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29 BENAMOCARRA: BAJO LA BATUTA DE EDUARDO OCÓN RIVAS

martes, 27 de octubre de 2009

Viene impregnada de melodías nuestra visita. Seguimos la música hipnotizados, embebidos. Canalizamos la energía del viaje subidos a lomos de un andante, de un miserere. Casi cabalgamos sobre las notas como si estas fueran un rastro que nos atrae con la fuerza de un flautista de Hamellin. Y es que, Benamocarra es la cuna donde nació uno de los grandes compositores malagueños de música clásica. Su nombre era Eduardo Ocón Rivas y vivió en el último tercio del siglo XIX y principios del XX. Así que hoy añadimos a nuestro caminar una banda sonora excepcional. Para acompañarnos sólo hace falta pulsar "play":




(Concierto Extraordinario de Cuaresma de la Banda Municipal de Música de Málaga junto a la Coral Carmina Nova. Domingo 22 de Marzo de 2009 en la Santa Iglesia Catedral de Málaga. Suena: Miserere (Benigne Fac Domine) (Eduardo Ocón Rivas) (Arr: Juan C. Díaz Campello). Dirige: D. Francisco Vallejo)

Aproximación y llegada

La carretera que une Vélez-Málaga con Benamocarra discurre custodiada por una miríada de juncos, cañaverales, naranjos y limoneros. Es un paisaje atípicamente axárquico, han desaparecido los barrancos y los tajos más o menos abruptos para dar paso a lomas suaves, casi mecidas por el mar próximo, infladas por la brisa de la campiña. Son cerros achaparrados que configuran un paisaje amable salpicado de cortijos, de blancas casas de labor, de corraletas y antiguas alquerías... Las calles del centro urbano de Benamocarra son sinuosas, estrechas y quebradas. Para aparcar en ellas tenemos que zambullirnos en el pueblo y estacionar en el primer lugar que encontremos libre. El centro no es extenso y podremos llegar a todos los lugares caminando. A partir de ahí, perderse.

La visita

Comenzamos en la parte más alta del pueblo, quizá una de las más antiguas, y que recibe el nombre de Barrio Nuevo, no tenemos más rumbo que el del instinto, el de capturar las sensaciones que destila Benamocarra, observar despacio y con sosiego, caminar a la búsqueda de su esencia, siempre precedidos por las notas de Ocón Rivas. Una de las primeras cosas que nos sorprenden son los arcos que unen unas paredes con otras, que dan paso a calles o a plazas o pequeños rellanos, casi adarves, a escaleras. No parecen tener ninguna función arquitectónica más que la puramente estética. El piso, adoquinado en su mayoría, dibuja en el suelo un trazado geométrico que resalta la luminosidad de las paredes. Las casas destilan el sabor de lo auténtico. Ventanas pequeñas, puertas con alharacas colgando de sus dinteles, patios interiores, rincones exquisitos, dédalo de pasajes y pasadizos que confirman su indiscutible pasado árabe. Nos asaltan aromas de cocina tradicional, de ollas y pucheros. Para acentuar esta sensación añeja, de autenticidad, sobre algunas de las paredes se incrustan una serie de paneles-mosaico de cerámica que ponen en valor algunas antiguas tradiciones que se llevaban a cabo en el municipio, cuentan cosas como esta: "Durante los meses de verano se organizaban veladas de familias y vecinos para cantar coplas y romances agrupados alrededor de la zambomba. Con un cántaro, una orza o un atanor, la piel de cualquier animal y un carrizo atado en el centro, se hacían diversos tipos de zambombas cuyos sonidos roncos y monótonos servían de rítmico acompañamiento a viejas historias del pueblo que como legado cultural se transmitían de padres a hijos a través de sencillas canciones". No podemos dejar de imaginar al pequeño Ocón Rivas sentado en el suelo, a la fresca, escuchando algunas de estas tonadas populares y descifrando su música en notas que más tarde transformaría en sus propias composiciones, pero esto es sólo imaginación. Las gentes de Benamocarra son conversadoras y así, los vecinos y vecinas departen en las entradas de sus casas y comentan las vicisitudes de la feria pasada o los "mandaos" y recados de la mañana. Tanto nos hemos adentrado en el interior del pueblo que perdemos, literalmente, el rumbo cuando queremos llegar a la iglesia de Santa Ana. Y no es difícil perderse dado el estrecho trazado por el que se cruzan calles aquí y allá. Preguntamos: - Y así, a la izquierda, una calle larga, luego el estanco, después así y así (gesticulando), a la izquierda ora vez por esa misma calle y después, allí, mejor preguntáis. Dicho y hecho. Esta pérdida del rumbo nos permite disfrutar un tanto más de las calles y, también, de más paneles como ese que dice: "En las fiestas de carnaval, en primavera, o como entretenimiento en las largas tardes veraniegas, el "meceor" colgado de un algarrobo o bajo una "enramá" animaba las reuniones de mocitas y mocitos, que acompañaban el balanceo de las "mecías" con canciones llenas de humor y requiebros: A la niña del "meceor"/se le ha caído el volante/y no lo puede recoger/porque está el novio delante... A la uy...papauyy... a la uyyyy". Las flores, macetas y arriates, decoran muchas de las paredes y rincones del municipio, pintando de colores su blancura original. Hay casas que parecen auténticos vergeles. Llegamos por fin a la iglesia de Santa Ana con la ayuda inestimable de los benamocarreños. Es una construcción gótico mudéjar del siglo XVI, es el único templo de la Axarquía que tiene la cabecera de su nave central ochavada, además se acompaña de una torre alminara. Entramos. Es una iglesia sencilla, trufada de flores. Entre las bancadas de madera se encuentra un trono, donde reposa el Cristo de la Salud, el altar... ¡está vacío! Nos cuentan que la semana pasada fue la feria de Benamocarra y que en esta fecha, el Cristo de la Salud desciende del altar para ser procesionado por las calles del municipio. De ahí que ahora permanezca subido a un trono procesional y no en su lugar habitual. -Tiene muchos feligreses, a la romería viene mucha gente de fuera-, nos comentan. Y es que el Cristo de la Salud es muy milagrero, no en vano dice la tradición que salvó a Benamocarra de la terrible epidemia de cólera que asoló la comarca hace doscientos años... Nos facilitan una programa de la feria para que el año próximo la visitemos. Tomamos nota: 15, 16, 17 y 18 de octubre. Salimos del templo. Justo detrás de la iglesia se encuentra el monumento que el pueblo de Benamocarra ha dedicado a su vecino más ilustre: el compositor Eduardo Ocón Rivas. Una lira coronada de laurel, que parece estar insuflada por el aire de las musas, se recorta sobre las casas y el cielo. En una calle próxima se sitúa la casa natal del autor, de la que no queda más que el lugar simbólico. Llega hasta nosotros, de nuevo, la música del compositor:



