Se llamaba Abdelselam ben Arrabat y formaba parte del gremio de tintoreros de la tribu de los Banuh Rabbah. Decían que era alquimista y que sus complicadas fórmulas daban un color especial a los tejidos que se confeccionaban en las orillas del valle del Genal. Piedras, plantas, tierras, animales e insectos de la sierra conformaban los elementos de sus casi mágicas tinturas. Así, tras diversas elaboraciones un día obtuvo un color brillante semejante a la sangre, lo llamó qarmazi, carmesí y su fórmula permaneció en absoluto secreto hasta su muerte. Fallecido el alquimista, uno de sus hijos reveló el secreto: su padre había extraído el color de una cochinilla llamada Qarmaz, insecto que chupaba con profusión la sangre de algunos animales, de ahí el nombre carmesí, qarmazi, color de sangre que tiñó los vestidos, los trajes, las ropas de los habitantes de aquel antiguo Benarrabá.
Nos acercamos
Se aprietan los pinos y los alcornoques, dotan a las faldas que descienden hasta Benarrabá de una frondosidad que refresca el aire inflamado de calores de estío. Huele denso, a perfumes de tierra antigua, a umbrías veredas, a trochas de campo, a sendas de corcheros.Según nos acercamos al núcleo urbano somos testigos del paisaje que rodea el municipio, montañas escarpadas, lomas pronunciadas, bosque denso y salpicando algunas laderas las manchas blancas, impolutas, de algunos municipios que beben del Genal. Se arracima Benarrabá sobre una ladera desigual que parte el núcleo poblacional en dos centros, aquel que se encuentra al amparo de la ermita del Cristo de la Vera Cruz y el que se sitúa a la sombra de la iglesia parroquial de San Sebastián. Benarrabá es un pueblo pequeño, de calles quebradas, empinadas (algunas, dicen los cronistas locales que de hasta el 70%), irregulares y estrechas (sólo tiene dos vías principales por las que se puede circular en coche). Dadas estas singularidades y para no errar con el estacionamiento, lo mejor es seguir las indicaciones "Ermita-Iglesia-Aparcamientos" a escasos 20 metros de la primera de estas indicaciones llegamos a una de nuestras primeras visitas: la ermita de la Vera Cruz. Antes de iniciar la visita habemos de prevenir al viajero.
Prevención, vista y cámara de fotos
Benarrabá está poblada de elementos arquitectónicos sobresalientes dentro de la construcción civil. Son múltiples las casas del siglo XVIII que mantienen elementos trasladados de su antigua época árabe. De esta manera no es raro encontrar guardapolvos (tejadillos voladizos sobre algunas ventanas para resguardarse de la lluvia), adarves (patios de distribución para diferentes casas y con acceso a la calle que los habitantes podían cerrar a su antojo para hacerlos privados), bocatejas (primera teja de cada canal junto al alero del tejado) o algorfas (del árabe al-gurfa, cuarto alto, desván para guardar grano). El visitante, si visita la página web municipal, http://www.benarraba.es/ podrá seguir un itinerario marcado en calles y números de portal de aquellas casas que presentan estos elementos arquitectónicos tradicionales. Merece la pena tomar nota de algunas de ellas por su singularidad y por trasladarnos, sin quererlo, a épocas antiguas.
La ermita de la Vera Cruz
Una vez cerrado este paréntesis, nos situamos, de nuevo en la ermita de la Vera Cruz. Descabalgamos del coche un instante y contemplamos la belleza sencilla y apacible de la plaza que precede a la ermita. Una pequeña fuente, una veintena de árboles y un buen puñado de bancos invitan a sentarse. La mañana es fresca aún y se escuchan el trinar de los pájaros y los quehaceres de la vida cotidiana. La ermita de la Vera Cruz es sencilla, con una espadaña de la que pende una pequeña campana de aviso. Un frontal con tres ribetes amarillos como única decoración. Tiene el encanto poderoso de lo sencillo, de lo simple. Sobre una de sus paredes, un panel resume la esencia benarrabeña: "Desde el Porón aún la sombra/del desaparecido castillo/pareces ser vigía amable/de tus hermanos: pueblos vecinos. A pesar de tanta pértiga de siglos,/de tanta historia condensada,/juegas a esconderte travieso tras un cerro/para reaparecer alegre en el valle del Genal./Qué paleta no envidia la profusión de colores/de este paisaje frondoso, manto de fantasía/los bosques robustos de alcornoques y encinas/la majestad alta y verde de los pinos./En tus calles de recónditos rincones/y sobre el empedrado hay una melodía/un cante hecho susurro: la memoria viva./A mediodía descubro tesoros en tu despensa,/recorro tus arterias, oigo el río de tu pulso,/la mirada vuela a la cúpula azul de la iglesia". Este panel poético está escrito por María José Collado en el año 2005. Seguimos las indicaciones y tomamos el camino que parte desde la izquierda de la ermita. Descendemos y, tras una curva llega el momento de aparcar. No se recomienda avanzar más ya que las calles se estrechan y requiebran hasta lo indecible. Caminar es el mejor método para conocer. Descendemos por la calle Sol en dirección a la iglesia que ya vemos, con su cúpula azulada mirando al cielo.
