Y no es un abismo, sino un abrazo lejano y frío. El viento recorre este falso llano que fuera en lo antiguo cuenca de glaciares, espumean las lágrimas en la comisura de los ojos y cortan la piel las ráfagas de aire matinal, refrescando el ambiente, deshelando el rocío, delicado. El cielo, despejado y azul y rotundo, acoge las evoluciones silenciosas de los buitres leonados que parecen circunnavegar alrededor de los picachos. Cimas grises y desgajadas, a punto de desmoronarse, cincelando figuras imposibles. Combina el paisaje lo abrupto de sus picos informes con la suavidad dúctil de la cuenca glaciar, un llano que se extiende hasta el horizonte y que se combina con otro llano y con otro, salpicado de encinas retorcidas y centenarias, de ganado vacuno, ovino, porcino, pastoreando en semilibertad. Una senda atraviesa el corazón de los llanos como un enorme costurón, una cicatriz olvidada desde tiempo inmemorial y que modela un paisaje que parece imposible, pero que ahí, aquí, bajo nuestros pies, es perfectamente real. Tierra de grietas y hendiduras, de lapiaces y poljes, de simas y oquedades. Esto es el Parque Natural Sierra de Grazalema y estos son los enigmáticos Llanos de Líbar.
Una aproximación
Los glaciares, lenguas gélidas de hielo en movimiento, modelaron el paisaje kárstico de Grazalema a su antojo, sin prisa, con la sabiduría que da tiempo y la fuerza indescriptible. El hielo se transformó en agua y sus filtraciones amasaron la tierra como levadura de rocas, partiendo la piedra, hundiéndola, resaltándola, desgajándola hasta crear un paisaje imposible plagado de abruptos barrancos, idílicos valles y tajos verticales. El agua, apenas un destello en superficie, se ha filtrado durante milenios, desgastando la roca hasta producir inmensos hundimientos a los que se denomina poljes o miles de cicatrices en las cimas, a las que ha erosionado y roto formando lapiaces. Precisamente los Llanos de Líbar constituyen uno de los poljes más importantes del parque natural y uno de los más destacados de Europa. Recovecos entre los que se esconden los corderos, donde anidan los buitres leonados y las águilas. Agujeros en los que se abrigaron los guerrilleros de la Independencia, los bandoleros del XIX, los maquis del XX. Pastan las vacas retintas sobre el paraje, ramonean las ramas bajas, brotes verdes de las encinas, engordan los oscuros guarros ibéricos a la sombra de la dehesa. Y la Grazalema malagueña va más allá de los Llanos de Líbar para discurrir a la vera del Guadiaro, recorriendo los términos municipales de Jimera, Benaoján y Cortes de la Frontera; o se sumerge en la tierra en el Hundidero montejaqueño para asomar cuatro kilómetros más allá en la Cueva del Gato de Benaoján, formando un complejo espeleológico de primer orden; o nos muestra un pez dentro de un pez o un hombre con alas en la Cueva de la Pileta. La Grazalema de Málaga es impresionante, grandiosa, diversa y diferente. Hoy nuestro caminar nos lleva a los Llanos de Líbar, un lugar de fuerte impresión telúrica, donde el ser humano parece ser no más que una mota de polvo.
Parque Natural Sierra de Grazalema
Como un pan de hogaza que se desmiga, vayan aquí los números del Parque Natural de Grazalema. De sus 51.695 hectáreas, 14.900 corresponden a la provincia de Málaga y de estas, 4.556ha a Montejaque, 4.531ha a Cortes de la Frontera, 2.9191ha a Ronda, 2.152ha a Benaoján y 742ha a Jimera de Líbar. Se distribuye la extensión como un puzle administrativo del que la naturaleza no entiende y brinca el parque natural de una municipalidad a otra, de una provincia a otra sin solución de continuidad, formando un todo que va más allá de las particiones institucionales.
Desde 1977, Grazalema está contemplado por la UNESCO como Reserva de la Biosfera y desde 1984 como Parque Nacional. Son trece los municipios que la configuran además de los malagueños Benaoján, Montejaque, Cortes de la frontera, Ronda y Jimera de Líbar ya citados, se incluyen los gaditanos Grazalema, Zahara de la Sierra, Villaluenga del Rosario, Benaocaz, Ubrique, El Bosque, Prado del Rey y El Gastor.
