetas con flores en las entradas de las casas, en sus jardines particulares, que destilan cierto frescor hacia la calle, regando con sus perfumes dulces e intensos todos sus recovecos. Se intuye entre las callejas el pasado de labores y trabajos vividos por Moclinejo, su historia vívida y palpitante. Es un municipio sin concesiones, puro en su concepción angosta, con las sombras diseñadas para el cobijo, con algunas de sus estrechas calles sin adoquinar, con la tranquilidad sobresaliente de un municipio pequeño. Se intuye el pasado antiguo de esta población que se sitúa, privilegiada como una atalaya natural sobre el Mediterráneo, que se intuye y se ve desde la gran mayoría de sus calles. Desde la calle Manuel Cabrera desembocamos en la Plaza de España que se constituye como centro neurálgico de Moclinejo. Tras la plaza, grande, rectangular, al abrigo de unas toldadas para paliar el calor se contemplan las tejas del campanario correspondientes a la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia. Una torre curiosa, de trazo también rectangular con tres ojos bajo los arcos de medio punto y ocupado el del centro por una campana.


Nuestra Señora de Gracia y La Romería


Nos dirigimos hacia ella y nos topamos con los cánticos de una salve rociera. Un colorido grupo de hombres y mujeres se reunen en torno de una carreta sobre la que descansa una imagen de la Inmaculada Concepción. Los moclinejenses allí reunidos le profesan devoción y la acompañan con voces y salvas mientras un coro de voces femeninas y masculinas canta y toca con deleite a la entrada de una iglesia abierta de par en par. Preguntamos. Hoy se celebra la romería al río, tras la misa y los cánticos a la virgen, los habitantes de Moclinejo se desplazan hasta el río donde degustarán viandas y bebidas hasta bien entrada la tarde. Es una celebración familiar, popular, de tradición arraigada.Vemos cómo parte la carroza por entre sus calles y se oyen allá el sonido de dos o tres cohetes. Con la tranquilidad amplificada por los sonidos que se han ido, entramos en la Parroquia de Nuestra Señora de Gracia. Su interior, de dos naves separadas por tres arcos apoyados en columnas, resulta curioso. Se accede a la nave principal y parece como si la secundaria se hubiera construido a posteriori, ya que el techo, en esa zona es una bajante. Es una iglesia sencilla en su ornamentación pero con mucho encanto. Del techo, alto y sin armazón de madera, dos lámparas de dibujos geométricos. Aún queda algo de algarabía tras el paso de la romería. Suenan, de nuevo, las campanas. Accedemos, de nuevo, a la plaza y optamos por tomar un refrigerio antes de continuar, el calor aprieta.


Un refrigerio y la zona alta de Moclinejo



Observamos que al amparo de las sombrillas del restaurante Reyes se refugian los mayores del lugar, así que allí acampamos. 2 cañas de cerveza, 1 tapa de ensalada malagueña y 1 tapa de ensalada de bocas de mar. Fresco necesario para retomar la visita. Decidimos tras el refrigerio abandonar las guías y recorrer despaciosamente las calles del municipio. Calles escarpadas que asciende y bajan y se retuercen para llegar a un rincón sin salida. Muchas de las puertas de las casas permanecen abiertas para permitir el paso de las corrientes de aire, las mosquiteras se agitan y se hinchan con la brisa. En la visita nos encontramos con la entrada a una bodega en la que rezan los diez mandamientos del vino que comienzan con el primero "Amarás al vino por encima de todas las cosas" y termina con el décimo "Tres cosas en el vino has de considerar espejo, olor y paladar". Continuamos nuestro camino por entre las calles moclinejenses. Envidiamos las posibles vistas que habrán desde algunas de las terrazas y balcones. Los montes circundantes, el mar, los olivos, las vides... Todo un paisaje abierto a la mirada, a los ojos. Es Moclinejo un pueblo recio y duro, pero con el guiño delicado aquí y allá. Paseamos. Saludamos. Trabamos conversaciones. Recabamos algo más de información. Disfrutamos. Tiempo de comer.