El casco urbano y la iglesia
Las calles de Benarrabá se encuentran perfectamente empedradas, y tenemos la sensación de pisar historia viva que ya fuera recorrida por otros antepasados. Tomamos la calle Virgen de la Paz y directamente entramos en el perfecto caos del casco urbano. Caos que reproduce la sombra buscada por los árabes, la estrategia de apretarse para combatir los calores y los fríos, la defensa natural contra el invasor que son el trazado de sus calles. Nos sorprende el toque de campanas en la mañana silenciosa y quieta. Llegamos a la plazuela que se configura ante la entrada de la iglesia. Suenan, de nuevo y más fuertes, las campanas. Nos gusta la sencillez arquitectónica de la parroquia de San Sebastián, con su fachada de formas onduladas y el portal de entrada pintado de amarillos intensos, iluminada por dos escasos faroles que habrán de aportar una luz tenue en las noches de verano. Continuamos por la calle Sol desde la que descienden innumerables callejas como afluentes de un río y así llegamos hasta el ayuntamiento. Parece que en esta calle se concentran los servicios hosteleros de Benarrabá. Se oyen los crujidos de las puertas de madera, muchas de ellas de doble hoja, de apertura horizontal, con la parte de arriba abierta para permitir el paso del aire. Tiene Benarrabá el encanto auténtico de lo rural, sin ambages, sin parafernalias. Benarrabá no es un decorado, es una experiencia andaluza auténtica en la que se presiente el aroma del pasado en cada esquina. Todo son calles estrechas y trazados quebrados, ventanas enrejadas con forja, gruesas puertas de madera con grandes argollas de hierro. Admiramos los voladizos, los adarves, los guardapolvos, las bocatejas, las algorfas.... La ropa tendida en un patio, un banco bajo la sombra de un árbol, unos niños jugando, el hombre tirando de un burro, la calle Estación, la calle Baja, la calle Saucal, Pósito, Calzada, Rosario... Miramos hacia atrás. Nos hemos perdido. Bienvenida sea esta pérdida. Respiramos el perfume antiguo y sonreímos. Cuántas málagas, cuántas andalucías, tan distintas y tan próximas.... Cuántas gratas experiencias....
Despedida
Nos dejamos llevar por los consejos y recomendaciones de un buen amigo y ante el aviso de conocer que esta es zona de chacinas, como la vecina Algatocín, adquirimos algunas viandas que llevarnos al buche acompañadas de media barra de pan. Entre el consumo propio y el reparto a terceros nos gastamos 5 euros en embutido y pan. Lo mejor es sentarse en algunas de las esquinas que constituyen Benarrabá y saber que ese mismo sabor lo degustaron antes que nosotros algunos otros vecinos y vecinas. Poco más se puede pedir. Tras el desayuno campero, volvemos al coche y regresamos por el mismo camino por el que habíamos venido. Nos sumergimos entre los alcornoques y las encinas y prontamente perdemos la vista del núcleo de población. Adiós Benarrabá "que juegas a esconderte travieso tras un cerro".
Enlaces útiles y consejos de interés
La arquitectura popular: Merece la pena descargarse desde la página web municipal el listado de calles con sus particularidades arquitectónicas. Es probable que no veamos todas, pero sí muchas de ellas, lo que servirá para hacernos una idea seria de cómo eran las construcciones del siglo XVIII. Para descubrir la esencia benarrabeña lo mejor es perderse entre sus calles, disfrutar de la sombra de un árbol sentados en un banco, recorrer las callejas, encontrar los adarves...
Enlaces de interés: Sirva como referencia primera la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, que se puede completar con la información que aparece en la página web muncipal de Benarrabá (tanto la leyenda del color carmesí como los aspectos arquitectónicos del municipio están consultados y extraídos de la misma).
Esta blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.
20 BENARRABÁ: ANTIGUO CARMESÍ
martes, 25 de agosto de 2009
Publicado por Israel Olivera en 0:01 7 comentarios
Etiquetas: andaluza, arquitectura, Benarrabá, carmesí, chacina, Costa del Sol, ermita, experiencia, iglesia, Málaga, Valle del Genal
19 MACHARAVIAYA: ENTRE LA HISTORIA Y LA POESÍA
martes, 18 de agosto de 2009
Se debate nuestra alma viajera entre los versos y el arte de la guerra, entre las estrofas y la épica de las batallas, entre los poemas y los virreinatos, entre la oda y los disparos de arcabuz. Se debate nuestra alma viajera en el pálpito de Macharaviaya que tanto bebe de las letras del poeta Salvador Rueda como de las conquistas de la Familia Gálvez. Uno nació en casa pobre y humilde, otros fueron enterrados en mausoleos poderosos. Uno trajo las musas, otros el agua corriente. Uno acuñó el recodo del verso, otros el pan de cada día. Y así Macharaviaya bebe de estas fuentes: la del portento literario y la del portento económico. Ambas indisolubles para la vida secreta y la vida pública del municipio. Y hoy, los viajeros, caminaremos por las calles del que se dio en llamar "pequeño Madrid", portando un libro de poemas en la mano.
