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EN / 03 LA LAGUNA DE LA RATOSA: Espejismo Azul

martes, 17 de mayo de 2011

Juega la lámina azul entre los olivos. Se esconde, aparece, se vuelve a esconder. Se asoma entre dos acebuches, se escabulle. Juega con nuestra mirada como un espejismo. Y no solo hoy. La Laguna de La Ratosa aparece y desaparece con las estaciones. Azul intenso en la primavera y el invierno. Manchón pardo en verano y en otoño. Es un territorio cambiante, mutable, sutil y delicado, frágil. Bulle ahora de vida. Cloqueos, trinos, siseos, rumores, susurros, aleteos, pasos, chapaleos, zambullidas... Todos ellos componen su banda sonora, una sinfonía natural que el ser humano acompasa con el murmullo lejano de los tractores, el fluir veloz e inusitado del AVE. La tierra roja, oscura, en fuerte contraste con la laguna azul, con el verde pálido de los olivos, con el aleteo rosa y blanco de los flamencos. Ya tenemos la banda sonora y la paleta de colores. Ahora solo hay que dejarse llevar.

El Parque Narural de la Laguna de la Ratosa

La Laguna de la Ratosa fue declarada Reserva Natural en 1999, sus características la hacen especial. Es frágil, se encuentra en un entorno fuertemente cultivado por el hombre, se ve sometida a los caprichos de las estaciones, vaciándose casi por completo en verano y regenerando su vida en el invierno y la primavera. Es, además, relativamente pequeña, con 24 hectáreas de superficie y su origen se encuentra en el desagüe natural que provoca un acuífero subterráneo. Su localización entre los municipios de Alameda y Humilladero, en el interior de la provincia malagueña, limítrofe con la sevillana, hace que su ecosistema sufra los rigores de los calores estivales que evaporan su contenido hasta hacerla casi desaparecer. Este hecho propicia que la Laguna de la Ratosa solo tenga una pequeña franja de juncos y cañaverales y que, de esta manera, las aves no nidifiquen en sus inmediaciones, siendo lugar de paso y alimento. Debido a estas singularidades, el acceso al interior de la laguna está estrictamente prohibido, excepto con fines de investigación y se hace necesario un permiso de Medio Ambiente para acceder. Pero esta circunstancia es solo para expertos, los legos en la materia van a disfrutar muchísimo caminando por la orla externa de la superficie lagunar. Damos fe. Aún con todo, la Laguna de la Ratosa forma parte de un ecosistema mayor en el que se encuentran, además de ella, la laguna de Fuente de Piedra, la de Campillos y la de Archidona, a la que hay que sumar, como puerta de entrada a la península desde África, la Desembocadura del Guadalhorce.