Contra el calor, contundencia. Y despedida.



Aún sabiendo de otras posibilidades, regresamos al Restaurante Reyes. Cuando se observa que los lugareños ocupan las mesas y barra de un establecimiento suele significar comida casera y a buen precio. Solicitamos una mesa, accionan el aire acondicionado, leemos la carta, mermada por las celebraciones del día anterior, pero muy bien presentada y variada. Optamos, ante la falta de gazpacho o ajoblanco, por una ensalada mixta completa (3 euros), medallones de solomillo a la pasa moscatel (10 euros), callos con garbanzos (4 euros). 2 botellas de agua de litro, 1 café solo con hielo, 1 licor de hierbas. Total: 22 euros. Destacar dos cosas: el perfume intenso de los callos con garbanzos, finos, delicados en su contundencia y deliciosos (el camarero subraya que los mantienen en la carta durante el verano porque la clientela los solicita); y los medallones con pasa moscatel de la tierra, no podía faltar este condimento en alguno de los platos, También ha de tenerse en cuenta el precio, sin duda económico ante la abundancia de los platos. Abandonamos la isla de frescor que nos ha ofrecido el Restaurante Reyes y salimos a la calle. Regresamos al coche por la Rambla de las Flores, vemos el arco de entrada a la ciudad, los destellos del mediterráneo, las lomas tapizadas de olivos y miramos hacia arriba donde creemos ver a los moclinejenses que allá huyeron el 19 de marzo de 1.483, pero sólo es un espejismo producido por el calor... ¿o no?


Enlaces de interés y consejos útiles


Senderismo: Una de las visitas a realizar con calzado de montaña y en primavera u otoño es el Manchón de las Minas. Hace años Moclinejo vivió, en parte, de la minería de metales preciosos. En la zona norte del pueblo y tras ascender una cuesta importante a través de una pista se llega al Manchón de las Minas, un agujero excavado en la tierra, fruto del pasado minero del municipio. Para encontrar el acceso conviene preguntar. Otras rutas son las que nos llevan hasta Totalán a través de Piedras Blancas o hasta la Venta de Cárdenas o hasta El Borge.
Bodegas: Para los amantes del vino, la Bodega Antonio Muñoz Cabrera abre sus puertas al público. El teléfono de contacto es: 952.408.699.
Enlaces de interés: Como referencia primera la web del Patronato de Turismo de la Costa del sol. También es muy útil y completa la página web municipal, la página web personal Moclinejo. org, o las webs supramunicipales como Axarquía Costa del Sol, Portal Axarquía o Axarquía.es
Consejos: calzado cómodo, Moclinejo es un municipio de calles estrechas por la que apenas pueden transitar los coches, mejor es recorrerlo andando. Si se visita el pueblo en verano no estará demás llevar en la mochila, bolsa o macuto una botella de agua con la que refrescarse. Sentarse bajo las toldadas en la Plaza de España es una delicia.

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10 GAUCÍN: de SAIR GUAZAN, "ROCA FUERTE"

martes, 16 de junio de 2009

Gaucín, allá. En la cima de su montaña, otero y atalaya de caminos. Testigo, partícipe y mártir de su propia historia. Gaucín al que los románticos llamaron Balcón de la Serranía, los visigodos Belda y los árabes inevitable Sair Guazan "Roca Fuerte". Gaucín desde las alturas todo lo contempla. Gaucín de ermitas y castillos. Gaucín del Santo Niño. Nido de águila sobre la sierra.