Y más números. La altitud máxima del parque se localiza en El Torreón con 1.654 metros de altitud y la más baja, 289 metros, localizada en el municipio de El Bosque. Entre ambas solo distan 10 kilómetros, con lo que se puede trazar un perfil abrupto, con un desnivel impresionante en el que las sendas y carreteras se retuercen de manera permanente sobre sí mismas.
El ser humano ha poblado estas tierras desde antaño, en la Cueva de la Pileta se han encontrado restos del Paleolítico Superior, pero es en la historia moderna donde el asentamiento se hace definitivo con los romanos, árabes, cristianos… Estos riscos y valles fueron testigo y escenario de cruentas batallas en la Guerra de la Independencia contra Francia, posterior abrigo de bandoleros en el siglo XIX y escondrijo de maquis durante la dictadura franquista. Pero si algo ha permanecido ha sido la labranza y el pastoreo. Siempre el ser humano ha logrado el punto de equilibrio entre producción y sostenibilidad, alimentándose de los frutos del parque y alimentando a su vez a la ganadería que pastoreaba. Esa esencia de respeto ha modelado también el paisaje como lo ha hecho el agua. Mimando los bosques, construyendo praderas, manteniendo dehesas.
Así el hábitat de flora y fauna se ha mantenido prácticamente inalterable desde allende los tiempos. El visitante podrá contemplar cerca de 1.300 especies de plantas superiores entre las que se encuentran el algarrobo, encina, quejigos, acebuches, alcornoques y un resto mínimo de pinsapo, además de malvas, candiles, aulaga, cardo, amapola, tomillo, sabinas y en la vera de los ríos álamos, sauces y olmos. Del mismo modo, la fauna no se queda atrás en la catalogación y reinando la cabra montés y el buitre leonado, se encuentran el zorro, nutria, corzo, ciervo, águilas reales, perdiceras y pescadoras, búho real, milanos negros, alimoches e incluso el halcón peregrino.
Y llueve, llueve mucho, en abundancia, como un torrente, situando el índice pluviométrico por encima de los 2.000 litros anuales por metro cuadrado. Uno de los lugares más húmedos de España, por encima, incluso de muchas zonas más septentrionales.
Con todos estos elementos se ha configurado un paisaje insólito, densamente poblado por flora y fauna, en el que el ser humano ha incidido con respeto y en el que la naturaleza muestra su dignidad y su carácter más indómito, aún sin domesticar. Los Llanos de Líbar son un ejemplo de todo ello, de esta combinación aparentemente imposible que enriquece el viaje y el paisaje.
Los Llanos de Líbar
Una senda serpea en el corazón del polje. Se asemeja al trazo que un niño hubiera dibujado en la arena. Suave y sinuosa, escoltada por castillos de arena, por lapiaces. Modelada por el agua como si una lengua de mar se tratara. El ser humano empequeñece, se desdibuja ante la magnitud del fenómeno geológico, resulta imposible siquiera imaginar la contundencia de las fuerzas que han sido necesarias para crear este paisaje cuasi lunar. Desde la “montaña perdida”, Montejaque, nombre que le dieron a este pueblo los árabes, parte un humilde camino de tradicional paso de ganado. Comunica el municipio del Hundidero con el vecino de Cortes de la Frontera a través de Los Llanos de Líbar que 10,5 kilómetros más allá, en la profundidad de la Sierra de Grazalema se transformarán, junto a una fuente, en los Llanos del Republicano. Sendas y caminos que discurren por un valle tallado en la piedra, un valle que abre sus entrañas al cielo azul, un valle de llanura imposible al que los geólogos denominan polje y que las palabras mundanas se quedan cortas para describir.
