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77 TORREMOLINOS: UN PUZLE INFINITO JUNTO AL MAR

martes, 28 de septiembre de 2010

El puzle de Torremolinos se construye con muchas piezas, con la esencia de su carácter cosmopolita, la arista kitsch de su pasado reciente, el lado incuestionable de la vanguardia turística, el rostro que mira al mar, la faz indudable de su historia y de sus tradiciones, la cara de sus arenales aposentados en los brazos del paseo marítimo, el flanco de sus comercios y comerciantes, el margen delicado e intenso de su potente gastronomía con sabor a mar, la banda infinita que conforma su horizonte… Y así podría continuarse hasta recrear el puzle de Torremolinos que es as u vez una sola cara de todas aquellas impresiones configuradas por los miles de visitantes que recibe al año y que comenzó con una piedra sobre otra, un manantial, un molino y un río.

Torre de Los Molinos


1.300 molinos nazaríes y una torre vigía cristiana dieron nombre a la ciudad, que fue Torre de los Molinos y después Torre de Molinos y más tarde Torremolinos. Ya habían pisado la arena de sus playas las civilizaciones mesopotámicas y romanas que instalaron aquí sus industrias de salazones y de garum, siendo parada obligada de la calzada que unía Málaga con Cádiz. Intrínseca e históricamente ligada a la capital de la provincia como un barrio más hasta su moderna independencia en 1988. Centro neurálgico del turismo internacional en la Costa del Sol, pionero y transgresor. Se inicio este viaje a finales del siglo XIX, cuando Sir George Langworthy compró el castillo de Santa Clara y lo convirtió en hotel residencia en 1930. Continuó su camino Doña Carlota Alessandri que convirtió su cortijo de la Cucazorra en el parador de Montemar. Más tarde abre el Hotel la Roca y a finales de los 40 El Remo, en la Cairhuela. En los años 50 fueron Los Nidos y el Pez Espada (primer establecimiento de lujo). Luego los sesenta y setenta y el turismo internacional, después, la modernidad de la jet set en los ochenta y el turismo de masas en los noventa. En esta primera década del siglo XXI pugna Torremolinos por ser centro de calidad y excelencia turística.

La Calle San Miguel

Todo tipo de souvenirs kitsch, flamencas de felpa, mandiles de topos que simulan un traje de gitana, toros en miniatura, toreros en mil formatos y poses, macetas con flores de plástico… No puede resistir la calle San Miguel a ese toque de cierta decadencia que la hace tan especial. NO es una calle peatonal más, se alimenta de la perplejidad de los turistas extranjeros, de la sonrisa de los nacionales, de la complacencia cómplice de los torremolinenses. Es una calle internacional que en los meses de verano llega a recibir más de 100.000 visitantes diarios, no es una errata, son más de 100.000 visitantes diarios. La calle San Miguel es bulliciosa y jaranera, un permanente ir y venir de gentes, de curiosos, de torremolinenses oriundos y de adopción, de compradores… Y tiendas y comercios, cuya retahíla, por extensa sería interminable… Joyerías, zapaterías, tiendas de de moda y de tatuajes, relojerías, marroquinerías, perfumerías, regalos y souvenirs, restaurantes (en la parte más próxima a la Torre Pimentel), la Casilla, con sus soldados de plomo, angelotes y miniaturas, también hay oulets, estancos, tiendas de cambio… No podemos resistir ante las muchas tentaciones y sucumbimos ante el poderoso influjo de un espeto-imán para la nevera (2 euros)… Heladerías, licorerías, clínicas… La avenida peatonal Jesús Santos Reina atraviesa la calle San Miguel abriéndose a una gran plaza con un quiosco de música a la antigua, una fuente recoleta y una estatua firmada por Laverín y que lleva como título “Nacimiento de Eva”. Muchos de los comercios se convierten aquí en restaurantes y cafeterías. Regresamos al bullicio de la calle San Miguel y continuamos nuestro descenso. Qué tranquilidad produce que todo nuestro paseo discurra por zonas peatonales, lo que nos permite recrearnos en los comercios y en las tiendas con total tranquilidad para ejercer el sutil arte del shopping. El tránsito de gente aumenta según avanza la mañana. Parecen multiplicarse las tiendas y comercios cuando nos acercamos a las escaleras de la Torre de Pimentel.