Allá arriba

Un juego inaudito de sierras y de campos sembrados preceden al espectáculo impresionante que vamos a contemplar. Allá arriba, encaramado como un nido de águila, el caserío blanco de Gaucín reposa sobre la cresta de la sierra y casi parece desbordarla. Viéndolo desde aquí abajo, el viajero se siente diminuto, su presencia es seria, portentosa, solemne y a la vez etérea, ingrávida sobre el roquedal. A la derecha se bosqueja la silueta del torreón del antiguo castillo. Atalaya privilegiada sobre el mar, las sierras, los campos y ríos, los caminos, las casas. Situación estratégica de paso a la serranía de Ronda y otero de viajeros provinientes de la Costa del Sol y del Campo de Gibraltar. Se antoja inexpugnable. Bajo su amparo, el valle es frondoso y variopinto, las arboledas resguardan del sol recio del verano.

El acceso y el aparcamiento


El conductor, si viene desde Casares o Manilva, poblaciones de paso y posible acceso, habrá de tomarse el ascenso hasta Gaucín con tranquilidad y prudencia. La carretera está plagada de curvas, es empinada y bastante transitada. En las faldas y laderas que preceden al núcleo urbano se observan casas y cortijos diseminados aquí y allá, casi escondidos entre los árboles. No parece baladí el sobrenombre que las crónicas románticas de los viajeros del S. XIX le dieron a este pueblo, Gaucín, "El Balcón de la Serranía", y que a gala se tiene desde el municipio cuando aparece en la gran mayoría de las indicaciones. Llegados al centro urbano, seguimos las indicaciones de salida hasta llegar a un aparcamiento, donde estacionamos el coche. Caminamos desde el parking hacia el centro por la calle por la que hemos venido. Llegados a calle Esquina encontramos la primera indicación. Es este una tónica habitual de Gaucín. El viajero puede seguir todas las señalizaciones sin temor a perderse. Hay profusión de ellas y casi resulta innecesario llevar un plano de guía. Cada pocos metros, un panel explicativo y direccional. En este encontramos: Salida / Aparcamiento a la derecha y Ayuntamiento / Fuente de los seis caños / Policía Local / Iglesia Parroquial y Castillo del Águila hacia la izquierda. Allá vamos.

La Fuente de los Seis Caños, camino de la Iglesia de San Sebastián


Caminamos siguiendo las indicaciones. En la calle José Antonio encontramos un estanco donde hacerse con postales y sellos, 32 céntimos + 50 céntimos = 82 céntimos. Tras el estanco desembocamos en la Plaza del Santo Niño, donde se encuentra la fuente de los seis caños. Nos topamos con los últimos vestigios de lo que había sido un mercadillo de artesanía y con una bulliciosa población extranjera que recoge sus aperos con la urgencia de comprobar que han empezado a caer gotas de lluvia. En la misma plaza hay un bar, Casa Antonia, en el que nos refugiamos. Nos tomamos un refrigerio (no obligatorio) de queso con uva y ensaladilla rusa acompañada de dos refrescos. Muy ricas las dos tapas, sirven también raciones y medias raciones a precios muy razonables y con muy buen aspecto. Envalentonados por el fin de la lluvia nos dirigimos hacia la iglesia de San Sebastián, dejamos atrás el ayuntamiento y enfilamos una prolongada calle que nos lleva sin temor a perderse hasta la puerta del templo. Un pórtico de color rojo intenso anuncia la entrada a la iglesia, la parte superior de la torre, detrás, está conformada por ladrillos sobre una base de blanco y ribetes rojizos. Es un templo de tres naves, de tamaño generoso y con un altar profusamente decorado. Se pueden contemplar varias imágenes, entre ellas, tras una pila bautismal una réplica del Santo Niño, por el que los gaucineños o gaucinenses tienen absoluta adoración. Dentro de la información que nos ofrece el Patronato de Turismo de la Costa del sol leemos: "la piadosa leyenda que cuenta cómo en agosto de 1536, un vendedor ambulante de libros llamado Juan Ciudad (más tarde subiría a los altares como San Juan de Dios), vio a un niño descalzo por aquel entorno, al que le ofreció sus zapatos. Como eran demasiado grandes para el niño, subió a éste a sus hombros. Al rato, entre el esfuerzo y el calor sofocante, el vendedor paró a beber en la fuente de la Adelfilla, momento en el que el niño se transfiguró y, ofreciéndole una granada y una cruz, le dijo a su protector: Juan de Dios, Granada será tu cruz. Testimonia el hecho de esta aparición legando a Gaucín una imagen que me represente niño”. A esta devoción se le añadirá un hecho histórico que más adelante relataremos y en la que la figura del Santo Niño salió bastante mal parada.


