Se confunde el caserío de Cuevas Bajas con el color de la tierra que sustenta y da sustrato al mar de olivos que le rodea. Desde lontananza apenas si hay vestigios del pueblo, las lomas que ascienden y descienden con suavidad parecen acunarlo. Como si de un oleaje se tratara Cuevas Bajas se esconde entre ellas emulando un bote a la deriva. Los oteros parecen de terciopelo, cubiertos de olivos añosos, retorcidos, apegados a la tierra desde centurias. Quizá el mismo emperador Antonio contempló los mismos paisajes que ahora nosotros contemplamos antes de ordenar construir una calzada romana, o aquellos árabes que dejaron vestigios de su paso por estos lares en forma de acequias y norias sobre el cauce del Genil, puede incluso que aquella tribu de cazadores de la Edad de Cobre reposara bajo los padres de estos olivos que ahora forman parte primordial de la economía de estos municipios. Los aceituneros altivos, que decía el poema de Miguel Hernández, recogen estos días algunas olivas, tienden sus mantos negros bajo los árboles y sacuden con los varales las ramas para dejar caer el fruto verde, génesis de los aceites que abundaran en nuestras cocinas, sobre las tostadas de los desayunos, como condimento indispensable de tantos platos, esencia mediterránea. Viendo la orografía que rodea Cuevas Bajas, casi escondido entre los pequeños cerros, no es de extrañar que fuera escogido por aquellos Chato de Benamejí, Antonio Vargas Heredia, Luis Artacho, Salvador González o los Caldera, bandoleros del revolucionario siglo XIX, que encontraban en esta localidad venta y refugio para huir de sus fechorías. No en vano a Cuevas Bajas se le colgó el sambenito de llamarlo Cueva de Los Ladrones tal era la concentración de asaltadores que allí se reunían. No olvidar que en la vecina localidad de Alameda tiene su tumba el que quizá sea el bandolero español más conocido, "El Tempranillo".
La Visita
Tras descender una pequeña loma entre la espesura de olivos nos encontramos casi de bruces con el perfil de Cuevas Bajas, situado sobre un promontorio, un espolón de tierra y apiñadas sus casas unas contra otras formando un compacto caserío blanco. Tomamos dirección centro ciudad y nos topamos enseguida con la plaza principal, lugar donde se encuentra la iglesia de San Juan Bautista. Estacionamos. Sorprende el frescor que irradian sus calles, las aceras acompañadas de árboles que refrescan y dan sombra. En un rápido vistazo se observan las ventanas y balcones enrejados, esas puertas dobles que presagian el frescor de sus patios interiores, la calma de sus calles menos populosas, las callejas que ascienden y descienden en distintas bifurcaciones. Cuando las calles escapan hacia el horizonte sólo se observan las lomas trufadas de olivos. El centro de Cuevas Bajas es bullicioso, charlan los hombres y las mujeres, hablan los niños. Saludan muchos de ellos a nuestro paso, sin hacerte sentir extraño.
Es la iglesia de san Juan Bautista un edifico sólido, robusto, la única concesión que se permite para elevarse a las alturas es el torreón del campanario, anejo al cuerpo principal del templo. Los ladrillos vistos le configuran cierto aire casi sobrio. Los paneles blancos encalados del campanario son casi la única concesión que se hace el edificio a la decoración más liviana. El templo fue construido en el siglo XVIII y tiene una característica particular, la capilla del sagrario, que normalmente se haya tras el altar mayor, en esta ocasión está situada a la izquierda. Desde la plaza de la iglesia tomamos la dirección de calle Archidona, indicada en un panel, con objeto de perdernos entre las calles y observar una de las hornacinas por las que los cueveños y cueveñas tienen tanto fervor. Las casas de Cuevas Bajas son de portada estrecha, con esa puerta doble puerta que cobija del frío en invierno y salvaguarda del calor en verano. Se intuyen espacios cuadrangulares, grandes, anchurosos en el interior de estas casas, algunas de ellas tienen cierto porte señorial. En la confluencia de las calles Archidona y Victoria contemplamos una de esas hornacinas, se trata de la imagen de un Cristo portando la Cruz. Continuamos caminando y nos perdemos entre las callejas, tranquilas, sosegadas. Tomamos la calle Victoria casi hasta el final y torcemos en la primera calle que nos encontramos a la izquierda, accediendo a la calle Real. Es en esta calle donde se concentran algunos de los edificios más notables de Cuevas Bajas. Tal es el caso de la Casa de los Cristales, la Casa de Felipe Quintana o la fachada de la antigua venta de Juan González, donde aquellos bandoleros del XIX se reunían tras realizar sus fechorías. Sin duda esta calle tiene una aire de cierto señorío y su paseo se hace tranquilo a la sombra de los pequeños árboles sembrados en las aceras. Contemplamos algunas de estas casas de relumbrón, aún conservan la apariencia de manera más que digna, cuidadas y supones restauradas con el modelo de la original. Llegamos de nuevo a la plaza presidida por la iglesia de San Juan Bautista y antes de tomar un aperitivo bordeamos el templo para contemplarlo en todo su esplendor. Nos encontramos a la izquierda del mismo con otro de esos edificios de historia y abolengo, se sitúa en la plaza dedicada a María Victoria León Moyano (fallecida en atentado terrorista en Madrid el 11 de marzo de 2004). Quedamos un tanto silenciosos ante la lectura de esta placa y optamos por caminar algo más para despejarnos.