La llegada, el templete y Los Gálvez
Avanzamos por una carretera serpenteante y estrecha, donde resulta habitual cruzarse con esos pequeños ciclomotores que los hombres utilizan para ir al campo, renqueantes, algo asmáticos y con la ineludible caja de verduras sujeta en el portador trasero con un atajo de pulpos. El paisaje que rodea Macharaviaya tiene la impronta axárquica característica: lomas que ascienden y descienden, la tierra parda, los olivos salpicando el horizonte, algunas vides, barrancos y cauces secos de ríos que fueron. Un paisaje esquivo y de una belleza particular, donde los pueblos parecen esconderse tras una loma, protegidos de la vista del visitante indiscreto. Tras la carretera llegamos a una bifurcación que separa nuestros dos próximos destinos: hacia la izquierda, Benaque, patria chica del poeta Salvador Rueda, caserío, pedanía; a la derecha, Macharaviaya, patria chica de Los Gálvez, potentados indianos. En este cruce nos encontramos con un templete que nos recuerda que los virreinatos tuvieron más peso que los versos, así que terciamos en visitar primero Macharaviaya y después su pedanía. Los honores que Macharaviaya rinde a la familia Gálvez tienen su fundamento sustentado en la historia de Las Américas. El primero de la dinastía, José de Gálvez (Macharaviaya 1720-1791), tras obtener una prerrogativa de Carlos III se trasladó hasta América donde ejerció las más altas instancias diplomáticas entre ellas fue Marqués de la Sonora y Ministro de Indias. Según explica la página web del CEIP Salvador Rueda: "Algunas de sus incontables obras fueron: reformas en administración, economía, milicia y hacienda; creación también del virreinato de Nueva Plata y Sistemas de Intendencias y también funda el cargo de Regente de las Audiencias. Asimismo promulgó el Reglamento del Libre Comercio entre América y España, organizó la Compañía de Filipinas y también el Real Tribunal y Comercio de Minería de México, etc". Su hermano y sobrino continuaron la estela del primogénito llegando a ser Virreyes de México. Macharaviaya se benefició directamente de la suerte de sus paisanos, que no olvidaron sus orígenes malagueños, de esta manera en Macharaviaya "se construyó una fábrica de naipes en 1766 (que aún se conserva) que abasteció a casi toda América. Ello permitió elevar el nivel de vida de sus paisanos, que vieron cómo su pueblo empedró sus calles, tuvo un corral de comedias y gozó de alto nivel de vida en general, llegándose a llamar al pueblo como “el pequeño Madrid”. Tampoco faltó un lavadero público y mejoró sus caminos con Málaga y otros pueblos cercanos. Además también fundó un montepío de cosecheros e incluso impulsó una escuela pública que nació nada menos que bajo patrocinio real en 1783". Con este somero y sucinto repaso a la familia Gálvez, nos podemos hacer una idea de lo que supuso su influencia para este municipio. En 2009 Macharaviaya les rindió homenaje con la celebración de su figura el 4 de julio, día de la independencia de Estados Unidos. El templete situado en la entrada misma del municipio nos recuerda su importancia, en el recorrido por las calles veremos continuas referencias a la familia y sus hechos.
Aparcamiento e inicio
Algo más abajo del templete, a unos diez metros, encontramos un pequeño parque equipado con una fuente y cinco bancos donde intuimos que tras un paseo, los caminantes gustarán de reposar. Está situado en la parte más alta del pueblo y desde el mismo se puede contemplar el mar. Presidiendo esta pequeña plaza hay un milenario, una piedra con forma de obelisco en el que se data la fecha de su asentamiento, siglo XVIII. Podemos estacionar el coche aquí y dar un paseo descendiendo hacia el pueblo o bajar con el vehículo hasta la plaza del ayuntamiento, plaza Matías de Gálvez, donde se podrá aparcar sin mayor dificultad. No merece la pena internarse más allá, las calles se estrechan, están empedradas y muchas de ellas son casi exclusivamente peatonales. Un buen paseo nos ayudará a conocer mejor las esencias de Macharaviaya, así que optamos por estacionar el coche en la plaza Matías de Gálvez. En el mismo consistorio podremos obtener alguna información turística de utilidad como planos, folletos, horarios de visita, teléfonos de interés, etc... En la misma plaza, un poste nos indica las dos direcciones a tomar. Optamos por la izquierda que nos llevará hasta la iglesia de San Jacinto y el mausoleo, la fábrica de naipes, para luego ascender y llegar hasta el Museo de Los Gálvez. Así, descendemos por la calle Real de Málaga. Nos encontramos con las primeras referencias a la familia Gálvez en forma de placas, nombre de calles, plazas, etc.
Paseo
Macharaviaya es un pueblo delicado y antiguo, de serenidad placentera. Las casas se adornan de árboles y emparrados. Muchos de sus patios traseros se revelan como auténticos jardines. Destila una esencia netamente mediterránea y el hecho de que esté abierta al mar próximo trae perfumes salados. Se escuchan los pájaros trinar. Las macetas son todo luz y color. Paseamos. Continuado por la calle Real de Málaga llegamos hasta la plaza Bernardo de Gálvez, luchador infatigable que tras la batalla de Pensacola en 1781 recuperó la península de Florida para la causa de la independencia norteamericana. En la misma plaza encontramos una placa con la efigie de Don Bernardo hablando de sus victorias históricas y justo enfrente otra placa con la sentencia de otra victoria histórica, pero para el municipio: la llegada del agua corriente. Así el Archivo Municipal de 1815 y su Libro de las Aguas de la Villa de Macharaviaya dice "conociendo los Sres. de Gálvez la escasez de aguas que había en su patria y lo trabajoso que era a sus vecinos el bajar por ella a las fuentes que llaman de la Albaraday del Horno, situadas fuera del Pueblo, dispusieron traer las que resultaban en dichas cañadas por acueductos que las dirigiesen a las tres fuentes públicas...".