(Se escucha un bolero de Ocón Rivas acompañando pinturas del autor malagueño Félix Revello de Toro. Vídeo extraído del canal de You Tube tuandaluza.)

Con las notas de este bolero aún en la mente caminamos de nuevo por entre las calles del pueblo, disfrutando de un paseo lento y tranquilo. Y así abrimos el apetito. Muy próximo a la plaza del Calvario se encuentra el Bar del Parque. Entramos. Es un lugar típico, donde los mayores del municipio toman los últimos cafés y las primeras cervezas y refrescos del mediodía. Pedimos dos sin alcohol y un pitufo de queso. Más que pitufo parece un auténtico bocadillo de queso untado de aceite. Realmente bueno, reconfortante, reconstituyente. Total: 3,20 euros.

Despedida

Caminamos hasta donde hemos estacionado el coche. Introducimos un cedé en la radio y dejamos que fluya la música. Bajamos la ventanilla, y junto a los ecos de Ocón Rivas recorremos las sinuosas calles que nos llevarán fuera de Benamocarra y nos sumergirán en ese mar de juncos y cañaverales que le rodea... titín titín tititi... titín titín tititi...

Enlaces útiles y consejos de interés

Eduardo Ocón Rivas: la grandiosidad de la figura de este músico malagueño es incontestable. Son numerosas las páginas web que ofrecen información sobre él como Wikipedia, la Fundación Juan March u Opus Música. Una de sus obras más destacada es su Miserere del que podemos encontrar un estudio detallado en Ommalaga.
Páginas de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la del ayuntamiento de Benamocarra.

Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.

28 ALAMEDA: ¿QUIÉN TEME A "EL TEMPRANILLO"?

martes, 20 de octubre de 2009

Si realmente en alguna ocasión el océano pudiera confundirse con un mar de olivos, este sin duda alguna sería el paisaje que rodea a Alameda. Todas las vistas que asoman en el horizonte, a nuestro alrededor, incluyen ese verde viejo, añoso, centenario de los olivos. Verde de olivo y ocre de la tierra oscura que lo alimenta con sus sustratos. Parece el paisaje inabarcable, inagotable, interminable hasta ocupar todos los espacios posibles. Más tarde, desde el altozano bajo cuya sombra simbólica se cobija Alameda, comprobaremos el hecho insobornable de este horizonte que se pierde y pierde y pierde y que nunca acaba. Alameda surge entre los olivos como un municipio con actividad, grande, quizá punto neurálgico de su zona de influencia. Observamos, situados en el borde de la carretera, unos indicativos que nos señalan que estamos en la llamada Ruta de "El Tempranillo", bandolero, revolucionario, guerrillero, luchador, ladrón..., una figura mítica dentro del imaginario colectivo y cuyo cuerpo reposa bajo la influencia olivarera de estas tierras. Los accesos a Alameda, con sus monumentos principales, están perfectamente indicados y la mejor de las opciones es seguirlos. El centro urbano nos sorprende con un trazado rectangular, delimitado por calles largas, rectilíneas, que no responden a modo nazarí o árabe que hemos visto en otros lugares de la provincia. Seguidas las indicaciones muy pronto nos encontramos con la iglesia de la Concepción, en cuyas inmediaciones estacionamos.

