Al-Z'jaima la nombraban los árabes. Al-Z'jaima, "el lugar de más altura". Así, desde este otero privilegiado, donde la palabra atalaya cobra sentido literal, se observa el Valle del Genal inspirado por los aires otoñales y fundido entre la frondosidad de una innumerable paleta de amarillos y ocres y marrones y verdes... Hemos dejado atrás la vecina Júzcar, apenas a cinco kilómetros de distancia, y nos dirigimos, disfrutando de este paisaje que se introduce hasta lo más profundo de la piel, a Cartajima, municipio más elevado de la serranía rondeña con 850 metros de altitud que permite obtener una panorámica absolutamente excepcional del Alto Genal. Sobrecoge la inspiración que el otoño a introducido en el paisaje, la pereza de la luz tamizada entre los castaños, el largo atardecer en el horizonte, cómo el sol parece acunarse entre las ligeras brumas... Se asemeja el bosque a un animal que respirase por sí mismo, tibio, acogedor, templado, despacioso. Un animal que guardase fuerzas para el próximo invierno de nieves e intensos fríos matinales. Corona Cartajima a estos densos bosques de castaños como si de una diadema blanca se tratara. Así la vemos, a la vera de la carretera, protegida por el paraje de Los Riscos, una dentada cadena de piedra kárstica que se eleva hacia el cielo. Estacionamos a la entrada, con ganas de adentrarnos caminando en el corazón de este municipio con carácter. Además, y dejando la elevada poética a un lado, el hambre aprieta. Es mediodía tardío y tras la visita al municipio vecino de Júzcar es hora de buscar un lugar donde aliviar más el cuerpo que el espíritu. Lo que no sabíamos era la sorpresa que el azar de la elección de restaurante nos iba a deparar.
Empezamos por lo último: la comida y la sorpresa
Salimos del coche, aparcado junto a las paredes del cementerio y comenzamos a caminar por la única calle que nos lleva al centro urbano. Intuimos ya el panorama que Cartajima nos va a ofrecer y echando la vista atrás comprobamos la majestad de Los Riscos, grises y dentados, como unas fauces abiertas. Un hombre nos observa y preguntamos. - Perdone, ¿sabría usted decirnos dónde podemos comer bien, casero?. - Por supuesto, en Casa Amalia, precisamente para allá voy, si quieren acompañarme-, nos contesta. No lo dudamos un instante. Su nombre es Eduardo y aunque no es nacido en Cartajima, toda su familia y él mismo han vivido aquí prácticamente desde siempre. Eduardo habla, afable y sonriente, nosotros escuchamos. - Antes, si había dos palmos de tierra entre piedras o rocas, se cultivaba. Allí se sembraban garbanzos, o cereal o lo que fuera. Ahora ya... nada, el campo es muy duro, muy sacrificado y los jóvenes no quieren saber de su cultivo. Eso sí, lo poco que hay es de calidad, se abona todo exclusivamente con estiércol, nada más, como se dice ahora.... ¡¡Cultivo ecológico!!-, se ríe. Nos habla de Los Riscos... -Que llegan desde la espalda de Cartajima hasta Júzcar y que nada tienen que envidiar al famoso Torcal de Antequera, eso sí, para visitarlo, mejor en primavera y acompañado de alguien del pueblo para no perderse. Poco a poco, con la charla, llegamos hasta Casa Amalia, también conocida como La Cosita Buena y que es casi una vivienda particular con una barra y un puñado de mesas situada en los bajos de la misma. Apenas dos o tres parroquianos. - Todo el mundo está en Parauta hoy, es la Fiesta del Conejo, así que tenemos alguna tapa y poco guiso-. Nos espeta el dueño del local. - Pues cuéntenos-. Le decimos. -Hay albóndigas, callos.... Optamos por una de cada y además por una cerveza con y otra cerveza sin. Delicioso, sabor casero cien por cien, con aromas de antaño. Al amor de estos sabores de siempre, pedimos otro par de tapas más, en este caso de panceta con huevo de codorniz. Muy ricas. Entre una y otra despedimos a Eduardo que se va y trabamos conversación con los propietarios del bar, Amalia y Baltasar. Nos hablan de la Fiesta del Mosto que se celebra en Cartajima, mosto casero y de una altísima calidad, que ha recibido numerosos premios. Charlamos acerca de las