Iglesia de San Jacinto y la fábrica de naipes
La Iglesia de San Jacinto, cuya pared forma parte de la plaza Bernardo de Gálvez tiene una peculiar estructura. Es casi cuadrangular y perfectamente blanca, blanca, sobria, casi severa. Para compensar esta rigidez posee una portada profusamente decorada y una de las más peculiarmente historiadas que hemos visto hasta el momento. El escudo de Los Gálvez la preside, se sostiene sobre cuatro columnas de color grana, mientras que los dinteles, la basamento y el propio escudo son de tono casi albero. El contraste que hace este colorido con la pared blanca resulta impresionante. Tras la iglesia se encuentra el cementerio de Macharaviaya y bajo el templo, el mausoleo de la familia Gálvez.
Continuamos el camino por la calle Real de Málaga y en apenas 10 metros nos encontramos con la que fuera Real Fábrica de Naipes. Tras una cédula concedida por el el rey Carlos III en 1766, la fábrica gozó con la exclusividad del comercio de este producto en América que fabricó los que fueron mazos "más caros de España", pero la falta de recursos como agua y madera en la localidad hizo que la fábrica cerrara en 1791. La Real Fábrica de Naipes aún se mantiene en pie, aunque tiene un uso privado como vivienda. Conserva cierto esplendor y aunque es muy sencilla está decorada con cierto arte.
Tiene Macharaviaya cierto aire de inmovilidad en el tiempo, si no fuera por las antenas de televisión parecería no haber sufrido demasiadas transformaciones desde siglos pasados. Delicadas, limpias, bien cuidadas, sus calles son una revuelta de idas y venidas. Siguiendo por la misma calle Real de Málaga llegamos al fondo y torcemos a la derecha para enfilar la Avda. de Los Gálvez. Caminamos ascendiendo hasta la Casa Museo de los Gálvez (Tfo. de información: 952.400.042) donde encontraremos un recorrido por la presencia de la familia en el municipio, su importancia histórica, además de un centro de interpretación y la exposición de pintura permanente del artista Robert Harvey. Continuamos hacia arriba y... desayuno.
La Taberna del Candil
Bar típico, espacioso, con aperos de labranza sobre las paredes, una suerte de museo etnográfico encajado entre las paredes de una taberna. Por haber, hay incluso un antiguo arado, hoces, horcas, una yunta de bueyes. Tomamos acomodo sobre la barra y en ese momento entran tres ciclistas, vienen desde Málaga (25 kilómetros, aproximadamente, de carreteras sinuosas). Es común por estas escarpadas carreteras de la Axarquía encontrar amantes de este deporte, sobre todo en las primeras horas de la mañana. Para recuperarse toman sus correspondientes barritas energéticas acompañadas de una café endulzado con una generosa ración de leche condensada. Se sientan en una de las dos mesitas que hay fuera. Por nuestra parte, optamos por dos cafés con leche y dos pitufos de lomo. 4 euros. Por cierto que los pitufos estaban deliciosos. Tras el refrigerio nos dirigimos hacia el coche. Queremos visitar la casa natal del poeta Salvador Rueda y la iglesia mozárabe de Benaque, pedanía perteneciente a Macharavieya y del que dista 2 kilómetros. En marcha.
Benaque y Salvador Rueda
Ya desde la carretera divisamos el perfil de la Iglesia de La Virgen del Rosario, un edificio construido con ladrillo visto, típico de algunas construcciones mozárabes. Estacionamos en la entrada de Benaque y caminamos, según nos indican las señales, hacia la casa natal de Salvador Rueda y la iglesia. Apenas a 20 metros encontramos el primero de nuestros objetivos. De esta casa humilde, "pobre", como la definió el poeta, nació el ingenio capaz de desgranar versos como estos, unos apegados a la tierra, otros al movimiento revolucionario del modernismo:
"Horas de fuego
Quietud, pereza, languidez, sosiego...
un sol desencajado el suelo dora,
y a su valiente luz deslumbradora
que le ha dejado fascinado y ciego.
El mar latino, y andaluz, y griego,
suspira dejos de cadencia mora,
y la jarra gentil que perlas llora
se columpia en la siesta de oro y fuego.
Al rojo blanco la ciudad llamea;
ni una brisa los árboles cimbrea,
arrancándoles lentas melodías.
sobre el tono de ascuas del ambiente,
frescas cubren su carmín riente
en sus rasgadas bocas las sandías".