El Tempranillo

Echamos la vista atrás, como el flashback de una película, y bosquejamos la figura de El Tempranillo cabalgando por estos lares, perdida su silueta legendaria entre los olivos, escapando de unos y acechando a otros con su perfil recortado sobre el horizonte. Respondía al nombre de José Mª Pelagio Hinojosa, nacido en Jauja (pedanía de Lucena) en 1805, y muerto en Alameda en 1833. Con quince años se bate en duelo de navajas, facones pálidos a la luz de la luna, con un hombre mayor que él. ¿La causa? Venganza, honor, amores son los apellidos que se añadieron a esta disputa. Huye a Sierra Morena, donde se apodera de sus caminos y senderos. Con apenas 20 años ya le acompañaban una quincena de secuaces, muchos de ellos héroes de la Guerra de la Independencia, y en la serranía comete sus múltiples delitos. Dicen que era de trato amable y zalamero con las damas, casi camelador. En 1832 el rey Fernando VII concedió un indulto a todos los bandoleros que quisieran someterse a la ley, "El Tempranillo" acepta. Con 28 años, el 23 de septiembre de 1833, cae muerto en una emboscada organizada por un antiguo compañero. Aquí muere la persona y nace la leyenda. Tan es así que "El Tempranillo" está presente en esta comarca de una manera incontestable. Su figura se prolonga hasta las vecinas Jauja, Corcoya y Badolatosa, pero sin duda, el centro neurálgico de la Ruta del Tempranillo es Alameda, ya que en el interior del patio de la iglesia... se encuentra su tumba.

La visita

Precisamente aquí nos encontramos con un cartel que será fundamental en nuestra visita al municipio: "Ruta del Tempranillo. Horarios desde octubre hasta marzo de 10:00 a 14:00 horas y de 16:00 a 18:00, fines de semana de 16:00 a 19:00 horas. Desde abril hasta septiembre de 10:00 a 14:00 horas y de 18:00 a 20:00 horas, fines de semana de 17:00 a 20:00 horas. Teléfono de contacto: 957.51.90.51". Llamamos. Se nos explica que las visitas a los lugares más emblemáticos de Alameda se organizan desde el Centro de Interpretación de las Termas Romanas, situado, literalmente a la vuelta de la esquina, en la calle En Medio, 19. Caminamos apenas 20 metros para encarar el edificio perfectamente indicado, ascender una veintena de escalera y cruzar la puerta que nos llevará al interior de este museo. Carmen, una de las encargadas, nos explica que con la entrada a las termas romanas también podemos visitar la iglesia y, por supuesto, la tumba de "El Tempranillo", son 2 euros por persona. Por uno más, 3 euros, también podríamos acudir a las vecinas Jauja, Corcoya y Badolatosa y completar la ruta íntegra. Optamos por quedarnos en la provincia de Málaga y disfrutar de lo mucho que nos ofrece Alameda. Coser y cantar.
El Centro de Interpretación de las Termas Romanas nos ofrece la posibilidad de realizar un recorrido por los usos y costumbres que estos recintos ofrecían en la antigüedad. Termas que iban mucho más lejos que un simple baño o masaje y que se transformaban en eje habitual de reunión, de charla, de eventos sociales, etc... Es un museo moderno, con amplio material audiovisual, con piezas móviles, paneles informativos, reproducciones de antigüedades, incluso un pequeño ejemplo práctico de cómo se desarrolla el trabajo arqueológico y la posibilidad de encontrar un hallazgo romano por uno mismo en una gran cuba de arena. La explicación de los sistemas de funcionamiento resulta muy instructiva y lo mejor es que luego pudimos comprobarlo en la realidad, ya que en el exterior del edificio se encuentran las auténticas termas romanas de Alameda. Cubren una amplia extensión de terreno sobre la que se sitúa un sistema de pasarelas, y gracias a los conocimientos adquiridos en el centro y los paneles explicativos, podemos ubicar zonas como el caldarium, el frigidarium... Terminada la visita a las termas, altamente recomendable, Carmen nos acompaña a la iglesia de la Concepción y a la tumba de "El Tempranillo".
Atravesamos una estancia umbría, donde se observan algunos restos de papel colorido de los trabajos de catequesis, tras una puerta de madera gruesa, salimos a la luz de un patio intensamente colorido, con flores y plantas por doquier, donde resaltan los azulejos blancos y azules y que le dotan de cierto aire clásico y tradicional aunque fuera remodelado a mediados de los años ochenta. Preside este patio la cruz de piedra que indica el lugar donde se sitúa la tumba del bandolero. Recibe muchas visitas, como si de un ídolo de rock se tratara, y es que su fama le precede. Es este un lugar tranquilo, de reposo absoluto, de sosiego y paz, apenas el murmullo de los pájaros otoñales en el cielo. Carmen nos indica un retrato situado en la pared y subraya que es el único fidedigno que existe sobre "El Tempranillo". Aquí es cuando la leyenda se transforma de nuevo en hombre. José Mª Pelagio Hinojosa, patillas enormes, flequillo, escasa barbilla, pañuelo al cuello, la mirada perdida en el horizonte... La cruz de piedra blanca dice: "Por José Mª El Tempranillo, 20.000 reales ofreció Fernando VII al que lo entregara vivo o muerto. Indultado el 22 de junio de 1833. Muere de un trabucazo por la espalda en Alameda a 24 de septiembre de 1833. RIP. Rey de Sierra Morena". Abandonamos el patio donde reposa el mito y accedemos a la iglesia por una pequeña puerta.
Es un templo recargado, pintado al fresco con multitud de flores en el altar, en sus bóvedas y columnas. Nos cuenta Carmen que ha sido reconstruida en un periodo relativamente reciente y dicha reconstrucción ha resultado ser minuciosa y detallada. En las naves laterales se puede disfrutar de un completo Vía Crucis pintado al óleo, así como distintas imágenes procesionales. Terminamos la visita y aquí nos despedimos de nuestra guía, Carmen, que antes nos indica cómo llegar hasta el mirador de La Camorra y nos recomienda varios restaurantes donde almorzar. Antes de montarnos en el coche, muy próximo, decidimos dar un paseo por Alameda, descubrir otras de sus calles, tomar un aperitivo en El Repullo, charlar con sus gentes. Así, caminamos por la calle En Medio hasta desembocar en la plaza donde nos espera la fuente municipal que, construida en el siglo XIX tiene una historia que contar. Resulta que dicha fuente está formada por cuatro caños situados a una altura considerable, así que, ante la imposibilidad de llegar al agua de manera ordinaria, las mujeres y hombres de Alameda ingeniaron un sistema que unía la boca del botijo o de la tinaja al caño gracias a una madera hueca ligera y un embudo. Subimos hasta la plaza de la República, donde se erige una torre reloj en homenaje a este periodo histórico... Descubrimos la otra cara de Alameda con sus calles que se extienden hasta perderse entre los olivares. Regresamos al coche y tomamos dirección al mirador de la Camorra a través de la calle Álamos, luego calle Cañada hasta casi salir del pueblo. Enfilado entre una arboleda se inicia la subida hasta el mirador. Merece la pena, es sobrecogedor, impresionante. Deja sin aliento el horizonte que se divisa desde esta altura, otero privilegiado, en la campiña trufada de olivos. Impresiona el paisaje parduzco con las pequeñas lomas que ascienden con suavidad. Giramos 360º y el paisaje se hace cada vez más complejo, con el espejismo de un caserío allí, la brasa blanca de un cortijo allá. Hasta aquí llegan los sonidos de la recogida de la aceituna. Asimismo divisamos la superficie de la Laguna de la Ratosa, ahora seca y que espejea en los meses primeros de primavera. Sentarse y observar, ver la indefinida línea del horizonte. Se contempla Alameda allá abajo, protegida por la sierra de la Camorra, como si de un vigilante natural se tratara. Diez, quince, veinte minutos acunados por la brisa que asciende desde la campiña. Se nos abre el apetito.