El paseo, el silencio y la vida

Hemos estacionado el coche junto al rótulo de la laguna de las Castañuelas. Allí nos recibe una nube de mariposas blancas, de libélulas azules, que revolotean junto a las orillas de la laguna. El suelo es de un intenso color rojo. Nada más salir del coche escuchamos unos graznidos. Una formación de diez flamencos volando en uve nos sobrevuela. Baten las alas con una cadencia suave, lenta, rítmica. Están muy cerca, apenas se asustan con nuestra presencia. Giran en el aire y se hunden entre la sombra de los olivos. Observamos el agua atentamente y distinguimos nadando sobre ella a los primeros habitantes de la Ratosa. En la laguna se pueden distinguir hasta quinces aves distintas, entre las que se encuentran el somormujo lavanco, zampullín cuellinegro, zampullín chico, garza real, garcilla bueyera, flamenco rosa, aguilucho lagunero, polla de agua, focha común, cigüeñuela, avoceta, gaviotas como la reidora y la sombría, pagazas piconeras o fumareles. Caminamos.
El silencio es una herramienta y un aliado. Bordeamos la laguna junto a los olivos, saludamos a dos o tres fumigadores que trabajan sobre los acebuches domesticados, paseamos, en silencio. Es esta la única forma de percatarse de todos los sonidos sutiles que nos rodean, a cada paso un chapaleo en el agua, una zambullida, un siseo. Entrevemos los anillos verdosos de una serpiente huyendo del camino principal, un lagarto amarillo de casi medio metro de largo cruzar apenas a cinco pasos, un conejo parado, quieto, estático, en la fronda que rodea la laguna.
De tanto en tanto nos paramos y atendemos, observamos con más detalle y lo que parecían inmóvil se mueve ante nosotros con sutilidad, en un baile único y secreto. Se mecen los juncos y cañaverales, dejando entrever la superficie azul de la laguna. Caminamos por un camino de terrizo utilizado por los tractores, camino que casi forma un perímetro natural en torno a la laguna. Una curva y tras ella, escondido entre las altas hierbas ribereñas, un grupo de flamencos blancos, su gran pico, su aleteo rosa. Sacamos los prismáticos y observamos con atención. Sacamos la cámara y tiramos un par de fotos. Tememos espantarlos. Caminamos despacio, poco a poco, sin hacer ruido. Según nos vamos acercando a ellos, se desplazan sobre el agua, sin aspavientos, sin una explosión de batir de alas, nadando suavemente. Poco a poco se alejan, delicados. Una garza picotea el fondo del agua junto a ellos. Seguimos caminando y la laguna se esconde tras un extenso campo de margaritas, lilas y amapolas enmarcado por los consabidos olivos. Vemos, a lo lejos, el AVE, como una aparición fluida, silenciosa y fugaz cruza el horizonte.
Los aromas son sutiles, dulces, frescos. Aspiramos hondamente. Nos acercamos a la orilla todo lo que nos lo permite el lodo rojizo que rodea toda la laguna. Vemos más gallaretas acuáticas, negras, pico blanco, nadando en uve seguidas de sus polluelos.
Las mariposas liban lilas y margaritas y amapolas y vuelan aquí y allá de forma aparentemente errática. Libélulas azules zumban sobre las plantaciones de cereal.
Pero hay más, más que no vemos, que no llegamos a observar, pero que sabemos está ahí, sumergida, y es que tal y como apunta la Ventana del Visitante: La laguna de la Ratosa tiene interés florístico debido a la riqueza de especies de vegetación sumergida y a la presencia de la rara y amenazada Althenia orientalis, planta acuática que vive en fondos poco profundos.
En las partes despejadas de la laguna, junto a la orilla y dado el carácter salobre de sus aguas, aparecen restos de escamas salinas blancas, como un aviso de la proximidad de los calores veraniegos, de la vida efímera de la Ratosa, de su existencia caprichosa y frágil, sutil. Caminamos.

Despedida

Permanecemos en silencio. Quietos. Intentamos mimetizarnos con el entorno. Nada pasa al principio. Después, poco a poco, la vida retoma sus rutinas ajenas a la presencia humana y comenzamos a escuchar un nuevo cloqueo, un aleteo cadencioso, el zumbido de las libélulas, un trino escondido entre los olivos, el siseo sutil de un reptil, el crujir del ramaje, el susurro de los juncos, el canto de los grillos, nuestra respiración… Hasta formar parte de la fauna de la Ratosa.

Enlaces de interés y consejos útiles

Enlaces de Interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la página web de la Junta de Andalucía, Ventana del Visitante. Para conocer más acerca del municipio en el que se ubica la laguna de la Ratosa, se puede visitar el enlace del Color Azul del Cielo correspondiente a Alameda.

Época: La mejor época para visitar la laguna de la Ratosa es la comprendida entre los meses de febrero y junio, más adelante la laguna cambia debido a la evaporación y lo que es una amplia lámina de agua en primavera se transforma en casi una salina en verano y otoño.

Fotografías: Se muestran en este apartado la colección completa de fotografías correspondientes al post.











Ubicación: En este mapa de Google se puede referencias el lugar exacto de este paraje natural, situado entre Alameda, Humilladero y el municipio sevillano de la Roda de Andalucía.