Dicen de Salvador Rueda que "Es innegable la importancia y el interés que representa la obra de Rueda, no sólo como clave para comprender a las generaciones que le han sucedido, sino por el valor lírico que significó en su momento una aventura tan original y atrevida como la del primer poeta modernista de nuestro país" (Francisco Arias Solís para Analítica). El poeta nació en Benaque el 3 de diciembre de 1857 y allí pasó gran parte de su infancia y adolescencia y continuó visitando su pueblo natal incluso ya encumbrado. En su poesía se advierte el tono localista, de esencia andaluza que nunca abandonó y los horizontes de Málaga, Benaque y Macharaviaya le sirvieron de clara inspiración. Fue autodidacta, hijo de jornaleros, trabajador y obrero y en esta vida dura se forjó el ingenio de su pluma. Para conocer más sobre Salvador Rueda se puede pinchar AQUÍ, página donde se realiza un exhaustivo análisis de su vida y obra. Si se quiere visitar la casa natal del poeta hay que pedir cita previa en el teléfono 952.400.042, pero más recomendable aún es leer su obra, cargada de lirismo y potentísimas imágenes.
Continuamos nuestro camino por la misma calle hasta posicionarnos bajo la iglesia, hermosa, sencilla, simple, delicada. Está construida en ladrillo visto y posee un campanario que antes fue alminar, torre de mezquita para la llamada a la oración. Parece Benaque una prolongación de Macharaviaya en modos, formas y estilos. El mismo empedrado, el mismo sosiego inmutable, la misma tranquilidad, similar trazado. A espaldas de la iglesia, las lomas circundantes presentan esplendores de antaño. Tras la plaga de filoxera que arrasó las vides en el siglo XIX lucen ahora esas colinas profusas plantaciones de este cultivo. Intuimos que producirán buena uva moscatel que llevarse a la boca.
Despedida
Así, esta jornada la pasamos entre la guerra, los virreyes, los naipes y la poesía. Macharaviaya vive un nuevo esplendor bajo el auspicio de la familia Gálvez que ahora, en el siglo XXI celebra todos los 4 de julio la fiesta de sus mayores y mejores indianos. Mientras los ecos de la historia resuenan entre sus calles, a lo lejos se ve la silueta de un poeta andariego que levantó el polvo de los caminos a golpe de verso y estrofa. Sean así embajadores de Macharaviaya los poemas y la Historia, Los Gálvez y Salvador Rueda, los indianos y el poeta.
Consejos y enlaces de interés
Consejos turísticos: Antes de visitar tanto la Casa Natal de Salvador Rueda como la Casa Museo de Los Gálvez conviene llamar al siguiente teléfono para informarse de los horarios o concertar las citas pertinentes: 952.400.042. Como recomendación general diremos que este es un pueblo que merece la pena visistar bien documentado previamente para disfrutar al cien por cien con la historia de Los Gálvez y de Salvador Rueda. Leída la poesía de este último podremos reconocer muchas de las cosas que cuenta en muchos rincones de los rincones del muncipio. Es un pequeño esfuerzo del que se obtiene una gran recompensa.
Enlaces de interés: Como referencia general, la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol. La página web muncipal de Macharaviaya es muy completa. Para la biografía de Salvador Rueda, el siguiente enlace de la página Analítica, para sus poemas, A Media Voz. y para una breve historia del Los Gálvez, la web del CEIP Salvador Rueda.
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18 ALGATOCÍN: DE MATANZAS, PRINCESAS Y CALLES INTRINCADAS
martes, 11 de agosto de 2009
Hay una leyenda. La leyenda de una princesa mora. Se llamaba Algatoisa y era la hija de un rey moro de Ronda. Sobre los cimientos de su castillo se erigió la actual Iglesia de la Virgen del Rosario. Ningún documento certifica la existencia de esta bella princesa capaz de dar nombre a un pueblo. Pero los mayores cuentan que los mayores cuentan que los mayores cuentan... Y la tradición oral se confunde con la realidad y con la historia hasta ser imposible comprobar qué de verdad y qué de leyenda tuvo la existencia de la princesa Algatoisa. Así, los historiadores, científicos de ley, aseguran que el nombre de Algatocín proviene del asentamiento en esta zona de una tribu bereber que respondía al nombre de Al Atusilyn y aunque será cierto, siempre preferiremos imaginar el espíritu de Algatoisa deambulando por el dédalo intrincado de las callejas algatocileñas. Un perfume a flores se huele al pasar tras un esquina, ¿será ella?
Aproximación
Antes de llegar al centro urbano de Algatocín y si venimos desde Gaucín por la carretera que une Ronda con Algeciras, tenemos una parada obligatoria para ubicarnos geográfica y mentalmente en el lugar que vamos a visitar. Apenas a un kilómetro del pueblo se encuentra el Mirador del Genal, un balcón asomado a al valle del río con el mismo nombre y que ofrece una panorámica sin igual. Se observan desde allí los pueblos blancos de Alpandeire, Fajarán, Jubrique o Genalguacil, la cima del pico Torrecilla e incluso el Peñón de Gibraltar. Ante nuestra mirada, un frondoso bosque de alcornoques, pinos y encinas que se aprietan unos contra otros, las hendiduras de los arroyos en el denso manto de las colinas, la fragancia de naturaleza exhuberante ascendiendo desde el Genal... Vemos el apiñado caserío de Algatocín, ubicamos el torreón de la iglesia, la cuesta que asciende hasta la ermita, el trazado irregular de sus estrechas calles.... Tomamos aire y descendemos con el automóvil hacia el centro. Apenas distan 30 kilómetros hasta Ronda, y en los fines de semana esta carretera es muy transitada por motoristas, así que también se recomienda cierta precaución y sosiego, para además, disfrutar mejor del paisaje.