La comida

Tras el empacho paisajístico del mirador de La Camorra se nos abre el apetito. Optamos por el Restaurante Cándida entre las diferentes opciones que se pueden barajar. Está a la salida del pueblo, dirección carretera de Mollina. Y además de tener, por su nombre, un componente sentimental familiar, todas las personas a las que hemos preguntado nos lo han recomendado. El restaurante tiene un pequeño parking a la entrada, un patio cubierto fuera y varios salones interiores. Miramos la carta. Promete. Así nos pedimos una cerveza, una botella de agua de litro y medio, 2 porras antequeranas (12 euros), 1 chivo lechal al ajillo (13,50 euros) y 1 solomillo de ternera a la crema de miel (19 euros). Total 48, 50 euros. Las raciones son muy generosas y la porra antequerana (la influencia de la ciudad con más iglesias de España resulta abrumadora e incontestable) está fresca y deliciosa. Añadimos a todo ello un café con hielo. Tras un ligero reposo...

Despedida

... nos sumergimos de nuevo entre el mar de olivos, entre estas arterias parduzcas, grises, que son las carreteras, de manera casi inmediata perdemos la silueta de Alameda, sólo nos domina la cima de la Camorra, en la que casi podemos distinguir la mirada de dos viajeros que están ahora donde antes estábamos nosotros. Sacamos la mano por la ventanilla y saludamos, saludamos, saludamos....

Enlaces y consejos de interés

La Ruta de "El Tempranillo": Es una de las mejores maneras para conocer la comarca, el personal al cargo es muy servicial y pone a disposición del viajero todas las facilidades. Se puede visitar su página web, muy completa, en la página web de la Ruta del Tempranillo, donde se hace un resumen de la vida del bandolero, se ofrece amplia información sobre hostelería, gastronomía, casas rurales, restaurantes, actividades, etc. El teléfono de contacto con la Ruta del Tempranillo es: 957.51.90.51.
Consejos: No está de más llevar unos prismáticos para disfrutar al cien por cien de las vistas que ofrece el mirador de la Camorra.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la web municipal de Alameda.