Ver El Color Azul del Cielo "Espacios Naturales de Málaga" en un mapa más grande

28 ALAMEDA: ¿QUIÉN TEME A "EL TEMPRANILLO"?

martes, 20 de octubre de 2009

Si realmente en alguna ocasión el océano pudiera confundirse con un mar de olivos, este sin duda alguna sería el paisaje que rodea a Alameda. Todas las vistas que asoman en el horizonte, a nuestro alrededor, incluyen ese verde viejo, añoso, centenario de los olivos. Verde de olivo y ocre de la tierra oscura que lo alimenta con sus sustratos. Parece el paisaje inabarcable, inagotable, interminable hasta ocupar todos los espacios posibles. Más tarde, desde el altozano bajo cuya sombra simbólica se cobija Alameda, comprobaremos el hecho insobornable de este horizonte que se pierde y pierde y pierde y que nunca acaba. Alameda surge entre los olivos como un municipio con actividad, grande, quizá punto neurálgico de su zona de influencia. Observamos, situados en el borde de la carretera, unos indicativos que nos señalan que estamos en la llamada Ruta de "El Tempranillo", bandolero, revolucionario, guerrillero, luchador, ladrón..., una figura mítica dentro del imaginario colectivo y cuyo cuerpo reposa bajo la influencia olivarera de estas tierras. Los accesos a Alameda, con sus monumentos principales, están perfectamente indicados y la mejor de las opciones es seguirlos. El centro urbano nos sorprende con un trazado rectangular, delimitado por calles largas, rectilíneas, que no responden a modo nazarí o árabe que hemos visto en otros lugares de la provincia. Seguidas las indicaciones muy pronto nos encontramos con la iglesia de la Concepción, en cuyas inmediaciones estacionamos.

El Tempranillo

Echamos la vista atrás, como el flashback de una película, y bosquejamos la figura de El Tempranillo cabalgando por estos lares, perdida su silueta legendaria entre los olivos, escapando de unos y acechando a otros con su perfil recortado sobre el horizonte. Respondía al nombre de José Mª Pelagio Hinojosa, nacido en Jauja (pedanía de Lucena) en 1805, y muerto en Alameda en 1833. Con quince años se bate en duelo de navajas, facones pálidos a la luz de la luna, con un hombre mayor que él. ¿La causa? Venganza, honor, amores son los apellidos que se añadieron a esta disputa. Huye a Sierra Morena, donde se apodera de sus caminos y senderos. Con apenas 20 años ya le acompañaban una quincena de secuaces, muchos de ellos héroes de la Guerra de la Independencia, y en la serranía comete sus múltiples delitos. Dicen que era de trato amable y zalamero con las damas, casi camelador. En 1832 el rey Fernando VII concedió un indulto a todos los bandoleros que quisieran someterse a la ley, "El Tempranillo" acepta. Con 28 años, el 23 de septiembre de 1833, cae muerto en una emboscada organizada por un antiguo compañero. Aquí muere la persona y nace la leyenda. Tan es así que "El Tempranillo" está presente en esta comarca de una manera incontestable. Su figura se prolonga hasta las vecinas Jauja, Corcoya y Badolatosa, pero sin duda, el centro neurálgico de la Ruta del Tempranillo es Alameda, ya que en el interior del patio de la iglesia... se encuentra su tumba.