Llegada y, lo primero, desayuno
Para entrar en el centro de Algatocín desde la carretera Ronda-Algeciras es necesario, una vez llegado a la entrada del pueblo, tomar el desvío que indica Estepona-Genalguacil y que atraviesa la parte baja del municipio donde se recomienda aparcar en el primer sitio que se descubra libre. Es un pueblo estrecho y con mucha vida, donde todo está muy cerca, así que no temamos pasear un tanto. Con toda probabilidad nos encontraremos en primera instancia con La Alameda, una plaza céntrica y que parece aglutinar la vida social algatocileña. Es este un lugar perfecto para iniciar la visita, ya que desde ella partes numerosas calles y callejas que se pierden en las sombras. Tomamos fuerzas en el bar que está situado en el frontal de la misma plaza. La tostadora está rota, así que se nos recomienda tomar una especialidad local, las tortas. Las tortas son una especie de masa de churro fina que, doblada sobre sí misma, realiza formas triangulares. Se puede acompañar con miel y una ración es generosa (vendrá media docena) y es suficiente para dos personas. Tomamos dos cafés con leche y tortas: 1, 80 euros. Mientras desayunamos vemos como los hombres sentados en el resto de mesas juegan al dominó mientras otro grupo charla y reposa en dos bancos situados a la sombra. A modo de pregonero moderno, nos sorprende una música y una voz que proviene de unos altavoces y que anuncia un inminente corte de agua. Sonreímos ante la naturalidad con la que los algatocileños reciben este mensaje que parece proceder del aire y lo práctico de su aviso. Nos levantamos y comenzamos el recorrido por las calles.
La iglesia y las calles
Comenzamos a perdernos entre las calles con el objetivo de encontrar la iglesia, situada en la parte alta del pueblo. Es una pérdida consciente con la que queremos dejarnos llevar, intentar desvelar algunos de los secretos del municipio. En la misma entrada a la Alameda hay un panel den forma de mapa donde aparecen ubicados los lugares de mayor interés como fuentes, iglesias, algunas casas del siglo XVIII, etc... Pese a mantener un trazado irregular cincelado a base de calles estrechas tiene Algatocín cierto porte señorial, con algunas casas suntuosas de base cuadrada y hasta tres pisos de altura y que mantienen las ventanas y puertas enrejadas. El mismo ayuntamiento, situado tras la alameda es una de esas casas. Sorprenden las flores aquí y allá, la explosión lila de las buganvillas. Hay calles en las que la profusión floral les hace parecer un vergel. Todo es casco urbano de Algatocín es un laberinto de zetas, de escalinatas escurridizas, de esquinas que se funden unas con otras. Aparecen entre estas calles antiguas los comercios sencillos, casi como casas particulares, protegidos del sol con esas esteras que cuelgan de su marco. Y allí entran y salen las mujeres y los hombres con un pan bajo el brazo, un carrito, dos bolsas de compra. Así, lleno de vida está Algatocín, compartiendo su pasado antiguo con su presente más real en una perfecta convivencia. Llegamos a la Iglesia Parroquial de la Virgen del Rosario, sublime torreón pintado de albero y grana que recorta su presencia contra el cielo y contra los montes. Una plazuela se abre ante su puerta principal, lateral, donde unos bancos permitirán al viajero sentarse y reposar. En el camino hemos descubierto muchos más ejemplos de esta arquitectura tradicional que hace a estos pueblos apretado, apiñados, tan especiales. Algatocín guarda algunas sorpresas en forma de antiguas casas que parece ser tuvieron cierto abolengo. Caminamos entre sus calles, nos refrescamos en sus fuentes, tomamos la sombra bajo sus múltiples emparrados. Y también hacemos una importante parada técnica.
Parada técnica: la matanza
Existen varias tiendas en Algatocín que ofrecen uno de sus mayores tesoros: los embutidos y los productos cárnicos. No en vano, la industria chacinera del municipio tiene renombre y sus productos, tradicionales y artesanales son de calidad. La importancia de la industria chacinera ha llevado al ayuntamiento a colocar un placa en la Alameda en la que se dice lo siguiente: "Con la llegada de los colonizadores cristianos, allá por el siglo XV, los productos derivados del cerdo se fueron implantando con tal fuerza que hoy en día no hay menú casero que no contenga su trocito de morcilla, chorizo, costillas o sus buenas orejas y callos si lo que se quiere cocinar es el famoso guiso patas. Algatocín, que en esto sigue la tradición de sus antepasado, una vez llegan los fríos sigue realizando la matanza a la antigua usanza, invitando para ello a parientes y vecinos a participar en la fiesta". Con estos antecedentes no podemos resistirnos, así que entramos en uno de sus comercios y compramos 1 ristra de chorizo, una morcilla y una salchichón con "denominación de origen" algatocileña. Total: 6,50 euros. Lástima no poder disfrutar de ese guiso de patas a base de fuego lento, chacinas, garbanzos y patas de cerdo fuertemente especiado. Llegará el invierno y con él la oportunidad segura de degustarlo.