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27 BENADALID: MOROS, CRISTIANOS, ROSAS Y AMORES EN EL GENAL

martes, 13 de octubre de 2009

Benadalid de moros y de cristianos viejos, de castillo y de romanos, de castaños y de alcornoques. Benadalid, de los bereberes hijos de Jalid. Benadalid de rosas y amores. Benadalid de sosiegos. Benadalid de caminos por recorrer, de tierras húmedas que respirar, de naturalezas frondosas, de aguas saludables de historias antiguas. Benadalid de otoños y de primaveras y de veranos y de inviernos rigurosos. Benadalid de chimeneas humeantes, de ollas y de pucheros. Benadalid de sonoro nombre, de pasado rico y tumultuoso, de historia viva. Benadalid.

Arribamos

Se abre el valle del Genal al cielo como un oasis verde, frondoso, profundo y oscuro. Las laderas que descienden hasta el cauce mismo del río se encuentran trufadas de castaños, seña de identidad de estas tierras. Y es ahora, en otoño, cuando la visita al valle se hace imprescindible. Los castaños lucen penachos amarillos ocre y observamos cómo su fruto, defendiéndose del exterior, muestra su lado más erizado y agresivo. Ya hay algunos caídos por los caminos, por la carretera. Nos encontramos con Benadalid en la carretera que une Algeciras con Ronda. Conviene mantenerse atentos, porque pese a que se encuentra en el borde mismo de la carretera no hay indicación que nos muestre el descenso al centro del pueblo. Recomendamos tomar la desviación derecha que señala "Ayuntamiento" para bajar por una calle perfectamente empedrada hasta encontrarnos con uno de los primeros lugares a visitar: la Cruz del Humilladero. Estacionamos el coche por las inmediaciones.

La visita: uno

Ya observamos que Benadalid es un pueblo pequeño y blanco de calles apretadísimas y paredes cuajadas de flores y arriates y macetas, de buganvillas descendiendo desde las terrazas como un sortilegio de colores violetas y verdes. Pero este escenario idílico fue teatro de numerosas y cruentas luchas. Una vez caída Ronda, los moros benalizos decidieron pactar con los Reyes Católicos y ofrecerse como sus vasallos. "El rey, a cambio, prometió respetar su ley de mahoma, su propiedades y sus costumbres". Así reza un panel explicativo situado junto a la Cruz del Humilladero y en el que se añade "e consentir que fueran juzgados sus pleytos por juez e alfaqui, e a consejo de alcayde, e por la ley mora del Jaracuna". Las buenas intenciones en nada quedaron y las revueltas y rebeliones y permanentes enfrentamientos entre los unos y los otros dieron al traste con estos buenos propósitos. Precisamente de estas contiendas surgen las celebraciones de las fiestas de moros y cristianos que se llevan a cabo en el municipio en el mes de agosto, cuando las huestes moras roban la imagen del patrón San Isidoro y los ejércitos cristianos batallan por recuperarlo. Nuestra imaginación vuela y casi podemos imaginar la presencia del castillo de Benadalid envuelto en aquellas cruentas batallas. El recinto amurallado se encuentra apenas veinte metros de la Cruz del Humilladero. Resulta sobrecogedor visitar el castillo en cuyo interior se aloja el cementerio municipal. Las murallas y sus cuatro torres desafían el horizonte del Genal y se transforman en una balconada sobre el mismo, otero y vigía de los caminos que comunicaban Ronda con Algeciras ya en tiempos romanos. Abrimos la puerta con respeto y con cuidado, mientras chirrían los goznes de sus hojas. Las paredes de piedra oscura contrastan con la blancura de los nichos. El silencio es demoledor, sólo roto por el repiqueteo de la lluvia que hoy nos acompaña. Las murallas del castillo se recortan contra el cielo plomizo de la serranía, dotándole de una majestuosidad oscura, como aquellos palacios de los cuentos. Descendemos por la calle Calvario que se sitúa a la derecha del castillo, y se abre ante nosotros un paisaje deslumbrante con la serranía de Ronda a nuestra izquierda, el Alto Genal, el valle con el cauce del río, algunos pueblos vecinos sobresaliendo sus caseríos blancos en la distancia y envueltos por una ligera niebla que ha comenzado a levantar. La calle nos lleva hasta el mirador del mismo nombre, hasta la que podría ser una antigua era, hoy acondicionada con dos bancadas de madera en las que sentarse. Ante nuestra vista, salvando una casa, se divisa una panorama del más auténtico sabor. Los castaños que todo lo ocupan, el humo de una chimenea allá abajo, los ladridos lejanos de un perro. Todo es silencio y tranquilidad. La tierra húmeda despide un aroma tierno y delicado, un ligero vaho surge de los campos, como si una brasa se consumiera en su interior. Resulta imprescindible llevar la cámara de fotos, mil rincones llevan a disparar aquí y allá. También son aconsejables unos prismáticos, ya que el lugar donde se sitúa la localidad muestra un paisaje inigualable y no resulta raro observar distintas aves rapaces.

