RSS

81 FUENTE DE PIEDRA: EL ESPEJO DE SU LAGUNA

martes, 26 de octubre de 2010

Y no es un espejismo. Es una lámina de agua real, cercada de olivares y de monte bajo. No es un espejismo. Es una nube de rosas y blancas alas en movimiento, de cloqueos, graznidos, cacareos como banda sonora, de sosiegos otoñales y respingos del invierno. No es un espejismo. Era una zona de paso, de nidificación, de crianza. Ahora parece convertirse en destino estable de su población más notable, los flamencos. No debería haber agua en esta época del año, y la hay. No debería haber flamencos en esta época del año, pero los hay. “La naturaleza nos enseña que nada es inmutable”, apuntaba un buen amigo, conocedor. Contemplamos la lámina de agua ante nuestros ojos, vemos las ondas que se mecen en su superficie batidas por la brisa, confundimos el cielo con su reflejo y creemos que todo lo que vemos es un espejismo.

El Centro de Visitantes

Atravesamos el centro urbano de Fuente de Piedra. Como una ciudad en la llanura extiende sus casas por entre sus alargadas calles. Casas bajas de planta y piso, dos alturas a lo sumo. Ventanas enrejadas con forja plata y negra. Los carteles indicadores señalan perfectamente el camino a seguir para encontrar la laguna y su Centro de Visitantes. Nos adentramos en las primeras estribaciones del entorno protegido y contemplamos la superficie de agua ante nuestros ojos. Parece de acero bruñido, gris sobre gris, como si de plomo derretido se tratara. Algunos acebuches se asoman a ella con la timidez de saberse ante algo poderoso e intenso. Estacionamos en el parking habilitado y al abrir la puerta del coche llega hasta nosotros un aroma inconfundible a tierra húmeda y apretada. Aspiramos y sólo con este primario sentido que es el olfato realizamos una composición de lugar. En nuestra mente podemos bosquejar las primeras aves, el recorte de los juncos en las orillas, algunas superficies desecadas en el otoño, el aroma de las plantas… El Centro de Visitante se encuentra situado en un altozano, sobre el Cerro del Palo, y tiene una vista privilegiada sobre la laguna. Es un edificio antiguo, que ha sabido conservar en su exterior la apariencia de antigua hacienda, para preservar en el interior un completísimo Centro de Visitantes. Priman los colores rosas y fucsias de los flamencos en sus paneles explicativos, nutridos de excelente información que satisfará la curiosidad de los neófitos y de los expertos. En ellos se detallan y cuentan los tipos de aves y distinta fauna que pueblan la Laguna de Fuente de Piedra, así como el proceso de nidificación de los flamencos y el proyecto anual de anillamiento de los nuevos ejemplares nacidos. En el centro de la sala principal, unas figuras que representan al detalle y en tamaño real a varios flamencos. Pero sin duda, el mejor panel de todos los existentes, el gran hallazgo de este centro de visitantes es el enorme ventanal abierto hacia la laguna, donde el viajero puede contemplar la lámina de agua en todo su esplendor. Miramos a través de ella. Contemplamos la intrincada red de senderos que surcan la ribera de la laguna y que permiten al visitante un excepcional acercamiento a este portentoso y excepcional ecosistema. No en vano está considerado como uno de los humedales más significativos de Europa y el más importante en la cría y reproducción de flamencos. El color plúmbeo de la laguna engaña nuestra vista, pero cuando descubres uno, ya los ves todos. Primero es una mota rosa cerca del horizonte. – Mira, mira, allí hay uno-, señalo. – Espera, espera que hay más, allí y allí-, continúo. – Y allí, y allí y allí-, me contestan. Es cierto, una nube rosácea se eleva a un palmo de la superficie del agua. Una nube que se mueve a un compás insólito, marcado por el característico caminar de los flamencos. El descubrimiento nos hace sonreir y apuramos la salida del Centro de Visitantes para, siguiendo las explicaciones de la guía, recorrer una pequeña parte de la laguna. Son tantas las cosas que se podrían contar, detallar y explicar sobre esta Laguna de Fuente de Piedra. Desde su pasado como reserva de caza hasta su presente como Reserva Natural. En la página web del ayuntamiento de Fuente de Piedra se detallan todos los aspectos históricos y naturales de este ecosistema. Nosotros vamos a ofrecer nuestra visión más personal que apela más a los sentimientos de la visita que a los conocimientos naturales.