La Ermita del Calvario y despedida
Preguntamos por el camino de la ermita, fuera del casco urbano del municipio y en su parte más alta. - Sí se puede ir andando, se tardan 15 minutos nada más, está muy cerca. Sólo tienen que subir por aquí, cruzar la carretera de Ronda y en seguida verán un camino empedrado que sube hacia arriba. Pues por ahí,- nos indica una señora. Eso hacemos. Con el ascenso la vista promete una panorámica apabullante. Dejamos atrás el antiguo lavadero y continuamos la subida por el camino empedrado. El último tramo discurre bajo la sombra de algunos pinos, y se agradece. Aconsejamos llevar un poco de agua porque aunque la subida es corta, es un tanto intensa. La puerta de la ermita permanece cerrada, atada con una cuerda gruesa y un nudo de fácil deshacer. Imaginamos que con la idea de permitir entrar al visitante e impedir la entrada a los animales. La ermita es una construcción pequeña, rodeada de un denso pinar, con algunos bancos propicios para el descanso que mira de tú a tú al Valle del Genal y ahí reside precisamente su grandeza. A nuestros pies el caserío apretado y morisco de Algatocín, frente a nosotros, las montañas rotundas que conforman el Valle del Genal con el pico Torrecilla al frente, a nuestra izquierda las primeras estribaciones de la Serranía de Ronda en la que se encaraman los primeros pueblos blancos, a nuestra derecha, hacia el este y entre brumas, el Campo de Gibraltar y la mole granítica del Peñón. Fragancia de pino en el aire. Sopla una brisa fresca y perfumada. ¿Se puede pedir más?
Recomendaciones y enlaces útiles
Chacina: La industria chacinera es de primer orden. Las mismas fábricas se localizan en el municipio y comprar un tanto en alguna de ellas es una buena opción de regalo o de consumo propio. Hay varios comercios en lo que adquirir chacinas y derivados del cerdo, todas ellas de garantía.
La Ermita y el Mirador del Genal: Armarse de unos buenos prismáticos y una cámara de fotos resulta imprescindible. los paisajes y las calles de Algatocín invitan al descubrimiento y a la fotografías. Explorar los rincones secretos y observar las estribaciones de los picos es un buen modo de recuerdo.
Enlaces de interés: Como referencia, la web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la página web municipal, www.algatocin.es. Como referencia eminentemente local se puede visitar el blog de Algatoisa y por pertenecer al Valle del Genal y a la Serranía de Ronda, hay diversas referencias a Algatocín en www.laserrania.org.
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17 IZNATE: LAS GENTES DE LA UVA MOSCATEL
martes, 4 de agosto de 2009
Abalconado sobre una ladera incipiente, Iznate se abre a un paisaje abrumador. Una extensa vaguada plagada de colinas y valles que tiene como remate en el horizonte más próximo el Pico Chamizo en la Sierra de Camorolos, la cima de la Maroma en Sierra Tejeda o el Navachica, techo de la Sierra de Almijara. Todo a la vista son plantaciones de vides más o menos apretadas, paseros y pequeños cortijos blancos salpicando la tierra parda. Si llegamos desde la costa observaremos un gran cartel de bienvenida que señala Iznate, es preferible continuar adelante por la carretera en descenso y seguir las indicaciones próximas que nos llevarán hasta el centro del pueblo, una plaza alargada, un pequeño anfiteatro, un espacio de reposo con bancos y jardines y el ayuntamiento nos reciben. Estacionamos aquí el vehículo y nos preparamos para caminar. Encontramos en seguida una indicación que nos señala la dirección de la iglesia y, a su vez, nos adentra en un auténtico y quedradísimo laberinto de calles. Para aplacar los rigores del verano estamos viajando un tanto más temprano, así que hemos sustituido los aperitivos contundentes por los desayunos desahogados. Los desayunos malagueños poseen la contundencia necesaria para afrontar una buena mañana de viaje y la variedad justa para que haya para todos los gustos. Optamos por una bar repleto de gente, justo al inicio de las estrecheces iznateñas y tomamos 2 sombras, 1 pitufo mixto y 1 pitufo bacon/queso, 4, 20 euros. Advertir que el pitufo más parecía una viena, así que su contundencia nos ayudó a subir y bajar las cuestas que ahora relataremos.
Inicio del paseo y algunas curiosidades
Resulta Iznate uno de los pueblos más pequeños de la provincia de Málaga con una extensión de 7, 5 kilómetros cuadrados, y a su vez en el siglo XVI era uno de los municipios de mayor producción de uva. Con estos dos parámetros imaginamos lo que podemos encontrar, un centro urbano apretado, arracimado sobre la loma de una pronunciada colina y rodeado a su vez de los perfumes de la uva moscatel. Su pasado delata su presente y así, las calles se rompen y se quiebran y ascienden y descienden sin orden aparente, haciendo que las sorpresas sean mayúsculas aquí y allá. Así se delata su tiempo pretérito árabe. Fue en aquella época donde Iznate gozó de un privilegio que en 2009 podemos ver habitual, era el derecho de behetría, una suerte de elecciones democráticas donde los habitantes del municipio elegían a sus dirigentes. No ocurrió así después de la ocupación castellana, donde se impuso a un único regidor a golpe de decreto real. Se confronta Iznate con Parauta por el lugar de nacimiento del rebelde Omar Ben Hafsún que puso en jaque el emirato de Córdoba con sus constantes revueltas y rebeliones en la Serranía de Ronda y en la Sierra de las Nieves. La balanza parece inclinarse hacia uno de los dos municipios, pero no serán estos escritos los que siembren la discordia intermunicipal.