La capilla de San Miguel, la Torre Pimentel y el camino hacia el paseo marítimo

Al final de la calle San Miguel y a la derecha nos encontramos con la plaza del mismo nombre y con un moderno templo religioso de reciente construcción. Muestra la capilla dos espadañas en su parte superior, la entrada, presidida por una figura de San Miguel, con una fiera espada en la mano. Templo de paredes blancas, con un altar mayor edificado con molduras sobre la pared. San Miguel lo preside con el dragón a sus pies y la espada amenazante apretada en su puño derecho. Luce coraza y casco el santo. Salimos. Desde la calle San Miguel continuamos hacia el barrio del Bajondillo, un barrio típico de pescadores. Nos cruzamos en nuestro caminar con la Torre Pimentel. Fue esta construida en el año 1300 con la idea de servir de baluarte defensivo ante las hordas de piratas corsarios y berberiscos. Destacar como curiosidad que el primer torremolinense del que hay constancia llevaba por nombre Alonso Martín y fue precisamente contratado como guarda de la torre, actividad por la que cobraba 25 maravedíes diarios. Eso sí, no de le permitía tener caña de pescar, ni perro ni practicar juegos de naipes para no distraerse de su principal objetivo. Corría el año 1503 cuando Alonso fue contratado. La torre pronto se quedó corta en su objetivo de combate y en 1770 se construyó una fortaleza en el lugar que ahora ocupa el Hotel Santa Clara. De ella quedan aún algunos restos en el parque de La Batería. Por cierto que aquella fortificación estaba armada con seis cañones de 24 libras con un alcance de unos seis kilómetros cada uno. Y esta torre fue primero la Torre de los Molinos, después Torre de Molinos y por último Torre Molinos. No hará falta insistir en la etimología del nombre de la localidad. Seguimos por la calle Cuesta del Tajo, calle Bajondillo hasta llegar a la calle Peligro, a la derecha, por la que continuamos. Continúan las tiendas de artesanía y de regalos, de souvenirs… Termina la calle Peligro y desde aquí, Torremolinos se abre al mar.

El Bajondillo

Al salir al Paseo Marítimo caminamos hacia la izquierda. El olor a sal, a mar, a brasas se abre paso y nos invade. Es una delicia caminar por el paseo, sentir la delicada brisa del mar sobre la piel. Riela la luz del sol sobre la lámina del mar, espejea, y los perfiles de los bañistas se recortan contra el horizonte, que se disuelve entre la arena y el agua… A un lado, la tranquilidad dormida de las playas de arena ocre, fina. Al otro, el animado bullicio de los comercios. En nuestro caminar, recortado contra la loma sobre la que se asienta el centro urbano de Torremolinos vemos al extraña construcción que es la Casa de los Navaja. Es este un edificio extravagante que construyó en 1925 un vecino de Churriana imitando el estilo neomudéjar de los musulmanes sometidos a los cristianos. Caminamos hasta llegar al monumento a la playas, inaugurado en 2004 y que se inspira libremente en la obra de Picasso “Mujeres corriendo a la playa”. Torremolinos cuenta con 7 kilómetros de playas, todos ellos comunicados gracias al paseo marítimo. Arenales que cuentan con todos los servicios esenciales para su higiene y comodidad. Playas a disfrutar, protegidas algunas de ellas con grandes palmeras que proyectan su sombra fresca sobre la arena. En la misma plaza nos encontramos con uno de los centros de información turística del municipio. Direccion: Plaza de las Comunidades Autónomas, barrio del Bajondillo, horario de invierno de Lunes a Viernes de 9:30 a 14:30 h; horario de verano todos los días de 10:00 a 14:00 y de 18:00 a 20:00 h. Además de esta, Torremolinos cuenta con otras dos oficinas de turismo, una en La Carihuela, C\ Delfines s/n (Paseo Marítimo La Carihuela) y otra en la Plaza Independencia, Plaza de la Independencia, s/n. Todas ellas con los mismos horarios. Nos pertrechamos con un mapa y algunos folletos más y preguntamos a la persona que nos atiende cuánto tardamos hasta la Carihuela caminando: - 30 minutos, nos contesta. Estupendo, pensamos. Hace una mañana excelente, con un sol cálido y templado, una luz diáfana que pinta azules aquí y allá.