El Castillo del Águila y la Ermita del Santo Niño

Salimos de la iglesia y tomamos camino hacia la derecha. Un nuevo panel explicativo nos señala la dirección de la Ermita del Santo Niño y del Castillo del Águila que comparten recinto en un roquerío elevado sobre el pueblo. El camino de ascenso es empinado, pero las vistas que intuimos han de ser fantásticas y digo intuimos, porque una densa niebla (muy poco usual, según nos dicen) está comenzando a ascender desde el valle y ya cubre las primeras estribaciones del peñón del castillo. Se sube poco a poco, parando, deleitándose entre las rocas, chumberas y los árboles que cobijan el camino. Además, sólo se puede acceder andando, así ¡¡hay que animarse!! el regalo tras la subida va a ser muy importante. Conviene estar atento a los horarios del Castillo y de la Ermita que son de miércoles a domingo y en Invierno (octubre-mayo) de 10:00h a 13:30 horas y de 15:00h a 18:00 horas; y en Verano (junio-septiembre) de 10:00h a 13:30 horas y de 16:00h a 19:00 horas. Es importante tener en cuenta el horario de visitas del castillo, ya que es, sin duda, uno de las más importantes atracciones de Gaucín. El conjunto del castillo y la ermita es impresionante. A ambos les rodean una serie de huertas trabajadas por dos hombres que se afanan en que todo esté aseado. El primer edificio que nos encontramos es la Ermita del Sto. Niño. Es, sin duda, sobrecogedor. La Ermita posee dos bóvedas barrocas de detalle llevado al paroxismo, nada hace presagiar desde el modesto exterior que dentro encontraremos un espectáculo como ese. Señorea la ermita la imagen del Santo Niño que sufrió una dura caída durante la guerra de la Independencia: "Otro hecho relevante y sangriento, ocurrió en la quinta invasión del pueblo por las tropas napoleónicas, de las seis que hicieron, el 8 de julio de 1810, asesinaron a todos los habitantes que se encontraron a su paso, quemando los archivos municipales y parroquiales" y "que también incendiaron los archivos municipal y parroquial e incluso la imagen del Santo Niño, tan venerada en Gaucín, la arrojaron desde las murallas del castillo". Pero este conjunto formado por castillo y ermita no termina aquí sus andanzas históricas, ya que fue precisamente ante los muros del castillo donde encontró muerte Guzmán, el Bueno el 13 de septiembre de 1309 luchando contra los musulmanes. Dejamos atrás la ermita y subimos al castillo. Ruinas bien conservadas, que delatan su pasado árabe y posteriores reconstrucciones, sus heridas de guerra y sus cicatrices históricas y que incluso sobrevivió a la explosión de su polvorín en 1848 que lo destruyó casi por completo. Ascendemos hasta la Torre de la Reina, hacemos tañer, suavemente, la campana. Queda un tanto frustrada la visita, ya que la niebla se ha apoderado ya de todos los alrededores y nada, o casi nada se puede ver. Más tarde, mientras comamos, nos dirán que en los días en los que sopla poniente se puede ver hasta la cordillera del Atlas marroquí. Si hacía falta alguna disculpa para regresar a Gaucín, ya tenemos una. Allí pasamos el rato imaginando, viviendo, palpando la historia viva de este recinto. Desde aquí arriba se oyen los ecos del centro urbano, los niños que juegan, algún perro que ladra, las gallinas... Merece la pena pasar un rato entre las ruinas. Hemos de bajar. Descendemos a través de una puerta que nos lleva, por un camino que bordea el castillo, al lado opuesto por el que hemos subido. Una escalera de piedra nos lleva hasta las calles del pueblo.