La visita: dos

Caminamos por la calle Calvario hacia el corazón de Benadalid. Mientras, nos dejamos llevar por la explosión de flores de sus calles, por la decoración de sus fachadas, por los colores que salpican los muros blancos. Seguimos el sonido de las campanas que marcan la hora como si de un brújula sonora se trataran. Vemos la fachada lateral de la iglesia de San Isidoro, la plaza nueva la precede, un rincón coqueto, casi romántico, acogedor, que se acompaña de unas bancadas de piedra y unos parterres de flores. Junto a los muros del templo leemos una hermosa historia de la que quizá algunos capítulos pudieran haberse vivido en este jardín si los tiempos hubieran coincidido. Es la leyenda de la rosa: "Sabido es que estaba prohibido y castigado con la muerte el que moros y cristianos mantuvieran algún tipo de relación amorosa. Cuenta la leyenda que aquí, en Benadalid, una bella muchacha cristiana se enamoró de un joven musulmán. Resultó esta relación del todo imposible y puesto que su amor era tan grande decidieron fundir sus vidas huyendo de noche en busca de la rosa silvestre. Esta planta, hoy desconocida, tenía la propiedad de que su pinchazo producía efluvios tan pasionales que quien se pinchaba y no reaccionaba pronto, moría desangrado por sus narcóticos efectos. Así es como decidió acabar con sus vidas esta pareja, víctimas de la intransigencia social y de su amor". Aún contagiados por esta historia y pensando en los mitos universales del amor y la muerte, Romeo y Julieta, etc, etc, etc., llegamos hasta al plaza del ayuntamiento, frente por frente con la iglesia. Es una plaza rectangular, de un tamaño destacado e imaginamos centro de las grandes actividades del pueblo. Hoy permanece prácticamente vacía, llueve, y los benalizos encuentran más acogedor el calor de su hogar que la intemperie del exterior. Como curiosidad cabe destacar que el edificio del ayuntamiento tiene soportales bajo los que guarecerse, una construcción habitual en otras latitudes pero que aún no habíamos comprobado en nuestras visitas. Sólo para estrenar esta sensación, nos situamos bajo ellos al resguardo de la lluvia y aprovechamos para degustar el pan y embutido de la tierra que hemos adquirido en una de las tiendas de la localidad, ¿puede ser la tienda de Rosa Mari? Dejamos que el tiempo transcurra y las campanas de la iglesia marquen nuestro devenir con parsimonia, es éste buen refugio, acogedor y tranquilo. Las casas que bordean la plaza son construcciones sólidas, algunas de ellas bellamente restauradas y adaptadas a los gustos de la actualidad sin perder un ápice de autenticidad. Sabemos del buen nombre que goza el turismo rural en el valle del Genal y en Benadalid y sólo por algunas de estas fachadas podemos certificarlo. Pasa ante nosotros un hombre mayor, camina con cierta premura y pone pies dirección a la iglesia, extrae de su bolsillo un manojo de llaves y abre la puerta lateral del templo. Esta es la nuestra. Con educación, accedemos al interior y preguntamos si se puede pasar. - Por supuesto-, se nos contesta desde el interior. Entramos. El hombre nos explica que ha venido corriendo porque creía haber dejado abiertas algunas ventanas. - Y, menos mal que he venido, porque me las había dejado abiertas. Esperen, esperen un momento que les enciendo las luces-. Se ilumina ante nosotros un interior solemne. La sobriedad exterior contrasta con la gran decoración de su altar, de su artesonado recién reconstruido, con la magnitud de sus decoraciones y de la bóveda que se sitúa sobre el altar, pintada como si de un cielo se tratara. Encendemos, como en la mayoría de los templos que visitamos, las preceptivas velas al santo, en este caso San Isidoro. - Tienen una iglesia preciosa-, comentamos. -La verdad es que sí-, contesta el hombre. -Se han realizado reconstrucciones hace poco y ha quedado preciosa. Sólo está a falta de una nueva imagen de la Virgen del Rosario, pero ya se sabe, la crisis, la crisis... Habrá que esperar-. Nos despedimos y regresamos al exterior, caminamos por la calle Isidoro y la calle Fuente. No pueden faltar los arriates, las flores. El paseo por las callejas de Benadalid es un espectáculo en sí mismo, sin duda, tal es el amor que los benalizos muestran por su localidad. Nos asaltan aromas a olla, a puchero a hierbabuena y buena carne para la pringá. Llegamos al conjunto fluvial de Benadalid, donde se dan cita el lavadero, el Museo del Agua y una fuente romana. Observamos el interior del lavadero y pensamos en el murmullo de voces que debieron acompañar al murmullo del agua, qué cosas, cuántas, se contarían aquí las mujeres mientras trajinaban, qué historias, qué cotilleos... mientras María o Antonia o Paca o Felisa llenaban sus tinajas y cántaros de agua en la fuente adyacente. Sobre el caño de agua enrejado que configura la fuente romana se lee "Salus per aqua". No dudamos un instante, y nos dejamos llevar por lo imperativo de esta máxima, ahuecamos las manos y bebemos un trago largo, frío, resplandeciente de buena agua. Ascendemos por unas escaleras que se encuentran situadas muy próximas a este conjunto fluvial y nos ofrecen una perspectiva distinta de Benadalid. Observamos algunos de sus tejados, algunas de sus chimeneas. Apoyamos los codos sobre la barandilla y sólo pensamos en cuándo regresar.