La Laguna que vivimos

Hace fresco en esta mañana de primer otoño, un fresco estimulante y gozoso, que invita al paseo holgado, perfecto para caminar entre los límites de esta privilegiada superficie acuática. El entorno se encuentra perfectamente adecuado para la visita, los emplazamientos fotográficos y de avistamiento son magníficos ojos de madera integrados en el paisaje. Escuchamos como graznan las aves, como cloquean y cacarean, y vemos, cómo en su lánguido andar arrancan destellos fucsia los flamencos, semisumergidos en el agua. Visitamos la Laguna de las Paloma desde la que se pueden observar avefrías, gaviotas reidoras, ánades, andarríos, chorlitos, etc. Se detallan además las épocas del año en el que cada especie puede ser avistada. Contemplamos la laguna y antes siquiera de pensar en dejarla atrás ya estamos pensando en volver, en primavera, en su máximo apogeo, y recorrer con despacio y detenimiento los 21 kilómetros de su perímetro salpicado de miradores privilegiados. Resulta imprescindible llegarse hasta aquí con los prismáticos y la cámara de fotos. Y huele a romero, a tierra húmeda de manera muy intensa, a distintas flores y plantas. Se mecen todas las flores y los aromas al compás de la brisa suave. Caminamos hasta el Observatorio de las Albinas (al que llaman así por el blanquecino color de la tierra que le rodea) primero y hasta el Mirador de la Vicaría después, cruzando varios puentes de madera. Son apenas dos kilómetros y medio de distancia por un llano suave en un entorno privilegiado. Nos cruzamos con algunas parejas de excursionistas. Todo el mundo habla quedo, bajito, como para no enturbiar la paz del lugar. Llegamos hasta el observatorio, más próximo a la laguna y a las bandadas de flamencos a los que se ve y escucha a la perfección. Cloqueos, graznidos, cacareos, croar de ranas, esa es la música ambiente. Es una vista privilegiada rodeada de falso silencio. Esconden los flamencos su cabeza y su pico en el agua con la intención de alimentarse, de atrapar su sustento, su comida. Imaginamos volar toda la bandada que tenemos ante nuestros ojos, teñir de rosa el cielo, de fucsia intenso. Una grupo de lo que creemos son gaviotas reidoras alza el vuelo y ríen en el aire mientras forman círculos que se ensanchan y se empequeñecen. Nubes rosas tintan el agua plateada de la laguna, pequeños jirones blancos y fucsias. Caminan despacio los flamencos, posan sus patas sobre el fondo de la laguna con la delicadeza de un bailarín. “No debería haber agua ni flamencos en esta época del año”, regresan a nuestra mente esas palabras. “Sin embargo tenemos hoy mismo una población censada de 30.000”, nos subrayan desde la oficina de turismo de Fuente de Piedra. “Los pollos que nacieron este año (unos 7.000) se han quedado, y parte de sus 20.000 progenitores también”, continúan. “No debería haber agua ni flamencos en esta época del año”, pero ahí están, los hay. Y no es un espejismo.