El Museo Etnográfico

Llegamos a la calle principal y desandado el camino andado, llegamos casi a la salida del pueblo en dirección a Manilva y Casares. Nuestro objetivo es el Museo Etnográfico, situado en la Avenida Ana Toval, que recoge en una sala en forma de ele, un valioso muestrario de aperos de labranza y de cocina, de arreos para las bestias, utensilios de la vida cotidiana. Cada pared, recoge un conjunto de elementos a los que se acompaña un informe detallado sobre el nombre de los mismos. Sin duda, es un museo que merece la pena, para bosquejar, como hemos hecho en otros municipios el pasado reciente de la sociedad rural malagueña. El Museo Etnográfico también funciona como oficina de turismo en la que poder adquirir algún mapa, tarjetas de restaurantes, etc. Preguntamos por un sitio en el que comer. Se nos indican varios y optamos por una taberna que está en el centro.

Parada y fonda

De nuevo volvemos hasta el cruce de la calle Esquina (casi donde hemos iniciado el viaje esta mañana) y tomamos la vía que discurre por el lateral izquierdo del Mercado Municipal de Abastos por la calle Corral. Seguimos la calle hasta que a la izquierda se insinúa una plaza. En una esquina se encuentra el Bar Paco-Pepe. Entramos. Es uno de esos recintos populares, una tasca donde prima el continente sobre el contenido y que donde uno se encuentra con el paisanaje gaucineño auténtico. Nos sentamos en una mesa y nos asaltan los olores de las tapas caseras y del buen hacer de lo tradicional. Recomendados por la persona que nos atiende tomamos 1 tapa de panceta (casera y deliciosa), 1 tapa de callos con garbanzos (perfumadísimos), 2 montaditos de chorizo plancha (abierto en canal y tostado) y media ración de pinchitos (acompañados de patatas fritas caseras y en su punto de aliño, ojo, la media ración es hermosa). Los altramuces son gentileza de la casa. Lo acompañamos de un refresco de cola y una caña. Todo está estupendo, 13,7 euros de comanda y de charla. Nos cuentan que es una pena la niebla levantada en el día, que desde el castillo se ve Sierra Bermeja, Sierra Crestellina, y los días de poniente, también África, casi abarca los 180º... En fin. Regresaremos. Tras la comida, buena y contundente, y la charla amistosa regresamos al coche concluida nuestra visita no sin antes dar un paseo por entre las callejas de Gaucín, como perdidos en el tiempo y contemplando a cada instante un fragmento de sierra entre los densos jirones de niebla.

Despedida y descenso
Doblegamos a la carretera descendiendo con precaución, admirando, levantada la niebla según bajamos los campos que se extienden a los pies de Gaucín. Registrando en nuestra mente el tañido de la campana en lo alto de la torre, la historia del Santo Niño, el sabor último de los pinchitos... Camino de Casares y Manilva dirigimos una última mirada hacia arriba. El caserío de Gaucín oculta aún su secreto de historia y leyenda bajo una densa capa de brumas, como si guardara un misterio insondable entre sus callejas.