Aperitivo en el Bar Tony
El Bar Tony se encuentra en la calle la Reja y es perfectamente localizable desde casi cualquier punto próximo a la iglesia. Es una bar clásico, sin pretensiones, donde los cueveños y cueveñas se reunen de manera habitual. Cervezas, refrescos, tapas variadas, raciones... Todo casero. Como aún no sabemos quién conducirá de regreso optamos por dos refrescos para la bebida y dos tapas de queso, una de panceta fresca y dos tapas de lomo. Total: 6,50 euros. Clásicos que no desmerecen, sobre todo el queso en aceite, de sabor intenso y fuerte que, acompañado de unos piquitos, nos obliga a repetir. El bar está repleto de gente que ya reposa el fin de semana, altas conversaciones y cierto bullanguerío animan a los parroquianos. Degustamos con deleite y tranquilidad y por un momento sentimos en nuestro interior el deseo ardiente de haber conocido a aquellos bandoleros que quizá también tomaran una buena lasca de queso acompañada de un buche de vino casero.
Despedida
Nos montamos en el coche y tomamos el mismo camino por el que hemos venido. Serpenteamos un tanto entre sus calles y descendemos hasta la carretera principal. Enfilamos dirección Antequera y cuando nos queremos dar cuenta, Cuevas Bajas ha desaparecido. Los pequeños cerros repletos de olivos se han tragado el caserío, y no dejan de él ni un pequeño rastro. Los trabajadores del campo se afanan vareando los árboles centenarios y entre ellos observamos a un hombre de patillas anchas, pañuelo anudado a la sien y de nariz chata, casi roma... Quién sabe, quizá podría ser le mismo Chato de Benamejí.
Información útil y enlaces de interés
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol. Además incluimos para la documentación la web municipal de Cuevas Bajas.
Zanahoria morá: Tiene especial relevancia en Cuevas Bajas una hortaliza endémica que parece no se produce en ningún otro lugar del mundo: la zanahoria morá. Se la reconoce porque tiene una primera capa morada, otra naranja con vetas y el corazón rojo. Según cuenta la historia agrícola del lugar esta zanahoria de una color violeta intenso fue introducida por los árabes allende los tiempos y ahora se ha convertido en una rareza muy preciada. Tan orgullosos están los cueveños de esta hortaliza que la celebran con una fiesta que se celebra en el mes de diciembre. (Imagen extraida de El Nou Garden)
Información de utilidad: Cuevas Bajas está atravesada en su parte inferior por el río Genil, que en primavera tiñe sus riberas de verde intenso. En su cauce se puede encontrar la Noria de la Agusadera, un antiguo molino con cangilones sobre el agua curioso de visitar.
Bandolerismo: Fue un movimiento que se produjo en Andalucía a lo largo del siglo XIX e incluso principios del XX. La figura del bandolero, mítica en la comarca de Antequera y Ronda, ha dado alas a la leyenda, a la literatura, el cine y la televisión. Tal es el caso del comentado Chato de Benamejí, que bajo el subtítulo de "Vida y milagros de un ladrón" el escritor Manuel Fernández González convirtió en novela.
Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.
26 CUEVAS BAJAS: DE OLIVOS Y BANDOLEROS
martes, 6 de octubre de 2009
Publicado por Israel Olivera en 0:01
Etiquetas: aceitunas, bandoleros, Cuevas Bajas, El Tempranillo, iglesia, iglesia de San Juan Bautista, Málaga, olivas, olivos
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4 comentarios:
He encontrado muy distinto Cuevas Bajas a todos los demás pueblos.
El paisaje,la arquitectura de las casas...Y la película que nos podemos montar allí con los bandoleros,con el Tempranillo.Se puede llevar de salida cultural allí a un grupo de niños y niñas y montar una escenificación,una yincana...
Un abrazo,israel.De nuevo sorpresa e intriga por tu nuevo descubreimiento.
En este pueblo la tierra color zanahoria y la zanahoria color morado.....Bueno,que me ha gustado el pueblo.
Curioso lo de ser refugio de bandoleros.
El paisaje y las casas llaman la atención.
Todo en general digno de visitarse guiado por tus sugerentes indicaciones.
Un abrazo
Aitite
¡Ay Miguel Hernández!
Oye:Eso de la zenoria morá es cosa curiosa.No había visto en mi vida(bueno,si es endémica...).
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