El Paseo Marítimo y La Carihuela

Tenemos un paseo de madia hora al borde del mar desde el Bajondillo hasta La Carihuela (cuna gastronómica del pescado y el marisco). Y lo realizamos con mucho gusto. Extranjeros residentes, lustrosos en este inicio de otoño, leen sus periódicos al sol sentados sobre el pretil del paseo. Arden los carbones preparando las brasas para los espetos de sardina (y de dorada y de calamar) y perfuma el ambiente su aroma como una promesa de pescado fresco. Descansan sobre los taludes de piedra y chumbera asomados a la playa y al paseo algunos privilegiados hogares. El de Torremolinos es un Paseo Marítimo largo y sinuoso, que se adapta a los entrantes rocosos del terreno y los perfila y nuestro caminar con él. Nos sentamos en uno de los bancos de forja negra que salpican el paseo. La brisa marina, el aroma a espetos, el murmullo suave del mar junto a la arena, los ecos de los bañistas a lo lejos, el timbre de una bicicleta que pasa, dos velas triangulares en el horizonte, y la brisa, la brisa que dulcifica la caída del sol sobre nuestro rostro. A la vuelta de un promontorio aparece el barrio de La Carihuela, un barrio de sabor pesquero que aún conserva parte de su encanto en cerrado en sus calles estrechas , trufadas de macetas de colores, de arriates coloridos. Algunas barcas descansan sobre la arena esperando junto al torno que las arrastrará, más tarde, cuando regresen de la faena desde el mar hasta la playa. Duermen las barcas boca abajo, reposando. Vive La Carihuela un bullicio tranquilo, reposado, que sólo se altera cuando llega la hora de comer.

La comida en La Lonja

La oferta hostelera de La Carihuela es infinita. El pescado y el marisco en todas sus variantes son el rey. Ocupa gran parte de la barriada el restaurante Casa Juan, un establecimiento enorme y amplio, muy conocido, pero optamos por la recomendación que nos ha hecho un amigo, el restaurante La Lonja (http://www.restaurantelalonja.com/). Además del pescado y el mársico que se muestra en la carta (almejas, cigalas, arroces variados, todas las posibilidades de pescaíto frito, etc…) ofrecen otras combinaciones como Urta a La Lonja (16 euros), Mariscada y botella de Villalua para dos personas (75 euros), Bacalao o rape con carabineros al ajillo (19 euros) o Almejas con Alcachofas y Gambas (14 euros). Ante tamañas suculencias pedimos una ración de coquinas, un rape con carabineros al ajillo y una dorada a la plancha (que tendrá que ser besugo por ser la dorada un tanto grande para una sola ración). Para beber dos botellas de agua de un litro y dos cafés solos con hielo. Total 71, 20 euros. Nos hemos sentado junto al paseo marítimo, en una mesa que mira al mar y a la playa, un local con aire acondicionado. Esto está muy próximo al paraíso. Las coquinas saben a mar ya sal y a aceite y a limón, con muchísima intensidad. Impresionante el rape con carabineros, con una salsa delicada y contundente y el paladar del Mediterráneo en cada bocado. El besugo, jugoso, tierno, delicado, en su punto. No podemos pedir más.

La Batería

Torremolinos nos guarda una sorpresa, el Parque de La Batería. Sólo tiene una entrada y para acceder a ellas desde La Carihuela hay que caminar un tanto, cuesta arriba. Nos sirve para bajar la comida. Desde el centro de la barriada accedemos a la avenida Carlota Alessandri y caminamos dirección este hasta llegar a la calle de la Ermita, hacia arriba, continuamos hasta la calle Monte Coronado, a la derecha cogemos la calle de la Cornisa hasta la entrada principal del Parque de la Batería. Nos hemos dado un buen paseo, pero el parque merece la pena. Es una superficie grande, 74.000 metros cuadrados, presidido por una lámina de agua, un lago artificial de 9.000 metros cuadrados. Es un parque tranquilo, perfecto para ir con niños pues cuenta con dos áreas de juego importantes y un sinfín de sorpresas que les encantarán. Los árboles que lo pueblan ofrecen una densa sombra sobre la hierba. Algunas fuentes con motivos mitológicos aquí, algunas tarjetas explicativas de los árboles plantados allá. Al fondo, una torre mirador blanca en forma de espiral, y varios cañones modernos que apuntan hacia el mar. Nos acercamos a la laguna y nos sorprende ver varias barcas (con capacidad para cuatro personas) surcando sus aguas. Cuesta un euro la media hora y algunos de los aprendices de marinero tienen algún problema para manejarlas. No resultan peligrosas, ya que el fondo de la laguna no es excesivamente profundo. Seguimos nuestro pasear y vemos una serie de cenadores de forja negra con bancos en su interior, uno de ellos está acristalado e imaginamos cómo sería estar aquí dentro una tarde lluviosa de tormenta en invierno. Caminamos hacia los cañones, con la torre blanca como un enorme imán. Nos sorprende los dos bunkers que nos encontramos, perfectamente adecuados para su visita en los polvorines y acompañados de la presencia de varios cañones imponentes. Dada la situación geográfica del parque de La Batería, no olvidar que ya se construyó en sus inmediaciones una fortaleza en 1770, no resulta extraño que se utilizara este emplazamiento como fuerte defensivo. Por último la torre que, curiosamente tiene un ascensor en su interior. Subimos. Las vistas son arrebatadoras, todo el barrio de La Carihuela se extiende a nuestros pies. Hacia la izquierda, Torremolinos, y frente a nosotros el mar que dibuja infinitas intensidades de azul en su mezcla con el cielo. Las nubes blancas perfilan dibujos en el aire. La brisa refresca el ambiente. Nos apoyamos con los codos sobre el pretil nos dedicamos a mirar y a mirar y a mirar… Suspiramos.