Enlaces de interés, recomendaciones y curiosidades

Salamanquesas de arte: Llegados a Gaucín nos sorprendió ver en las fachadas de algunas casas, unas esculturas en forma de salamanquesas decoradas. En una casa, en otra, en otra. Según avanzábamos por sus calles veíamos cada vez más. Todo responde a una iniciativa llamada Salamanquesarte que imitando el Cow Parade que se realiza en otras ciudades lo han adoptado a su idiosincrasia. Cerca de 400 salamanquesas decoran así las paredes de otras tantas casas de Gaucín. Merece la pena entrar en el enlace Salamanquesarte para contemplar alguna de estas esculturas.
El arte en Gaucín: La comarca que comprende de manera geográfica los pueblos de Gaucín, Benarrabá, Algatocín y Genalguacil tiene una intensa actividad artística. Son numerosas las galerías de arte, los pintores, escultores, etc... afincados en estas tierras. Bajo el epígrafe Art Gaucín se han reunido muchos de ellos.Se puede ver así parte de su trabajo: Art Gaucín.
Toro de Cuerda: Una de las fiestas populares que tiene Gaucín es el "Toro de Cuerda" que se celebra el Domingo de Resurrección y consiste en llevar (o dejarse llevar) por un enorme toro por las calles del pueblo con la particularidad de que el toro lleva una cuerda atada a sus astas.
Enlaces de interés: Hay varias páginas interesantes sobre Gaucín. La primera de ellas y, como referente, la del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, también la web municipal de Gaucín y, tras ellas las páginas personales de Gaucínnet, Gaucín.com y la ya citada Art Gaucín. En todas ellas se encontrará información útil


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09 TOTALÁN: ECOS DE CANTE Y OLIVARES

martes, 9 de junio de 2009

"Canta el viento, canta el río y compone una canción que en mi pecho hace sonido, que en mi pecho hace sonido cantando en mi corazón", con esta letra cantaba Antonio Molina la copla Bendita Tierra, y algo de bendita hubo de tener Totalán para el insigne cantaor cuando la plaza más destacada de la localidad lleva su nombre. No hay misterio. Los padres de Molina son oriundos de este municipio, fueron totalatenses o totalateños o "rebotaos" como popularmente se les conoce por su apodo. Se rinde así homenaje a dos vecinos que dieron al mundo uno de los más grandes cantaores de coplas de todos los tiempos según aseguran los aficionados y la crítica del momento: Antonio Molina. Y sigue: "La verde rama del limonero perfumaré con el eco de mi cantar....."

Totalán

Totalán es un pueblo pequeño, rodeado de lomas agrestes cargadas de olivos sobre un terreno seco y duro. Desde algunas de sus calles superiores se puede observar el espejismo del mar, tan lejos y tan cerca, como un anhelo de salida, de escapada. Es un caserío blanco, apretado y, pese al seco derredor, fresco, muy fresco. Calles estrechas y sinuosas buscando la cima de los oteros próximos, dédalo laberíntico de rincones sin salida, pasajes que no llevan a ningún sitio. Un vestigio del trazado presumiblemente mozárabe que llegó a tener la población. Mozárabe, como su nombre, que se cree, así lo indica T.E. El Pasero en un panel explicativo en el interior del pueblo, provenía de la palabra andalusí Totalán que significaba torta, teoría fundamentada "en los documentos encontrados que hablan de los diferentes cortijos llamados Tortela, Tortila y Tortalán". La página web del ayuntamiento de Totalán ofrece la posibilidad de imprimirse una cómoda ruta que nos ayudará a recorrer los monumentos más emblemáticos de la población. Una ruta por el casco histórico que llevamos con nosotros desde el lugar de origen y que será de utilidad. Es un pueblo pequeño, pero como ya apuntaba ciertamente complejo en su trazado. Vamos a seguir las indicaciones de la ruta ofertada.

