Se llamaba Abdelselam ben Arrabat y formaba parte del gremio de tintoreros de la tribu de los Banuh Rabbah. Decían que era alquimista y que sus complicadas fórmulas daban un color especial a los tejidos que se confeccionaban en las orillas del valle del Genal. Piedras, plantas, tierras, animales e insectos de la sierra conformaban los elementos de sus casi mágicas tinturas. Así, tras diversas elaboraciones un día obtuvo un color brillante semejante a la sangre, lo llamó qarmazi, carmesí y su fórmula permaneció en absoluto secreto hasta su muerte. Fallecido el alquimista, uno de sus hijos reveló el secreto: su padre había extraído el color de una cochinilla llamada Qarmaz, insecto que chupaba con profusión la sangre de algunos animales, de ahí el nombre carmesí, qarmazi, color de sangre que tiñó los vestidos, los trajes, las ropas de los habitantes de aquel antiguo Benarrabá.
Nos acercamos
Se aprietan los pinos y los alcornoques, dotan a las faldas que descienden hasta Benarrabá de una frondosidad que refresca el aire inflamado de calores de estío. Huele denso, a perfumes de tierra antigua, a umbrías veredas, a trochas de campo, a sendas de corcheros.Según nos acercamos al núcleo urbano somos testigos del paisaje que rodea el municipio, montañas escarpadas, lomas pronunciadas, bosque denso y salpicando algunas laderas las manchas blancas, impolutas, de algunos municipios que beben del Genal. Se arracima Benarrabá sobre una ladera desigual que parte el núcleo poblacional en dos centros, aquel que se encuentra al amparo de la ermita del Cristo de la Vera Cruz y el que se sitúa a la sombra de la iglesia parroquial de San Sebastián. Benarrabá es un pueblo pequeño, de calles quebradas, empinadas (algunas, dicen los cronistas locales que de hasta el 70%), irregulares y estrechas (sólo tiene dos vías principales por las que se puede circular en coche). Dadas estas singularidades y para no errar con el estacionamiento, lo mejor es seguir las indicaciones "Ermita-Iglesia-Aparcamientos" a escasos 20 metros de la primera de estas indicaciones llegamos a una de nuestras primeras visitas: la ermita de la Vera Cruz. Antes de iniciar la visita habemos de prevenir al viajero.
Prevención, vista y cámara de fotos
Benarrabá está poblada de elementos arquitectónicos sobresalientes dentro de la construcción civil. Son múltiples las casas del siglo XVIII que mantienen elementos trasladados de su antigua época árabe. De esta manera no es raro encontrar guardapolvos (tejadillos voladizos sobre algunas ventanas para resguardarse de la lluvia), adarves (patios de distribución para diferentes casas y con acceso a la calle que los habitantes podían cerrar a su antojo para hacerlos privados), bocatejas (primera teja de cada canal junto al alero del tejado) o algorfas (del árabe al-gurfa, cuarto alto, desván para guardar grano). El visitante, si visita la página web municipal, http://www.benarraba.es/ podrá seguir un itinerario marcado en calles y números de portal de aquellas casas que presentan estos elementos arquitectónicos tradicionales. Merece la pena tomar nota de algunas de ellas por su singularidad y por trasladarnos, sin quererlo, a épocas antiguas.
La ermita de la Vera Cruz
Una vez cerrado este paréntesis, nos situamos, de nuevo en la ermita de la Vera Cruz. Descabalgamos del coche un instante y contemplamos la belleza sencilla y apacible de la plaza que precede a la ermita. Una pequeña fuente, una veintena de árboles y un buen puñado de bancos invitan a sentarse. La mañana es fresca aún y se escuchan el trinar de los pájaros y los quehaceres de la vida cotidiana. La ermita de la Vera Cruz es sencilla, con una espadaña de la que pende una pequeña campana de aviso. Un frontal con tres ribetes amarillos como única decoración. Tiene el encanto poderoso de lo sencillo, de lo simple. Sobre una de sus paredes, un panel resume la esencia benarrabeña: "Desde el Porón aún la sombra/del desaparecido castillo/pareces ser vigía amable/de tus hermanos: pueblos vecinos. A pesar de tanta pértiga de siglos,/de tanta historia condensada,/juegas a esconderte travieso tras un cerro/para reaparecer alegre en el valle del Genal./Qué paleta no envidia la profusión de colores/de este paisaje frondoso, manto de fantasía/los bosques robustos de alcornoques y encinas/la majestad alta y verde de los pinos./En tus calles de recónditos rincones/y sobre el empedrado hay una melodía/un cante hecho susurro: la memoria viva./A mediodía descubro tesoros en tu despensa,/recorro tus arterias, oigo el río de tu pulso,/la mirada vuela a la cúpula azul de la iglesia". Este panel poético está escrito por María José Collado en el año 2005. Seguimos las indicaciones y tomamos el camino que parte desde la izquierda de la ermita. Descendemos y, tras una curva llega el momento de aparcar. No se recomienda avanzar más ya que las calles se estrechan y requiebran hasta lo indecible. Caminar es el mejor método para conocer. Descendemos por la calle Sol en dirección a la iglesia que ya vemos, con su cúpula azulada mirando al cielo.