Despedida

Nos sorprende Torremolinos en su delicadeza, en su conjunción peculiar entre lo kitsch y lo tradicional. Aún sentimos en la planta de nuestros pies la calidez de la arena, el caminar en el Paseo Marítimo, la brisa salada sobre la piel y el rostro, los perfumes a brasas. Se emulsionan en nuestra mirada los azules que configura el mar, como hilos verdes que se desvanecen y se mesclan y se vuelven a desvanecer en el límite que marcan el horizonte y el cielo.

Consejos útiles y enlaces de interés

El Molino de Inca: Está situado en la zona de Los Manantiales, es el más antiguo de cuantos había en el municipio (en 1923 había 19 molinos) y el primero que recibía el agua de la sierra. Estaba dedicado a la molienda de cereales. La rehabilitación del Molino de Inca, que data del año 1488, ha sido total, recuperando su fisonomía y funcionamiento con fidelidad absoluta. Su nueva puesta en actividad supuso la construcción de un aljibe de casi 50.000 metros cúbicos de capacidad. El Molino de Inca está situado en un lugar paisajístico privilegiado, donde se ubican los nacimientos originales de los manantiales de Torremolinos que son el Inca, el de la Cueva y el del Albercón del Rey. Para observar este espacio se han colocado cuatro miradores estratégicamente situados. Horarios: De martes a domingo, de 11:30 a 13:30 horas y de 18:00 a 21:00 horas.
El parque acuático Aqualand: (C/Cuba, 10, Tlf: 902 114 996) constituye para muchos visitantes un excelente complemento de la playa. En sus 70.000 metros cuadrados de espacio recreativo se ubican prácticamente todas las posibles atracciones que puede ofrecer este tipo de instalaciones, desde el gran tobogán ‘kamikaze’, de 24 metros de altura, al barco pirata, el castillo o la saeta acuática, pasando por cascadas, rápidos, jacuzzi, mini-golf y grandes zonas verdes arboladas donde pasar una agradable jornada en familia. Su pagina web contiene toda la información necesaria sobre precios y tarifas, horarios, cómo llegar, etc.
El Parque Cocodrilos-Crocodile Park: (C/Cuba, 14, Tlf: 639 169 347), recientemente inaugurado, ocupa una superficie de 16.000 metros cuadrados repartidos entre una selva de bambúes traídos de Malasia y Borneo, un gran lago de 6.000 metros cuadrados con cinco islotes para los cocodrilos, un albergue para monos, museo, área de proyecciones y un mirador. El visitante puede contemplar más de 300 ejemplares de cocodrilos, caimanes suramericanos y aligators americanos. Su página web reúne toda la información de utilidad.
Fiestas: Son innumerables los actos de índole festiva que acoge Torremolinos nombraremos aquí algunos de ellos en sus fecha de celebración. El Campeonato de Baile Retro (última semana de febrero), Día de los Verdiales (finales de marzo, principios de abril), la Noche de San Juan (23 de junio), la Feria del Carmen (mediados de julio, con especial incidencia en La Carihuela), la romería de San Miguel (último fin de semana de septiembre), Día del Turista (primer jueves de septiembre), Día del pescaíto (primer jueves de octubre), encuentro de Encaje de Bolillos (finales de mayo), EUROAL, feria de arte y turismo latinoamericano (junio)…
Enlaces: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la página web del ayuntamiento de Torremolinos.

Este blog queda abierto a los comentarios, anotaciones, opiniones que los navegantes deseen realizar. Nos vemos en El Color Azul del Cielo.

3 comentarios:

Nekane dijo...

¡Vaya sorpresa con Torremolinos!
Al no conocerlo quizá tenía una idea tópica.
Maravillosa foto la de la Torre y la de la despedida.
El paseo Marítimo se ve adornado con un bellezón con sombrero que nos oculta su rostro je je.
Mon Dieu ¡Y ese rape con carabineros...!
Gracias,Israel por deleitarnos otro martes más.
Un abrazo.

Begoña dijo...

¿Porque nos gusta tanto el mar? La vista desde la torre Mirador debe ser preciosa. Me gusta la foto de la torre con las nubes, hace un efecto curioso.

reimonalbert dijo...

Torremolinos mola