La visita

Precisamente aquí nos encontramos con un cartel que será fundamental en nuestra visita al municipio: "Ruta del Tempranillo. Horarios desde octubre hasta marzo de 10:00 a 14:00 horas y de 16:00 a 18:00, fines de semana de 16:00 a 19:00 horas. Desde abril hasta septiembre de 10:00 a 14:00 horas y de 18:00 a 20:00 horas, fines de semana de 17:00 a 20:00 horas. Teléfono de contacto: 957.51.90.51". Llamamos. Se nos explica que las visitas a los lugares más emblemáticos de Alameda se organizan desde el Centro de Interpretación de las Termas Romanas, situado, literalmente a la vuelta de la esquina, en la calle En Medio, 19. Caminamos apenas 20 metros para encarar el edificio perfectamente indicado, ascender una veintena de escalera y cruzar la puerta que nos llevará al interior de este museo. Carmen, una de las encargadas, nos explica que con la entrada a las termas romanas también podemos visitar la iglesia y, por supuesto, la tumba de "El Tempranillo", son 2 euros por persona. Por uno más, 3 euros, también podríamos acudir a las vecinas Jauja, Corcoya y Badolatosa y completar la ruta íntegra. Optamos por quedarnos en la provincia de Málaga y disfrutar de lo mucho que nos ofrece Alameda. Coser y cantar.
El Centro de Interpretación de las Termas Romanas nos ofrece la posibilidad de realizar un recorrido por los usos y costumbres que estos recintos ofrecían en la antigüedad. Termas que iban mucho más lejos que un simple baño o masaje y que se transformaban en eje habitual de reunión, de charla, de eventos sociales, etc... Es un museo moderno, con amplio material audiovisual, con piezas móviles, paneles informativos, reproducciones de antigüedades, incluso un pequeño ejemplo práctico de cómo se desarrolla el trabajo arqueológico y la posibilidad de encontrar un hallazgo romano por uno mismo en una gran cuba de arena. La explicación de los sistemas de funcionamiento resulta muy instructiva y lo mejor es que luego pudimos comprobarlo en la realidad, ya que en el exterior del edificio se encuentran las auténticas termas romanas de Alameda. Cubren una amplia extensión de terreno sobre la que se sitúa un sistema de pasarelas, y gracias a los conocimientos adquiridos en el centro y los paneles explicativos, podemos ubicar zonas como el caldarium, el frigidarium... Terminada la visita a las termas, altamente recomendable, Carmen nos acompaña a la iglesia de la Concepción y a la tumba de "El Tempranillo".
Atravesamos una estancia umbría, donde se observan algunos restos de papel colorido de los trabajos de catequesis, tras una puerta de madera gruesa, salimos a la luz de un patio intensamente colorido, con flores y plantas por doquier, donde resaltan los azulejos blancos y azules y que le dotan de cierto aire clásico y tradicional aunque fuera remodelado a mediados de los años ochenta. Preside este patio la cruz de piedra que indica el lugar donde se sitúa la tumba del bandolero. Recibe muchas visitas, como si de un ídolo de rock se tratara, y es que su fama le precede. Es este un lugar tranquilo, de reposo absoluto, de sosiego y paz, apenas el murmullo de los pájaros otoñales en el cielo. Carmen nos indica un retrato situado en la pared y subraya que es el único fidedigno que existe sobre "El Tempranillo". Aquí es cuando la leyenda se transforma de nuevo en hombre. José Mª Pelagio Hinojosa, patillas enormes, flequillo, escasa barbilla, pañuelo al cuello, la mirada perdida en el horizonte... La cruz de piedra blanca dice: "Por José Mª El Tempranillo, 20.000 reales ofreció Fernando VII al que lo entregara vivo o muerto. Indultado el 22 de junio de 1833. Muere de un trabucazo por la espalda en Alameda a 24 de septiembre de 1833. RIP. Rey de Sierra Morena". Abandonamos el patio donde reposa el mito y accedemos a la iglesia por una pequeña puerta.
Es un templo recargado, pintado al fresco con multitud de flores en el altar, en sus bóvedas y columnas. Nos cuenta Carmen que ha sido reconstruida en un periodo relativamente reciente y dicha reconstrucción ha resultado ser minuciosa y detallada. En las naves laterales se puede disfrutar de un completo Vía Crucis pintado al óleo, así como distintas imágenes procesionales. Terminamos la visita y aquí nos despedimos de nuestra guía, Carmen, que antes nos indica cómo llegar hasta el mirador de La Camorra y nos recomienda varios restaurantes donde almorzar. Antes de montarnos en el coche, muy próximo, decidimos dar un paseo por Alameda, descubrir otras de sus calles, tomar un aperitivo en El Repullo, charlar con sus gentes. Así, caminamos por la calle En Medio hasta desembocar en la plaza donde nos espera la fuente municipal que, construida en el siglo XIX tiene una historia que contar. Resulta que dicha fuente está formada por cuatro caños situados a una altura considerable, así que, ante la imposibilidad de llegar al agua de manera ordinaria, las mujeres y hombres de Alameda ingeniaron un sistema que unía la boca del botijo o de la tinaja al caño gracias a una madera hueca ligera y un embudo. Subimos hasta la plaza de la República, donde se erige una torre reloj en homenaje a este periodo histórico... Descubrimos la otra cara de Alameda con sus calles que se extienden hasta perderse entre los olivares. Regresamos al coche y tomamos dirección al mirador de la Camorra a través de la calle Álamos, luego calle Cañada hasta casi salir del pueblo. Enfilado entre una arboleda se inicia la subida hasta el mirador. Merece la pena, es sobrecogedor, impresionante. Deja sin aliento el horizonte que se divisa desde esta altura, otero privilegiado, en la campiña trufada de olivos. Impresiona el paisaje parduzco con las pequeñas lomas que ascienden con suavidad. Giramos 360º y el paisaje se hace cada vez más complejo, con el espejismo de un caserío allí, la brasa blanca de un cortijo allá. Hasta aquí llegan los sonidos de la recogida de la aceituna. Asimismo divisamos la superficie de la Laguna de la Ratosa, ahora seca y que espejea en los meses primeros de primavera. Sentarse y observar, ver la indefinida línea del horizonte. Se contempla Alameda allá abajo, protegida por la sierra de la Camorra, como si de un vigilante natural se tratara. Diez, quince, veinte minutos acunados por la brisa que asciende desde la campiña. Se nos abre el apetito.