Y es dejar atrás la plaza y comenzar el juego de equívocos en las calles, las rampas y ascensiones, las cuestas y descensos, los quebrados, recodos, esquinas... Y todo tiestos y flores iluminando las paredes, un perfume de jazmines que mueve el aire denso. En apenas 50 metros y siguiendo la calle Vélez y calle Málaga, llegamos a la plaza de la Virgen, donde se ubica la iglesia parroquial de San Gregorio. Un remanso llano entre las calles erizadas. Es el centro desde el que parten hasta seis callejas.
La Iglesia Parroquial de San Gregorio y la Fuente de Palsonada
Sorprende la Iglesia Parroquial en su aparente sencillez que nos remite a las escuelas italianas de arquitectura. No en vano, está considerarda de estilo toscano. La portada pintada en colores crema la hace muy distinta. En este mismo frente aparecen 2 imágenes y un escudo, perteneciente a San Gregorio VII Papa, sin alambicadas columnas ni exageradas filigranas. En el interior según reza la página web del ayuntamiento de Iznate "podemos ver tres capillas en el lado del Evangelio con obras de cierto valor, como un óleo de San Francisco de Paula atribuido a escuela de Rivera de incalculable valor y una Inmaculada en madera policromada del siglo XVII". Desde la plaza de la Virgen apenas se puede ver la torre campanario del templo que parece escondida tras la nave central. El viajero puede sentarse al refugio de la sombra en algunos de los bancos que salpican la plaza, si no es suficiente, también puede refrescarse en la Fuente de Palsonada, que con sus dos piezas de grifería y un pequeño escudo forman parte de la arquitectura municipal.
Los rincones secretos
Posee Iznate innumerables rincones secretos que el viajero debe descubrir perdiéndose entre sus calles. Recomendamos calzado cómodo, algo de agua, un sombrero o gorro para cubrirse del sol y ganas de conversar. Es el mejor viaje de todos, perderse, callejear, descubrir. Cuando las callejas se abren fugazmente dan paso al paisaje de viñedos, olivos y huertos. Todo el suelo está empedrado y las esquinas, aquí y allá son el final de una calle o el comienzo de otra, o un recodo sin continuidad, o un patio sin salida. Cuando parece que los quebrados han cesado, siempre aparece uno más. Algunas casas poseen sus propios patios frontales que sirven de desahogo a las casas apretadas y que aparecen decoradas con arriates, pequeños árboles, plantas, flores y tiestos. Merece la pena encaramarse a sus empinadas cuestas para encontrar la esencia primordial del pueblo. Tienen los izteños un carácter afable, con ganas de conversar y esto hace siempre las visitas más placenteras. Comprobamos la paciencia de las mujeres subiendo despacio las cuestas cargadas con las bolsas de la compra, paso a paso. Las puertas abiertas de la casas permiten que el aire entre y despeje y airee y refresque el interior. También se aprecian algunas grandes casonas de aspecto señorial, ahora abandonadas. Ofrecen sabia sombra las calles estrechas donde reposar el sol de mediodía. Iznate a nuestros pies, con su puzzle de calles y su combinación de cuestas.
Despedida
- Hombre, se han olvidado ustedes el abrigo y la bufanda.- A lo que los viajeros responden con 37ºC de temperatura sobre sus cabezas....
- Las llevamos en el zurrón, por si refresca.
- Jajaja, menos mal, temía que pasaran frío.- Más risas.
- Oigan, cuando llueve ¿cómo bajan por aquí? .- Preguntamos ante la visión de una empinadísima cuesta.
- Con mucho cuidado, o.... de culo.- Risas.
Y así continuamos un rato, charlando sobre la vida cotidiana, preguntando, contando, escuchando y, sobre todo, riendo.
Consejos útiles y enlaces de interés
Recomendación turística: Caminar sin planos y perderse. El regalo que Iznate ofrece al viajero reside en el paseo lento por sus calles y en la charla de sus vecinos. Pertrecharse con calzado cómodo, una gorra o sombrero en el tiempo de calor y algo de agua.
La Fiesta de la Uva Moscatel: El primer día de agosto Iznate celebra la Fiesta de la Uva Moscatel, un reconocimiento a este producto que ha sido básico en la economía iznateña y, también, a todos los vecinos y vecinas que de sus tareas han participado. Está declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial.
Enlaces útiles: Como referencia, la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, muy completa la página web municipal www.iznate.es y como genéricas para la comarca Portal Axarquía, Mancomunidad de Municipios de la Axarquía.
Este blog queda abierto a todas las sugerencias y recomendaciones de sus lectores. Quiere ser una puerta abierta y cuantas más opciones haya, mejor. Os esperamos en El Color Azul del Cielo.
Publicado por Israel Olivera en 0:01 9 comentarios
Etiquetas: árabe, Axarquía, costa, Costa del Sol, fiesta de interés turístico provincial, fuente de la Aldefilla, iglesia, Iznate, Málaga, rincones, Sierra Almijara, turista, uva moscatel, viajero, vid