El centro urbano de Fuente de Piedra

La Fons Divinus romana marcó su nombre y parte de sus primeros destinos. Y es que, dentro de las provincias de la Hispania romana, se tenía como muy eficientes las aguas de Fuente de Piedra para disolver cálculos renales. El agua que se consumía procedían de una fuente divina, Fons Divinus, que trocó su nombre por el de Fuente de Piedra quizá influida por sus poderes curativos contra dicho mal renal. Tan eficaz parecía ser aquel agua que en los siglos XVI y XVII se comercializó, exportándose al Reino de Nápoles e incluso hasta América. De aquella primigenia fuente romana surgió otra, más moderna, para la que, según se cuenta, se utilizaron bloques de piedra de la anterior. Pero antes de conocer la fuente, debemos llegar hasta el centro urbano desde la laguna. No hay pérdida. Fuente de Piedra, sus calles y monumentos están perfectamente señalizados. Estacionamos en la plaza de la Constitución en uno de cuyos vértices, bajo el auspicio del ayuntamiento se encuentra la Oficina de Turismo. Entramos. La guía nos cuenta, nos explica, nos recomienda. Y, bien pertrechados de catálogos, tarjetas y fichas, salimos. En apenas una encrucijada de calles se sitúan los lugares a visitar más simbólicos del municipio: la plaza, la fuente, la iglesia, el ayuntamiento. La visita a la Laguna nos ha abierto el apetito, pero vamos a dejarlo para algo más tarde. Si caminamos por la calle Juan Carlos Primero llegamos, en apenas cien metros, hasta la iglesia de Nuestra Señora de las Virtudes. Un templo curioso, que parece querer mimetizarse con el paisaje que le rodea gracias a su color arenoso, rojizo. El templo, de estilo neomudéjar, se construyó en el siglo XIX. Además de su color destaca su campanario, que en lugar de formar una torre descansa sobre una gran espadaña remata por dos arcos de los que penden sendas campanas, con una cruz de hierro en la parte más alta. La portada es muy sencilla, y sobre su portal principal descansan dos grandes vidrieras. Una placa, situada en la parte izquierda de la iglesia, recuerda a los muertos caídos en todas las guerras. Regresamos por donde hemos venido hasta llegar a la plaza de la Constitución. En el caminar encontramos algunas casas solariegas de cierta presencia. La fuente que da nombre al pueblo, además de su prosperidad, también trajo su desgracia. Después de una temporada de grandes sequías, las epidemias se expandieorn por la comarca, y los malos agoreros achacaron el origen de las misma a la fuente, antigua Fons Divinus, que a través de los vapores producidos por su agua estancada se propagaron diversas enfermedades. La historia da y la historia quita. En la actualidad, la fuente preside la plaza. Cuatro buenos caños surten de agua el pilar central acompañados a la izquierda por un grifo más modesto. Es una fuente hermosa, rematada por elemento central que quizá pudo coronar una cruz. Nos refrescamos. Recomendados por una vecina villafontense dirigimos nuestros pasos hacia el Bar Tejeda.

La comida

Es un bar sencillo, del que entran y salen vecinos y vecinas. Nos sentamos en una de las mesas exteriores, nos ofrecen la carta en la que vemos algunas especialidades que nos abren aún más el apetito como berenjenas fritas con miel de caña o croquetas de morcilla… Nos decidimos por un plato de lomo a la sal, un entrecot y una chuleta de ternera a la brasa. A lo que añadimos dos refrescos de cola, aceitunas y pan. Total, 51 euros. El lomo a la sal casi parece un carpaccio, el aceite cruda servido por encima realza su intenso sabor natural. En entrecot y el chuletón son fresquísimo y hechos al punto, sazonados con sal gorda y acompañados de patatas fritas caseras. De las aceitunas, ya no queda ni una. Comentamos en la comida las excelencias de lo que hemos visto hasta ahora, de la laguna y de la historia de Fuente de Piedra y su ininterrumpida población de íberos, fenicios, cartagineses, romanos, árabes.

El Refugio del Burrito

A las afueras de Fuente de Piedra, perfectamente señalizado, entre olivos y viñas se encuentra el Refugio del Burrito. Una iniciativa solidaria que se emparenta, además, con un pasado reciente común a la mayoría de los pueblos malagueños: el burro, animal de carga y trabajo que se encuentra en peligro de extinción. Para ello se ha creado El Refugio del Burrito, un lugar donde se provee a los burros y mulos abandonados o maltratados de un lugar seguro, desde el que se denuncian comportamientos negligentes y donde se ofrecen visitas gratuitas, excursiones escolares y asinoterapia (terapias pedagógicas con asnos o burros) para niños con necesidades educativas especiales. El Refugio del Burrito está abierto todos los días, en horario de 11:00 horas a 19:00 horas en verano y de 11:00 horas a 18:00 horas en invierno. Para más información se puede llamar al 952.031.622. Hemos llegado hasta el parking y lo primero que nos sorprende es la limpieza, cuidado y profesionalidad con el que se encuentra todo montado. Los diferentes boxes y cercados de madera. Los ejemplares de diferentes razas de burro separadas por edades. La facilidad con la que se facilita el acceso a los visitantes. Las fichas de los animales, en las que se indica el nombre y año de nacimiento, así como otra serie de características. Paseamos por entre los cercados, algunos se dejan acariciar la testuz, otros son algo más esquivos. Observamos las cuadras, cómo se alimentan. Nos sentamos un rato en el primer atardecer y escuchamos cómo rumian a nuestro alrededor. Ofrecemos un pequeño donativo a la causa, y nos perdemos de nuevo por la carretera entre olivos, dejando tras de nosotros una estela de polvo blanco.