excelencias de la comida serrana, de los productos tan típicos, de sus particularidades. Sin preguntarnos, Baltasar nos sirve una ración de lomo en manteca. Delicioso. - Hecho ayer, se nos subraya. Hablamos de la vida en Cartajima, de los jóvenes... y es aquí donde estalla la sorpresa. - Mi hijo no vive con nosotros, vive en Guipúzcoa, trabaja con un cocinero que conoceréis, con Martín Berasategui -. Los ojos se nos abren como platos. Martín Berasategui es uno de los grandes maestros de la cocina internacional que posee una estrella michelín y que forma parte de ese puñado de cocineros modernos que han revolucionado la forma de entender la gastronomía transformándola en arte culinario. Amalia, la madre, nos trae un álbum de fotos en las que podemos ver al hijo de la pareja entre fogones con Berasategui en primer término, trajinando en la cocina mano a mano, de tú a tú. Y no sólo eso, sino que descubrimos que es uno de los integrantes de confianza de su equipo, una de las personas que diseñan el menú y el responsable del que Berasategui llama "el banco de pruebas". Su nombre: Baltasar Díaz Corbacho. Es joven y convendrá seguir la pista de este cocinero en el futuro. - La buena mano, ya sabemos de dónde viene-, comentamos a Amalia. Para despedir, Baltasar nos ofrece un regalo impresionante: una ensalada de amanita cesárea(conocida como "yema de huevo" y una de las mejores setas que se pueden encontrar) en crudo, acompañada de perejil, granada, ajo y una vinagreta. Baltasar nos cuenta que Martín Berasategui es el padrino de su hijo y que ahora está trabajando con él en el restaurante de Lasarte. Salidos ya de nuestra estupefacción, tras la buena comida y mejor conversación, desgranando anécdotas e intercambiando opiniones acerca de la vida en el pueblo, el turismo, los visitantes, los residentes extranjeros, etc., nos despedimos con una sensación cálida y gratificante en el cuerpo.
La atalaya enredada
Cuando salimos de Casa Amalia la luz ha cambiado un tanto, ahora se nos ofrece más lánguida, tostando los amarillos de los castaños, haciéndolos más intensos. La visita a Cartajima no tiene posibilidad de pérdida, una larga calle la rodea y muere en la única salida/entrada del municipio en un recorrido casi circular. Caminamos hacia una balconada que se asoma al valle, el manto de castaños asciende y desciende y se pierde en el horizonte. Adivinamos Parauta un tanto más abajo, también Igualeja... Las calles de Cartajima son como una cabellera ensortijada que se derrama aquí y allá, todas ellas de suelo empedrado, con casas de gruesas paredes y pequeñas ventanas. Cuando la mirada se pierde más allá de las callejas nos encontramos con los dorados castaños, densidad de tonos amarillos. Crecen las calles sin orden aparente, enredadas unas con otras, quizá exceptuando la calle Ancha, que entre tanto crisol de requiebros se nos presenta como una avenida recta, con pequeños naranjos a sus lados. Disfrutamos de la tarde. Llegan hasta nosotros los primeros aromas a café y castañas asadas (que imaginamos acompañadas de una copa de aguardiente). Resulta Cartajima poseer ese secreto intangible de algunos pueblos que les confiere un carácter especial que los diferencia, un algo indefinible conformado por la suma de incontables detalles cotidianos y sutiles... Además el corazón de Cartajima guarda una nueva sorpresa, la majestuosidad de la iglesia de la Virgen del Rosario. Ascendiendo por una de sus innumerables calles nos topamos, casi de bruces, con el templo, que situado tras una escalinata se asienta en uno de los lugares más elevados del pueblo, como un otero y vigía, como un faro sobre el Alto Genal. La iglesia es preciosa, de blanco inmaculado sus paredes y rojo carmesí su portada. Sencilla y recia, acompañada por flores que parecen elevarla aún más del suelo... Lo mejor para conocer a fondo Cartajima es perderse entre sus callejas, descubrir sus rincones sin salida, sus esquinas floreadas, charlar con su gente, propicia y dispuesta siempre a la conversación. El mayor valor de Cartajima es Cartajima misma.