Los ecos de Antonio Molina

Tras recorrer una carretera de ascensión entre olivos, siguiendo el cauce seco del río Totalán, dejamos a la izquierda la desviación hacia el caserío de Olías para dirigirnos al núcleo urbano. Pronto nos acoge una plaza de considerables dimensiones en la que poder estacionar el coche sin mayor preocupación. Resulta ser, como descubriremos más tarde la plaza Antonio Molina. Apenas a cien metros se sitúa el comienzo de nuestra ruta, la Plaza de la Constitución, centro neurálgico de Totalán, donde además de la Iglesia de Santa Ana se encuentra la panadería y, un poco más adelante, un banco, una farmacia y una de las entradas del ayuntamiento. Ya percibimos a través de los laterales del templo su complejo trazado de callejas estrechas. Sombrerío fresco para recorrer despaciosamente, a paso tranquilo, con cierta morosidad. Dejándose llevar por el transcurrir cadencioso del tiempo. A la izquierda de la iglesia, visto de frente, y en la calle que lleva el mismo nombre, calle Iglesia, un arco de medio punto irregular une las casas próximas y el templo, forjando un juego de sombras y uniendo irremisiblemente ambas construcciones. Intentamos indagar el porqué de este arco, su justificación arquitectónica, pero no lo hallamos. La puerta de la iglesia está cerrada, preguntamos a la panadera, que nos indica que hay una mujer que tiene la llave, pero no sabe donde vive. Interrogado un hombre sentado en uno de los bancos contesta: - Es ahí mismo, en el portal número 1. Llamamos. No aparece nadie. Llamamos. Se asoma una mujer que nos mira, que escruta nuestro atuendo e intenta averiguar sólo con su mirada cuáles son nuestras intenciones. Le inquirimos sobre nuestros deseos de contemplar la iglesia a lo que respondió: - La llave se la llevaron ayer. Nada más. Sostiene la mirada, cruza la calle y desaparece por otra puerta. Nos miramos y levantamos los hombros.

Las cascadas
Tomamos la calle arroyuelo y caminamos hacia la plaza homenaje a Antonio Molina, una placa reza "hijo que fue de Paco y María, vecinos de Totalán, en Málaga nació y en Totalán aprendió a cantar". En el centro de la plaza, junto a una fuente, el busto del cantaor la preside. Escultura realizada por el artista Antonio Gallero en 2001. Junto a la placa, unas escaleras ascienden hasta el siguiente punto de nuestra ruta, las cascadas. Una moderna construcción que proporciona frescor a la entrada del municipio y que consiste en un ingenioso juego de fuentes que caen en cascadas sobre una loma empedrada, repleta de árboles y con varios bancos donde reposar y descansar. Las cascadas son frescor al rumor del agua, salpicaduras, bancos de piedra y forja. Contemplamos a dos hombres mayores sentados, miran el mar en el horizonte, permanecen callados. Un educado "buenos días" a nuestro paso y otra vez silencio. Desde las cascadas ascendemos por la calle Axarquía hasta el Barrio del Morro, dirección campo de fútbol. Un intenso aroma a guisos y pucheros nos sale al paso. Y recordamos que en Totalán es muy popular la Chanfaina, un plato modesto a base de patatas acompañadas de un "majaíllo" de vinagre, orégano, comino y otras variadas especias y que tiene su contundencia en el chorizo, la morcilla y la carne de cerdo y asaduras que le acompañe. Un plato tradicional que además se ha transformado en una Fiesta de la Chanfaina que se celebra durante el mes de noviembre y que ha sido declarada por la Diputación de Málaga como Fiesta de Interés Turístico Provincial. Caminamos hacia arriba.

En las alturas y el mar
La senda de la calle Axarquía se transforma en calle Canela Fina y después en un camino de subida recia que nos lleva hasta el Campo de Fútbol, punto más alto del centro urbano y desde el que se contempla el espejeo del mar azul que se abre por entre los montes amarillos y verdes de olivares. Un entorno del que se presupone dureza en sus labores cotidianas. Descendemos por una curva a la izquierda y nos sumergimos de nuevo en el laberinto de calles. Pese a la dureza del terreno, las callejas siempre parecen frescas y apretadas de macetas con flores rojas, azules, amarillas, verdes... Calle Enrique Castillo, calle Morro, calle Pasionaria.. así recorremos el centro del pueblo hasta llegar de nuevo a la Plaza de la Constitución y la Iglesia de Santa Ana. Es aquí donde optamos por pasear y perdernos, dejar la guía planificada a un lado y callejear, parándonos para fotografiar un arriate, para saludar a los vecinos y vecinas, para buscar el cobijo de la sombra, para leer algunos de los paneles explicativos que salpican aquí y allá las paredes del pueblo. Todo hasta notar cierto cosquilleo en la boca del estómago.