Partimos desde la parte norte de Montejaque, detrás del Hostal La Cabaña, donde encontramos el panel informativo de la ruta con una somera descripción que nos pone sobre aviso sobre el espacio tan especial que vamos a recorrer. Tras una primera subida, por la sierra de Juan Diego llegaremos al Llano de los Almendros, de ahí, a través de un lapiaz impresionante, hasta el llano y dehesa del Pozuelo, de ahí a travesaremos un encinar centenario, para parir en el Llano de Líbar, tras el cortijo del mismo nombre, desde el que caminaremos por una llanura que parece no terminar hasta llegar a la Fuente de Líbar, donde se cambia el nombre por el del Llano del Republicano. El camino discurre por pista en su totalidad, mejor o peor conservado para acceder con automóvil, pero siempre adecuado para hacerlo a pie. Es costumbre cruzar la primera parte, algo más dura, hasta el encinar, estacionar el coche allí y caminar hasta el final del sendero. Es una opción, pero ir descubriendo gradualmente el paisaje es uno de los mayores atractivos de esta ruta.
Es un sendero que se disfruta quitándole capas, observando su interior siempre cambiante, perfilando con la yemas de los dedos las formaciones imposibles (y que tanto recuerdan al Torcal) que el lapiaz recorta contra el cielo; oteando el vuelo majestuoso, casi estático de la gran colonia de buitres leonados; caminar junto al ganado retinto que pasta libre, que ramonea los brotes verdes de las encinas; escuchar el balido de un cordero minúsculo, de anuncio, que camina junto a su madre, asustadizo; contemplar la aparente agresividad de las piaras de cerdo ibérico que se alimentan tras las vallas protectoras; querer ver mil figuras en las encinas retorcidas que saludan en la dehesa, internarse en sus troncos huecos, centenarios; ver como el sol se refleja en las rocas lisas de las cimas, como un espejo pétreo imposible; intentar contabilizar los matices de grises que pintan el paisaje que nos rodea; asemejar el tractor que labra la tierra oscura a un inmenso caballo mecánico del far west; sentir el viento frío que corta la piel del rostro cuando abandonamos el abrigo de la dehesa arbolada; quedar atónitos al descubrir el último llano, como la promesa de una llegada a término, un circo abierto al cielo, pespunteado por el filo de las rocas picudas que lo rodean, salpicado de motas ocres en forma de ganado, pisar su hierba mullida y suave, aspirar el aroma de la naturaleza con súbita intensidad; y el regreso, silencioso y mágico, que nos permite sentir la fuerza telúrica que desprende este lugar, la conexión que nos une a la tierra, la sensación de formar parte de un todo, siendo tan solo una partícula minúscula; y por su puesto lo más prosaico y trivial, un rito obligado de caminantes, el almuerzo bajo una encina, sobre un bancal de madera, parapetados tras un muro natural de piedra, el perfume de la tortilla de patata, la contundencia del embutido, de los dulces marroquíes, de la buena compañía, de la charla desenfada y profunda, de la sensación de sentirse libre y uno con el entorno.
Con los sentidos afinados regresamos, sintiendo la tibieza del sol que cae, que se mece sobre el horizonte, como una compañía amigable que nos echara un brazo sobre los hombros.
Dejamos los Llanos de Líbar con una promesa a flor de labios. Volveremos.
Despedida
Abrazar las montañas, un sueño inabarcable, solo imaginar las figuras que el lapiaz, que el karst dibuja sobre el horizonte, permitir que los llanos nos lleven más allá de las fronteras de los municipios, que formen sus propios hitos a base de bosques apretados, campos imposibles, cimas inconcebibles. La Grazalema malagueña es insólita y provocadora, llama al descubrimiento, al disfrute, al paseo, al sendero y a la aventura, a vivirla con intensidad.
Enlaces de interés e información útil
Otras rutas senderistas en la Grazalema malagueña: Además de la ya mencionada aquí de Los Llanos de Líbar, la Sierra de Grazalema ofrece otras rutas en la provincia de Málaga como: La Cueva del Gato, Río Guadiaro, Camino de Huertas Nuevas, Camino de la Dehesa, Camino de la Fuente, Camino Viejo de Ronda, Cañada del Olivar, El Pimpollar, Hundidero.