Despedida

Recogido el coche junto a la Cruz del Humilladero, paseadas sus calles una, dos, tres veces, tomadas algunas notas, disfrutado cada rincón, cada nuevo descubrimiento dejamos atrás Benadalid. Tomamos dirección Algeciras y a poco menos de un kilómetro nos encontramos con el Mirador de Los Castaños. Paramos. Descendemos y dejamos que la vista se pierda entre la inmensidad de las montañas, entre la frondosidad de los castaños, entre el horizonte que parece no acabar nunca. Y allí, arriscado sobre una ladera, el caserío blanco de Benadalid, como una aparición blanca, sutil, delicada, apretada... Suspiramos, y dejamos que los perfumes de la tierra húmeda nos inunden.

Enlaces e información útil

Épocas: El otoño en el valle del Genal es espectacular, si ya lo recomendábamos hace dos semanas con Benalauría, volvemos a hacerlo esta con Benadalid. El valle está en estado de gracia. Consejos: La cámara de fotos es imprescindible, cada rincón de Benadalid merece la pena ser retratado.
Enlaces útiles: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, además de la página web municipal, donde se pueden consultar diferentes alojamientos rurales, y el blog personal "Benadalid" con detalles, historia y etimologías.

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26 CUEVAS BAJAS: DE OLIVOS Y BANDOLEROS

martes, 6 de octubre de 2009

Se confunde el caserío de Cuevas Bajas con el color de la tierra que sustenta y da sustrato al mar de olivos que le rodea. Desde lontananza apenas si hay vestigios del pueblo, las lomas que ascienden y descienden con suavidad parecen acunarlo. Como si de un oleaje se tratara Cuevas Bajas se esconde entre ellas emulando un bote a la deriva. Los oteros parecen de terciopelo, cubiertos de olivos añosos, retorcidos, apegados a la tierra desde centurias. Quizá el mismo emperador Antonio contempló los mismos paisajes que ahora nosotros contemplamos antes de ordenar construir una calzada romana, o aquellos árabes que dejaron vestigios de su paso por estos lares en forma de acequias y norias sobre el cauce del Genil, puede incluso que aquella tribu de cazadores de la Edad de Cobre reposara bajo los padres de estos olivos que ahora forman parte primordial de la economía de estos municipios. Los aceituneros altivos, que decía el poema de Miguel Hernández, recogen estos días algunas olivas, tienden sus mantos negros bajo los árboles y sacuden con los varales las ramas para dejar caer el fruto verde, génesis de los aceites que abundaran en nuestras cocinas, sobre las tostadas de los desayunos, como condimento indispensable de tantos platos, esencia mediterránea. Viendo la orografía que rodea Cuevas Bajas, casi escondido entre los pequeños cerros, no es de extrañar que fuera escogido por aquellos Chato de Benamejí, Antonio Vargas Heredia, Luis Artacho, Salvador González o los Caldera, bandoleros del revolucionario siglo XIX, que encontraban en esta localidad venta y refugio para huir de sus fechorías. No en vano a Cuevas Bajas se le colgó el sambenito de llamarlo Cueva de Los Ladrones tal era la concentración de asaltadores que allí se reunían. No olvidar que en la vecina localidad de Alameda tiene su tumba el que quizá sea el bandolero español más conocido, "El Tempranillo".