Despedida

Es el momento del descubrimiento, la sensación de hallar entre el color plateado de la laguna ese primer ejemplar de flamenco, la sorpresa inicial, la emoción primera. Y el paseo entre los juncos, sobre las tierras arenosas que en primavera se ocupan de agua, las flores rojas ante el puente de madera, el cloqueo permanente de las aves, el canto delicado de un pájaro posado con delicadeza sobre una delicada rama, el falso silencio del entorno de la laguna, el color que muta y cambia de plomo a plata, de plata blanco, de blanco a rosa, de rosa a fucsia, el movimiento pendular del cuello del pelícano sumergiéndose una y otra vez bajo el agua… Nos apostamos sobre uno de los miradores, dejamos los prismáticos y la cámara de fotos y, ahora nos dedicamos a ver con los cinco sentidos.

Enlaces de interés y consejos turísticos

Imprescindible: Para visitar la laguna se recomienda encarecidamente llevar prismáticos, no hace falta ser una gran conocedor de la flora y fauna para disfrutar de este entorno privilegiado y dada que es una reserva natural la mejor forma de acercarse a los flamencos es a través de los prismáticos. Una cámara de fotos con un buen teleobjetivo para capturar los momentos más interesantes.
Anillado de flamencos: Una de las actividades que se puede contemplar en la laguna de Fuente de Piedra es el anillamiento de los flamencos en verano. La Concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento villafontense organiza durante el mes de julio (con fecha determinada por el nacimiento y llegada de las aves) visitas guiadas a la laguna, exposiciones, desayuno andaluz en la plaza y una verbena en la que se da la bienvenida a los voluntarios ambientales participantes y a los observadores. El proceso de anillado de flamencos es fundamental para su control, ya que permite mantener un seguimiento anual de los flamencos, y se realiza bajo condiciones muy especiales, por tanto el voluntariado colaborador es escogido con detenimiento, aunque siempre se puede participar como observador cumpliendo unas estrictas normas de comportamiento. La mejor época para visitar la laguna, además de este proceso de anillado, es la primavera, cuando los flamencos llegan y nidifican, se aparean y crían sus primeros polluelos. Es el periodo en el que más agua tiene la laguna y más ejemplares de flamencos hay conviviendo en ella.
Turismo Rural: Son muchas las casas dedicadas al turismo rural en el municipio, a falta de aconsejar una, diremos que sólo con escribir “Fuente de Piedra” en alguno de los más conocidos buscadores se encontrará una amplia gama y oferta para todos los gustos, precios y estilos.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la página del ayuntamiento de Fuente De Piedra, en especial la información dedicada de manera específica a la laguna. Además de estas dos sumamos otros enlaces de interés como la página web de la Junta de Andalucía sobre la Reserva Natural y otra que nos ofrece una visita virtual por la misma.

Este blog queda abierto a los comentarios, anotaciones, opiniones que los navegantes deseen realizar. Nos vemos en El Color Azul del Cielo.

4 comentarios:

Nekane dijo...

Hola,LUZ de los martes.
Haces una introducción sublime de Fuente de Piedra.Creo que la merece.¡vaya sorpresas que nos deparan los pueblos malagueños!
Interesántísimo el viaje de hoy.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Sencillamente maravilloso.
¡Qué bien lo cuentas,Isra!

Begoña dijo...

¡ Que bonita la foto del campo rosa con el agua y la tierra al fondo!

Elba dijo...

Parece un lugar especial,como tu forma de narrarnos todo siempre,Isra.
Te lo digo en Las Estaciones y los Días y pienso lo mismo de éste.Merecen un libro.
Tu escritura lo merece.
Agur,eskerrik asko.
Elba