La comida

Tras el empacho paisajístico del mirador de La Camorra se nos abre el apetito. Optamos por el Restaurante Cándida entre las diferentes opciones que se pueden barajar. Está a la salida del pueblo, dirección carretera de Mollina. Y además de tener, por su nombre, un componente sentimental familiar, todas las personas a las que hemos preguntado nos lo han recomendado. El restaurante tiene un pequeño parking a la entrada, un patio cubierto fuera y varios salones interiores. Miramos la carta. Promete. Así nos pedimos una cerveza, una botella de agua de litro y medio, 2 porras antequeranas (12 euros), 1 chivo lechal al ajillo (13,50 euros) y 1 solomillo de ternera a la crema de miel (19 euros). Total 48, 50 euros. Las raciones son muy generosas y la porra antequerana (la influencia de la ciudad con más iglesias de España resulta abrumadora e incontestable) está fresca y deliciosa. Añadimos a todo ello un café con hielo. Tras un ligero reposo...

Despedida

... nos sumergimos de nuevo entre el mar de olivos, entre estas arterias parduzcas, grises, que son las carreteras, de manera casi inmediata perdemos la silueta de Alameda, sólo nos domina la cima de la Camorra, en la que casi podemos distinguir la mirada de dos viajeros que están ahora donde antes estábamos nosotros. Sacamos la mano por la ventanilla y saludamos, saludamos, saludamos....

Enlaces y consejos de interés

La Ruta de "El Tempranillo": Es una de las mejores maneras para conocer la comarca, el personal al cargo es muy servicial y pone a disposición del viajero todas las facilidades. Se puede visitar su página web, muy completa, en la página web de la Ruta del Tempranillo, donde se hace un resumen de la vida del bandolero, se ofrece amplia información sobre hostelería, gastronomía, casas rurales, restaurantes, actividades, etc. El teléfono de contacto con la Ruta del Tempranillo es: 957.51.90.51.
Consejos: No está de más llevar unos prismáticos para disfrutar al cien por cien de las vistas que ofrece el mirador de la Camorra.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la web municipal de Alameda.

Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.