La Visita

Tras descender una pequeña loma entre la espesura de olivos nos encontramos casi de bruces con el perfil de Cuevas Bajas, situado sobre un promontorio, un espolón de tierra y apiñadas sus casas unas contra otras formando un compacto caserío blanco. Tomamos dirección centro ciudad y nos topamos enseguida con la plaza principal, lugar donde se encuentra la iglesia de San Juan Bautista. Estacionamos. Sorprende el frescor que irradian sus calles, las aceras acompañadas de árboles que refrescan y dan sombra. En un rápido vistazo se observan las ventanas y balcones enrejados, esas puertas dobles que presagian el frescor de sus patios interiores, la calma de sus calles menos populosas, las callejas que ascienden y descienden en distintas bifurcaciones. Cuando las calles escapan hacia el horizonte sólo se observan las lomas trufadas de olivos. El centro de Cuevas Bajas es bullicioso, charlan los hombres y las mujeres, hablan los niños. Saludan muchos de ellos a nuestro paso, sin hacerte sentir extraño.
Es la iglesia de san Juan Bautista un edifico sólido, robusto, la única concesión que se permite para elevarse a las alturas es el torreón del campanario, anejo al cuerpo principal del templo. Los ladrillos vistos le configuran cierto aire casi sobrio. Los paneles blancos encalados del campanario son casi la única concesión que se hace el edificio a la decoración más liviana. El templo fue construido en el siglo XVIII y tiene una característica particular, la capilla del sagrario, que normalmente se haya tras el altar mayor, en esta ocasión está situada a la izquierda. Desde la plaza de la iglesia tomamos la dirección de calle Archidona, indicada en un panel, con objeto de perdernos entre las calles y observar una de las hornacinas por las que los cueveños y cueveñas tienen tanto fervor. Las casas de Cuevas Bajas son de portada estrecha, con esa puerta doble puerta que cobija del frío en invierno y salvaguarda del calor en verano. Se intuyen espacios cuadrangulares, grandes, anchurosos en el interior de estas casas, algunas de ellas tienen cierto porte señorial. En la confluencia de las calles Archidona y Victoria contemplamos una de esas hornacinas, se trata de la imagen de un Cristo portando la Cruz. Continuamos caminando y nos perdemos entre las callejas, tranquilas, sosegadas. Tomamos la calle Victoria casi hasta el final y torcemos en la primera calle que nos encontramos a la izquierda, accediendo a la calle Real. Es en esta calle donde se concentran algunos de los edificios más notables de Cuevas Bajas. Tal es el caso de la Casa de los Cristales, la Casa de Felipe Quintana o la fachada de la antigua venta de Juan González, donde aquellos bandoleros del XIX se reunían tras realizar sus fechorías. Sin duda esta calle tiene una aire de cierto señorío y su paseo se hace tranquilo a la sombra de los pequeños árboles sembrados en las aceras. Contemplamos algunas de estas casas de relumbrón, aún conservan la apariencia de manera más que digna, cuidadas y supones restauradas con el modelo de la original. Llegamos de nuevo a la plaza presidida por la iglesia de San Juan Bautista y antes de tomar un aperitivo bordeamos el templo para contemplarlo en todo su esplendor. Nos encontramos a la izquierda del mismo con otro de esos edificios de historia y abolengo, se sitúa en la plaza dedicada a María Victoria León Moyano (fallecida en atentado terrorista en Madrid el 11 de marzo de 2004). Quedamos un tanto silenciosos ante la lectura de esta placa y optamos por caminar algo más para despejarnos.

Aperitivo en el Bar Tony

El Bar Tony se encuentra en la calle la Reja y es perfectamente localizable desde casi cualquier punto próximo a la iglesia. Es una bar clásico, sin pretensiones, donde los cueveños y cueveñas se reunen de manera habitual. Cervezas, refrescos, tapas variadas, raciones... Todo casero. Como aún no sabemos quién conducirá de regreso optamos por dos refrescos para la bebida y dos tapas de queso, una de panceta fresca y dos tapas de lomo. Total: 6,50 euros. Clásicos que no desmerecen, sobre todo el queso en aceite, de sabor intenso y fuerte que, acompañado de unos piquitos, nos obliga a repetir. El bar está repleto de gente que ya reposa el fin de semana, altas conversaciones y cierto bullanguerío animan a los parroquianos. Degustamos con deleite y tranquilidad y por un momento sentimos en nuestro interior el deseo ardiente de haber conocido a aquellos bandoleros que quizá también tomaran una buena lasca de queso acompañada de un buche de vino casero.

Despedida

Nos montamos en el coche y tomamos el mismo camino por el que hemos venido. Serpenteamos un tanto entre sus calles y descendemos hasta la carretera principal. Enfilamos dirección Antequera y cuando nos queremos dar cuenta, Cuevas Bajas ha desaparecido. Los pequeños cerros repletos de olivos se han tragado el caserío, y no dejan de él ni un pequeño rastro. Los trabajadores del campo se afanan vareando los árboles centenarios y entre ellos observamos a un hombre de patillas anchas, pañuelo anudado a la sien y de nariz chata, casi roma... Quién sabe, quizá podría ser le mismo Chato de Benamejí.

Información útil y enlaces de interés

Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol. Además incluimos para la documentación la web municipal de Cuevas Bajas.

Zanahoria morá: Tiene especial relevancia en Cuevas Bajas una hortaliza endémica que parece no se produce en ningún otro lugar del mundo: la zanahoria morá. Se la reconoce porque tiene una primera capa morada, otra naranja con vetas y el corazón rojo. Según cuenta la historia agrícola del lugar esta zanahoria de una color violeta intenso fue introducida por los árabes allende los tiempos y ahora se ha convertido en una rareza muy preciada. Tan orgullosos están los cueveños de esta hortaliza que la celebran con una fiesta que se celebra en el mes de diciembre. (Imagen extraida de El Nou Garden)
Información de utilidad: Cuevas Bajas está atravesada en su parte inferior por el río Genil, que en primavera tiñe sus riberas de verde intenso. En su cauce se puede encontrar la Noria de la Agusadera, un antiguo molino con cangilones sobre el agua curioso de visitar.
Bandolerismo: Fue un movimiento que se produjo en Andalucía a lo largo del siglo XIX e incluso principios del XX. La figura del bandolero, mítica en la comarca de Antequera y Ronda, ha dado alas a la leyenda, a la literatura, el cine y la televisión. Tal es el caso del comentado Chato de Benamejí, que bajo el subtítulo de "Vida y milagros de un ladrón" el escritor Manuel Fernández González convirtió en novela.

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