Atardece en Cartajima
El sol desciende tras las montañas muy despacio, morosamente. Lo contemplamos sentados en las escaleras que preceden a la puerta de la iglesia. Ante nosotros, los castaños que comienzan a encenderse, los tejados del pueblo en las que destacan las chimeneas y las vaharadas de humo de las chimeneas. Como banda sonora, el trinar de los pájaros en la atardecida. Apagamos la cámara de fotos y guardamos el cuaderno de notas. Miramos el horizonte inflamado de rojos, en silencio, sintiendo el primer frescor de la brisa nocturna.
Enlaces útiles y consejos de interés
Los Riscos: Es un paraje natural de primer orden y pese a que algunos senderos están marcados, conviene ir acompañado de un guía local para disfrutar al cien por cien de su belleza. En el siguiente enlace se ofrecen algunos detalles geológicos destacados acompañados de fotografías: Malagapedia.
Yacimientos arqueológicos: como se apunta en la web municipal de Cartajima "Fuera del pueblo existe yacimientos arqueológicos como la Cañada de Harife (termas romanas), el Cortijo del Ratón (necrópolis romana) y dos despoblados de la época medieval, los de Cartamón y Casapalma" que certifican la antigüedad del pueblo y su riqueza histórica.
Turismo Rural: Cartajima posee un amplio catálogo de casas rurales en las que disfrutar de unos días de asueto o de turismo activo gracias a la práctica del senderismo. En la propia web municipal aparecen algunas de ellas, pero también hay otras ofertas en internet.
Curiosidades: Sirva como curiosidad que Cartajima tuvo en las primeras décadas del siglo XIX una pequeña fábrica de cañones que se elaboraban con el hierro extraído de sus minas. El auge económico del municipio fue tal que se llegó a denominar como el "Cádiz chico"
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol , la página web municipal de Cartajima y la página web personal Cartaxima.com.
Este blog queda abierto a todas las opiniones y sugerencias de sus lectores. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.
33 CARTAJIMA: ATARDECE EN EL ALTO GENAL
martes, 24 de noviembre de 2009
Publicado por Israel Olivera en 0:01
Etiquetas: Alto Genal, castaños, Málaga, Ronda, serranía, turismo rural
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5 comentarios:
Què belleza,Qué despliegue gastronómico lleno de colorido.
Una curiosidad.¿de qué es ESA ENSALADA? parece lo de dentro de la granada.
Cualquier día vemos un hermanamiento gastronómico vasco-malagueño del cual saldrá el cielo de producto final.Todo precioso,Israel.
Ya sé de que va la ensalada.Me había dejado llevar por mi primer impulso visual.QUÉ RICA,madre...
Hola Nekane:
La ensalada llevaba amanita cesárea en crudo, cortada en rodajas, granos de granada, perejil, ajo picado y una vinagreta... Estaba deliciosa!!
Me gustan los amarillos y los ocres, la segunda foto la he visto unas cuantas veces, es ¡tan bonito el otoño !aunque los días sean tan cortos y en algunos sitios ya comienza el frío,y ¡que buena comida!
Excelente artículo. REspecto a los enlaces de interés, os dejo el siguiente en el que podemos sacar mucho provecho de nuestra visita a Cartajima.
Saludos
http://www.trivago.es/cartajima-127916
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