Parada y tapa(s)


En el paseo sólo hemos localizado un bar abierto, una taberna que responde al nombre de Arriba y Abajo, que se encuentra a la entrada del pueblo y que antes era conocida como Arroyuelo. La primera pregunta: - Tenéis chanfaina. - No, hoy tenemos callos. Recuperar las comidas tradicionales ha de ser una labor de todos, eso que se ha dado en llamar Patrimonio Intangible y que refrenda la historia, labores y economía de los pueblos. Tras la fiesta que se organiza en noviembre, la Fiesta de la Chanfiana, lo propio sería encontrar este plato a lo largo del año en sus casas de comidas, pero no es así. Sucede en otros lugares. La dificultad de encontrar comidas eminentemente locales es en cada ocasión mayor. La postura de los empresarios es lógica, no se va a servir en mi establecimiento algo que ya se hace de manera habitual en casa propia, pero los visitantes nos quedamos con la miel en los labios, con ganas de probar, de conocer, de valorar. Aún con todo, estos olvidos o despistes o faltas, siempre son un buen aliciente para volver, por ejemplo, a la Fiesta de la Chanfiana. Degustamos otros productos, muy buenos, que nos ofrecía Arriba y Abajo, entre ellos una tapa de callos (intensamente perfumados), una tapa de pipirrana de pulpo, una tapa de filetitos "aliñaos" y una tapa de albóndigas, a lo que se suma 4 cañas de cerveza y da un total de 13'10 euros. El bar tiene un techado de paja magnífico bajo el que sentarse al amparo de la sombra, fresca y necesaria. Charlamos y nos dejamos llevar. Queda uno de los monumentos destacados por visitar: el Dolmen.


El Dolmen del Cerro de la Corona

Montados de nuevo en el coche y siguiendo las explicaciones que nos ha ofrecido el dueño del Arriba y Abajo vamos a la búsqueda de la carretera que asciende hasta el Dolmen. Situada a algo menos de un kilómetro por la carretera de acceso al centro urbano por la que hemos legado, una indicación señala la carretera de acceso. Es una calle peatonal que acaba en un camino de tierra entre varias casas, así que la mejor de las opciones es dejar el coche abajo y ascender, tranquilamente andando. Siempre hacia arriba, tras superar las últimas casas, una senda estrecha marcada y preparada con barandillas de madera nos guía hasta el monumento megalítico. Es una ascensión corta pero seria en grados de elevación. Lo mejor resulta tomárselo con tranquilidad. Una vez llegados al monumento, que data del siglo III ó IV y del que quedan unas escasas ruinas, se puede contemplar de nuevo el Mediterráneo. Parece ser que en el entorno de el Dolmen se encontraron abundantes vasijas y restos óseos humanos. Ahora, el nicho en sí está vallado y un panel explicativo ofrece algunos detalles más. El ayuntamiento informa en su página web que se estás a la espera de constituir un museo más amplio. Descendemos.


Queda atrás

Dejamos atrás Totalán, que desaparece casi instantáneamente entre las cortinas de campos y olivares, tras una curva pronunciada. Vemos el lecho seco del río del mismo nombre y, sin querer, silbamos una nueva tonada de Antonio Molina. Nos arrancamos por: "Soy minero y mi corazón templé con pico y barrenaaaaa"...


Recomendaciones y enlaces útiles

Recomendaciones turísticas: Si se visita el pueblo en la época estival, llevar ropa fresca. No está demás parar durante el recorrido y ayudarse del refugio de las sombras.
Enlaces de interés: Recomendamos tres páginas web, la del Patronato de Turismo de la Costa del Sol; la web municipal de Totalán, muy completa y de la que se puede extraer la ruta que hemos seguido para esta visita; y una web personal totalan.net que posee diversos y prácticos contenidos.

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