El casco urbano y la iglesia
Las calles de Benarrabá se encuentran perfectamente empedradas, y tenemos la sensación de pisar historia viva que ya fuera recorrida por otros antepasados. Tomamos la calle Virgen de la Paz y directamente entramos en el perfecto caos del casco urbano. Caos que reproduce la sombra buscada por los árabes, la estrategia de apretarse para combatir los calores y los fríos, la defensa natural contra el invasor que son el trazado de sus calles. Nos sorprende el toque de campanas en la mañana silenciosa y quieta. Llegamos a la plazuela que se configura ante la entrada de la iglesia. Suenan, de nuevo y más fuertes, las campanas. Nos gusta la sencillez arquitectónica de la parroquia de San Sebastián, con su fachada de formas onduladas y el portal de entrada pintado de amarillos intensos, iluminada por dos escasos faroles que habrán de aportar una luz tenue en las noches de verano. Continuamos por la calle Sol desde la que descienden innumerables callejas como afluentes de un río y así llegamos hasta el ayuntamiento. Parece que en esta calle se concentran los servicios hosteleros de Benarrabá. Se oyen los crujidos de las puertas de madera, muchas de ellas de doble hoja, de apertura horizontal, con la parte de arriba abierta para permitir el paso del aire. Tiene Benarrabá el encanto auténtico de lo rural, sin ambages, sin parafernalias. Benarrabá no es un decorado, es una experiencia andaluza auténtica en la que se presiente el aroma del pasado en cada esquina. Todo son calles estrechas y trazados quebrados, ventanas enrejadas con forja, gruesas puertas de madera con grandes argollas de hierro. Admiramos los voladizos, los adarves, los guardapolvos, las bocatejas, las algorfas.... La ropa tendida en un patio, un banco bajo la sombra de un árbol, unos niños jugando, el hombre tirando de un burro, la calle Estación, la calle Baja, la calle Saucal, Pósito, Calzada, Rosario... Miramos hacia atrás. Nos hemos perdido. Bienvenida sea esta pérdida. Respiramos el perfume antiguo y sonreímos. Cuántas málagas, cuántas andalucías, tan distintas y tan próximas.... Cuántas gratas experiencias....
Despedida
Nos dejamos llevar por los consejos y recomendaciones de un buen amigo y ante el aviso de conocer que esta es zona de chacinas, como la vecina Algatocín, adquirimos algunas viandas que llevarnos al buche acompañadas de media barra de pan. Entre el consumo propio y el reparto a terceros nos gastamos 5 euros en embutido y pan. Lo mejor es sentarse en algunas de las esquinas que constituyen Benarrabá y saber que ese mismo sabor lo degustaron antes que nosotros algunos otros vecinos y vecinas. Poco más se puede pedir. Tras el desayuno campero, volvemos al coche y regresamos por el mismo camino por el que habíamos venido. Nos sumergimos entre los alcornoques y las encinas y prontamente perdemos la vista del núcleo de población. Adiós Benarrabá "que juegas a esconderte travieso tras un cerro".
Enlaces útiles y consejos de interés
La arquitectura popular: Merece la pena descargarse desde la página web municipal el listado de calles con sus particularidades arquitectónicas. Es probable que no veamos todas, pero sí muchas de ellas, lo que servirá para hacernos una idea seria de cómo eran las construcciones del siglo XVIII. Para descubrir la esencia benarrabeña lo mejor es perderse entre sus calles, disfrutar de la sombra de un árbol sentados en un banco, recorrer las callejas, encontrar los adarves...
Enlaces de interés: Sirva como referencia primera la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, que se puede completar con la información que aparece en la página web muncipal de Benarrabá (tanto la leyenda del color carmesí como los aspectos arquitectónicos del municipio están consultados y extraídos de la misma).
Esta blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.
20 BENARRABÁ: ANTIGUO CARMESÍ
martes, 25 de agosto de 2009
Publicado por Israel Olivera en 0:01
Etiquetas: andaluza, arquitectura, Benarrabá, carmesí, chacina, Costa del Sol, ermita, experiencia, iglesia, Málaga, Valle del Genal
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7 comentarios:
Desde luego este pueblo está en un lugar privilegiado.
¡Qué poético el origen del color carmesí!
Todo muy romántico y hermoso.
no has puesto una foto de las tapas
robert
Hoy también luce en Euskadi un hermoso Color Azul del Cielo.
Un abrazo.
Estamos enriqueciendo nuestro vocabulario contigo.
¡qué bien lo cuentas,tocayo!
Hemos hecho alguna ruta más que ya contaremos cuando el curro lo permita.
Viajeros y viajeras vamos volviendo al redil al que nos lleva nuestro GURÚ.
Tú también has vuelto,majo, y has dejado "quemada" a la Mari Jaia.
Gora Aste Nagusia! Gora el Color azul del cielo de los pueblos malagueños!
Saludos a todos!!
Emprendemos esta mañana de sábado un nuevo viaje a un nuevo municipio del que podréis disfrutar el próxima martes... Esta vez le prometo a Robert que habrá fotos de tapas, de raciones, de pinchitos, de molletes, de pescaíto frito... de lo que tercie...
Un abrazo desde Ojén
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