Complejo Hundidero-Gato: “A principios del siglo XX, se gestó la idea de construir una presa en el río Gaduares, justo antes de su desaparición por la sima del Hundidero con la intención de crear una fuente permanente de energía electrica. Tras diversos estudios y acondicionamientos de carreteras la presa se construyó aprovechando las estribaciones del tajo del Hundidero, una auténtica herida abierta en el campo que desciende hasta la apertura del sistema de Hundidero-Gato. Pero el aliviadero de la presa nunca llegó a funcionar. La presa nunca se llenó. Las dos llenadas más grandes registradas fueron las de 1941 y 1947. ¿Cuál era la causa? Los ingenieros que construyeron la presa no tuvieron en cuenta las filtraciones. El agua acumulada en el embalse se filtraba gracias a la porosidad de las rocas y hacía que el río siguiera alimentándose más abajo. Un fallo de previsión que dejó como testigo inmutable e impresionante el sistema de muros de contención de una presa vacía. Aún con todo, los ingenieros no cejaron en su empeño y pusieron otro ingenuo plan en marcha: impermeabilizar la entrada al sistema hídrico del Hundidero Gato, es decir, intentar impermeabilizar una sima de 5 kilómetros de largo. Así, en 1929 se dispusieron dos cuadrillas de 10 hombres cada una que entrarían a la vez por El Hundidero y su desembocadura en la Cueva del Gato para inspeccionar la cavidad hasta entonces nunca atravesada. Las dos cuadrillas, armadas con lámparas de carburo, escalas de cuerda y barcazas construidas con bidones vacíos tardaron 30 días en recorrerla. Se encontraron en el centro de la cueva, localizándose a base de voces. Relataron, tras encontrarse y salir de aquel sistema de cuevas, las bellezas que encontraron en su interior. Era una sima de extrañas formas, elaboradas por el paso del agua a través de los siglos, una maravilla geológica que se ha convertido con el paso de los años en uno de los atractivos más destacados para los amantes de la espeleología. En septiembre de 1929 quedó concluida la obra del camino interior de la cueva. Pero el agua, pese al intento de taponamiento de las grietas siempre buscaba nuevos recorridos para escapar. La Guerra Civil terminó con la idea de continuar con este proyecto faraónico y hoy día es paraíso de aventureros y espeleólogos. Las personas que han transitado esta enorme cañería natural cuentan cómo aún se observan indicios de aquellos trabajos infructuosos. Escaleras de madera derruidas, algunos puentes y diversos restos de actividad humana. El fracaso fue evidente, y ahora sólo queda ese monumento de la petulancia del ser humano y de la victoria de la naturaleza”. Fragmento extraído de este mismo blog y correspondiente a la entrada 14 MONTEJAQUE: Asomada al abismo del Hundidero.
Enlaces de interés: Toda la información aparece en la página web del Patronato de Turismo de Málaga - Costa del Sol y en la web especializada de la Junta de Andalucía, la Ventana del Visitante. Los ayuntamientos de Jimera de Líbar, Ronda, Cortes de la Frontera, Montejaque y Benaoján lo incluyen en sus webs. En las entradas correspondientes a los cinco municipios en este mismo blog también se puede encontrar información útil para su visita, gastronomía, patrimonio histórico y cultural, actividades, rutas senderistas, etc. Se pueden encontrar en el buscador que aparece a la derecha
Fotografías: Se muestran en este apartado la colección completa de fotografías correspondientes al post.
Ubicación: En este mapa de Google se puede referenciar el lugar de este Paraje Natural Protegido.
Ver El Color Azul del Cielo "Espacios Naturales de Málaga" en un mapa más grande
Gracias a Paco y a Sara por la compañía, la siempre animosa charla y por el avituallamiento.
EN / 18 GRAZALEMA: La cicatriz del agua
martes, 13 de diciembre de 2011
Publicado por Israel Olivera en 0:01
Etiquetas: Benoján, Costa del Sol, grazalema, Montejaque, Parque Natural, Ronda, rutas senderistas, senderismo, Serranía de Ronda, Sierra de Grazalema, turismo activo, turismo rural
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2 comentarios:
Desde que era muy niña
cuando estudiábamos en el cole la orografía y salía la Sierra de Grazalema,el nombre Grazalema me resultaba evocador y ensoñador.Ahora,Israel,con tu forma de contarlo y su belleza se han visto colmadas mis expectativas.
Bihar arte...
Grazalema la cicatriz del agua, magnifico titular y maravillosa guia turistica,habia dejado de entrar he vuellto y de verdad Israel veo que no defraudas, te superas día día.Animo, un autentico placer volver a leerte. Besotes.
Pantxike.
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